Introducción

Abrió los ojos a la misma hora de siempre, se incorporó y se detuvo unos instantes. La habitación estaba totalmente ordenada como cada vez que abría los ojos y cada vez que los cerraba.

Miró todo con detenimiento para cerciorarse de que todo estaba en su sitio, una vieja manía que lo mantenía calmado.

Miró el techo, cada pequeña estrella de cristal colgaba en su sitio sobre su cabeza, a una distancia prudente del foco de luz que no necesitaba encender. La luz se filtraba por la ventana de la pared, aún si está tenía la persiana bajada casi del todo.

Miró la ventana y siguió por esa pared, comprobó que el radiador eléctrico, el baúl con libros encima y las pequeñas estanterías triangulares decorativas estaban intactas. Hacia el final de la pared, se topó con el armario de madera reluciente que ocupaba una pequeña fracción de la pared a su derecha y más de la mitad de la que estaba enfrente suya. Observó los que reflejaba el espejo medio tapado por un abrigo que colgó allí la noche anterior, había llegado agotado y fue llegar, cenar, desvestirse y tirarse a la cama a dormir.

A la izquierda del armario estaba una bicicleta negra con partes de un rojo metálico, en una posición estratégica para que cuando la puerta en la pared de la izquierda se abriera, no la golpeara. Al lado de la puerta estaban los mismos posters de series, grupos de música y algunos promocionales de siempre,y sobre estos la estantería que soportaba el peso de una considerable cantidad de libros, figuritas y bolas de nieve de distintas regiones.

Inmediatamente debajo estaba su cama, pegada a la pared de la izquierda y la que había detrás de su cabeza, adornada con más posters.

Lo último que revisó fue su pequeña mesita de noche, agarró la botella de cristal y le dio un trago largo al contenido para despertarse del todo.

Se levantó y arrastró con pereza sus pies descalzos por el suelo que pretendía ser de madera.

Abrió la puerta y salió al pasillo. A pesar de haber tenido una noche de sueño reparador y haber dormido sus seis horas (que ya le parecían mucho) se sentía cansado.

Se hizo un café en la cocina y revisó la puerta de la entrada con la esperanza de que hubiera llegado ya la carta que llevaba semanas esperando. Se emocionó cuando vio que el cartero había pasado una generosa cantidad de correspondencia a través de la boquilla de buzón que había en la puerta principal. Las recogió y ojeó.

La factura de la luz del mes, la factura del agua del mes, la factura del gas del mes, el nuevo número de la revista shiny fangs a la que se había suscrito unos meses atrás...nada interesante. No escondió su decepción y dejó las facturas en la mesa, luego fue a por su café y leyó la revista mientras bebía.

Se detuvo en algunas páginas en la que los modelos posaban de forma extravagante y llevaban ropa estrambótica.

Cuando estaba por la mitad de la revista, escuchó el sutil sonido de algo cayendo al suelo con lentitud. Miró a la puerta y no apartó la vista de una nueva carta a la que se lanzó sin pensarlo dos veces.

"Internado de Lynxwinter" ponía en el sobre.

En su emoción, estuvo a punto de salir a abrazar al cartero entre gritos de alegría. Pudo contenerse respecto a eso, pero no evitó abrir la carta de inmediato, esperar a sus padres para hacerlo sería condenarse a una espera demasiado larga, ya que trabajaban desde antes de que se despertara hasta después de acostarse.

Sacó el papel doblado con cautela del sobre y lo abrió con emoción y nervios, si bien la carta podía ser el anuncio de que había entrado, podía ser también un anuncio de que no lo había conseguido.

"Estimado/a señor/a Harewood, desde el internado Lynxwinter le informamos de que, tras leer su solicitud, comprobar la puntuación de su examen y discutirlo entre el profesorado y la dirección, ha entrado usted en nuestro plan educativo.

El comienzo de las clases será el primer Hálim de la tercera estación, lo/a esperamos con ansias

Att: Secretaría del internado Lynxwinter"

De inmediato buscó su teléfono y empezó a escribirle a todo el mundo, celebrando su aceptación en un lugar tan prestigioso.

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Por la tarde, estaba de copas en un bar cercano junto a unos amigos, beber alcohol a su edad no era ilegal en lo absoluto, ya tenía una edad a fin de cuentas.

Sentándose en la mesa más cercana a la barra y alejada de los altavoces, los cuatro hablaban con entusiasmo de cómo los habían aceptado en los lugares a los que aspiraban.

—Sí sí, tú presume, pero al final nadie está tan loco como tú para apuntar tan alto

El afortunado se encogió de hombros con una sonrisa socarrona que no se le borraría fácilmente.

—Di lo que quieras, pero mira lo que se consigue por arriesgarse.

—Eli, te apostaste los ahorros de toda tu vida a ese internado, no todos estamos desquiciados— rió Mary, que tenía los ojos grandes y el pelo azul ondulado.

—¡Y lo bien que me salió!— presumió antes de darle un trago a su jarra de cerveza —no puedo esperar a ver la cara que se les queda a mis padres

—¿Apostamos su reacción?— propuso Jan, divertido, mientras paseaba la yema de su dedo por el borde de su copa de vino —yo digo que lo invitan a una cena descomunal en el restaurante ese para pijos— aseguró con un deje de burla.

—Yo digo que le compran todo lo que sea de su talla en la tienda de ropa del centro, la que tiene el cartel de color rojo— aseguró Mary por otra parte, hablando de una tienda muy cara, tal vez la más cara de su distrito.

—¿Y en qué os basáis para decir que tienen tanto dinero?

—Oh, no, es posible que no tengan tanto— aseguró Jan —Pero sinceramente, ¿en serio crees que no harán algo así por haber entrado?

—Buen punto— cedió.

—Yo digo que ambas— murmuró la tercera, tenía la voz grave y algo de bello facial en la zona de la barbilla. Llevaba puesto un vestido rojo elegante con unos guantes largos y tacones negros —pero igual en lugares no tan caros

—Lo dudo enormemente, Sheik— rió Eli —no estoy tan consentid-

—Eso lo dices con un collar puesto que cuesta más del doble de mi sueldo— acusó , divertida.

—Anda, calla

Bebieron y rieron por el resto de la tarde. Volvieron cuando era casi la hora de cenar, y como no habían bebido tanto alcohol, apenas estaban borrachos al llegar cada uno a su hogar.

—¿¡Te aceptan y no nos avisas!?— regañó su padre, más feliz que otra cosa, antes de darle un abrazo tan fuerte que casi le rompe los huesos

—Mira que eres— rió su otro padre mientras le revolvía el pelo de forma cariñosa.

Habían llegado antes de tiempo en cuanto les llegó un mensaje del conservatorio, anunciando la aceptación de Eli.

Esa noche se quedaron hasta tarde viendo películas a modo de celebración.

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