Capítulo XIII || Cazadores.
—¿Alguna vez has ido de caza? —El hombre herido en el piso se reía secamente, la mancha de sangre en su hombro derecho se hacía cada vez más grande. La oficial de policía, apuntando su arma a la cabeza del hombre, se mantuvo sin expresión facial alguna— Yo he ido siempre de cacería, desde niño. Conejos, ciervos, una vez incluso un puma, pero nada como los humanos.
La sonrisa socarrona del viejo en el piso dejó ver sus dientes, sucios y llenos de caries. Los ojos de la oficial de policía de llenaron de lágrimas que la cegaron por un momento: lágrimas de furia. Furia que descargó con un simple movimiento de su dedo índice en el gatillo del arma. Un estallido y Astaroth hizo su trabajo.
Aquello no merecía que siquiera intentara: El tipo había matado personas por diversión durante toda su vida, no estaba arrepentido, y si sentía algo, eso era orgullo.
—¡Te voy a matar! —el chico, hijo del viejo, amarrado a una mohosa columna de madera, se removió en su lugar, intentando safarse— ¡Juro por Dios que te voy a matar! ¡Maldita puta!
La policía, sin expresión alguna, y con paso decidido, se acercó al joven y con un par de disparos, neutralizó al muchacho. Las balas en sus rodillas no lo dejarían caminar y ella personalmente se encargaría que pagara en la cárcel todas las muertes que cargaba sobre sus hombros.
—¿Cuántas personas? —preguntó la mujer.
El hombre, herido y amarrado, seguía lanzando improperios a diestra y siniestra, saliva saliendo disparada de su boca, sin dar luces de detenerse en un futuro cercano.
Mis alas se encrisparon por el lamento de las tantas almas que habían quedado vagando aquí, caídas ante manos humanas con ideas tan retorcidas.
Los hermanos entraron a la espaciosa y sucia sala subterránea en la que nos encontrábamos. Ambos muy sucios y golpeados, miraron con los ojos muy abiertos el cadáver en el piso. Sus auras eran como las que había oído hablar tanto en el paraíso: fuertes, vibrantes y que te hacen querer seguirlos y cuidarlos por siempre, como si tuvieran un mal predestinado del cual debieras salvarlos.
—¿Qué sucedió? —preguntó el más bajo.
El más alto miraba el cadáver con el ceño frucido.
—Intentó escapar —respondió la mujer, haciéndose oír por sobre los gritos del herido—. Él...
—¡Maldita mentirosa! —gritó el herido— ¡Te mataré!
—Esto se está volviendo repetitivo —Astaroth rodó sus ojos, refiriéndose al tipo en el piso, cuyas rodillas sangraban cada vez más—. Quisiera que terminara de matarlo o lo que sea para poder irme. Ya no hay nada que hacer aquí.
—¿Acaso estas aburrido del caos? —pregunté, divertida.
—Ya quisieras —sonrió de lado—. Sólo no veo el punto de seguir aquí. Nadie más va a morir...
—Las cosas siempre pueden tener un giro inesperado...
—¿Cómo cuál? —preguntó, altanero.
Sus ojos esquivaron mi rostro y se fueron en dirección de los hermanos. Una idea vinó a mi mente y cuando Astaroth regresó su mirada a mi cara, lo que pensaba, se le hizo claro como el cristal.
—No —sentenció rápidamente.
—Claro que si —celebré su reacción con un par de aplausos—. Sabía que había sentido algo.
—Eso es pura mierda.
—Son demonologos —afirmé—. Tú —señalé a Astaroth y después a los hermanos—, les tienes miedo...
—Estan buscando a Lilith —rodó los ojos, y negó con la cabeza—, no les tengo miedo porque algo como ellos —los miró de arriba a abajo de forma despectiva—, no pueden hacer nada contra algo como yo.
Mientras Astaroth y yo nos sumiamos en una pequeña riña en la que yo lo molestaba por tenerle miedo a los hermanos, y él me decía, con otras palabras, que era un fastidio tener que verme diariamente durante todo el día, los acontecimientos a nuestro alrededor siguieron desarrollándose: no murió nadie más, como Astaroth dijo, los hermanos se fueron en su auto negro, con música de guitarras a muy alto volumen, aparentemente molestandose mutuamente, el resto de la policía estatal y un par de comisionados del FBI llegaron a la escena para abrir de forma oficial la investigación y el ajusticiamiento de los "Cazadores de Película" (como llamó un gracioso oficial rechoncho a toda la situación).
Una vez que estuvimos de vuelta en nuestro callejón citadino, me cubrí con un cartón de la leve llovizna que había empezado a caer.
—¿Te deshaces si te mojas? —se burló Astaroth.
Él se negó rotundamente a ser "una marica que se cubre de la puta lluvia".
—¿Por qué los hermanos buscan a Lilith? —pregunté luego de un rato de silencio.
—Ha estado comiendo muy descuidadamente y ellos se dieron cuenta —empezó—. De todas formas...
—¿Comiendo? —le interrumpí— ¿Por qué no hemos sido atraídos por esas almas? No puedo darme el lujo de ir dejando vagantes...
—Ella se acuesta con ellos y devora sus almas, cuando decide que es momento de comerse sus cuerpos, son unos desgraciados que no tienen nada que pueda ser condenado o salvado —explicó.
—¡Están haciendo trampa! —exclamé, soltando el cartón que me cubría— ¡Ella está participando en la colecta...!
—No lo está haciendo —me interrumpió—. No son almas que van al infierno. Las almas en las que Lilith pone las manos, no van a ningún lado, ni se quedan. Ella sólo se las come. Se alimenta de ellas, y alimenta a su anfitrión con el cuerpo humano. No hay nada con lo cuál trabajar una vez que ella ha acabado.
—Sabes que los hermanos la van a encontrar, ¿verdad? —él asintió— y que van la van a exorcizar, ¿verdad? —volvió a asentir—... ¿Podemos ir?
Levantó una ceja, divertido, y sonrió ladino.
—¿Por qué? ¿Te sientes atraída por el caos?
Rodé mis ojos y negué con la cabeza.
—Nunca he visto un exorcismo —admití.
—Si, podemos ir. Te puedo guiar hasta Lilith cuando los hermanos la encuentren.
La sonrisa que se extendió por mi rostro fue el tipo de sonrisa que jamás hubiera imaginado que sería producto de una conversación con un demonio.
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Si han visto Supernatural, ya saben quiénes son la inspiración para los hermanos ;) ;) Sam y Dean están en la ciudaaaddddddd siiiiii.
Vale, me inspiré viendo un maratón de la primera temporada de Supernatural y debo admitir que no me arrepiento de naaaadaaaaaaaa.
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