Capítulo I || Inicio de Era.
Si bien han habido en el mundo acontecimientos sin precedentes con cada era que inicia y termina, el siglo en el que estamos, conocido (entre el círculo de ángeles y demonios) como "el cibernético", ya que en ninguna otra era, el ser humano ha estado tan cautivado por tan pequeños dispositivos, ni tan preso en su propia libertad. Estos avances tecnológicos han causado una ruptura, creando nuevos, y frescos, pecados capitales, basados en las vidas electrónicas de las personas.
La envidia, el acoso, la obsesión, la admiración de otros seres humanos, la pornografía, el asesinato reproducido a masas, la divulgación... El ser humano no sabe en lo que esta metido y, muy irónicamente, sabe muy bien lo que hace. Eso, sin duda, cambió las reglas. Satanás y su aquelarre ganaron el siglo pasado, con tantas guerras y genocidios, todos terminaron en el infierno sin que sus demonios tuvieran, siquiera, que intervenir en la mayoría de los casos.
Los humanos están tan enfrascados en destruirse los unos a los otros que todo resulta un tanto... irritante para los ángeles. Tener que ver la expresión de suficiencia de todos esos condenados...
En un lugar inhóspito que no existe para ningún otro ser, estaba la hilera de demonios, todos de diferentes tamaños y cada uno más repulsivo o hermoso que el anterior, parados detrás de su amo, Satanás, con sonrisas burlonas, dando por terminada la apuesta antes de que esto siquiera empezara. Dios estaba frente a nosotros dándonos a ver su nuca poblada de cabello negro con algunas canas que sobresalen brillando de la espesa nube negra y su inmaculada túnica blanca.
—El suicidio —dijo Lucifer, retomando la atención de todos —, las almas son mías.
—Como siempre ha sido —respondió Dios, con un asentamiento de cabeza.
—Los poseídos, son míos.
Dios negó.
—No, sus almas son salvadas. Tus demonios los someten a suficiente tortura, y son la entrada al plano humano de forma física, ese es el sacrificio que les da entrada al paraíso.
Lucifer rodó sus amarillos ojos y movió su manos con largos dedos de garras afiladas, haciendo ademán de exageración.
—Por favor, "sacrificio", "tortura" —hizo comillas aéreas—, no estamos en el siglo V, si alguien es poseído en este siglo es porque se lo buscó.
—Pero he tenido más de seis millones de casos en los que nadie hizo nada para para ser poseído —Dios señaló al que alguna vez fue un ángel —, esas son mías. Con quiénes se lo busquen —se encogió de hombros—, no puedo hacer nada más que dejarlos ir.
—Haré una fiesta en el infierno en honor a esos desgraciados —sonrió ladino el diablo—, puedes decirles que están invitados.
—Por supuesto —rió Dios.
Ahora, todo el mundo cree que Dios y el Diablo están enemistados cuando la verdad es que no. Tan sólo son rivales por el dominio de este mundo. Por este circo de obscenidades en el que un sólo toque te puede condenar eternamente, y la salvación requiere tiempo, dedicación y amor. No son más que viejos colegas haciendo el tonto.
—Enviaremos lo de siempre —el Diablo soltó, notablemente ansioso—, un emisor de cada bando por cada país ¿De acuerdo?
—Creo que es mejor enviar uno por cada cien mil almas —Dios aclaró—, hay países sobrepoblados. Aunque... las personas mueren cada día, cada hora, eso causaría fluctuaciones en el equilibrio —Dijo Dios, pensativo—. Mejor que sea por ciudad.
—Excelente —la hilera interminable de dientes filosos se dejó ver cuando Lucifer sonrió—, que así sea.
Con un asentamiento de cabeza ambos líderes se dieron la vuelta y emprendieron la marcha.
Y así de fácil, estuvo decidido.
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