El Día del Licaón
LA ALDEA
Autora: Clumsykitty
Fandom: Marvel.
Pareja: Winterbones (Brock Rumlow x Bucky Barnes).
Derechos: Pues no sé, ya no queda nada.
Advertencias: Esto es un Omegaverse, con algunas pequeñas diferencias para más placer. También hay algo de violencia, sangre y cosas no muy gratas. No comencemos si ya hemos leído esto. Sobre aviso no hay engaño. Una historia de encargo.
Gracias por leerme.
*****
El Día del Licaón.
Día 125
Isla Alónnisos, Grecia
Misión: inspección de perímetros y recuperación de avanzada.
Brock Rumlow se preguntó cómo era que el Mediterráneo fuese tan apacible y terrible al mismo tiempo. No era posible que llevaran cuatro meses ahí atorados porque las altas cabezas querían un informe completo de lo sucedido con la avanzada de HYDRA en la isla. Entendía que era imposible que un lugar tan poco habitado donde lo más interesante era una aldea en el interior donde la gente pasaba la mayor parte del tiempo bebiendo o cuidando de los pequeños campos en medio del bosquecillo húmedo hubiera representado un peligro para soldados entrenados para matar. Simplemente no tenía sentido, pero ahí estaban perdiendo el tiempo con esos griegos y sus cánticos nocturnos en lugar de explorar otro territorio que le sirviera mejor a sus jefes.
—Te lo digo, Rumlow, algo huele mal aquí —comentó Jack Rollins, su mano derecha.
—Serás tú que no te has dado un baño.
—No, algo anda mal con esta isla.
—El encierro te está afectando.
Jack bufó, masticando su tabaco. —Dime que no te ha dado algo de recelo esos cánticos de la aldea a medianoche, no son normales, hermano.
—Solo son aldeanos con muchas supersticiones.
—Los cuerpos que enviamos tenían...
—Pudo haber sido un montón de cosas que ni siquiera imaginamos —cortó Brock de mala gana, mirando hacia el mar apacible— Solo debemos encontrar los cuerpos restantes y será todo. ¿Tienes algo más que informar o no, teniente?
—Señor, no, señor.
—Señor —otro soldado apareció en la salita donde estaban, una casa amplia junto a la playa lejos del puerto— Ha llegado un nuevo mensaje del cuartel, nos enviarán refuerzos.
—¿Qué clase de refuerzos?
El soldado se sacó un papelito de un bolsillo frontal que le entregó a Rumlow, este lo leyó torciendo la boca antes de quedarse muy quieto. Rollins alzó ambas cejas, tomando el papel que le fue ofrecido.
—Mierda, van a enviarnos al Soldado de Invierno.
—Tus temores sobre la gente van a terminarse, Rollins. Que se preparen, hay que atender al precioso tesoro de HYDRA.
—No luces animado.
—¿Tú lo estarías?
Brock salió de ahí para fumar un poco con una vista del mediterráneo más amplia al buscar un risco cercano al bosque que rodeaba la aldea central de la isla. Lejos de que el Soldado de Invierno le disgustara o provocara temor, no quería cometer una indiscreción dejando ver algo que nada tenía que ver con soldados en una misión. De un tiempo para acá que Winter -como lo llamaba a modo de broma cariñosa- y él habían congeniado más allá de un Adiestrador y Activo. No quería pensar en ellos como pareja, ni siquiera estaba seguro de que esa palabra describiera su extraña relación. Brock resopló al soltar una risa desganada porque parecía una muchachita enamorada nada más por haber tenido unos cuantos manoseos húmedos.
Tocar el preciado tesoro de HYDRA podría significarle la muerte.
Ya había escuchado la historia previa de una Viuda Negra a la que habían exterminado por la misma exacta razón, el querer establecer un vínculo afectivo con el Activo, perjudicando la programación del Soldado de Invierno. Ahora estaba siete metros bajo tierra siendo un mal reporte del Cuarto Rojo. Tampoco era que a Brock le importara mucho eso de perder la vida, era que no estaba ya tan dispuesto a que Winter sufriera por su culpa. No solo habían castigado a la Viuda Negra aquella vez, también al soldado y de esa forma que solamente HYDRA conoce para romper por completo a una persona, hasta su alma. Rumlow tuvo que aceptar su debilidad por proteger ese idiota congelado.
Mucho más tranquilo, fue con su gente de confianza hacia el punto de encuentro del otro lado de la isla, para recibir su cargamento. Se cuidó mucho de mantenerse sereno cuando escuchó ese andar seguro y pesado del Soldado de Invierno, descendiendo por la plataforma de la nave hacia ellos bien armado con su uniforme completo que incluía esa máscara con lentes negros que sus cabellos acariciaban al mecerse en su andar. Recién despierto, Winter no lo reconocía de buenas a primeras, era necesario que permaneciera al menos 24 horas activo para que la programación cediera y le hablara con esa voz más humana y no tan mecanizada que le habían hecho aprender.
—Muévanse —ordenó.
Pasaron por un camino alto que dejó ver la aldea en el centro de la isla, su gente ocupada en un molino de agua o en guardar sus vacas porque parecía que iba a llover. Era muy raro en esa ubicación, no que fuese imposible. Con el pretexto de mirar la aldea, Brock se giró en su asiento, teniendo a su lado al Soldado de Invierno que miraba al frente como si no existiera nada que le interesara más que completar la misión que le dieran al despertarlo. Observó es perfil oculto bajo la máscara y los lentes, aspirando un poco el aroma de sus cabellos que por alguna curiosa razón tenían impregnado el olor de cerezas frescas. A veces le bromeaba con eso cuando se estampaban contra un muro para besarse como locos.
—Señor, una tormenta se aproxima.
—Rápido, al refugio.
—¡Señor, sí, señor!
El refugio se encontraba al pie de una pequeña montaña pegada al bosque, metido entre la roca que impedía su localización vía satélite. Cuando estuvieron dentro, escucharon el rugido en el cielo anunciando un chubasco que duraría toda la noche. Una vez establecidas las guardias, Brock se tomó un descanso con un poco de alcohol para calentar el cuerpo porque la temperatura descendió.
—Al menos este clima se le hará lindo al Activo —bromeó Rollins.
—Hm.
—¿Lo enviaremos ya? ¿Con esta tormenta?
—Son las órdenes —masculló Rumlow, algo inquieto por eso.
HYDRA no consideraba si estaba cansado, si el cielo se caía sobre ellos o había un fuego cruzado. Si el Soldado de Invierno tenía que ejecutar su misión, la haría con todo y mal clima, una batalla o los cuatro jinetes del Apocalipsis cabalgando en el medio. Siendo el líder, tomó la libreta para dar las órdenes en ruso a Winter, quien solo se dio media vuelta, tomando uno de los jeeps para salir sin más. Nada de protecciones para la lluvia o alimento, regresaría cuando hubiera obtenido los cuerpos faltantes o en su defecto hubiera exterminado a todos en la aldea, lo que sucediera primero. Brock se tomó otro vaso de ron, más inquieto que antes, culpando a Rollins por haberlo contagiado de su histeria.
No quiso dormir, si de pronto se requería de su presencia o llegaba una mala noticia quería estar alerta. Winter estaba allá abajo haciendo quien sabe qué cosas con una lluvia que parecía la nieta del Diluvio Universal. Las horas pasaron demasiado lentas para su gusto o fue el ron haciendo su efecto, no lo supo, solo miraba de cuando en cuando el reloj en su muñeca esperando por un soldado avisando del regreso de aquel idiota. Para que no se le hiciera tan tedioso el pasar del tiempo, Rumlow optó por inspeccionar una vez más ese mapa de la isla, memorizando los caminos, terrenos peligrosos y posibles rutas de escape cuando llegó su heraldo de la desgracia.
—¡Señor! Hemos perdido contacto con el Activo.
—¿Qué?
—No tenemos su señal ni tampoco responde al comunicador.
—Dame mis armas.
—Señor, ¿ordena que lo acompañemos?
—Ustedes se quedan aquí, iré solo.
—Pero, señor...
—¡Es una maldita orden, soldado!
¿Por qué demonios Winter se había quitado su localizador? Esperaba que no hubiera tenido una idea tan estúpida como tomar esa misión para escapar de HYDRA. No ahí. Demasiado obvio y sin coartada de por medio, ya lo habían hablado. Maldiciendo cuanto pudo en cuanto idioma recordó, Brock salió a toda prisa en otro jeep, casi estrellándose porque el camino era demasiado fangoso. Tuvo que dejar el vehículo a medio camino, prefiriendo caminar tratando de ver entre la lluvia densa alguna señal del Soldado de Invierno. Le chocó demasiado ver a lo lejos las casuchas de la aldea iluminadas por velas y alcanzar a escuchar los cánticos de los aldeanos en un tono mucho más delirante, como si estuvieran drogados.
Una rama partiéndose lo hizo volverse con su arma lista para llenar de plomo al idiota que se le hubiera acercado, encontrándose solamente con Winter.
—¿Winter? ¿Winter, qué sucede? —susurró, acercándose con cautela.
No traía ningún arma consigo, tampoco su máscara o lentes, dejando ver sus ojos afiebrados. Rumlow parpadeó confundido, tallándose luego el rostro para quitarse algo de agua y mirarlo mejor, notando que traía una herida en su costado derecho. Una mordida. Y el animal había tenido que ser enorme porque la marca de dientes así lo demostró, solo que en la isla no existían esa clase de bestias. Lo más grande que habían encontrado eran zorritos o jabalíes medios flacos.
—¿Winter? —intentó de nuevo, estirando una mano hacia él.
Los ojos azules de Winter miraron detrás, lo que lo hizo volverse hacia el más enorme lobo que sus ojos hubieran visto en su vida. Brock disparó, estuvo bien seguro de que le dio en el pecho al lobo antes de que este abriera su hocico e hincara sus colmillos en su hombro izquierdo. Gritó por el dolor punzante, le pareció que en la aldea cantaban a gritos. Cayó al suelo con esa bestia aullando luego de soltarlo, huyendo por entre los árboles dejándolo ahí tirado desangrándose. Rumlow buscó con la mirada a Winter, este solo observándolo con esa maldita pasividad de la programación. No era parte de su misión, podía morirse y él no se inmutaría.
—Brock...
Este frunció su ceño, sintiendo que su cuerpo comenzaba a arder como si lo hubieran lanzado a una fogata gigantesca. Gritó por el dolor que recorrió todo su cuerpo, arañando el musgo lodoso, abriendo sus ojos de par en par al sentir que ya no podía respirar. Winter solamente se quedó ahí, observándolo con calma sin hacer más que estar de pie a su lado. Rumlow levantó una mano que miró atónito porque a menos que estuviera alucinando por la fiebre, tenía garras. No eran sus uñas alargadas, sus dedos terminaban en unas filosas garras de... ¿lobo?
—Brock —llamó de nuevo Winter, y esta vez algo en Brock le hizo prestarle atención.
Winter olía diferente, se sentía diferente. Que pronunciara su nombre fue como si un latigazo lo despertara de su conmoción. Extrañamente su cuerpo no dolía, solo estaba...
—Brock...
Se puso de pie en un salto, los cánticos de la aldea continuaban, acompañando a la lluvia. Las fosas nasales de Rumlow se dilataron, percibiendo el aroma de Winter con mayor precisión, gruñendo luego porque ese olor lo llamó a una sola cosa y fue poseerlo. La mano con garras alcanzó la nuca de Winter, atrayéndolo hacia él, olfateando más de cerca su cuello donde se encontraba el origen de ese aroma tan delicioso que lo puso duro de inmediato. Sujetó por la cintura al soldado, abriendo la boca para morder su cuello con unos colmillos que ignoraba tuviera. El efecto fue mil veces mejor que cualquier droga que hubiera consumido, sus pupilas se dilataron, su sangre pareció burbujear. Solo tuvo un único pensamiento en la mente.
Mi Omega.
Ni siquiera se detuvo a pensar por qué la frase o porque fue demasiado importante que ese gemido lastimero que Winter dejara escapar al morder su cuello lo quisiera escuchar varias veces más. Sus garras rasgaron el uniforme del soldado, hincando sus colmillos en la piel que se le ofreció. Brock se arrodilló hasta llegar al miembro de Winter ya despertando, tomándolo en su boca para degustar su sabor, había algo en todo su cuerpo que lo llamaba a probar cada parte de este. Su olfato captó otra fuente de ese aroma que estaba volviéndolo loco, tumbando al otro al suelo, girándolo sin mucho cuidado para tener su trasero a su disposición, levantando esas caderas inquietas y lamer la piel de sus nalgas tensas, su lengua bajando por entre ellas hasta llegar a donde su nariz le indicó era el paraíso.
—¡Alfa!
Los ojos de Brock se tornaron rojo sangre a ese llamado, su lengua explorando la húmeda entrada de Winter que tenía un sabor especial, algo que era solo para él. Sus garras dejaron marcas en las caderas del soldado que se retorció a su toque. No se resistió más, la fiebre en su mente y cuerpo exigió que tomara ese Omega de una buena vez, abriéndose el pantalón para liberar a su erección que guió a la pequeña entrada, empujando de golpe y rugiendo al sentir lo estrecha que era, tan cálida además de húmeda como no podía ser en realidad. Brock empujó otro poco hasta sentir que estaba completamente dentro, una de sus garras aplastando la espalda de Winter contra el lodo, otra levantando sus caderas para que le dejara deslizarse lo más profundo posible.
—Alfa...
El cuerpo de Winter tembló, arañando el musgo buscando soporte, atrapado en una fiebre parecida a la de Brock, quien comenzó a embestirlo porque todavía le debía esos gemidos quebrados que lo pusieron más duro, buscando ese pequeño punto que su olfato le dijo iba a disparar en su Omega un aroma más delicioso todavía. No erró su instinto, el soldado se arqueó cual felino, gritando con una mirada perdida, quizá llorosa, no pudo saberlo con la lluvia sobre sus cuerpos que no se sintió fría porque sus pieles estaban ardiendo. Se sintió bien, todo se sintió bien, el aroma de Winter combinándose con el suyo, impregnándose de él, invitándolo a seguir poseyendo ese cuerpo hasta que no hubiera célula que no tuviera su marca.
Una Marca.
Rumlow se inclinó, enterrándose más en Winter quien se estremeció porque su miembro presionó con fuerza su próstata, haciendo que aullara. Realmente aulló. Sus colmillos buscaron de nuevo ese cuello que olía tan bien a su propio aroma, martilleando contra el trasero del soldado sin piedad, quería más, lo quería todo aunque no supiera la razón. Tiró de los cabellos empapados de Winter, obligándolo a que mostrara por completo su cuello que mordió de nuevo, sangrándolo otro poco más enterrándose en su cuerpo que lo recibía como si estuviera hecho para ello. Brock sintió que en la base de su pene algo crecía, como una hinchazón dolorosa que necesitó aliviar en ese trasero que atacó sin soltar el cuello de su Omega con los gemidos quebrados de este a cada penetración.
Los cánticos en la aldea subieron de tono o fue que su oído los captó mejor, Brock no supo decirlo, atrajo el cuerpo de Winter contra el suyo, moviendo sus caderas para introducir esa inflamación dentro de esa estrecha entrada con un grito del soldado, un sollozo que llevó su nombre cuando al fin se deslizó y todo alrededor se volvió únicamente su Omega apretándolo con tanta fuerza que se corrió de inmediato, gruñendo de satisfacción porque estaba llenando el vientre de Winter con su semilla. Rumlow se tensó, pequeños espasmos en su cadera que hicieron que esa protuberancia se acomodara mejor en el interior de Winter, haciendo presión sobre ese punto de placer que volvió loco al soldado, liberando su cuello.
Fue una imagen fantástica, Winter ahí tumbado entre lodo y musgo buscando respirar con los ojos llorosos y los cabellos revueltos, su cuello rojizo por la mordida que desprendió un aroma increíblemente dulce, como si fueran cerezas envueltas en almíbar y esa sensación de estar clavado, unido al soldado cuyas caderas temblorosas parecían exprimir cada gota de su semen que alegremente dejó salir. Se abrazó a él, lamiendo la herida en su cuello, sujetándolo al acomodarse de costado sin dejar de empujar apenas contra Winter, disfrutando de esa unión igual que este sabía que lo estaba pasando bien porque escuchó un curioso ronroneo que casi lo hizo reír.
—Mío —gruñó bajito contra su cuello.
Todo se hizo más brumoso, distante y Brock perdió la noción del tiempo. Al abrir sus ojos, la cabeza le dolía horrible en la peor resaca que experimentara. Se encontró con Winter a su lado, todavía recostados de lado y su miembro bien enterrado entre esas rosadas nalgas. El soldado también despertó, ligeramente más adolorido, lo supo de alguna manera en su mente, inclinándose para verlo. Brock estaba consciente de que en esos momentos Winter ya no estaba obedeciendo la programación, tenía ante sí al hombre atrapado por HYDRA, frunciendo su ceño al sentirlo de nuevo duro en su interior.
—Brock... ¿qué...? ¿Por qué estamos aquí? ¿Tú...?
Lo besó, porque Winter olía a él, demasiado bien a él, porque le encantó la sensación de estar clavado en su trasero tan húmedo y no por la lluvia que había cesado o porque hubieran tenido sexo al fin y en las peores condiciones. La lengua de Rumlow buscó la de Winter, enredándose mientras movía sus caderas lentamente, hasta que no pudo más y aceleró, terminando una vez más con un suave gemido ronco del soldado al sentirlo. Esta vez no se olvidó de él, buscando su miembro que masturbó hasta que Winter acabó sobre el musgo y sus dedos que levantó para lamerlos ante la mirada confundida del otro.
—¿Qué demonios?
—No lo sé, no lo sé. Ya no me puedo despegar de ti —respondió Brock con franqueza— Estamos jodidos, apestas a mí.
—Lo sé —Winter se olfateó— Y que estés dentro de mí no ayuda.
—Tienes que lavarte, vendrán a buscarnos ahora que la lluvia cedió. Ni siquiera sé si mi comunicador sirve, no veo mis armas cerca.
—Brock...
—Sshh, tranquilo. Un baño nos ayudará.
Una idea proco fructífera, Winter seguía apestando a él. Brock se miró sus manos, vueltas a la normalidad. Tenía la mordida aunque lucía menos brutal que cuando lo mordió ese enorme lobo salido de la nada. En la isla no existían lobos. Mientras Winter terminaba de lavarse, buscó sus armas y el comunicador que encontró roto contra unas raíces, seguramente cuando esa bestia lo atacó. Rumlow estaba pensando en alguna excusa idiota para lo sucedido al momento en que escuchó los autos aproximarse. Se irguió, mirando por encima de su hombro al soldado volver con el uniforme hecho trizas, que apenas si le cubría algo. Tuvo un ligero enojo repentino. Verían a su Omega semi desnudo. Se preguntó por qué demonios pensaba así y por qué lo llamaba Omega. Por qué Winter lo llamó Alfa.
—¡Jefe! ¿Está bien? La tormenta impidió toda comunicación, lo creímos... —Rollins se detuvo al ver el estado del Soldado de Invierno— ¿Señor?
—Nos atacó un animal salvaje, el Activo peleó con él.
—Se nota. ¿Qué era?
—Creo que un perro, no lo sé. No se veía nada. Nos refugiamos en aquel hueco de árbol mientras pasaba la tormenta.
Brock respiró muy lento, esperando a que sus hombres le preguntaran por qué rayos el Soldado de Invierno apestaba a él. Y le sorprendió enormemente que nadie dijera nada. ¿Acaso no lo estaban olfateando? Pero es que Winter olía claramente a Brock Rumlow. ¿Cómo es que nadie decía nada? Jack Rollins más bien estaba preocupado por el estado del Activo.
—Señor, hay que llevarlo a la enfermería.
—Adelante.
—También a usted, esa mordida se ve algo grave.
—Fue un rozón, con mucho tendré rabia.
—Señor.
—Volvamos, tengo hambre.
No pudo creer que nadie dijera o hiciera algún gesto por su aroma impregnado en Winter. Así llegaron al refugio, llevando al soldado con la doctora para que lo revisara pues la herida en su costado era más aparatosa que la del hombro en Rumlow, quien esperó sentado en una banquita mirando un cartel sobre higiene personal cuando salió la doctora, suspirando apenas al lanzar sus guantes a un bote de basura y mirarlo, ofreciéndole un cigarrillo que aceptó de buen grado.
—¿Está muy mal?
—No, capitán, es lo extraño. Parece que peleó con Cerberos en persona y salió ileso. La herida en su costado está sanando bien gracias a su suero, la del cuello es muy extraña, está sanando como si fuera una suerte de tatuaje.
—Ah —Brock miró al suelo. Era su Marca, lo sabía en su interior, ni una jodida idea de por qué.
—Sin rastros de rabia o algún contagio por mordida. Yo lo mantendría descansando y que comiera algo, tiene rastros de fiebre.
—Ordenaré que le lleven comida y agua.
—En porciones generosas, si fuera posible. Ahora veamos su herida —la doctora dejó su cigarro para tomar otro par de guantes y examinarlo— ¿Dice que fue un perro?
—Creo, no lo vi bien, se movió muy rápido.
—No hay esa especie aquí. Muy extraño.
—Lo sé, doctora. Al menos esos aldeanos se callaron el hocico por fin, me tenían harto con sus cánticos.
—Fue por el Día del Licaón.
—¿Qué?
La doctora lo miró. —¿No lo sabía?
—Poco o nada me interesan.
—Debería prestarles atención, son divertidos en sus costumbres.
—¿Qué coño es eso del Día del Licaón?
—Es como una suerte de espíritu que cuida estas islas. Digamos que es como un dios nómada que viaja de isla en isla visitando a sus adoradores. Lo llaman el Licaón, un lobo hombre.
Rumlow sintió la garganta seca. —¿Hombre lobo?
—No, al revés, lobo hombre.
—¿Qué diferencia hay?
—Un hombre lobo nació siendo hombre y se convierte en lobo en noches de luna llena. Un lobo hombre nació siendo lobo y puede transformarse en hombre a voluntad. Mientras que el hombre lobo mantiene su forma antropomorfa, el lobo hombre es enorme como lobo y completamente hombre al cambiar.
—¿Cómo sabe todo eso?
—No se mueva, lo coseré. Porque he bajado a la aldea a conocer a sus habitantes, por si alguna vez ocupaba algún medicamento que no tuviéramos aquí, un remedio casero conocido por ellos podría ser la diferencia, capitán.
—Entiendo.
—Listo, no necesitó tanto puntos. Qué suerte que el Activo lo protegió.
—Suerte la mía.
—No olvide alimentarlo.
Rumlow asintió, pidiendo una charola de comida que llevó a la celda del Soldado de Invierno, quedándose con él hasta verlo terminar los alimentos, apenas si intercambiando una fugaz mirada con él de confort. Algo pasaba entre ellos que los demás no podían ver. Y no podía sacarse de la piel la necesidad de gruñirle a sus hombres para que no se acercaran a Winter. De no tener algo de seso en la cabeza, se hubiera puesto a orinar alrededor de la celda, una tremenda estupidez pero que era la única acción que parecía darle calma a su inquietud de no querer ver a nadie cerca del soldado. Tuvo que pedir otra charola de comida, no porque Winter dijera algo, es que lo podía sentir en las tripas como necesitaba de más alimento, lo había agotado cuando lo tomó ahí en plena lluvia con ellos desangrándose por una mordida inexplicable.
—Señor, encontramos el resto de los cuerpos, la lluvia los descubrió.
—¿Dónde?
Siguió a Rollins, con un nudo en la garganta por dejar atrás a su Omega solo con tantos hombres. Nadie iba a ponerle una mano encima, le tenían pavor al Soldado de Invierno, y aún así quería regresar, abrazarlo y rugirle a los demás. Media docena de excelentes soldados estaban apilados no muy lejos de donde ellos fueron atacados, los habían cubierto con musgo y algo de tierra suelta que se deslavó por el torrente de la noche. Al contrario de los otros cuerpos encontrados, estos se hallaban desnudos y les faltaban partes del cuerpo, habían sido devorados por un hocico hambriento del mismo tamaño del que los había mordido si las huellas de esos colmillos no estaban engañándolo respecto a sus dimensiones.
—¿Qué cosa los atacó? ¿Quién los puso aquí?
—Tenemos que charlar con los aldeanos. Traigan un grupo, que sea variado, si se resisten ya sabes qué hacer.
—Señor, sí, señor.
Brock olfateó apenas, de forma discreta para no llamar la atención. Todos los cuerpos despedían el mismo aroma de ese lobo gigante, pero además reconoció algo en los cadáveres, las partes que les faltaban eran órganos vitales. Se acordó de un guía en Egipto durante una misión que le contó para matar el tiempo cómo sus ancestros momificaban a los faraones, extrayendo sus órganos que preservaban en unas jarras decoradas para el más allá. Así el cuerpo podría regenerarse cuando despertara. ¿Y si ese lobo gigante había despertado y al no encontrar sus órganos los había tomado prestado de los soldados de HYDRA?
Estaba alucinando, eso era.
Encendió un cigarrillo, esperando por Rollins a que volviera con un grupo de aldeanos, varios de ellos con moretones o sangrando al haberse resistido. Apenas lo vieron, todos ellos inclinaron sus cabezas y comenzaron a gemir como si fuesen perritos lastimados. Brock arqueó una ceja, mirando a Jack unos segundos antes de darse media vuelta y subir al jeep para volver e interrogar a esa gente. Se contuvo muy bien de no sonreír porque ellos hubieran mostrado respeto al inclinar así sus cabezas.
Mierda.
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