[ C a p í t u l o - (9) : D r . - L o u i s ]


El Dr. Louis era un tanto extraño. No se comportaba como una persona normal en ningún aspecto. Se le veía nervioso y tembloroso, con manos delgadas. Era un esqueleto con algo de piel y parecía tener alguna especie de estrés postraumático. No parecía que tuviera muy bien su mente. Sus piernas firmes eran completamente contrastantes con todo el ser que cargaba en si mismo.

A Lorena le causaba bastante gracia la forma en la cual actuaba el Dr. Louis. Le recordaba bastante al personaje de Denzel Crocker, de Fairy OddParents (Los padrinos mágicos). Temblando, con ciertos miedos en su actuar y mostrándose algo neurótico en diversas cosas. Uno de los mayores ejemplos era en que no perdonaba algún ruido, ni uno solo. Todo fallo presenciado era imperdonable "¡Inaceptable!", gritaba a todo pulmón.

La comparativa con el pintoresco profesor de Timmy Turner, no era solo una casualidad cruel y distorsionada, sino que tenía su fundamento al momento de que uno de los compañeros de allí, un recluso, fallando en su participación sobre una duda sobre los derechos humanos, el profesor Louis gritó:

- ¿Sabes que pasa con esos errores mi fiel criminal? – Decía el Dr. Louis

-No – Decía temeroso aquel hombre de complexión delgada, con cabello abultado, dientes de metal, anillos en todos sus dedos, camisa a cuadros y pantalón roto, con cadenas en él.

-Significa... – El Dr. Louis sacó de su gabardina una pistola de juguete, alertando toda la sala, incluyendo a Lorena; Solamente William no se alteró – Significa que tienes "F".

El Dr. Louis comenzó a disparar con su arma de plástico. Sacando mucha agua del cañón, se reía en voz baja del criminal de dientes de metal. No podía sino sentirse avergonzado el criminal y completamente risible y alegre, algo orgulloso, el Dr. Louis.

-Oh, mi querido... ¿Cuál es tu nombre?

El criminal no quería responder. Solamente sacó, del interior de su camisa, una carta; era de póker; se trataba del As de picas, la carta más estrafalaria de toda la baraja; inclusive más que el Joker. No pronunció ruido alguno, ni palabra. Todo era un silencio abrumador. La respiración del criminal descendía mientras que la del Dr. Louis crecía y se tornaba agitada.

- ¿Qué significa esa carta? – Preguntó el Dr. Louis.

-No hay nada en esta carta. No obstante, tiene algo escrito detrás. Puede tomarla si así lo desea.

El Dr. Louis temió en tomarla, pero no quiso quedarse con la duda. En cuanto se acercó al criminal y notando que tenía algo brillante que emergía de su muñeca, el Dr. Louis sacó una pistola de verdad de su gabardina, poniéndola en su mano y no temiendo usarla si es que el criminal hacía algo contra él.

Tomando la carta, el criminal preparó una navaja para apuñalar la mano del Doctor, no sin antes ser apuntado con el arma plateada del mismo Dr. Louis. No teniendo ninguna ventaja en ningún escenario, el criminal solamente bajó el puñal y decidió no hacer movimiento brusco; el Dr. Louis no dejó el arma.

- ¿Qué significan las O.K.? – Preguntó El Dr. Louis.

-Son las siglas de mis dos nombres. Uno de ellos lo uso seguido y el otro no tanto – Respondió el criminal.

- ¿Cómo te llamas, mocoso? – Preguntó el Dr. Louis.

El criminal se levantó de la silla.

-Me llamo Oskar Khaled... pero puede llamarme Oskar, el inmortal.

Todos los criminales que estaban allí comenzaron a reírse de las palabras del criminal.

-Es risible para ustedes. No obstante, tiene mucho más significado del que creen.

-Di lo que quieras, niño – Dijo Louis – Tu nombre no te hace nada diferente al resto de los que están aquí, riendo de tu estúpido nombre.

-Es cierto, lo sé Louis. Lo sé a la perfección. Realmente no me importa nada la opinión de personas que han vivido menos de cien años. Ustedes para mí, no son más que pequeñas crías. Eso lo incluye a usted – Terminó su frase apareciendo de la nada un cigarrillo entre sus manos y postrándolo en sus labios. El humo comenzó a manifestarse frente al Dr. Louis, quien no pudo dejar de mostrarse sino incomodo.

-Será mejor que apagues ese puto cigarro, mocoso – Dijo el Dr. Louis.

Khaled no pudo sino hacerle caso, puesto a que no tenía sentido alguno discutir con alguien como él.

-De acuerdo. Solo es una vela... – Dijo Khaled, mostrando el cigarro, el cual se derretía y el humo de una llama que existió se extinguía poco a poco -...Pero usted es quien tiene la ultima palabra.

- ¿Cómo demonios fue que convirtió ese cigarro en una vela de pastel? – Preguntó ofendido el Dr. Louis.

- ¿Acaso no era una vela? Yo solo puse una vela en mis labios doctor.

- ¡No me quieras estafar malnacido! ¡¿Dónde quedó el puto cigarro?!

-Será mejor que deje de buscarle algún sentido a lo que hizo Khaled... Louis – Dijo una voz tenue, simple, pero con algo de furia reprimida, o más bien un carácter débil pero notable. Era la voz de William.

Miraba detenidamente al suelo, anotando cosas en su libreta con la mano derecha, cubriéndola para que el Dr. Louis o siquiera alguien no pudiera verla en todo su esplendor, puesto a que era un enorme riesgo que cualquier persona pudiera conocer lo que ese objeto despreciable contenía; si es que lograba ser descifrado.

-Hablas con tanta seguridad, pequeño albino – Dijo el Dr. Louis con epítetos racistas y discriminativos – Dime algo de ti, amigo mío.

- ¿Qué puedo decir que valga la pena ser escuchado? – Dijo William extendiendo su mano izquierda, elevando su torso y mostrando un poco de su cuello, el cual estaba cubierto por una bufanda; el mismo tono cadavérico de piel se veía debajo de la misma.

-No lo sé – Dijo el Dr. Louis. Quien se acercaba lentamente a William, dejando de lado la discusión con Khaled – Alguien con el valor de irrumpir en un conflicto, por más insignificante que sea, debe tener algo que decir, incluso algo que no tenga un asidero. Me temo que sí, tienes muchas cosas que decir.

-Bueno – Dijo William mirando detenidamente al Dr. Louis, quien se había acercado demasiado hacia él, siendo casi de su mismo cuerpo por la poca distancia entre ellos; esto hizo sentir nervioso a William – No quiero decir que lo que diga pueda cambiar las cosas. No obstante guardar silencio sería muy poco prudente para mí. El hecho de actuar indiferente ante un acto externo a mí solo dejaría expuesta no solo mi falta de valentía, sino mi miedo a la frivolidad.

- ¿Frivolidad? – Preguntó el Dr. Louis - ¿Frivolidad de qué? ¿Qué define usted por frivolidad?

-Las normas de un pobre diablo, como lo puede ser usted... – William se levantó lentamente de su asiento y cubrió sus brazos con sus mangas rápidamente, las cuales habían sido remangadas para poder escribir por él mismo - ...y por cualquier persona.

Ambos, doctor y criminal se observaron durante varios segundos, parecieron minutos, horas. Loren pudo notar que William no mostraba ningún tipo de sensación ni alteración en sus labios. Caso contrario al Dr. Louis, quien se mostraba algo nervioso, aterrado en mínima cantidad. No era lo mismo verlos, aunque su léxico y comportamiento fuera parecido.

William solo podía sacar su furia, apretando con fuerza la madera de la tabla de escribir de su banca, mientras que el Dr. Louis no sabía de donde sujetarse para no perder los estribos.

-Será mejor que te sientes, imbécil – Dijo el Dr. Louis.

- ¿Por qué? ¿No cree que mis piernas deberían levantarse un poco?

-Dije que se siente, por favor.

-No dijo por favor, solo dijo "Siéntate imbécil"

-No, lo que yo quise decir...

-Y supongo que usted querrá limpiarse las manos con alguna justificación, pero las palabras dichas son más fuertes que su explicación. El significado de algo queda olvidado y las meras palabras, con la reinterpretación del colectivo tienen más poder que la realidad. No pierda su oxigeno ni su energía explicando algo que ni yo ni nadie en esta sala hará caso o siquiera consideran funcional.

-Tiene un enorme problema, señor. No es capaz de entender una orden desde la primera reprimenda. Debe de entender que aquí solamente buscamos su bienestar. Pero quien no quiere ser salvado, no tiene porqué tomar el barco al dorado.

-Tanta metáfora sin sentido alguno. Me temo que usted y yo nos encontramos igual de perdidos aquí que cualquiera en esta sala.

- ¿Por qué ha llegado a esa idea? ¿Qué razón hay para creerlo?

-Terminamos aquí. Usted enseña criminales, yo soy uno de ellos. Estamos discutiendo sin razón alguna y tampoco buscamos que nuestras palabras sean trascendentales, sino meramente defensivas, con tal de ganar una discusión sin sentido alguno.

-El hecho de que usted lo vea así no solo me deja en claro el mundo tan diminuto en el que vive, sino que jamás ha presenciado o ha vivido algo realmente problemático. Discutir en contra de la autoridad es muestra de que nunca has experimentado la falta de ella; le temes o la criticas porque prohíbe tu pizca de anarquismo, y en ningún momento has presenciado que pasaría si se te permitiera expresar esa pizca. Sin leyes, sin autoridad, sin nada de eso, tu no estarías en una pieza.

William guardó silencio ante lo que el Dr. Louis decía. Tenía un punto realmente importante y era el hecho ultimo. O tal vez solo quería dejar de discutir con él por miedo a recibir alguna reprimenda. Aunque las palabras de William expresaban más de lo que debería.

-No he experimentado mi libertinaje como debería ¿Quiere ser el primero en verme en todo mi esplendor?

El Dr. Louis sacó su arma de su gabardina y apuntó a la cabeza de William, quien no se inmutó al sentir el metal del arma en su frente, golpeándola con fuerza.

-Será mejor que te tranquilices, a menos de que quieras ser quien me haga estrenar esta arma frente a todos tus compañeros.

-Tus llaves a la muerte son algo que no produce ningún efecto en mí.

- ¿Qué?

William tomó el cañón de la pistola y la sujetó con fuerza, con tal de que el mismo se quedara en la frente, ya fuera en el momento de disparar o tal vez en alguna perforación con la boquilla del arma. El Dr. Louis se quedó frio al mirar la determinación de William a mostrarse irreverente, irrespetuoso e indiferente a muchas cosas en tan solo unos minutos.

-Si no eres capaz de matarme, no tienes derecho a llevar esa arma.

- ¿Quieres que te mate?

-Sería un gran regalo para mí estar muerto, señor. Si pudiera cumplirme ese deseo, lo alabaría eternamente con la nada, pero tendría más que solo un orgulloso titulo de profesor para criminales.

El Dr. Louis bajó el arma y la guardó de nueva cuenta en su gabardina.

-Lárgate de mí clase...

-Gracias señor – William fue hacia su banca y tomó su libreta, alejándose hacia la puerta de entrada.

-Deme esa libreta, señor.

William miró su libreta.

- ¿Esta?

-Si. Esa libreta.

- ¿Qué le interesa de mi libreta?

-Solo démela. No actúe como un niño.

-Un niño sería obediente con un adulto autoritario como usted. Yo solo no la suelto por mero capricho; eso es todo y nada más.

- ¡Deme la libreta ahora!

-Pierde su tiempo y fuerzas por querer quitarme una libreta – William miró la libreta – Su perdida no solo significa menos que una molécula de polvo, sino que, al ser un objeto, puede ser fácilmente remplazable. Aunque ahora todos somos objetos. No veo la diferencia entre esto y una persona.

-No diga sandeces y deme esa libreta.

-Piénselo detenidamente. Daría igual si yo o esta libreta perecemos o somos robados. La única diferencia es que, si usted me mata, su clase sería perfecta; la libreta solo sería inútil.

El Dr. Louis se agotó por completo de lo que William decía, viendo que perdía tiempo valioso, viendo el reloj de su muñeca y comparándolo con el de la habitación.

- ¿Sabe algo? Usted es un adulto y sabe lo que está bien o mal.

- ¿Sé lo que está bien o mal? ¿En verdad?

-Si, usted lo sabe. Haga lo que usted deseé.

- ¿Implica que pueda lastimar a alguien de esta habitación?

-Si quiere hágalo, pero lárguese después.

- ¿A cualquier persona?

- ¡Si, imbécil!

-De acuerdo.

William soltó la libreta, tomó impulso y como si fuera un chiste de mal gusto, soltó un puñetazo en el rostro del Dr. Louis, lo cual lo tiraría al suelo. Los demás reclusos se levantaron de sus sillas a gritar; exclamaban "¡Pelea!" a cada instante, como si fuera una especie de ritual.

-No pidan pelea señores – Dijo William alzando la voz y mostrando un tono más firme, con esa voz débil – Ya hice lo que necesitaba hacer.

El Dr. Louis se levantaba lentamente, acariciando su mandíbula, mostrando que el golpe fue doloroso.

- ¿Lo ven? – Dijo William – Miró al reloj por miedo a una moral, a unas reglas que nadie de nosotros comprende, por miedo a ser remplazado, como un simple objeto más, a ser tan insignificante como el objeto inanimado que le controla. Le teme al tiempo, como su única brújula la cual le remembra lo que más le aqueja. Pero estoy perdiendo el tiempo sintiéndome manipulado por esta situación, pensado que le debo una explicación al Dr. Louis. Tengo la fortuna de que él sea un hombre sensato y no quiera usar el arma. No lo hace porque tenga el valor de la vida en sus cualidades; su miedo a la intransigencia por el temor a la autoridad más que a la infracción de su moral son lo que lo mueve a usted y a los que están afuera.

El Dr. Louis se levantó, sintiendo como su labio sangraba. William simplemente sacó una pequeña tira sanitaria o curita de su gabardina, extendiéndola hacia el Dr. Louis.

-Cúbrase señor. Esa herida debe ser muy dolorosa.

El Dr. Louis tomó el pequeño objeto que William le ofrecía, más bien arrebatándolo y le dijo:

-Lárguese de esta clase.

-No me dijo imbécil. El "Por favor" queda pendiente, sin embargo, no soy tan exigente. De acuerdo, la dejaré.

William tomó su libreta, acomodó su gabardina y su guante para poder salir, y tan rápido como lo hizo, se dirigió hacia la puerta y la abrió, retirándose de la clase del Dr. Louis. Loren, Grant y el resto del grupo vieron algo confundidos a William. El resto del grupo solamente bajó la mirada, sintiéndose culpable por algo que no habían hecho, incluyendo a Khaled.

-No bajen la cabeza, señores y señoras – Dijo Louis – Solo hay que continuar y les pediré amablemente que sigan las normas al pie de la letra. Se que ustedes si quieren salir de aquí y no pienso hacer más que ayudarlos.

El Dr. Louis continuo explicando, mientras que William, habiendo sido expulsado de la clase, solo se alejaba del salón, acercándose más a la gran estancia.

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