(18) El Camino Hacia la Verdad
Han pasado unos días desde que los asaltantes fueron detenidos. Ahora están bajo custodia, esperando la sentencia de un juez.
La princesa Gabriella sigue ingresada en el hospital y, aunque los médicos dicen que está estable, aún no ha despertado. Mi preocupación crece con cada momento que pasa sin que ella abra los ojos.
Estoy en mi habitación, recordando los acontecimientos que nos llevaron hasta aquí. Cada detalle se repite en mi mente como una película, y no puedo evitar sentirme responsable por lo que le ha pasado.
Si tan solo hubiera sido más cuidadosa, si tan solo hubiera actuado de otra manera, quizás ella no estaría en esa cama de hospital.
Gabriella me salvó la vida, y no puedo evitar sentir que le fallé. Ella prometió protegerme, pero ahora es ella quien necesita protección y no puedo hacer nada al respecto.
Mi mente se desliza, sin poder evitarlo, al momento del casi beso con Gabriella. ¿Qué hubiera pasado si nadie hubiera intervenido? ¿De verdad hubiera besado a la princesa?
Siento una mezcla de emociones al pensarlo, una confusión que me abruma. ¿Cómo podría enfrentar al príncipe si hubiera besado a su hermana?
Oliver. El compromiso con Oliver. No puedo evitar sentirme traicionada al saber que él autorizó el avance de tropas en el Emirato Al-Nur. ¿Cómo pudo hacer algo así sin decirme nada? ¿Es consciente que esa orden fue la que delimitó el intento de asesinato de la casa Saúd?
Suspiro, intentando calmar mi mente.
Necesito respuestas, y sé que solo hay una persona que puede dármelas.
Debería hablar con él. Debo hablar con él. No puedo seguir ignorando esto, no puedo seguir pretendiendo que todo está bien cuando claramente no lo está.
Me levanto con determinación y salgo con prisa de mi habitación, decidida a encontrar a Oliver. Mientras camino por los pasillos del palacio, mis pensamientos se arremolinan, y la ansiedad me come por dentro.
Llego al comedor y me encuentro con la Duquesa Teresa María, sentada en silencio y leyendo un libro. Me detengo y me disculpo por interrumpir.—Disculpe, Duquesa. Estaba buscando al Príncipe Oliver.
Ella levanta la vista y me ofrece una sonrisa comprensiva. —No te preocupes, Layla. No estaba haciendo nada importante.
Justo cuando me iba a ir, ella me llama la atención. —¿Te gustaría sentarte un ratito conmigo? —me pregunta amablemente.
Dudo por un momento, pero al final acepto, aunque me siento un poco incómoda por la situación.
Nos sentamos, y ella rompe el silencio. —He notado que desde la gala no llevas más el hiyab. ¿Cómo fue eso?
—Fue una decisión difícil, pero sentí que era el momento adecuado para hacerlo. Quería empezar a decir por mí misma, crear mi propia identidad y también adaptarme a este nuevo entorno.
La Duquesa asiente, comprensiva. Después de eso, el silencio vuelve a apoderarse de la escena.—Admito que me siento preocupada por mi hija. Lleva varios días en coma, y la incertidumbre de no saber cuándo despertará me está matando por dentro.
Lo veo en sus ojos, la misma preocupación que siento por Gabriella. Empatizo profundamente con ella.
Entonces, la Duquesa me mira con preocupación.—¿Y tú, Layla? ¿Cómo te encuentras? Sé que fue un evento traumático.
Sus palabras me tocan, y por un momento, siento que puedo abrirme un poco—Ha sido muy difícil. Me siento responsable de lo que le pasó a Gabriella. Esos hombres venían a por mí y ella salió dañada por mi culpa...
Su mano se posa en mi hombro—Cariño, tú no tienes la culpa de nada de lo que pasó...
—Si tan solo hubiera...
Es en ese momento que la tristeza y la culpa acumuladas dentro de mí fluyen a través de mis palabras.
Las emociones se desbordan y las lágrimas comienzan a correr por mis mejillas. Siento un nudo en la garganta mientras intento seguir hablando, pero las palabras no salen. Todo lo que puedo hacer es llorar.
La Duquesa se inclina hacia mí y me envuelve en un abrazo reconfortante. —Está bien, querida. Llora todo lo que necesites. Estoy aquí para ti.
Sus palabras y su abrazo me brindan una pequeña sensación de alivio, permitiéndome liberar parte del dolor que he estado llevando. Nos quedamos así por un momento, en silencio, solo el sonido de mis sollozos llenando el espacio.
Finalmente, cuando mis lágrimas comienzan a secarse, la Duquesa se aparta un poco y me mira a los ojos. —Eres muy valiente, Layla. Gabriella es fuerte y luchará para regresar. Mientras tanto, debemos mantenernos fuertes también.
Asiento, agradecida por su apoyo. Secándome las últimas lágrimas que quedaban en mis ojos.—Gracias. Necesitaba escuchar eso.
Ella sonríe suavemente. —Ahora, ¿te gustaría que te acompañe a ver a Oliver? Lo he visto pasar hace nada hacia el jardín.
—Gracias, pero necesito hablar con él a solas de un tema importante. Espero no le moleste mi decisión.
—No te preocupes, querida, cuídate y si necesitas algo más, avísame. Aquí estaré.
Nos abrazamos en un cálido abrazo. Siento su calidez y apoyo, y me reconforta saber que no estoy sola en esto. Después de un momento, me separo de ella y me dirijo hacia el jardín.
Al salir, el majestuoso jardín se despliega ante mis ojos, sus colores vibrantes y la tranquilidad que emana siempre me ayudan a calmarme.
Mientras camino, escucho un pequeño correteo de patitas. Miro hacia abajo y veo al pequeño hurón blanco de Gabriella. En ese instante, oigo una voz familiar.
—Ciro, regresa aquí.
El príncipe Oliver.
El pequeño hurón escala mis pantalones y se acomoda en mi regazo. Al cabo de unos segundos, Oliver llega hasta donde estoy.
—Oh, Layla, gracias por coger a este pequeño escurridizo —dice, acariciando la cabeza del pequeño animalito.
—¿Así que se llama Ciro, eh? —digo con una sonrisa.
Ciro parece percatarse de su nombre y empieza a moverse animadamente por mis brazos. Empieza a jugar con mi pelo, recordando al instante cuando hizo eso con mi Hiyab. Sin embargo, parece que mi pelo no es de su agrado y se aburre enseguida.
—No, pequeñín, no tengo esa tela que tanto te gustó el primer día que nos conocimos.
—¿Así que ya conociste a Ciro? —pregunta Oliver, curioso.
—Sí —asiento—, lo conocí justo antes de conocer a la princesa.
Ante la mención de su hermana, la mirada de Oliver se entristece. —Como Gabriella aún está en el hospital, debo cuidar a Ciro. Sé que la echa mucho de menos, ha estado bastante desanimado estos días... Todos lo hemos estado...
Dejo al pequeño hurón en el suelo, y este empieza a corretear por el jardín. Luego, me giro hacia Oliver.
—Necesitamos hablar.
El príncipe asiente. —Yo también necesito hablar contigo.
Nos sentamos en uno de los bancos adornados del jardín. Observo a Oliver; tiene la mirada perdida y está decaído. Es evidente que todo lo que pasó esa noche nos afectó a todos. Oliver empieza a hablar, pero sus palabras salen entrecortadas.
—Layla, yo... —empieza, pero no termina la frase—. Lo que pasó, fue por mi culpa... Todo empezó cuando autoricé el lanzamiento de tropas al emirato Al-Nur...
Me sorprende escuchar esto. Oliver confiesa, evidentemente, consumido por la carga abrumadora de la culpa que lo consume.
—La presión de mi padre me puso entre la espada y la pared. Sé que lo que he hecho causará el derramamiento de sangre inocente, algo que nadie merece. Siento haber decepcionado a tu pueblo y a ti, Layla. No tengo justificación. Siempre he intentado no decepcionar a nadie, pero al final, termino decepcionando a todos.
Oliver baja la cabeza, respirando profundamente. —Por mi culpa, mi hermana está en el hospital. Tú casi mueres. El país está en alerta...
Le pongo la mano en la suya y lo miro a los ojos. —Oliver, respira. Lo que tengas que decir, yo te escucharé y lo hablaremos como es debido.
Él asiente, tratando de encontrar las palabras adecuadas. —Desde pequeño, siempre he sentido la necesidad de cumplir con las expectativas. Pero con cada decisión, siento que fallo más. Y ahora, todo ha explotado. Gabriella, tú, nuestro país... He fallado a todos.
—Oliver —digo suavemente—, todos cometemos errores. La presión a la que estás sometido es enorme. No puedo justificar lo que pasó, pero puedo entender que las circunstancias te llevaron a tomar decisiones difíciles.
—No sé cómo seguir adelante, Layla. No sé cómo enfrentar a Gabriella cuando despierte, ni cómo arreglar lo que he hecho. Lo mejor que podría hacer por todos vosotros y por el pueblo es abdicar. No soy buen monarca. No nací para esto.
Un torbellino de pensamientos invade mi mente. Aquí está, la oportunidad que necesitaba para ser libre. Si Oliver abdica, mi compromiso con él se disolvería, y yo podría decidir mi propio destino. Sin ataduras, sin obligaciones impuestas por alianzas políticas.
Pero, ¿cómo puedes pensar esto, Layla? Gabriella está en el hospital, luchando por su vida. Oliver está roto por dentro, consumido por la culpa. ¿Vas a aprovecharte de su vulnerabilidad para tu propio beneficio? ¿Acaso es justo huir en un momento en el que todos necesitan fortaleza y apoyo?
Respiro hondo, buscando claridad. No puedo ser egoísta. Lo que importa ahora es sanar y encontrar una forma de redimirnos todos.
—Oliver —empiezo, eligiendo cuidadosamente mis palabras—, abdicar puede parecer la solución más fácil, pero no siempre es la correcta. Ser un buen líder no significa no cometer errores, sino aprender de ellos y trabajar para arreglar lo que se ha roto.
—Pero he fallado, Layla. He puesto a mi familia y a mi país en peligro.
—Tienes que empezar por perdonarte a ti mismo —digo, apretando su mano con suavidad—. Lo que hiciste estuvo mal, pero aceptar la responsabilidad es el primer paso para enmendarlo. Además, todos estamos pasando por momentos difíciles. Y... hay algo más de lo que también necesitamos hablar.
Oliver me mira con atención, esperando que continúe.
—Este compromiso —suspiro, sintiendo un nudo en la garganta—. Ha sido una carga para ambos. Hemos intentado cumplir con las expectativas, pero la verdad es que nunca hemos sido sinceros el uno con el otro sobre cómo nos sentimos realmente.
Oliver asiente lentamente, su mirada cargada de tristeza.
—Layla, yo... siempre he sabido que esto no es justo para ti. Me gustas, pero sé que nunca te enamorarás de mí. Siempre he sentido que hay una barrera entre nosotros, y creo que ambos sabemos por qué.
Me muerdo el labio, tratando de encontrar las palabras correctas.
—Oliver, me importas mucho, pero estoy sintiendo cosas por otra persona que no puedo ignorar.
Respiro hondo antes de confesar mis sentimientos. Como me siento.
—Con Gabriella... hay algo más. Algo que nunca he experimentado antes. Ella me hace sentir diferente, me hace cuestionar todo lo que creía saber sobre mí o el amor. Aún no entiendo mis sentimientos al completo... pero sé como me siento cuando estoy con ella...
Oliver cierra los ojos por un momento, asimilando mis palabras.
—Lo he notado —admite finalmente—. He visto cómo la miras, cómo te preocupas por ella... No puedo competir con eso, ni debería intentarlo. Es mi hermana, la conozco desde que era pequeña, como se comporta cuando alguien le gusta... He visto como te miraba desde el primer día que llegaste al palacio...
Siento un peso en el pecho, y las lágrimas comienzan a llenar mis ojos de nuevo.
—No puedo controlar mis sentimientos, Oliver. Es muy confuso para mí. Llegar a este país ha sido difícil, adaptarme me ha cambiado... No soy la misma persona que era antes de llegar aquí. Y en medio de todo esto, he descubierto cosas sobre mí que no sabía. Me siento perdida y... lo siento tanto.
Él me toma la mano, su mirada llena de comprensión.
—No te preocupes, Layla. Ambos hemos tenido que adaptarnos y cambiar algunas cosas de nuestras personalidades. Mi error también ha sido dejar de ser yo mismo para adaptarme al compromiso. Y tú... has descubierto quién eres realmente y cómo quieres ser, y no hay nada de malo en eso.
Sus palabras me reconfortan, pero también me hacen sentir aún más culpable.
—¿Entonces qué hacemos ahora? —pregunto, la incertidumbre llenando mi voz.
Oliver suspira, mirándome con una mezcla de tristeza y determinación.
—No podemos cancelar el compromiso aún, no con todo lo que está pasando ahora mismo. Necesitamos esperar a que las cosas se calmen y, cuando sea el momento, tomaremos esa decisión. Solo necesitamos fingir un poco más para que mi padre y tu padre sigan confiando en el compromiso y contándome lo que está pasando en el emirato al-Nur. Así podremos manejar la situación desde la sombra.
La situación es complicada, y debemos ser inteligentes sobre cómo proceder.
—De acuerdo —digo, tomando una profunda respiración—. Fingiremos por ahora. Pero prometo que cuando todo esto termine, seremos sinceros con todos. No quiero seguir viviendo una mentira, Oliver.
—Yo tampoco —responde él, con una pequeña sonrisa triste—. Pero por ahora, esto es lo mejor que podemos hacer.
Oliver asiente con tristeza. Justo en ese momento, el sonido del teléfono interrumpe el silencio. Oliver se disculpa y se aparta un poco para contestar.
—Disculpa un momento, Layla. —se disculpa, levantándose del banco y alejándose unos pasos.
Mientras Oliver se aparta para atender la llamada, aprovecho para sumergirme en mis pensamientos. La conversación con él ha sido reveladora, mostrándome una faceta de su personalidad que no conocía del todo.
Recuerdo la apuesta que tenía con Gabriella. Una apuesta que ahora, en medio de todo este caos, parece tan trivial y lejana. Lo único que me importa es que ella esté a salvo. La idea de perderla me duele más de lo que puedo expresar. No quiero que nada le pase, ni a ella ni a nadie.
Después de hablar con Oliver, me he dado cuenta de lo mucho que lleva sobre sus hombros. Su culpa, su dolor y su deseo de hacer lo correcto me han tocado el corazón. Veo claramente que si Gabriella y él pudieran hablar con sus padres, podrían encontrar una solución respecto a la sucesión del trono.
Y yo... Mi papel en todo esto se vuelve más claro. No estoy destinada a ser la monarca de Luxemburgo. Mi objetivo siempre ha sido ayudar a mi gente, volver a mi hogar. Quiero llevarles todo lo que he aprendido de otras culturas, compartir conocimientos y abrirles puertas hacia un futuro mejor.
Pero, ¿cómo afectará la decisión a mi relación con Gabriella? La idea de dejarla, especialmente después de lo que ha sucedido, me duele profundamente.
Mis sentimientos hacia ella han crecido de una manera que nunca esperé. En su presencia, he descubierto partes de mí misma que desconocía. La verdad es que me aterra pensar en un día en el que tenga que decirle adiós...
Cuando todo se calme, cuando Gabriella despierte y la situación en Al-Nur se estabilice, sé que mi camino estará claro por fin.
—Habla más despacio, ¿qué es lo que ha pasado?
La voz de Oliver me saca de mis pensamientos. Su tono lleno de urgencia y preocupación.
Inmediatamente, me concentro en la conversación del príncipe por teléfono. La tensión en su voz es palpable, y mi incertidumbre sobre lo que está sucediendo comienza a consumir cada fibra de mi ser.
—Entiendo, vamos ahora mismo —dice Oliver, colgando apresuradamente.
Me vuelvo hacia él, la ansiedad burbujeando en mi interior.
—Oliver, ¿qué pasa? —pregunto, la urgencia en mi voz reflejando la suya.
—Gabriella ha despertado. Tenemos que ir al hospital.
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