[ C a p í t u l o - (2) : A u t o b u s ]
La noche no había sido nada acogedora, pues no había nada en lo cual soñar o siquiera una razón para sentirse cómoda allí.
Loren estaba asustada. Jamás pensó que algo así pudiera ocurrir. No se sentía feliz en lo más mínimo, tampoco triste; más bien, no sentía nada, y eso le aparecía aterrador.
No sentir nada le preocupaba, aunque tampoco era una preocupación sincera, o mejor dicho, una sensación genuina
Pasaban las horas, a la par que el miedo de Loren se intensificaba más y más. Trataba de pensar que era lo que había pasado aquella noche, como fue que su momento de ebriedad fue un asesinato en solo unos segundos, minutos, horas y tal vez días ¿Qué era lo que había hecho o como pasó todo? Sus dudas no dejaban de disiparse en sus nervios y su temor constante de que fuera no solo esa la primera vez, si no que fuera el inicio de algo horrible.
No había necesitado terapia desde que ella iba en la universidad. Su estancia allí al parecer no pareció ser la mejor, o tal vez si.
Aun y con ello, tuvo una fuerte etapa de depresión diagnosticada, que no era un trastorno disfórico premenstrual, si no un trastorno de depresión mayor; tenía un estado de animo deprimido la mayor parte del día, casi todos los días, había perdido el interés, el placer por todas las actividades casi todo el día, había bajado casi 10 kilos, no podía dormir y se notaba fatigada todo el tiempo.
No parecía ser algo que le importase a nadie, cosa que ella sentía y le destrozaba el corazón. Esa misma sensación de vacío, desesperanza, de insignificancia y soledad era lo que ahora sentía ella.
Sin embargo, los nervios eran causantes de su falta de sueño. No podía dormir, sus uñas parecían casi haber desaparecido y sus dedos empezaban a sangrar.
Pasadas las horas y con el cielo resplandeciendo por la mañana, Loren se había detenido a observar su ultimo amanecer, antes de irse al instituto criminal LYNX.
¿LYNX? Pensó que era un nombre bastante curioso, ya que no sabía porqué habían escogido el nombre de un felino para ponérselo a un instituto delincuencial.
Sus pensamientos dejaron de revolotear por su cabeza cuando escuchó al oficial hablarle:
-Ya es hora de irnos, señorita Parr.
***
El autobús se había estacionado en la misma entrada de la comisaría. Era un tanto peculiar como se veía; completamente blanco, con algunos detalles en rojo, que parecían ser unos rasguños de algún animal felino; seguramente era por el nombre del instituto, pensó Loren.
Al momento de subirse al autobús, junto a otros reclusos que habían cumplido su condena, simplemente tuvo cuidado al acercarse a ellos. El cielo era sumamente grisáceo, las nubes predestinaban una lluvia torrencial, repleta de relámpagos.
Mientras buscaba un lugar, Loren se percató de dos reclusos o expresidiarios que estaban allí. Uno de ellos tenía una capucha cubriendo su cabeza, el cual tenía esencia cabizbaja.
El otro, por su parte, era de tes morena, con un tono pálido u opaco, ojos claros, aunque feroces, ojeras pronunciadas, una cicatriz en su ojo izquierdo, otra en el mentón, cabello negro peinado con una raya en medio, voluminoso, con un arete en su oreja derecha y algo marcado, aunque delgado. Su playera de color oscuro parecía estar húmeda, ya que su abdomen se marcaba en ella.
- ¿Quieres sentarte? – Dijo el hombre del arete, ofreciéndole un lugar.
-No-no-no – Dijo Loren tartamudeando.
-Adelante – Dijo el hombre – No te pienso hacer nada. Hazlo o te meterás en problemas.
Loren se mostró intimidada, por lo que le hizo caso sin decir una palabra. Se sentó y el hombre empezó a platicar con ella.
- ¿Por qué estás aquí? – Preguntó el chico.
- ¿Eh? – Dijo Loren nerviosa – Es-esto-estoy por-por.
-No te preocupes – Dijo el hombre – Se que es algo aterrador para ti que yo esté aquí. Pero no pienso hacerte daño. Yo también estoy aquí, y no porque me de placer cometer crímenes. Si quieres me presento primero ¿Te parece?
Loren asintió con la cabeza.
-Mi nombre es Ezra Beker. Soy originario de Israel, sin embargo fui criado en Alemania – Dijo extendiendo su mano hacia Loren – Mucho gusto.
-Gr-gr-gracias – Dijo Loren.
- ¿Sigo o quieres presentarte tu?
-Si-si – Dijo Loren – Me llamo... me llamo Loren,
-Loren – Dijo Ezra – Lindo nombre.
-Gracias – Loren aceptó el piropo con una sonrisa fingida.
- ¿De donde eres?
-Soy americana.
- ¿De qué país?
- ¿Qué?
-Si ¿De qué país?
-De Estados Unidos.
-Entonces eres estadounidense.
-Si... – Dijo Loren - ¿Por qué te metieron en la cárcel?
-Bueno... es algo complicado... cometí asesinato en primer grado, con algunas personas. También causé algunos disturbios públicos, pero eso fue antes de mis asesinatos – Dijo Ezra con algo de pena en su mirada.
-Vaya – Dijo Loren algo aterrada.
-No tienes porqué preocuparte – Dijo Ezra – No asesiné por gusto, mucho menos me pagan por hacerlo. Solo fueron a personas que me hicieron daño.
- ¿Serías capaz de matarme? – Preguntó imprudentemente Loren.
- ¿Me harías algo malo? – Preguntó Ezra.
-No.
-Entonces seamos amigos – Dijo Ezra.
Al principio Loren no se sentía segura, sin embargo, Ezra se mostraba honesto. No era un criminal, y a pesar de su mirada algo perturbada, era realmente agradable.
-Atención – Dijo un hombre levantándose en medio del autobús – Ustedes están aquí porque han sido reclutados para el nuevo instituto de los linces; ustedes son linces y siempre deben de mostrarse responsables de lo que se ha cultivado, tanto en ustedes como en la institución. La única forma en la que saldrán de aquí es si tienen la voluntad de mejorar y ser óptimos para la sociedad. Si buscan redención, buscan placer y aceptación, este lugar les ofrecerá eso y mucho más. Es un hecho verídico que ustedes se encuentran aquí por circunstancias particulares, cuya naturaleza carece de relevancia. Ahora no serán Mary, Lucy o Brad; todos son Linces. Recuerden el lema "responsables de lo que siempre se ha cultivado" díganlo.
Todo empezaron a recitar el lema, con el fervor de soldados, o más bien de esclavos que tienen miedo a ser golpeados por un látigo.
Loren no dijo nada, pues estaba algo nerviosa por lo que ocurría. Esto fue notado por el hombre de en medio del autobús, que fue directamente hacia ella.
-Oye tú, pequeña zorra – Dijo el hombre, sacando una placa – ¿Por qué no estas recitando nuestro lema?
-Es-es-es que yo...
-Recítalo sola tu misma.
-Déjela en paz, por favor – Dijo Ezra.
-No te metas, negrata – Dijo el hombre.
-Si-si-siempre responsable de lo que...
- ¡Así no va, idiota! – Dijo el hombre, dándole una bofetada a Loren, dejándola marcada en su mejilla y haciendo que soltara un pequeña lagrima.
- ¡Recítalo bien! – Dijo el hombre, volviendo a levantar su mano, siendo sujetada por el recluso con capucha que Loren había visto hacía unos minutos.
-Deja de molestar, bribón fracasado – Dijo el recluso, quitándose la capucha y mostrando un rostro con mentón marcado, cejas delgadas, gafas circulares, cabello ondulado, tes azul pálida y ojos brillantes carentes de iris y pupila.
- ¿Y quién se supone que eres tú? Soy un puto oficial – Dijo el hombre.
-Esa placa tiene menos significado para mí que un trozo de Kacke. (Mierda en alemán)
- ¿Y que se significa eso?
-Que si no dejas en paz a esta bella dama, yo mismo te convertiré en una con mis propias manos; a menos, claro, que desees la salida fácil y te destroce el cráneo.
El hombre dejó de oponer fuerza al recluso.
-Ya lo suponía.
-Bi-bi-bien. Atención. Cierren todas las ventanas de su lugar y cúbranlas con la compuerta que está arriba de esta. Es momento de partir.
- ¿Por qué debemos cerrar y cubrir las ventanas? – Preguntó Ezra a Loren.
-Quizá no quieran que nos fuguemos – Dijo el recluso de la capucha.
- ¿Tu crees? – Dijo Ezra, amablemente – Espera ¿Cuál es tu nombre?
-Es posible que no quieran que veamos como es que llegamos a nuestro nuevo hogar... oh, mil disculpas. Me llamo Grant.
- ¿Grant? – Dijo Ezra – ¿También eres alemán?
-Si, mi joven amigo – Dijo riendo un poco – Sin embargo no soy considerado como tal un alemán por mis colegas.
- ¿Por qué? – Preguntó Loren.
-Bueno. Deserté casi a unos años de empezar el conflicto con Polonia. No apoyaba para nada las ideas de Hitler. Era una especie de bebé llorón con un atuendo y apariencia ridículas, al igual que sus pensamientos. Quizá había entrado en el ejercito porqué mis amigos y yo le temíamos al Kaiser, o tal vez por orgullo. Sin embargo ese orgullo se perdió después de los veinte; todos querían ser respetados y tener las riquezas que jamás obtendrían; mi vieja Alemania se convertía en un palacio de burguesía, o tal vez un imperio nacionalista, llegando al fascismo.
- ¿Qué dices? – Dijo Ezra confundido.
- ¿Cuántos años tienes? – Preguntó Loren.
-Según mi identificación tengo veinte años. Aunque mi edad humana ya no parece significar nada.
- ¿De que año eres? – Preguntó Ezra, siendo algo absurdo en su pregunta y con cierta curiosidad infantil.
- ¿Cómo de que año es, Ezra? – Preguntó Loren – Es de ahora ¿O no?
-Les sorprenderá a ambos... Morí en 1923.
Loren y Ezra quedaron anonadados.
- ¿1923? – Preguntó retóricamente Ezra.
-Si – Dijo quitándose la capucha – Mis colegas, antes camaradas me habían tendido una trampa, por haber desertado antes. Ellos fueron consumidos por una venganza que no les correspondía y me buscaron para hacerme pagar por dejar a nuestro nuevo líder.
-Diablos – Dijo Loren - Usted no viene de algún hospital, ¿verdad?
- ¿Me tomas por loco, mujer? – Dijo Grant – No tendría razón de mentir y mucho menos de crear una historia como esa.
-Tranquilo – Dijo Ezra.
-Estoy tranquilo – Dijo Grant – Aunque es algo molesto que me tomen por alguien enfermo. Yo solo quiero buscar una forma de volver a la normalidad o al menos... poder disfrutar mi mortalidad, otra vez...
-Vaya... – Dijo Loren – Soy Loren, por cierto.
-Si... escuché tu nombre mientras hablabas con Ezra. Por cierto, lindo nombre.
-Bien, todos – Dijo el hombre – Vamos a partir.
Con todos con las ventanas cerradas y cubiertas, dejaron de descansar, se pusieron los cinturones y sintieron como el autobús empezó a moverse.
Sin embargo, algo extraño empezó a suceder. Mientras más avanzaba el autobús, se sentía menos rígido. Era como si estuviera volando. De la nada, el mismo autobús empezó a agitarse bruscamente. Todos los pasajeros sintieron turbulencias, cosa que no tenía sentido alguno.
Los temblores del autobús fueron hostiles, pero la peor parte estaba por venir. De la nada, el autobús dio un giro de 180 grados, dejando de cabeza a todos. Loren accidentalmente había caído de su asiento, siendo agarrada por Grant.
-Te tengo, pequeña – Dijo alegremente – Eh tú, Ezra. Ayúdame a subirla.
-Claro – Dijo Ezra, tomando a Loren con ayuda de Grant y acomodándola en su asiento – Ten más cuidado – Dijo Grant a Loren.
Las turbulencias siguieron durante varios minutos. Sin embargo, conforme pasaban los segundos, se hacía cada vez más estable el autobús. De la nada, el mismo volvió a su posición original. Todos habían quedado completamente confundidos, aterrados y mareados. Varios vomitaron y otros se desmayaron.
-Damas y caballeros – Dijo el hombre cuando el autobús empezó a disminuir su velocidad, y se detuvo – Ya llegamos. Pueden levantarse, estirarse y prepararse para su estancia en su nuevo hogar. El instituto LYNX les desea mucha suerte.
Todos los pasajeros dejaron el autobús, viendo que habían llegado a lo que parecía ser una base militar, con varias luces y sin ventanas, evitando que se viera el exterior.
-Es un placer conocerlos – Dijo un hombre delgado, con cabello ordenado, aretes y perforaciones en su oreja derecha y con lentes algo oscuros, quien recibió a todos los ex presidiarios – Ustedes son los primeros reclusos en estudiar en este instituto. Mi nombre es Martin Anthon Wayne E., pero pueden llamarme solo Martin o Sr Wayne.
Siendo guiados por oficiales, los nuevos linces fueron hacia el interior del instituto.
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