Prólogo

Jovis Dies, 18 de marzo, 1.852


¿Quién es él?

Una pregunta que encierra un misterio que a gritos proclama la destrucción del ser que bajo sus garras ha caído. Nunca antes y sin anticiparse, él y su séquito llegan como los caballeros del apocalipsis para sembrar la destrucción en medio de pasos impetuosos y retumbantes que se expanden hasta llegar a los recovecos más profundos para alterar la secuencia cotidiana.

De forma similar, el caos llegó hasta la turbulenta pero equilibrada vida de JungKook O'Brien que entre varias maletas y cajas con sus pertenencias renunció voluntariamente a su hogar natal, Dundalk. Para emprender una travesía en compañía de la pequeña manada que encontró a lo largo de su vida y por quienes está dispuesto a darlo todo, sin reservas, ni contingencias. De la misma forma en que ellos lo harán por él.

Un camino que todos seguirán para alejarse de las sombras del pasado que llegaron de forma disruptiva a herir su realidad.

―Mi pequeño lirio, se supone que debes llevar solo lo necesario y algo me dice que vas a poder sobrevivir sin esa silla que tratas de meter en la maleta ―pronunció JungKook ingresando a la habitación de paredes violetas que él mismo pintó con tanta emoción y añoranza en cada pincelada durante una fría tarde de otoño con las mejillas inundadas en lágrimas. Paredes que ahora yacen vacías y solo con las puntillas que clavó con dificultad, porque estaba empeñado en hacerlo sin ayuda de nadie.

La melancolía lo abofeteó y su aroma a avellanas se tornó un poco ahumado, como si se estuviera quemando como consecuencia de las emociones que lo perturban, incluso sin darse cuenta afectó al pequeño pelirrojo que lo miró con preocupación encapsulada en sus particulares orbes bicolor, cuando percibió que el aroma a leche con leves salpicaduras frutales perdió dulzura.

Lo cual logró que su pecho se oprimiera cuando su omega se agitó en su interior para brindarle confort a su cachorro al tratar de aligerar sus propias emociones.

―Perdóname, no quería molestar ―pronunció Aiden y bajó su mirada hasta la silla que claramente no cabe en la maleta en la que hasta hace unos segundos intentaba introducirla.

Sabe que no puede llevarla por su tamaño y lo que ahora más necesitan es economizar espacio, como su padre le recalco hace unas horas atrás, pero no quiere dejarla, no cuando el bonito omega de orbes esmeralda, idéntico a su color favorito, después de ver su fascinación con la que tenía en su trabajo y debido a la dificultad para subirse en ella por lo alta que era, le elaboró una en una versión más reducida para su tamaño.

Por él no quiere dejar la habitación que ahora sabe y construyeron cuando llegó a vivir en la casa, que después de ocho años ha sido su único hogar. No quiere soltar y no comprende porque todos lo hacen, aun cuando ve sus desanimados rostros durante el día, fingiendo estar bien para él.

No está tan chiquito como para no darse cuenta que sus aromas ya no son tan dulces y reconfortantes como suelen ser.

―Grá mo chroí, féach orm ―indicó JungKook de rodillas frente a Aiden y sostuvo el pequeño rostro entre su mano, mientras con la zurda comenzó a dejar suaves caricias en los rizos rojizos del color de un cálido atardecer que retiró del rostro contrario para enfocar con mayor claridad los orbes marrones que poseen una única y especial característica, el ojo derecho combina una pequeña fracción del color verde, similar al de sus ojos, integrando dos colores en el iris, una condición nombrada como heterocromía, que afecta la pigmentación y varía la tonalidad del ojo.

Una peculiaridad extraña y poco común, que no compromete la visión de Aiden, sino que le da mayor belleza al bonito y redondo rostro que detallo como si ya no hubiera hecho desde que nació.

Resguardo entre sus manos las tersas mejillas que apretó un poco logrando abultar los pronunciados labios iguales a los de su padre en una boquita de pato adorable que los hizo reír con complicidad.

―Aiden, no tienes porqué disculparte, lo entiendo ―dijo el azabache mirando con dulzura los orbes perlados de su pequeño lirio de cabellos naranjas y mirada eclipsante. Un retrato de la pureza y la inocencia que aunque quiera seguir manteniendo para él, las circunstancias actuales de una naciente sociedad industrial entre los sucesivos estallidos sociales y las guerras indiscriminadas, tarde o temprano llegarán hasta su pequeño y lo lastimaran, así sea como un observador externo, la ingenuidad será rota por el mundo cruel al que están a contados días de conocer más allá del refugio su ciudad.

―Es que... No quiero, no quiero dejar a mi familia y me siento mal por sentirme así ―confesó Aiden cediendo al agobio de las sucesivas emociones que embargan el corazón de un pequeño cachorro de ocho años que ahora debe dejar atrás todo lo que ha conocido hasta ahora. Y al mismo tiempo se siente culpable porque las lágrimas bañan su rostro cuando no pudo seguir siendo fuerte entre las conocidas manos que en tantas ocasiones curaron sus heridas por salir corriendo sin ver por dónde iba.

Bonitas y cálidas manos que limpian sus mejillas al mismo tiempo que una brisa de avellanas y el caramelo que en muy pocas ocasiones se manifiesta, hace presencia para calmar ese instinto primitivo que lleva dentro, el cual, apenas percibe el aroma del omega, se agitó para responder a la dulce sonrisa que JungKook le dedicó, solo a él.

Aiden dejó ir la preocupación y sus sentidos se inundaron del aroma a avellanas que siempre ha sido su favorito, su fruto preferido y que tanto ama porque le recuerda al azabache. Su corazón palpitó con tanta fuerza que lo asustó un poco, por lo que llevó sus pequeñas manos hasta su pecho, sobre la camisa de lino blanco que su padre eligió para vestirlo esta mañana en conjunto con un pantalón corto de tela y sus calcetines verde olivo fueron enfundados por los zapatos que hace un rato se quitó porque le estorbaban, y allí lo sintió, un caballo trotando con potencia en el lugar de su corazón.

―Mi pequeño lirio ―entonó con tanta dulzura que sus ojos picaron por las emociones rebosantes de amor y contemplación que su pequeño cachorro le causó desde el primer momento en que contempló su pequeño y sonrojado rostro―. ¿Recuerdas el primer día que fuiste a la escuela? ―cuestionó recibiendo un trémulo asentimiento―. Ese día papá y yo nos despertamos primero totalmente emocionados, e incluso la primera nevada del invierno llegó ese día, como si te estuviera felicitándote por tu logro ¿Y tú qué hiciste ese día Aiden?

―Yo... ―el pequeño sorbió por acción de las pequeñas lágrimas que se desbordaron de sus orbes bicolor. Unos que su familia le enseñó a amar―. Yo solo llore cuando vi el desayuno que hicieron para mí, porque era mi favorito y después gritamos para de salir por la gran emoción. Y después mi padre tuvo que devolverse porque los cuadernos que tenía que llevar no estaban en la mochila ―relato sonriendo débilmente por el recuerdo caótico que tuvo a su padre omega corriendo como loco cuando no sintió ningún peso en la mochila verde que le compraron y justo en ese instante se dieron cuenta que sus utensilios quedaron olvidados en el escritorio de su habitación.

―Exacto Aiden, ni tu padre ni yo, nos fijamos de que todo estuviera bien, solo nos aseguramos de que esa preciosa sonrisa volviera a iluminar tu rostro ―con su índice tocó la punta de la pequeña nariz surcada por pequeñas pecas que hizo reír al cachorro que giró el rostro por las cosquillas que le produjo.

JungKook adquirió una mejor postura y cruzó sus piernas sobre el suelo para ser seguido por el pequeño pelirrojo que se sentó en el espacio sobrante y lo rodeo con sus brazos hasta que su cuerpo cubrió el más pequeño que con gusto reposo su cabeza contra su pecho. Ambos suspiraron por la nueva creación que sus aromas unidos patentaron, llevándose consigo las penas y las dudas que los perturban.

En especial a JungKook, que busca las mejores palabras para consolar a su pequeño lirio. Ellos saben que le están pidiendo demasiado a Aiden de dejar atrás la vida que han establecido y aventurarse a un nuevo país.

Si ellos como adultos y padres a cargo se sienten un poco perdidos y bastante temerosos por saber si el sacrificio que ahora están haciendo va a cambiar el rumbo del pasado que los sigue, debe ser aún más demoledor para un pequeño de ocho años que sólo los tendrá de ahora en adelante a ellos como su lugar seguro.

―Y así como ese día, cuando viste lo desastrosos que éramos, no tanto como NamJoon que hasta te dejó olvidado en el parque ―su interrupción causó la dulce sonata entonada en la risa de su pequeño cachorro que alegró a su omega y lo hizo sonreír con amplitud y reemplazó la melancolía que lo abrazo cuando ingresó a la habitación ya casi que vacía y en la que no quedan más que cajas y maletas abiertas―. Y a partir de ese día fuiste tú quien se encargó de mirar si todos los implementos iban en la mochila y los días siguientes en los que nos recordabas lo que debíamos hacer. Sin ti a nuestro lado no lo hubiéramos hecho, sin ti a nuestro lado estamos incompletos, porque tú, mi pequeño lirio, eres la flor que más brilla en nuestro pequeño y bonito jardín, en nuestra manada.

Le duele ver la confusión aflorar en el olor de su cachorro de rizos anaranjados, pero el lema que rige a una manada es primar por la seguridad de cada uno de sus integrantes, y para ello deben estar unidos.

Después de todo Inglaterra no puede ser más aterradora que lo ya han vivido en Irlanda, posterior a las secuelas que azotaron a todo clase social luego de la Gran Hambruna que acabó con la vida de miles de personas a causa del hambre extrema cuando la mayoría de los cultivos de patata del país fueron atacados por una plaga que dejó a más de la mitad de la población sin comida hasta que la desnutrición mermó su vitalidad y la inanición fulmino sus vidas. El hambre le dio paso a la muerte; que en el presente tiene a todo un país luchando por reivindicarse y prosperar desde las cenizas.

Que para fortuna de su manada, lograron sobreponerse a partir del gran esfuerzo conjunto de las tres familias O'Brien, Kavanagh y McCarthy, unidas como una sola para hacer valer el nombre del legado que los respaldo hasta que el estallido azotó con fuerza y mermó cierta parte del poderío adquirido que pusieron en servicio del pueblo, y ahora tres años después, lograron estabilizarse para volver a los cimientos relucientes en los que nació y tiempo después conocería el dolor.

No hay arrepentimientos que valga, porque su presente es lo mejor que puede tener, si los tiene a ellos.

―Perdóname Koo, yo quiero que sean felices y mucho. Lo deseo con todo mi corazón que ahora está un poco triste al igual que mi pequeño lobito está chiquito y temeroso ―respondió acariciando con sus manos las ajenas que rodean su pancita y palpó la piel que desprende su esencia favorita, como una respuesta a su dolor que mermó por los delicados besos que comenzaron a ser dejados sobre sus cabellos.

JungKook en esa acción repetitiva de sentir bajo la piel de sus labios los cabellos que huelen a manzana como su padre, y a las avellanas que recuperaron su dulzura para apaciguar la tristeza que Aiden desprende, se aferró a ese instante para no decaer y darle la contención necesaria a su pequeño.

Él es quien menos debe sufrir porque es una situación que se escapa a su control, aunque para ellos como sus cuidadores igual, pero Aiden tiene ocho años y ya no pueden seguir sustentando la burbuja que incluso mantuvieron durante la Gran Hambruna. Ahora ya es insostenible, pero no por ello van a lanzarlo sin cuidado al agreste mundo que deberá conocer, teniéndolos a ellos como respaldo.

―Esas mismas emociones que siente tu lobito en gran medida son tuyas Aiden, ambos comparten un mismo cuerpo y él es como esa pequeña voz interior, un poco más animal que en el futuro va a definir ciertas características tuyas, así como mi omega que es un poco más testarudo y menos dócil de lo que se espera ―explicó la diferenciación entre la persona y el lobo que Aiden aún está aprendiendo, y que en ocasiones confunde, gracias a las emociones que él no sabe cómo describir, por lo que, termina responsabilizando a su lobo.

Y este no es más que un instinto primitivo que opera como una segunda conciencia emocional que guía a la persona en su actuar, además, de sensibilizar los sentidos para captar y registrar con mayor agudeza la información exterior y advertir posibles peligros. Dos entidades, lobo y humano, coexisten en un mismo cuerpo, en el que ambos deben conciliar y vincularse para establecer un canal de comunicación único e individual para adaptarse a los cambios actuales de la sociedad moderna en la que habitan.

Un sentido interior que Aiden ya conoce en pequeñas manifestaciones que su lobezno da al mundo para hacer presencia y que en unos años revela su verdadera casta.

―Así que tu lobito hace que tu huelas a avellanas ¿O no? ―indagó el pequeño en medio del análisis que la explicación de Koo le permitió comprender, un tema que ya varias veces ha escuchado pero que se vuelve complejo de entender.

O de separar uno del otro, lo cual no debería ser, porque después de todo son un mismo ser con esencias divergentes pero que componen la totalidad de una persona.

―Exacto, mi lobo influye en mí y yo en él, y aun para ti no es tan claro, pero a medida que vayas creciendo vas a comprender mejor lo que ese instinto o esa pequeña voz interna que se comunica por medio de emociones y sentimientos te quiere decir ―mencionó abrazando con un poco más de fuerza el cálido cuerpo de su cachorro―. Y así como yo ya he pasado por ese largo camino, sé cómo te sientes Aiden, para nosotros tampoco fue fácil tomar esta decisión pero hay problemas que no siempre vamos a poder resolver y nuestro país acaba de salir de una gran crisis que has visto, pero es mucho más profunda y compleja que solo eso.

―¿Nos vamos a quedar sin hogar como los pequeños perritos que mi padre no me deja traer a casa? ―preguntó con tanta preocupación latente en su tono melódico de voz, causando una amplia sonrisa en el azabache que movió su cuerpo de un lado al otro y sus carcajadas gozosas y rebosantes retumbaron en la extensión de la habitación que lo vio crecer.

―Si tu padre te oye, me va a regañar a mí ―aseveró JungKook picando con sus dedos los costados de la suave pancita del cachorro que comenzó a removerse para escapar de su ataque.

―¡Suelta, suelta! ―gritó Aiden sin aire en sus pulmones por la incontenible risa que le dio tregua cuando Koo lo soltó y se compadeció de él.

―Para tu tranquilidad, mi pequeño cachorro, esta oportunidad de irnos nos va a asegurar un mejor futuro y otras posibilidades que aquí no disponemos y que queremos darte ―confesó JungKook sin ahondar en todos los detalles que ni siquiera su familia conoce.

De hecho, ellos son el motivo principal para hacerlo y por ello están preocupados por Aiden, porque él también está expuesto, solo que, no están dispuestos a dejarlo a atrás, él es el cachorro de su pequeña manada, la primordial razón por la que ahora están empacando lo que se convertirá en el pasado que dejan atrás y que yacerá resguardado.

―Pero ustedes ya hacen demasiado por mí, nah, nah, no necesito más ―negó despacio con su respiración agitada y su pecho subiendo y bajando con pesadez por el esfuerzo que realizó.

―Mi pequeño ―llamó apoyando su mentón superficialmente sobre la cabeza de Aiden con mucho cuidado de no recargarse demasiado―. El amor que sentimos hacia a ti y que al mismo tiempo sentimos hacia nuestra pequeña manada, siempre nos guiará a querer lo mejor para cada uno y tú eres esa razón mayor, la más importante ―volvió a besar con mimo los suaves cabellos rojizos que picaron sobre su nariz, provocando que estornudara.

―Pareces un conejito ―pronunció el cachorro con su rostro ladeado para mirar la tierna expresión de su bonita luna que cuando sonríe su nariz se arruga haciéndolo lucir como los pequeños conejitos blancos que su tío Joonie lo llevó una vez a conocer en un prado lejano, y apenas los vio comer las verduras que les extendió, el movimiento de sus naricitas le hicieron recordar a su amado omega de olor a avellanas.

―¿Pero así me amas o no? ―indagó mirando a su pequeño lirio con toda la dulzura que su lobo terminó enseñando a través del color de sus ojos que adquirió mayor fulgor, su omega, se presentó encendiendo el iris de sus orbes en una tonalidad esmeralda mucho más fuerte que el color característico oliva que los define.

Y aunque aún el lobo de Aiden no se presentará hasta que llegue su maduración, el envolvente olor a leche impregnado de dulces gotas de manzano, fue la respuesta instintiva del primer atisbo de la consciencia primitiva de su pequeño lirio.

―Mucho con demasiado ―respondió Aiden y recibió gustoso la nueva caricia depositada sobre su nariz, lo que hizo encogerse de hombros y sonreír con gozo por el amor que recibe.

―¿Y dónde quedo yo que soy tu padre, Aiden Kavanagh? ―impugnó alguien desde la entrada del cuarto, totalmente enternecido por la visión de su pequeño hijo que ha estado un poco triste a lo largo de las últimas semanas, apresado en el devoto amor que JungKook le profesa a Aiden.

Sin su mejor amigo de la infancia y a quien encontró en el camino de su época más oscura y deprimente, no estaría hoy aquí viendo al fruto de su vida ser amado por la pequeña manada que ahora se ha vuelto a estar unida.

―¡Papi! ―chilló Aiden con efusividad dejando el resguardo del cuerpo de su tío Koo y corrió hasta saltar y ser atrapado por los brazos de su padre y su rostro buscó refugio en la fuente del delicioso aroma de manzana y canela de su padre omega que lo estrecho para hacer el contacto más profundo, después de no haberse visto durante casi todo el día, aunque a la tarde aún le quedaban un par de horas, para Aiden fue demasiado tiempo de espera.

―Mi pedacito de vida, mío de mi corazón ―resaltó con propiedad el apelativo "mío" viendo con una ceja en alto al azabache que lo miró con una torcida sonrisa que lo preocupó, pero ahora lo más importante es el ser que sostiene con fuerza contra su cuerpo.

Tanto su omega como él lograron relajarse solo cuando cruzó el jardín de entrada y atravesó la portón doble de su hogar para ser recibido por la plétora de aromas que tanto ama, reconociendo el olor de su pequeño mucho más dulce y tranquilo.

Y sabe que JungKook es la razón de la mejoría en el estado de su cachorro.

―No me hagas hablar JiMin, nah, nah ―chasqueo su lengua mientras negaba porque si bien Aiden no es su cachorro, él y su omega lo sienten como uno, después de todo lo ha visto crecer y parte de lo que hace en su vida siempre lo realiza pensando en el bienestar de su pequeño lirio.

―Mira JungKook O'Brien, agradece que... ―fue callado por la mano de su hijo sobre sus labios, aun refugiado en su cuello, sus deditos se apretaron sobre su boca y contra su piel sintió la sonrisa de Aiden por lo que estaba haciendo.

―A mi tío Koo no le digas nada, nah, nah ―regaño Aiden saliendo de su refugio y su ceño fruncido remarcó sus palabras, mirando con seriedad a su padre y con sus brazos cruzados sobre su pecho exigiendo respeto para su luna.

―Se supone que eres mi hijo Aiden ―dijo JiMin besando con delicadeza la mejilla gordita de su cachorro que ni aun así cedió y mantuvo su expresión molesta.

Cada día que pasa su pequeño cachorro físicamente se parece a él, pero en actitud y comportamiento es similar a JungKook, como dos pequeñas gotas de agua separadas al nacer.

―Lo se papá, pero a mi luna no se le dice nada feo, nah, nah, es mío de mí ―el pequeño imitó las palabras de su padre y con sus manos empujó con suavidad los hombros de el de cabello rojizo como sus rizos, pidiendo ser bajado y apenas sus pies tocaron el suelo fue hasta donde su tío Koo seguía sentado en el suelo y jalo la camisa similar a que lleva hoy, para ayudarlo a ponerse de pie.

Sujeto su mano y lo llevó hasta la ubicación en la que su padre está, pidiéndole permiso para pasar, ya que su cuerpo le dificulto el avance.

―¿Eso es lo que le enseñas a mi hijo? ―cuestionó con gracia por la excesiva ternura de la actitud que Aiden siempre tiene con JungKook, prestando mayor atención a su alrededor cada que el omega de olor a avellanas está en su espacio.

Incluso, desde que era un bebé, el aroma de su mejor amigo también lograba calmar a su hijo cuando el llanto se desataba posterior a la ausencia del padre biológico de Aiden, forjando un fuerte vínculo entre ambos y las posibles señales de la futura casta de su cachorro, o al menos los primeros rasgos de su carácter y personalidad. En la que se presenta un instinto de protección hacia JungKook, además, de la territorialidad que sale a flote en ocasiones, cuando NamJoon abraza o juego cuerpo a cuerpo con Kook, Aiden ha llegado a molestarse o intervenir para especificar cómo debe ser el trato con su luna.

Un apelativo que le puso al azabache, durante una tarde después de sus clases, en las que le enseñaron y explicaron el tema de los lobos y sus características, por lo que, se refirió a JungKook como su luna, ya que es una designación desde los ancestros para nombrar a los omegas, pero Aiden, solo lo hace con O'Brien, ni siquiera con él que es su padre omega.

―Soy su luna después de todo ―molesto JungKook sonriendo con inocencia, una que JiMin sabe lo falsa que es.

―¿Papi puedes darnos permiso, por favor? ―pidió Aiden al ver que sus mayores parecían en una batalla de miradas y bajo ninguna circunstancia permitiría que su luna Koo sea mirado así, incluso si debe defenderlo de su padre, a quien ama y admira demasiado.

―Oh, discúlpame Aiden Kavanagh, no sabía que la presencia de tu padre te incomodara ―dijo con dramatismo y llevó su mano hasta el pecho donde golpeó suavemente y la expresión cansada de su pequeño lo dijo todo.

No le creía sus escenas dramáticas, y que en muchas ocasiones Aiden frenaba al ignorar sus berrinches como padre y aquí es donde se pregunta ¿Por qué su pequeño parece tener alma de viejo y él parece ser el infante de la relación padre e hijo? Lo que le hace recordar todos los momentos en los que su cachorro le decía lo que debía hacer o le recordaba muchas de las cosas que se le olvidaban.

Oh, por favor, ama tanto a su luz de vida.

―Meh, como digas ―JungKook y Aiden dijeron al unísono con la misma indiferencia en sus rostros, tan iguales que JiMin confirmó una vez más lo que a cada rato decía en casa.

―Dios los crea y ellos se juntan, en este caso yo parí a uno y se lo entregue al otro ―respondió saliendo por la puerta antes que la persona que dice ser su hermano de vida y aquel que lo llama padre.

―Entre más rápido aceptes que no hay poder divino que los separe, mejor será para ti o como dicen los hijos no son tuyos sino de la vida. Solo que en este caso, la vida, es JungKook ―emitió NamJoon al terminar de subir las escaleras hasta el segundo nivel donde un cuerpo pequeño y cálido corrió hasta él para darle la bienvenida después de una extenuante jornada de trabajo con sus padres para dejar todo saldado en Irlanda y que todo marche en orden cuando se muden a Inglaterra.

―Tío Joonie ―saludó Aiden con un besito sobre el bonito hoyuelo de su tío que revolvió su cabello en respuesta, alborotando más sus anaranjados rizos.

―¿Ahora qué estaba diciendo tu padre? ―le preguntó al pequeño que señaló con su dedo índice a su padre de forma acusadora mientras su abultado labio inferior sobresalió formando un tierno mohín que lo hizo reír por lo manipulador que podía llegar a ser. Todo porque JungKook se lo enseñó.

―Estaba regañando a tío Koo y no lo podía permitir ―expresó Aiden batiendo sus pestañas para ver sonreír a su tío, que está un poco cansado, cuando olfateo su ropa y el escaso aroma menta lo recibió.

―Ya sabes cómo son ellos dos, tienen que discutir para ser felices ―mencionó NamJoon acomodando los rizos de Aiden que cayeron sobre sus ojos y que ya deben cortarle de nuevo―. Porque en el fondo son sólo discusiones fingidas ―murmuró sobre el oído del cachorro para ser escuchado solamente por él, a lo que Aiden confirmó asintiendo con efusividad.

―Es que mi papi piensa que lo voy a cambiar, pero no, a cada uno de ustedes los amo de forma distinta ―explicó girando su rostro para ver los orbes de su padre encenderse en marrón, cuando su omega se presentó ante su cachorro.

―Se que me amas hijo, solo que a veces, solo a veces, necesito exagerar un poco ―mencionó JiMin sin querer extender la situación y que su cachorro piense que lo que hace es con total seriedad.

Y no podía estar más equivocado, porque después de como ya lo ha visto a lo largo de los años, Aiden Kavanagh es igual de peligroso que la ternura que JungKook O'Brien no posee.

―Lo se papi, solo te estaba molestando ―bromeó Aiden guiñando uno de sus ojos a su tío Koo que lo devolvió la acción que él mismo le enseñó.

―¿Qué le enseñaste a mi cachorro, conejito perverso? ―alegó JiMin sorprendido por el fingido papel de dolido de su hijo, su propio cachorro lo acaba de engañar―. Esto es insólito, en mi propia cara lo hiciste.

Sin embargo, todos estallaron en contagiosas risas que compartieron entre miradas divertidas por la cómica situación que ellos como familia crean, todo para alegrar a la luz de su hogar y para asegurar su bienestar.

Saben el camino arduo que deben emprender y del que no sólo ellos dependen, sino cada una de las personas que aman. Y en nombre de ellos, van a seguir la nueva oportunidad que el horizonte nocturno los llamó a perseguir a través de los susurros lejanos del viento originario.

La frase está en irlandés: Amor de mi corazón, mírame.

Autora:

Aquí damos comienzo al primer vistazo de lo que será La Anarquía de Psique (AP), que los sumergirá en secretos que han edificado la sociedad del siglo XIX.

Iniciamos un recorrido turbulento y muy romántico...

Nos veremos más adelante 💙

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