Capítulo VII || Crimen Pasional.
El día estuvo plagado de personas heridas, y un par murieron, de los cuales uno fue al infierno sin que Astaroth necesitara intervenir. Eran una pareja homosexual.
Yo entré en la habitación en la que estaban, casi no había sido amoblado, sólo un par de sillas y un reproductor de música. Una media docena de cuadros estaban apilados en una esquina y habían latas de pintura en el centro. Plástico cubría el piso.
El demonio sólo se quedó afuera, sentado en la baranda de las escaleras de emergencia viendo con una sonrisa como todo se desarrollaba. Yo había intentado muchas veces evitar este tipo de situaciones, influyendo en las personas; pero él sólo se limitaba a ver como los humanos se destruían y luego se llevaba las almas.
Hay una creencia popular de que si eres homosexual, te irás al infierno, pero a Dios no podría importarle menos sobre quién decide compartir el lecho con quién. Pero realmente, el que fue condenado lo hizo por asesinato y posteriormente, por suicidio.
Por lo que los pensamientos dejaban ver, el chico que apuntaba había estado siendo infiel, y que era apuntado lo había descubierto y al enfrentarlo, terminó envuelto en la peliaguda situación actual.
Con el arma apuntando a la cabeza de su pareja, el chico de ojos oscuros lloraba. Su aura turbia en comparación con la del chico que estaba siendo apuntado. Quien, aún con los ojos llenos de lágrimas, se mantenía calmado. Yo susurraba el cántico de redención en su oído, intentando eliminar las ideas pecaminosas que poblaban su mente.
De alguna forma, su conversación sobre la infidelidad, y "todo por lo que hemos pasado" se volvió religiosa cuando el apuntado señaló que si seguía por ese camino, su alma no podría ir al paraíso.
Y él realmente no sabía cuánta razón tenía.
—No lo entiendes —El de ojos oscuros dijo, sacando el seguro de su arma—. No puedo pedirle perdón a tu Dios porque no creo en él.
—Dios es misericordioso y te ama. Nos ama a todos —El apuntado dijo y estiró la mano hasta rozar sus dedos con la mano que apuntaba el arma a su cabeza—. Pide perdón por tus pecados y Él te dejará entrar al cielo.
—Amén.
Y disparó.
Volteé la vista para evitar la imagen de la bala haciendo de las suyas en el cráneo del joven, y luego escuché un segundo disparo y el sonido de un cuerpo caer. Me acerqué al asesinado. Su alma estaba saliendo de su cuerpo de forma precipitada, aún aferrándose a la vida. Y quizás lo estaba haciendo. Tenía todavía muchas cosas por ver, por vivir.
—Shh —susurré—. Calma.
—Deberías dejar que me los llevé los dos— Astaroth entró en la habitación.
Lo ignoré y continúe con mi labor.
El beso, la salida y la partida fueron lo que siguieron a eso y para cuando Astaroth llegó, ya sólo debía guiar el alma del suicida hasta donde pertenecía.
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