[ C a p í t u l o - (3 8) : H u m a n a - a b e r r a n t e ]


Desde la oscuridad más profunda, tanto Edward como Ezra contemplaron lo que parecía ser algo que no los dejaba de ver. La luz tras de ellos era una ameba comparada con la maldad que esa especie desconocida, no vislumbrada para ellos, estaba notándose lentamente.

- ¿Sientes acaso eso? – Preguntó Edward.

-No puedo decirte que sí... Pero tampoco que no siento nada – Contestó Ezra.

-Había oído hablar de alguien que decía que lo miraban de las sombras. Pensaba que era psicosis o era paranoide. Pero esto es diferente.

-Me extraña que nada nos haya hecho algo aún-

Al casi terminar de hablar, lo que fuese que se encontraba en las tinieblas interrumpió a Ezra, lanzando lo que parecía ser un trozo de carne. Al mirar con detenimiento, tras el impacto de la situación, se dieron cuenta que parecía ser una mano mutilada. Sus dedos estaban arrancados, su piel desgarrada y el único dedo que tenía puesto solo quedó de él los huesos. Las falanges del dedo anular eran lentamente deshechas por el cartílago desgastado.

-Dios mío... – Edward estaba completamente perturbado por aquello, pero también, por la posible naturaleza del ser que los veía desde la distancia en la penumbra, penetrante y silenciosa oscuridad tras la cual aquella luz podría ser solo una mínima esperanza.

- ¡¿Qué fue eso?!

-No sé, Ezra. Y preferiría no saber qué demonios es aquello que aguarda ahí.

Al prestarle más atención al sonido que podía desprender la oscuridad, se encontraron con el desgarre de carne, el arranque de ira del desprendimiento de huesos, músculos y trozos de lo que parecía ser un cuerpo. Era tan escabrosa esa sensación de sentir los músculos y la carne desgarrándose a la distancia. El masticar de la carne se hacía más y más fuerte, sin detenerse.

-Creo que deberíamos irnos.

-No – Dijo una voz en la oscuridad a Ezra, quien perturbado, no se creía todo lo que ocurría – No me dejen sola, por favor... Se los suplico... He estado sola mucho tiempo...

- ¿Q-qu-quien eres? – Cuestionó titubeando Edward.

-Mi nombre es...

El ser que parecía ser una mujer, hablando con una voz suave pero ronca, con cierto derrotismo en su dialogo, se tardó en contestar.

-No recuerdo mi nombre – Fue la respuesta hacia la incógnita de Edward – Hacia mucho tiempo que perdí recuerdos de mí, recuerdos de todo y de todos. Solo viene a mi memoria cuando una corona, similar a un anillo, condenó mi existencia.

-No sabemos de qué hablas, ¿qué intentas decir? – Preguntó Edward.

-No tienen que saberlo todo... Eso fue mi sentencia, mi maldición... Y creo que ustedes son los menos indicados para acompañarme en mi miseria... Pero necesito... necesito a alguien aquí.

- ¿Por qué? – Preguntó Ezra.

-Lentamente me estoy perdiendo... Llegaré a un punto donde no habrá más humana en mí. Solo seré un manojo de carne colgando...

Al intentar salir poco a poco a la superficie de luz, Ezra y Edward notaron lo que se acercaba a ellos. Perturbados, se alejaron y casi cayéndose en sus espaldas, no pudieron sino temblar. Asustados titubearon en su voz, la cual resquebrajada no podía más que detectar arcadas.

La criatura que emergió de las tinieblas, pese a lo menos hostil que podía ser, tenía un aspecto horrido.

Su piel estaba carcomida por la oscuridad, su cabello era aceitoso y parecía que en cualquier momento se iba a caer. La piel estaba cuarteada, los ojos eran pálidos, neblinosos, como si no tuvieran profundidad ni humanidad. La piel tenía detalles ondulantes y tenía, al parecer, postulas, las cuales secretaban una sustancia lechosa blanquecina y verdosa. El resto de su cuerpo, que no se podía ver en por la luz era un misterio. Sus brazos al parecer estaban retorcidos y los músculos contorsionados, hinchados y malformados le hacían parecer que se habían roto o fracturado.

La criatura que parecía ser un ser humano tenía gafas circulares rotas, así como también un rostro agotado y dientes sucios, con trozos de comida ennegrecido por quien sabe cuánto tiempo que se han permanecido ahí sin perturbarse su naturaleza. Sus dientes eran irregulares y la lengua interna parecía haber sufrido una falla de oxigenación, pues era completamente morada. Este ser deforme se acercaba, arrastrándose con sus manos con las uñas encarnadas, desprendía de si un aire desagradable. Mientras que su espalda, alumbrada por la tenue luz detrás de Edward y Ezra era humana, su pecho era otro cuento. Su parte central había sido arrancada, y en ella colgaba un corazón, con nervios y cartílago sosteniéndolo. Este parecía brillar, pero su apariencia era enfermiza, con venas palpitando por el pasar de la sangre en él.

El corazón igual tenía sangre por fuera, y aunque fuera de un tono oscuro y pálido, como el del petróleo o aceite sucio, estaba ahí, fluyendo y dejándose caer en el suelo.

-Oh dios mío... – Dijo Ezra.

- ¿Qué se supone que eres tú? – Preguntó un perturbado Edward, quien no podía dejar de ver aterrado a aquella cosa.

-En algún momento... fui un humano... igual que... ustedes... – La criatura levantó su dedo y los señaló – Espero... jamás conozcan... el dolor que yo ahora siento... queridos...

- ¿Qué fue lo que te ocurrió? – Preguntó curioso Ezra, sin ser malintencionado o cruel. La duda le parecía ser colosal.

-No tengo grandes recuerdos de mí, salvo que... en algún momento... una corona... un anillo enorme... me eligió para ver el mundo como realmente... es...

- ¿Y como es ese mundo? – Preguntó Edward.

-Más bien, ¿cómo es nuestro mundo? Vengo de un mundo como el de ustedes. No siento que las cosas... entre humanos... sean distintas... Y eso es lo que vi.

- ¿Qué demonios viste, criatura? – Dijo un colérico Edward.

-Algo... con demasiados ojos... muchos para siquiera vigilar fríamente todo sitio que tuviera luz y oscuridad en contraste.

- ¿Era un ser del mar o un ser de los cielos?

-No puedes encerrar todo en cosas terrenales... No somos el centro del universo... y gracias a saberlo, oh bendito conocimiento... ahora soy esto. Dejen que salga... por completo...

Al salir, la espalda se seguía iluminando, y Edward, junto a Ezra, pensaban que solo era el frente lo deformado. La equivocación de ambos se supo cuando, al ver la parte trasera, se encontraron con varias patas de araña, que fungían como piernas, con esas articulaciones angulosas y filosos extremos. En la parte trasera, como si fuera un manojo de lombrices, había una enorme cantidad de hilos oscuros, los cuales, hasta entonces, habían servido para adherir a la criatura a la oscuridad.

- ¿Cómo fue que terminaste convertido en eso? – Exclamó aterrado Ezra.

-No recuerdo... Solo sé que me perdí... Ya no soy quien era antes... Soy inmortal... Pero el costo fue alto...

-No puedo creer que tu hayas sido un ser humano – Dijo Edward anonadado.

-Pues créelo... Mi cielo... – Dijo la criatura – Por cierto... ¡Argg!

La criatura se acarició la cabeza tras un dolor que fue imposible de vislumbrar, sin embargo, no fue permanente, pues logró volver a ver tanto a Edward como a Ezra.

-Recordé mi nombre... En algún momento fui psicóloga... Me llamo Mónica – La criatura extendió una de sus manos, mientras se sostenía con la otra, haciendo fuerza, para estrecharla con Edward o con Ezra.

-No es necesario – Dijo algo perturbado Ezra.

- ¿No hay nada de que contagiarnos? – Preguntó Edward.

-Pueden contar con ello – Respondió Mónica.

-De acuerdo – Edward estrechó la mano y sintió un tipo extraño de carne, de piel. Era aceitosa pero dura, como si fuera carne madurada – Estamos en algo serio y preocupante.

- ¿De que trata? – Preguntó Mónica frunciendo el ceño.

-No es necesario que te preocupes – Afirmó Ezra.

-Es algo relacionado con secuestros, supongo.

Ezra y Edward se sorprendieron por lo que habían escuchado. Al parecer no era algo misterioso, o siquiera para ella.

-Si... – Ezra miró con detenimiento y duda a Mónica - ¿Cómo es que sabes eso?

-Yo se gran parte... de cosas... Al parecer son nuevos... Mucho más que los que ahora habitan... aquí.

- ¿Sabes algo acerca sobre eso? – Cuestionó Edward.

-Si... Pero necesito estar segura de algo...

- ¿De qué?

- ¿Quieren hacer una alianza conmigo?

- ¿Qué? – Dijeron ambos al unísono; Ezra y Edward.

-Piénsenlo... Yo soy alguien que ha estado aquí por siglos... O quizá más tiempo... Esta prisión fue hecha cuando... cuando la hermandad de octubre fue fundada...

- ¿Hermandad de Octubre? – Preguntó Ezra - ¿Qué es eso?

-Saben muy poco preciosos... Y les será de utilidad lo que conozcan de mi parte... ¿Quieren... hacer la alianza?

Edward y Ezra se vieron fijamente, pues no parecía ser algo de lo cual fiarse. Sin embargo, una criatura de tal magnitud los hubiera asesinado en primera estancia. Pero aquella cosa no era solo una criatura, era un ser humano deformado por algo que iba fuera de los limites de lo comprensible.

- ¿Podemos pensarlo? – Preguntó Edward.

-Tómense... el tiempo del mundo... que les sea... útil...

-De acuerdo – Ezra se acercó a Edward, y entre susurros, tardando unos segundos, con manoteos de Edward y con Ezra frunciendo el ceño cuando, tras no llegar a un acuerdo, volvían a plantearse las opciones; Mónica solo los veía con paciencia, aunque sin hacer más que sostenerse en sus brazos.

-Lo hemos discutido... Si tu tienes información que nos sea útil sobre donde están los que ya no están...

-Incluyendo a Jessica – Interrumpió Ezra a Edward.

-Incluyendo a Jessica – Corroboró Edward, mientras señalaba con su dedo a Ezra – Entonces no tendríamos ningún inconveniente.

- ¡Esplendido! No... se arrepentirán... queridos... – Mónica volvió a extenderles la mano, mientras sonreía con esos dientes horribles y deformados. Ambos, esperando entre saludo, estrecharon la mano de Mónica.

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