Percabeth I

Las arpías volaban sobre las cabañas en el campamento mestizo en busca de un delicioso mestizo retardado. Annabeth Chase había pasado por mil cosas peores, y ocultarse de unas locas señoras con patas de pollo era pan comido.

Luego del asombroso espectáculo que su novio y Nico di angelo habían creado hace un par de horas, Percy se había acercado a ella con una manta cubriendo su bien formado cuerpo, solo para susurrarle con voz ronca por el frío.

— Los hijos de Hermes me dieron como premio unas hamburguesas con queso. — Su sonrisa era deslumbrante cuando hablaba de comida, Annabeth incluso meditó si debería empezar a sentir celos por las hamburguesas. — Te espero en mi cabaña a la noche, para comerlas los dos juntos.

Dicho eso, le había guiñado un ojo y se dirigió junto con Nico y Will quienes discutían a lo grande por la posible neumonía que Will presagiaba para su novio. Percy intentó calmarlos con bromas disparatadas, pero lo único que ganó fue coscorrones por parte de ambos jóvenes enamorados.

Annabeth tiró una piedra en la dirección contraria de hacia donde iba, para lograr una distracción exitosa. Tres arpías que ya estaban olisqueando su aroma, viraron la cabeza hacia el ruido y después alzaron vuelo lejos de ella. Sonrió con socarronería, definitivamente, un par de arpías no iban a detenerla a visitar a su novio y un par de hamburguesas.

Camino con zancadas y semblante sereno hacia la cabaña de Poseidón. La luna llena estaba en lo alto en el cielo, y gracias a ella, Annabeth podía observar perfectamente el camino delante de ella. Estaba doblando una última esquina, cuando de repente, se tropieza con alguien.

— ¡Auch! Me pisaste el pie. — Refunfuñó una voz conocida. — Se me quedará morado ahora. Gracias.

— ¿Will? — Lo nombró la rubia sorprendida. — ¡¿Qué haces despierto a estas horas y caminando fuera de tu cabaña?!

El rubio se vio momentáneamente alarmado, no obstante, luego de unos segundos en procesar toda la situación, Annabeth supo por su mirada picarona que había encontrado la manera de voltear la situación a su favor.

— Ah, ¿no debería ser yo quién te haga esa pregunta? — Dijo, moviendo las cejas de arriba a abajo. — A cuatro pasos de distancia está la cabaña de Poseidón, y cierto hijo de aquel Dios, no tiene hermanos. Pero, tiene una novia... Así que...

— Y cierto hijos de Hades está a pocos pasos detrás de nosotros. — Contraataca, sintiendo sus orejas calentarse por el bochorno de ser descubierta. — ¿A dónde crees que vas? Solace?

— Pues a ver a Nico, por supuesto. — se encogió de hombros despreocupado. — Después de la "brillante" apuesta de mi novio, estoy más que seguro que desde hoy esas jodidas hijas de afrodita pondrán su magia del amor en marcha. Estoy seguro.

— ¿Entonces irás a hacer guardia delante de la puerta de Nico, para evitar que esas locas del romance intenten engatusarlo?

— Algo mejor.— Se cruzó de brazos con una mirada decidida. — Iré a recordarle porque soy el mejor novio del mundo, y nadie puede reemplazarme.

Unas cuantas imágenes se implantaron en su mente, causándole un fuerte sonrojo en las mejillas. No era necesario que fuera tan lista para advertir sobre qué estaba hablando. Observó su rostro, Will se veía de lo más contento como ningún semidiós en camino a ir a cumplir su misión. Para su paz mental, trató de auto convencerse que ambos hombres, solo estarían jugando cartas o cualquier otro juego de mesa.

—Oh. — Dijo, sin saber más que agregar. — Buena suerte, supongo. Ya no te detengo más, ¿nos vemos mañana?

—Gracias Annabeth. — Agradeció. — así es, nos vemos mañana. — Pero antes de que el chico se perdiera de vuelta en otra esquina, Annabeth observó que llevaba algo en las manos. No estaba segura que la poseyó al preguntarle sobre que llevaba, pero el rubio le contestó sin ningún problema con total normalidad, incluso fue caritativo y le dio unos cuantos de los que llevaba.

— Ah, cierto. Ten. También serán de mucha ayuda para ti. — Ella lo agarró confundida, pero luego, con ayuda de la luz de la luna, pudo identificarlos como condones. Sus ojos se abrieron tanto, que estaba segura que se le saldrían de las cuencas, y trató de devolvérselos pero él ya se iba y ésta vez no volvería a detenerse.

— Suerte Annabeth, diviértete mucho. También. —Dicho eso con un guiño de ojos, Will volvió a tomar rumbo en su camino, dejando a Annabeth allí parada con las palabras atragantadas dentro de su boca. — Oh por cierto, recuerden no hacer tanto escándalo. O serán descubiertos.

=====

Luego de que Annabeth golpeara dos veces la puerta de Percy. Esta se abrió de inmediato, saliendo de su interior un musculoso brazo que la agarró de su mano, y la introdujo dentro de la cabaña. Rápidamente, en un santiamén, Annabeth se encontró dentro de unos cálidos brazos con olor a mar rodeando su estrecha cintura.

Su mejilla reposaba sobre uno de sus pectorales, y sentía el calor que su cuerpo emanaba hasta casi hacerla arder. Se apartó un poco de él, carraspeando ligeramente para recomponerse. El rostro de Percy se veía relajado y guapo, y pronto su sonrisa aflora sobre sus finos labios perfilados.

—Te tardaste un poco. — Le dijo, casi en tono de reproche, con una pregunta bailando sobre sus ojos. — ¿Tuviste algunos problemas con las arpías?

— Oh, no, no. — Negó con extraño nerviosismo, metiendo sus manos dentro de los bolsillos de su sudadera, sintiendo los paquetes plateados entre sus dedos. Esto no ayudó mucho a sus nervios tampoco.— Me encontré con Will Solace en el camino. Eso es todo.

Percy frunció el ceño confundido.

— ¿Qué estaba haciendo a estas horas afuera?

— Pues... — Sintió que se sonrojaba. Percy se fijó en sus mejillas, y alzó las cejas sorprendido, con compresión.

— Ah, vaya. — Exclamó, e hizo una falsa mueca de asco. — Afortunado Di Angelo entonces, hoy tendrá buen entrenamiento sobre su propio techo, —Luego agregó con voz seductora. — y sobre su cama.

Annabeth le asestó un golpe en el brazo con reproche, aún así, echó una carcajada divertida seguida rápidamente por la de Percy. Su novio apartó un mechón de su rostro y le sonrió con cariño. Sabía lo que intentaba, distraer su atención de la idiotez que había hecho hoy. Já, eso ni jamás. Jamás podría olvidar este día, por muchas razones.

— ¿Estás bien? Fue tan estúpido lo que hiciste. — Reprochó.— ¿Tienes frío? El agua del lago estaba casi congelado.

—Claro que no. Descuida. — Sonrió para tranquilizarla, encogiéndose de hombros mientras daba golpecitos sobre su pecho. — Después de lo de Alaska, nada puede ser lo suficientemente frío para afectarme. Estoy bien. Más que bien, me refresque bastante en realidad. — agarró una de sus manos y la llevó hacia su cama. — Ahora, vamos a comer, que lo único que no podría soportar sería lo frío de esas hamburguesas.

Annabeth se sentó sobre el colchón, poniéndose a gusto contra el respaldar de la cama. Se acomodó subiendo sus pies arriba del colchón, y se fijó que Percy traía unos pantalones de algodón color azul y una simple remera blanca. Con su cabello totalmente seco, recordó que esta era una de sus tantas habilidades como hijo de los tres grandes. Mojarse o no mojarse a su antojo.

Hablaron de muchas cosas mientras comían, Percy le contó sobre algunos amigos que había hecho ese año en el colegio. Como eran de idiotas otros chicos por molestar a otros que eran más débiles. También fue sincero con ella y le contó sobre una chica que prácticamente lo violaba con la mirada todos los días, y que no le había dado motivos para que se ilusionara con él, ya que Percy solo había sido amable, solo eso.

Annabeth le creía, Percy era sumamente gentil con todos aquellos que no le molestaban, sin embargo iba a tener que marcar el territorio el lunes con esa tal Lennys.

— Y, esa es toda la historia. — Terminó de decir, limpiándose las manos con una servilleta. — ¿Quieres papas fritas?

— Sácalo de la bolsa Percy, aún no tengo suficiente de comida chatarra en mi sistema. — Ordenó la rubia, con su estómago a punto de estallarle pero siendo movida por la Gula.

Él se rió, se acercó y le dió un beso suave y casto sobre sus labios. Su mirada era tierna, sin malas intenciones, dulzura emanaba de aquellos ojos verde mar. Sintió algo de irritación por esto, y se molestó consigo mismo por la misma razón. Ella tragó saliva, algo se removió dentro de ella, en realidad en un lugar muy específico.

Tenía que lograr controlarse.

— Voy al baño — Anunció de repente, saltando de la cama. —vuelvo enseguida. — Él asintió, mientras ya iba devorando la mitad de las papas. — Oye déjame un poco, también.

Percy asintió, pero apenas Annabeth se dio la vuelta, él empezó a engullir las papas mientras casi hacia una bailecito de felicidad en su lugar por la ricura de la grasa.

Ya dentro del baño, Annabeth se miró en el pequeño espejo. Se lavó la cara con agua fría, y respiró hondo varias veces. Aún así el ardor no se iba. No podía quitarse de la cabeza a Percy casi desnudo de su cabeza. No podía y tampoco quería dejar de pensar en cómo se sentiría su cuerpo encima de ella, apretándola sobre el colchón. Porque tan solo imaginarlo hacia que se sintiera tan bien. Sus grandes manos tocando sus piernas. Sus ojos fijándose en su cuello, e imaginó esos labios delgados saboreándola..., ¿cómo serían sus ojos deseosos de ella?

Podría...

Podría...

Metió lentamente su mano en su bolsillo y... Todo su cuerpo se congeló, (bueno eso estaba bien por un lado pero), dónde se habían caído los "gorritos". ¡LOS CONDONES habían desaparecido! Su reflejo en el espejo mostraba claramente su pánico. (Ya ya, tranquila. Todo esta bien seguro, seguro...) Agarró el picaporte para abrir la puerta de un tirón. Habrá caído por el...

Percy estaba justo frente suyo, con rostro serio. Sus ojos trabándose en los de ella, grises y verdes penetrándose en el sentido más inocente de la palabra. Todo el cuerpo de Annabeth se puso rígido, sus labios se apretaron hasta ponerse blancos pero sus mejillas estaban tan coloradas como una fogata del campamento.

Mierda.

—¿Esto es tuyo? — Le preguntó Percy, con curiosidad.

"Tragame Hades" Gritó Annabeth internamente, mientras observaba lo que sus manos sujetaban. Tres paquetitos de condones colgaban de sus dedos. Se quedó mirándolos como estúpida, y luego volvió con gran dificultad a mirar a su novio. (Dile la verdad, eso es todo. Aunque te mueras de vergüenza) se ánimo así misma la rubia, alternando su mirada del piso a sus manos.

— Cayeros de los bolsillos de Will y los recogí para devolvérselos mañana (Mentirosa) — Apuesto que debe estar buscándolos como loco en este momento.

Intentó con una broma, pero Percy se recostó contra la puerta, luciendo totalmente serio aún. Cavilando sobre cosas que ni siquiera se imaginaba. Acariciaba los paquetes en sus dedos, mirandolos curiosamente, atentamente, mientras sus ojos se imaginaban un montón de situaciones con su novia.

— Creo que ya es hora de que me vaya. — Murmuró Annabeth, esto sí llamó la atención de su novio, quién la miró fijamente. Ella se acercó hasta él, intentó agarrar los condones de sus manos pero él los apartó de ella bruscamente. — ¡¿Por qué hiciste eso?!

Percy los guardó dentro de su bolsillo para sorpresa de la rubia, miró el rostro de su novio, estaba sonrojado pero no parecía tímido ni inseguro con lo que hacía o haría a continuación. Annabeth rodó los ojos, tomando valentía internamente, se acercó a Percy e intentó meter su mano dentro de su bolsillo.

— Espera... — Susurró Percy, sujetando la mano de su novia, la cual apenas había logrado rozar sus bolsillos. El azabache estaba tan colorado como una vaca de Apolo, demasiado acalorado pero decidido con lo que diría. — ¿Puedo besarte?

Annabeth alzó las cejas atónita, ¿por qué le pedía permiso para besarla? Siempre lo hacía, eran novios después de todo. Ella asintió simplemente, confundida. Percy sonrió, y solo cuando sus labios se encontraron la rubia supo a qué clase de beso su novio se refería esta vez.

Las manos de Percy sujetaron su cintura, y luego bajaron hasta aferrarse a sus caderas. Sus labios eran cálidos y suaves, y solo cuando sus lenguas entraron en acción Annabeth sintió el cambio en el ambiente. Excitante, candente, y delicioso. No quería que se detuviera, definitivamente Percy no pensaba en parar. Pero aún así, se aseguró de eso, cogiendo su cuello con ambas manos para que sus labios permanecieran sólo con los suyos.

Los besos aumentaron el libido de ambos, y pronto ambos estaban respirando con dificultad, acercando sus cuerpos tanto como podían hasta que parecía que fueran a fusionarse. Salieron del baño, y la espalda de Annabeth rozó la pared de su habitación, mientras que las piernas de Percy sujetaron las suyas evitando que pudiese escapar, cosa que por lejos quería.

— Annabeth... — Él se apartó del beso, solo unos segundos que ella lamento con su alma. La miró, sus mejillas estaban rojas, (seguro igual a las de ella), pero sus ojos eran oscuros como las agua del mar en una noche sin luna ni estrellas. Aquella mirada bastó para que Annabeth, ardiera por dentro hasta muchos otros rincones de su cuerpo que antes eran desconocidos.

— Solo sigue besándome. — Susurró Annabeth, lo cual su novio encontró maravilloso el por fin recibir una misión que sí le complacía absolutamente, cumplir. — Cumple con tu trabajo como novio.

Percy echó una risilla sobre sus labios, cerró sus ojos, y la besó como los amantes lo hacen. Desenfrenadamente y con entrega, sintiéndose plácidos de morir por un beso de su amada aunque resulte ser un veneno para su alma.

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