Capítulo IXX || Astaroth.
Si me fijaba lo suficiente en sus facciones ahora torcidas por la maldad y la perversión, podía tener pequeños avistamientos del ángel que un día fue.
La imagen física de Astaroth es algo aterrador, incluso para mí; o mejor dicho, mayormente para mí. Jamás sé lo que hará, y me encuentro de forma constante en la expectativa de que decida que esta lo suficientemente aburrido como para tocarme y enviarme al averno. Sé que llegará el día en que lo hará, por alguna razón u otra.
Si pensaba en lo que tuvo que haber sufrido para llegar al estado en el que está, y no de forma física, sino espiritual, se me eriza la piel. La traición a lo que eres es el peor castigo de todos, traicionarte a ti mismo, renegar de aquello en lo que más crees, y abandonar todo lo que conoces. A simple vista, según los ángeles, volverse un demonio es de cobardes que buscan el camino fácil. Pero viendo las diferencias entre Astaroth y yo, con cada día que pasa me siento más y más segura de que, en realidad, hay algo de valentía en ello. Es cierto que toma más trabajo hacer el bien, y que el mal es tentador, pero pasar de la absoluta divinidad a las llamas ardientes del infierno es un impactante cambio.
Algo que cambia usualmente es su aura, de un rojo brillante con formas de flamas a un ámbar muy claro, a un azul. Me hace preguntarme... ¿Qué lo hace cambiar? ¿Será la mía igual? El calor que irradia su cuerpo sentado a mi lado me desconcierta. Es más templado de lo que es usualmente. Y no pincha mi piel como queriendo sofocarme, sino que, en cambio, me hace erizarme.
Si dejas de verlo como el demonio que es por un instante, se convierte solamente en alguien profundamente triste. Alguien tan severamente dañado que estando en el paraíso, disfrutando de todas las virtudes que ofrece, prefirió la vida en las penumbras.
Siento su figura alzar el vuelo y me siento vacía al instante. ¿Cuánto tiempo ha pasado desde que estamos juntos en esta zona? Un par de décadas. No es mucho, pero es fácil acostumbrarse involuntariamente a la presencia de otra persona. Me río ante mi propia dualidad. Si al momento de haber sido asignada me hubieran dicho que estaría remotamente cómoda con la compañía de un demonio, no habría creído ni una sola palabra, y no esta precisamente en mi naturaleza ser escéptica.
—¿Estas drogada o algo? —preguntó aterrizando frente a mi.
Negué con la cabeza y sonrío. —¿Qué pasó con el alma?
Se encogió de hombros. —Atropellaron a un traficante de órganos.
Las comisuras de mis labios se inclinan hacia abajo, en una mueca sarcástica. —Suena como un montón de diversión.
—Y un montón de tripas y mierda esparcida —extendió sus brazos y dibujó un circulo imaginario con ellos— por todos lados también.
—Encantador.
—No me quejo —volvió a encogerse de hombros—. Me gusta lo que hago.
—¿Te gusta más que ser un ángel? —pregunte, incapaz de mantener la duda tras mis labios.
—Sí —asintió—. Tu tienes demasiadas reglas y es mucho orden y pulcritud y mierdas burocráticas para mi gusto.
—¿Por eso caíste?
—Obviamente. No tienes ni idea de lo placentero que es el sexo, o hacer lo que quieras cuando y como quieras sin tener que temer de tu superior, principalmente porque a mi jefe le sabe a puta lo que haga o deje de hacer mientra le envíe sus almas.
Desvié la mirada de su rostro negruzco al cielo. Esta nublado y pequeñas gotas caen esporádicamente. —¿Crees que yo seria un buen demonio?
—Creo que si. No hay nadie malo para el mal —me miró de arriba a abajo con una ceja levantada y una sonrisa burlona se dibujó en su rostro—, aunque tú eres bastante remilgada...
Rodé mis ojos. —Oh Dios, por favor, hazlo parar...
—Eso dirás cuando te pase la lengua por el coño —largó una carcajada y lo miré, ofendida y enojada.
—Eso no es gracioso.
—Es un poco gracioso porque eres tan santurrona que ni eso dejarías que te hicieran —se burló—. Ahora, enserio —cruzó sus brazos sobre su pecho—, ¿cuán fuerte crees que grites cuando te folle?
Mis alas se abrieron y en un par de segundos me encontraba alzando el vuelo, alejándome de él y arrepintiendo por cualquier mínima chispa de simpatía que pude tener hacia su odiosa existencia.
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