[ C a p í t u l o - (2 1) : Ellos - se - robarán - a - mis - niños ]

William quedó impactado al ver aquella cosa, con fetos vivos, aunque con un movimiento lento, retorciéndose con la poca vida que a ellos les sobraba. Era impactante y a la vez algo grotesco; mucho más de lo que William había pensado que podría ser. Esto era una locura para William, quien todavía no podía creer que eso estuviera pasando. Era increíble en todos los aspectos.

-Extraño espécimen – Dijo asombrado William, quien solamente podía seguir contemplando el cadáver.

William, además, vio como estos niños no sufrían al nacer, o lentamente salir de la vagina de aquel cadáver. Eran más como marionetas mórbidas riendo a carcajadas infantiles, mientras su propia viscosidad los dejaba caer lentamente al suelo.

Todos esos fetos o bebés deformes todavía tenían una forma distinguible, aunque con un aspecto desagradable en lo absoluto. Lentamente se despegaban de su madre, con un intento desesperado de poder nacer. Lo repulsivo se encontraba en la simple idea; a William le parecía prometedor.

El cadáver parecía estar estático, no obstante, lentamente sus extremidades comenzaron a movilizarse, como si se tratase de una marioneta hecha por un demente con la cabeza demacrada. Los movimientos eran robóticos y antinaturales, tan remarcados que no hacían sino ser incomodos a la vista.

Erika, en su intento por recuperar su vida, comenzó a moverse lentamente mientras varios fetos caían lentamente a suelo. El calor en la zona de tuberías y el putrefacto hedor que desprendían aquellas criaturas amorfas no hacía sino más desagradables las imágenes que William presenciaba. Con sus fuerzas más profundas, venidas de un averno sin precedente, el cadáver de Erika gritó, como una madre desesperada.

- ¡ELLOS SE ROBARÁN A MIS NIÑOS! ¡AHHHHH! – Erika no podía detenerse en su pandemonio - ¡ELLOS SE ROBARÁN A MIS NIÑOS! ¡NOOOOOO! ¡AHHHHHHHH!

Sus alaridos eran tan caóticos que los fetos emergentes de ella también gritaban, aunque era más un llanto infantil ahogado por el poco desarrollo de sus cuerdas vocales. Los bebés sufrían su nacimiento y su vida al mismo tiempo, como si añoraran morir. El gritó seguía emergiendo del putrefacto rostro de Erika, el cual, sin ser más que una demacrada calavera con poca carne, seguía llorando y lamentando un miedo sin sentido.

- "¿Ellos se robarán a mis niños?... ¿Qué significa eso?" – William pensó un poco en lo curioso que era el dialogo que aquella criatura repetía constantemente.

La criatura se estaba desprendiendo del lugar en donde se encontraba pegada, solo para dejar tras de sí varias gotas de aquel liquido extraño y viscoso que antes había sentido William. La criatura, tras unos momentos, logró desprenderse por completo de su prisión, solo para mostrar una criatura amorfa en la espalda del cadáver, la cual tenía la forma de una hallucigenia (Un animal extinto del periodo Cámbrico), sin embargo, este mismo tenía sus patas o extremidades incrustadas en una espalda desnuda y demacrada, con las costillas expuestas, de lo que antes fue una bella mujer.

William miró horrorizado y a la par, asombrado, aquella criatura que era más una creación digna del escritor H.P. Lovecraft. No tenía sentido alguno y tampoco buscaba ser algo con cierto asidero. William pudo notar dentro de aquella cosa que algo no estaba bien; el instituto L.Y.N.X. no era un lugar normal.

Levantándose bruscamente, el cadáver de Erika miró a los ojos a William, gritando con sus muertas cuerdas vocales.

- ¡ELLOS SE ROBARÁN A MIS NIÑOS! – El final de la frase fue distorsionada por la muerte de las cuerdas vocales, solo produciendo un chillido cósmico, proveniente de la criatura, quien gritaba como una rata o una especie de animal chillante.

La criatura dejó de fingir ser humana al momento que la cabeza de Erika se deformó, pareciendo una muñeca y sus maxilares fueron separados de forma espectacular por un manojo de tentáculos, los cuales tenían escamas y manchas oscuras. Estos mismos se metieron en las cuencas vacías del cadáver de Erika y lentamente fueron deformando la figura de lo poco humano que era Erika para tomar una apariencia más infernal. Los fetos fueron arrastrados de regreso a la madre con más tentáculos emergentes de la vagina del cadáver.

William, impactado por una situación que lo supera, buscó alguna salida de la sala de calderas, encontrándose con un camino pequeño, repleto de tuberías calientes. Quizá sería un escape doloroso, pero tenía que intentarlo.

Así que, viendo la situación, William tomó un impulso rápido y se introdujo con fuerza y precisión entre las tuberías de gas, recibiendo varias quemaduras en su abdomen y sus brazos. Los quejidos de William eran silenciosos, sin embargo, su miedo era penetrante. El cadáver de Erika seguía desfigurándose hasta el punto de que sus piernas fueron partidas en dos, con un liquido viscoso entre esa división y se convirtieron en otros tentáculos, ahora con restos de lo que antes fue un cuerpo humano.

Erika dejó de ser lo que era y ahora no dejaba de ser un "algo". Algo sin sentido, fuera de toda razón y comprensión humana. Su cuerpo había dejado de ser algo humano y su piel era un adorno repleto de los rostros de sus hijos muertos.

William había dejado caer accidentalmente la linterna y esta se había destruido, dejando a oscuras a William, quien buscaba un camino para poder salir de las tuberías sin ninguna afección. Se guiaba del ruido del ambiente para comprender donde era que se encontraba aquella monstruosidad y no seguir aquel alarido cósmico.

Los espacios eran más pequeños conforme pasaba el tiempo y el aire era más caliente; la garganta de William se secaba de forma atroz.

Para fortuna de William, se encontró con una luz, una pequeña luz que le avisaba que estaba en donde estuvo al momento de descubrir a Erika; el pasillo de las puertas metálicas.

Desesperado, emergió de aquel manojo de tuberías, sin mucha suerte, pues un tentáculo lo había tomado por su pierna derecha y no le daba la oportunidad de escapar. Probó golpearla, pero este tentáculo parecía no poder ser dañado por nada físico. Con un poco de desenfreno y desesperación, postró su pierna en una de las tuberías de gas, con el tentáculo puesto, causando que el chillido de la criatura fuera mayor y el tentáculo se desprendiera de su pierna.

Causando que se cayera, William se levantó de forma presurosa y comenzó a caminar con paso acelerado, alejándose de las tuberías de gas lo más rápido posible. No podía creer lo que había visto; no parecía real, en lo más mínimo. Era acojonante para él sentir aquella presencia inhumana e interplanetaria en un sitio que, en teoría, seguía en la tierra.

Al instante que William regresaba en sus pasos, con el fin de llegar a la gran estancia, un nuevo anuncio era dado por la misma voz femenina, con esa esencia frustrada. Anunciaba a una nueva persona o alguien más, perteneciente al personal del instituto L.Y.N.X.

"Atención a todo el personal y miembros del programa de LYNX. Démosle una cordial bienvenida a la psicoanalista, ganadora de un premio nobel y varios reconocimientos. Principal aportadora del Manual diagnóstico y estadístico de trastornos mentales en su sexta edición, un aplauso para Jactziry Yamilet Baltierra"

De forma inexplicable, toda la muchedumbre, incluyendo a su grupo, con Grant y Loren muy cerca entre ellos, aplaudieron a la llegada del nuevo miembro. Era un tanto extraño ver a mucha gente, para William; era incomodo.

William vio a la psicóloga, quien se vestía con un traje blanco y zapatillas negras. Tenía una camiseta negra debajo de su saco y llevaba una bolsa de manos entre su brazo izquierdo y su cintura. Tenía la tez morena y su cabello era negro y corto. Sus ojos se mostraban alegres y emocionados, pero algo no andaba bien; quizá sería por el ambiente tan conglomerado que le hacía sentir nauseas a William, sin embargo, algo extraño tenía aquella psicóloga.

- ¿Jactziry? – Dijo William para sí mismo – Es de algún sitio de Latinoamérica, creo yo.

El Dr. Rivers dejó un micrófono para que la psicóloga pudiera hablar tranquilamente con los reclusos y el personal.

-Muchas gracias a los encargados y a los voluntarios del programa. Creo que hablo por todos al expresar nuestra emoción al momento de trabajar con ustedes en búsqueda de una nueva oportunidad para poder vivir una vida mejor que la que tuvieron hasta este momento. Muchos de ustedes se encuentran aquí porque buscan un verdadero cambio y les prometo, desde mi corazón, proveniente de una tierra cuya esperanza ha muerto, que tendrán el cambio que tanto desean. De parte mí, para ustedes.

Como ignorantes focas o leones marinos, la muchedumbre comenzó a aplaudir a un discurso. Un discurso que pudo ser conmovedor para todos pero era un chiste barato para el albino. William notó perfectamente la falsedad dentro de las palabras con esperanzadora fantasía que producía aquella cosa.

- "Podrás engañarlos a todos ellos, con ese discurso barato, pequeña mujer latina. Pero a mí no. Conozco bien la tierra de donde provienes, que, sin saber qué país en específico, todos cumplen el mismo requisito; autoridades con lindos parajes en palabras muertas y artificiales. Engaña al mundo entero, y este mismo conspirará en tu contra, no por el destino. Tus elecciones son tu penitencia" – Dijo William en su mente, a la par que aplaudía sarcásticamente.

Los miembros del instituto y los reclusos voltearon a verlo, a la par que sus palmas, de forma lenta y arrogante, aplaudían a un discurso, con un ímpetu de arrebato egocéntrico. La psicóloga se había dado cuenta, por lo que solo miró con calma a William, sin mostrar ninguna señal de incomodidad.

-Señor – Dijo la psicóloga - ¿Qué hace allí?

-Solo busco ver bien a quien nos da unas bellas palabras – Dijo William, mintiendo y con voz fuerte.

-Oh – Dijo la Dra. Baltierra.

-Si me permite, voy a acercarme – Dijo William.

Acercándose lentamente, caminó hacia el resto de los reclusos, encontrándose de frente a Grant, Loren, Lewis, Ezra, Edward, Josef y Paola.

-Mucho gusto volverlos a ver, muchachos – Dijo William con voz baja.

-De acuerdo – Dijo la Dra. Baltierra para poder continuar con su discurso y palabras agradables. Ninguna de ellas logró convencer a William en lo más mínimo, y menos lo harían tras descubrir una criatura de tal magnitud como Erika en aquel sitio.

A la par que las palabras del circo bananero de Baltierra emergían, William se preguntaba que era lo que había descubierto y si esto tendría algún tipo de repercusión a futuro. No pudo detenerse a mirar solamente a la psicóloga, buscando por todas partes algún indicio de que allí, de alguna forma, se encontraba Erika.

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