Percabeth II

¡Feliz año nuevo!

¿Qué mejor manera de empezarla que con un Lemon?

El cuerpo de Percy la apretó contra la pared sin siquiera dudarlo dos veces más, besándola de una forma que cada terminación nerviosa empezó a arder dentro de su cuerpo. ¿Cómo no podría hacerlo? Si su lengua se movía con la suya, tan suave, tan placentero, que poco podría seguir conteniendo un gemido.

Las manos de Percy se aferraron a sus muslos traseros y la levantó, a la par que ella rodeaba su cintura con sus piernas en el acto. Su cuerpo ardía allí debajo de sus bragas, pero poco le hizo caso cuando Percy empezó a moverse hacia la cama para, lanzarla en ella e inmediatamente, subirse encima de ella a horcajadas. Pronto su duro cuerpo cubrió el suyo, dándole una mirada picaresca mientras se ponía manos a la obra.

Sus labios cayeron en su cuello, y la rubia le dio toda la libertad para que su lengua explorara aquella zona que la hacía suspirar muy bajo. Sus manos fueron hacia su espalda y se introdujeron dentro de su camisa, sintió los fuertes músculos de allí, ondulándose bajo sus dedos, tocarlo era sublime. Tanto que con tan solo tocar esa parte la excitaba.

Empezaba a creer que tenía un fetiche con su espalda.

— ¿Estás segura de esto? — Susurró Percy, a centímetros de su oreja, causando un placentero escalofrío en ella.

— Sí. — Ella contestó, y por consiguiente, sus manos levantaron su camiseta del campamento para dejar su cuerpo superior desnudo. —Muy segura.

Sus manos recorrieron su pecho, su abdomen, y las líneas que desaparecían entre sus pantalones, como una flecha hacia su entrepierna. A él le pareció gustarle su inspección, pues sus labios se entreabrieron para soltar pequeños suspiros. Lo besó una vez más, con hambre, con desenfreno, mientras Percy se encargaba de quitarle su propia camiseta, que poco cariño ahora le tenía, por ser un estorbo para que sus cuerpos se encontrarán.

Tiró la camiseta en algún lado del suelo, los ojos de Percy bajaron inmediatamente hacia sus pechos y sus labios hasta sus ojos sonrieron por lo que veían. Bien, Annabeth pensó satisfecha, a él le gusta mis pechos. Puedo morir en paz ahora con renovada autoestima.

— ¿Están bien para ti? — preguntó para asegurarse, mirándolo fijamente, atendiendo a cualquier reacción suya.

En respuesta, Percy colocó una mano sobre su pecho, hasta abarcarlo por completo en su palma. Y lo acarició, suavemente, con apreciación y extrema delicadeza sobre su sostén. Tragó saliva por la hermosa sensación, y se imaginó cómo de bien se sentiría sin esta prenda estorbando.

— Son perfectas. — Le dijo con voz ronca. — Entran perfectamente en mis manos, aunque, estoy seguro que se verían mejor sin esa cosa. — se refirió al sostén, y luego la miró con esperanza. ¿Cómo decirle no a esa carita de foca bebé tan tierna?

Se incorporó de la cama, hasta que ambos estuvieron sentados frente a frente. Dudó un poco, pero aún así, empezó a bajar sus tirantes con nerviosismo, hasta que sus desnudos pechos saltaron al mundo y frente a Percy. Tiró su sostén en la misma dirección que su camiseta y la de su novio; y se quedó allí, exhibiéndose como un maniquí.

Los ojos del azabache no podían dejar de verla, estudiaban tan profundamente los pechos de Annabeth, como si estos fueran un manuscrito extremadamente difícil de leer, pero seguías admirándolo con curiosidad. Annabeth aguantó las ganas de esconder sus pechos tras sus manos, pues su mirada era tan profunda que parecía que la rozaba de forma invisible. Como olas acariciando su piel, con suavidad.

— Dioses, eres hermosa... — Susurró Percy, más para sí mismo, tocando la curvatura de sus pechos ligeramente con uno de sus dedos. — Demasiado, siento que voy a volverme loco. ¿Puedo?

Ella sabía que preguntaba, mordiéndose el interior de sus labios con timidez, asintió sin mirarlo a los ojos avergonzada. Entonces, Percy veloz, (tal vez temiendo que pudiese cambiar de opinión) estiró sus dos manos para explorar los pechos de su novia, porque era un codicioso y con una mano no sería suficiente. Los tocó, y se sintieron la gloria que los Dioses nunca podrían darle de vuelta con otra cosa.

Se acercó a ella para besarla, mientras seguía tocando sus pechos, suavemente, y prestaba suma atención a algún ruido placentero que hiciera Annabeth, para indicarle como le gustaba que la acariciara. Mordió sus labios, y acarició el botón rosa de su novia con su pulgar haciendo círculos sobre ellos.

Annabeth echó un quejido involuntario, sintió vergüenza pero pronto se olvidó de ella, porque como se sentía ahora, hacía que cualquier cosa dejará de ser importante que solo los dedos de Percy tocando sus pezones. Aunque lo hacía sin saber cómo, el simple roce bastaba para que Annabeth casi flipara.

— Tienes que decirme cómo te gusta. — Le indicó Percy, en voz baja y rasposa. — También soy nuevo en esto, así que, tienes que guiarme.

Decirle a Percy como debía tocarle era demasiado vergonzoso, incluso con tan solo pensarlo, ponía hasta sus orejas rojas por el bochorno. Pero sabía que él no dejaría de insistirle hasta que lo dijera, y ella realmente no quería perder el tiempo con eso. Apartó la mirada de la suya, y carraspeó antes de hablar.

— Así está bien, — su voz salió apenas un murmullo. — se siente bien.

— Bien, entonces, probaré otra cosa. Con su permiso.

Acto seguido, Percy la empujó de vuelta sobre la cama y se puso a la altura de sus pechos. Primero los miró, estudiándolos con admiración, después, agarró uno de sus pechos con una mano y la que quedó libre, Percy lo metió dentro de su cálida y húmeda boca con rapidez. Sobresaltándose, su cuerpo dio un respingo pequeño.

¡Ah! Otra parte de su cuerpo también asentía que le encantaba lo que estaba haciendo Percy con su lengua, otra parte de su cuerpo inferior empezaba a palpitar por atención. Su novio mientras tanto, siguió atendiendo a sus dos pechos al mismo tiempo para que ninguno de ellos se quejara de ser ignorado.

Su mano se dirigió a su pelo azabache, para enredar sus dedos con sus mechones oscuros. Sus labios se mantuvieron entre abiertos, y no soportó la tentación de mirar a su novio mientras trabajaba allí bajo su cuello. Lo miró, tan solo verlo subía más su libido. Su boca besaba su punto rosa, y la otra mano masajeaba su pecho algo inexperto.

Él había estado cerrando los ojos, pero en eso, Percy habrá sentido su penetrante mirada en él, y abrió sus ojos, descubriéndola. Sus ojos verde mar estaban oscurecidos y seductores. Le sonrió sobre sus pechos y se apartó de ellos momentáneamente, pero sin dejar de acariciar el otro pezón.

— ¿Por qué me estás mirando? — Estaba sonrojado, y contento, Annabeth se incorporó de la cama y lo beso en la boca sin aguantar mucho su ternura. — No trates de despistarme con tus ricos besos, Chase

Se rió, soltando una carcajada alegre. Ahora la boca de Percy sabía a algo extraño, por haber estado besando sus pechos. Aunque el sabor no le molestó tanto, era algo fuerte. Percy volvió a besarla. Primero fue un beso cariñoso y suave como algodón de azúcar, pero después, fue cobrando fuerza. Hasta que se convirtió en algo ardiente que acabó con las piernas de Annabeth sobre sus caderas y las piernas de Percy en medio de ellas.

Las manos de Percy no dejaron de tocarla en ningún momento, y la besaba por todas partes, y la mordía en ciertas partes. Hasta que de un momento a otro, sin saber en qué momento comenzó exactamente, sus caderas empezaron a moverse en sincronía para sentir ambos, algo muy cercano a lo que los Dioses llamarían "Placer divino".

Sin dejar de besarse, sus intimidades se rozaban una y otra vez, con experiencia, como si lo hubiesen hecho un millar de veces. Percy soltaba un montón de suspiros placenteros, sus musculosos brazos que descansaban a cada lado del rostro de Annabeth, se flexionaban divinamente, haciendo hincapié a su virilidad bendecida, por su padre olímpico.

Por los dulces bebés de búho. Pensó Annabeth, aferrándose a Percy con fuerza y dirigiendo su cuerpo para que su duro miembro chocará con el suyo. Oh, se sentía tan bien, incluso ella empezó a gemir en voz baja casi inaudible, mientras Percy la miraba por la comisura de sus ojos con sus ojos llenos de lujuria.

Entonces pronto los pantalones no era más que telas desperdigadas en el suelo lejos de la cama, y sus bragas y sus bóxers, le hicieron compañía muy pronto. Se acariciaron mutuamente, mientras el amor afloraba en cada toque y en cada mirada que compartían, los murmullos y los gemidos llenaron la habitación y un atrevido azabache empezó a quitar el envoltorio de un condón para terminar la fiesta en algo "excelso".

Las estocadas eran fuertes y rápidas, y el sudor cubrió sus cuerpos rápidamente, logrando mejor la fricción entre ellos. Aunque las lágrimas por el dolor de Annabeth aparecieron primeramente, con la primera penetración, poco después esa incomodidad quedó en el olvido cuando él siguió moviéndose con su aprobación.

— Dioses, cómo me encantas, Chase. — Ronroneo Percy, sonriente, jadeando en su oído creando un estremecimientos en la espalda baja de ella.

Sus uñas apretaron su espalda tan bien trabajada, y se dejó llevar con la sensación de ser tan bien poseída por este hombre que tan sólo seguía sus instintos para hacerla suya. Definitivamente, ellos eran el conjunto perfecto. Sus partes se complementaban y los llevaba a la gloria con cada nueva sensación mejor que la otra.

— Percy, — Susurró, en su oído. — Te amo.

Hasta que finalmente, ella se dejó ir, el éxtasis se apoderó de todo su cuerpo y mordió el hombro de Percy para evitar gritar y llamar la atención de algunos mestizos o de las arpías. El interior de Annabeth apretó el miembro del azabache al terminar, y eso lo ayudó a llegar a la perfecta liberación inmediatamente junto con ella.

Minutos después, cuando volvieron a tener la respiración algo más calmada, se miraron con amor y algo de timidez mientras se abrazaban con fuerza. Percy, estaba sonrojado, pero tan contento como si alguien le dijera que había ganado comida azul gratis por un año.

— Te quiero. — Le dijo, besando la punta de su nariz. Annabeth suspiró satisfecha, apoyando su cabeza en su hombro. — La próxima vez, vamos a probar con más cosas. Que con las ganas se me olvidó.

— ¿La próxima vez? — Preguntó ella con un brillo en los ojos.

— Oh, por supuesto Annabeth Chase. Ni dudes que habrá una próxima vez para que te haga gritar esta vez.

●●●

Por la tremenda espera. (Me había enfermado por ataques de pánico blah, blah) pueden elegir el lugar del próximo lemon para que yo escriba.

Elijan dos escenarios más, para dos lemons Percabeth. Lo que quieran, elegiré los que pueden ser mejor explotados y más candentes. Será sus regalos de año nuevo.

Pensaba que podía editar solamente esta historia pero leyendo, casi me sangran mis ojos. Tuve que empezar desde cero. Qué vergüenza! No puedo creer que nadie me dijo que escribía como un gusano con manos. Dios, los odio — amo. ¡nos vemos!

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