IV
Londres, Inglaterra,
La ciudad de Londres estaba abarrotada de gente como siempre, sus calles eran amplias y enormes, los carros y diligencias recorrían las avenidas en todas direcciones.
Londres era húmeda y rara vez brillaba el sol, pues Inglaterra se encontraba siempre bajo densas nubes de lluvia. No se parecía en nada a las cálidas tierras de España o el clima tropical del nuevo mundo. Pero ese día, algunos rayos de luz del mediodía penetraban entre las densas nubes mientras la neblina se disipaba y se aclaraba el día.
Un hombre elegante de pelo liso y marrón, y ojos azules que llevaba unas prendas muy semejantes a las prendas que llevaba Hornigold en sus años de corsario. Le seguía una escolta de cuatro casacas rojas, y entraba con ellos en la Catedral de St. Paul.
El hombre tenía un rostro muy apuesto, marcado en batalla por una horrenda cicatriz en su mejilla izquierda.
Entró en la catedral junto a sus escoltas. Las puertas de la catedral eran inmensas, talladas a partir de roble oscuro y esculpidas con las más elegantes imágenes florales y cuyos pomos dorados estaban lo bastante pulidos como para reflejar cual espejo.
La catedral era inmensa por dentro, casi que parecía ser más grande por dentro que por fuera. La nave central era una enorme caverna donde el eco de las pisadas de los hombres era lo único que se podía escuchar, algún que otro tosido, y una gotera que había en una esquina, donde habían puesto varios cubos de madera para recoger el agua que caía.
El hombre se dirigió hacia una de las bancas del frente, donde se sentaba la nobleza en misa, y donde había un hombre viejo con una peluca negra estaba arrodillado rezando al frente de la banca, junto a una bella niña de piel de porcelana muchísimo más joven que él haciendo lo mismo.
Ambos llevaban las más lujosas prendas marcando y destacando su posición en la sociedad.
El hombre levantó la mano, no por encima de la cabeza señalando a su escolta detenerse. Y eso hicieron.
Se acercó a la pareja y los saludó mientras se quitaba el sombrero y hacía una reverencia:
-"Señor Hamilton, señorita Hamilton"
El hombre anciano giró la cabeza y al verle se levantó y fué hacia él.
-"Rogers, veo que tu puntualidad sigue sin ser tu fuerte. Llegas casi diez minutos tarde" dijo Lord Hamilton con una voz áspera, según unos decían, como si te arrastrasen un papel de lija por la cara.
El hombre escoltado era nada más y nada menos que el famoso cazapiratas el capitán Woodes Rogers. El hombre anciano era Lord Dreyfuss Hamilton, el gobernador de Charles Town, en Virginia. Su hija, la niña sentada a su lado no tenia nada más de 16 años, Lady Aveline Hamilton.
-"Disculpe mi tardanza mi Lord. Encontré algunos imprevistos viniendo hacia aquí." Se disculpó Rogers.
El ceño de Lord Hamilton se frunció y enfadado exclamó:
-"¿¡Imprevistos!? ¿¡Que tipo de imprevistos!? ¡Dejese de mierdas Rogers!" El eco de sus palabras resonaron por toda la catedral mientras la gente se giraba hacia él atónita.
Rogers carraspeó y con un gesto de la mano invitó a Lord y Lady Hamilton a salir de la catedral, mientras salían Rogers explicó:
-"Se vé, mi Lord, que una banda de piratas ha escapado de Sevilla, con una de nuestras galeras de esclavos asignada a los mercaderes portugueses de la isla de Príncipe. Se ve tambíen de que les dirigía el infame capitán Armadur Inmortan. Creemos que fondeará en las Canarias o en Príncipe para aprovisionarse para hacer el viaje a Nassau."
-"¿Me has hecho esperar tanto por un puto pirata?, jodidos españoles, no saben ni ejecutar a piratas correctamente. No se cómo se han hecho con el control del mundo." Respondió Lord Hamilton a lo que Rogers en seguida respondió de manera calmada pero rápida
-"No es sábio hablar mal de los españoles a sus espaldas, le recuerdo que aun que no estemos en guerra, ellos tienen tantos espías aquí como nosotros en España. En cuanto al asunto de los piratas. He enviado un mensaje a nuestros amigos de las compañías esclavistas portuguesas en Príncipe por si ven una fragata secuestrada.
No creo que vayan a las Canarias siendo territorio de los españoles."
-"Los piratas son estúpidos, seguro que cometen algún error por el camino." Remarcó Lord Hamilton
-"Durante los últimos diez años he aprendido a no subestimarlos, a veces logran sorprenderte cuando menos te lo esperas. Y este pirata, Inmortan, no es un pirata cualquiera, sabe como moverse por cada recoveco y escondite de estos mares, al igual que en tierra." Le respondió Rogers
-"Eso decís, he oído hablar de ese tal Inmortan. Sandeces todo lo que se dice de ese hombre." Se burló Lord Hamilton.
Los hombres y la muchacha y la escolta salieron de la catedral y entraron en una lujosa diligencia empujada por cuatro caballos.
-"¿Puedo saber ahora el motivo por el que me ha citado Lord Hamilton?" Preguntó Rogers.
-"Por supuesto, Rogers. Como habrás oído, he de ser nombrado el nuevo gobernador de la isla de Nueva Providencia, la cual en estos momentos esta infestada por esos putos piratas de mierda. Para empezar, no me interesa ese jodido peñasco en medio del océano. Así que se pueden meter ese nombramiento por donde yo les diga. Pero sigue habiendo el problema de los piratas, ahí es donde entra usted. Necesito que hagas lo mismo con Nueva Providencia como lo que hiciste con Madagascar. ¿Capiche?" Lord Hamilton le respondió, mientras la diligencia se dirigía a la residencia Hamilton en Londres.
-"Entiendo, y si he de ser osado y preguntarle de nuevo, si no desea la isla, ¿por qué me contrata a mi para erradicar a los piratas?"
-"Los piratas de Nassau acosan y atacan mis naves mercantes constantemente, y estoy perdiendo bastante oro, y eso me jode. No voy a permitir que esos babuinos se enriquezcan a mi costa. Serán mi ruina, se lo aseguro. Más si vos eliminais la amenaza pirata, hablaré con el mismo rey Jorge para que vos seais nombrado como gobernador en mi lugar, de esa isla. ¿Le complace?" El interés despertó en la cara de Rogers en cuanto oyó aquellas palabras.
-"Sería todo un honor, mi Lord"
La muchacha se recolocó un broche floral que llevaba recogiendo su pelo, miró con interés a Rogers y dijo,
-"Luchar contra piratas, viajar en bote, desenterrar tesoros. ¡Debe de ser toda una aventura! ¿Es así capitán Rogers?" Preguntó la muchacha Hamilton a Rogers mirándole con cierta curiosidad.
Rogers alzó la mirada al bello rostro de la joven y sonrió muy galantemente.
-"Es una tarea dura milady, combatir piratas siempre llena a uno de emociones no siempre buenas he de decir. Los tesoros enterrados no son más que historias de hecho, no he conocido a ningún pirata lo suficientemente estúpido como para hacer semejante cosa, de hecho son bastante audaces, y la mayoría saben lo que hacen, es una especie de crimen organizado a escala naval. Y si me permite corregirla, nosotros viajamos en naves, o barcos, milady."
-"¡Que interesante capitán Rogers! Y dígame, ¿cual es la diferencia entre una nave y un bote?" Pregunto la joven con curiosidad,
-"Veréis, piense en un bote, más que en un medio de transporte, en una herramienta, son pequeños y manejables sin velas e impulsados por remos, sirven para salvar la vida de los tripulantes en caso de que la nave o barco naufrague. Un barco puede llevar botes, pero un bote no puede transportar barcos"
-"Disculpe a mi hija, capitán. Es muy fisgona en ocasiones. Le han hablado muy bien de vos." Disculpó Hamilton refiriéndose a su hija
-"¿Eso han hecho?" Preguntó a continuación el buen capitán
-"Sí capitán, y he leído su libro también. 'Un desdichado viaje por el mundo', lleno de aventuras y emociones" afirmó la joven Hamilton
-"Oh, me resulta muy interesante que haya leído una de mis novelas, es una de mis mejores he de pero he de cambiarle el nombre, no me convence.
No creía que a una joven muchacha como vos le interesase tanto mis hazañas y desdichas" contestó intrigado Rogers.
Lord Hamilton se giró a mirar la ventana del carruaje con rostro enfadado, y regañó a su hija para que no molestase más al capitán.
-"Digame Rogers, ¿como acabó usted exactamente con la vida pirata en Madagascar? Por aquí en Inglaterra solo han llegado rumores de que les dio caza a esos monicacos tan hijos de perro hasta erradicarlos a todos."
Rogers se giró hacia Lord Hamilton, y le contestó
-"No son del todo cierto esos rumores, veréis que son hombres también, corderos sueltos que han de encontrar el camino de vuelta al redil que es Inglaterra. Simplemente les di a escoger entre volver a Inglaterra pobres como ratas pero libres, o colgar del cuello hasta morir. A los más astutos les puse a mi servicio como corsarios de su majestad, algunos de los cuales me han acompañado hoy hasta Londres y resguardar mi residencia aquí en la ciudad."
-"E imagino que impondrá las mismas condiciones en Nueva Providencia" señaló Lord Hamilton con un tono asqueado
-"Así es mi Lord" Respondió Rogers Desafiantemente
-"Pfft, si por mi fuera los mataría a todos y hundiría sus naves en en fondo del océano" replicó Lord Hamilton
La diligencia se detuvo, habían llegado a la Hamilton Manor, la residencia de Lord Hamilton y su familia.
-"Hora de bajar capitán, hemos llegado" le dijo Lord Hamilton a Rogers.
-"Por supuesto mi Lord" Rogers bajo del carruaje, al igual que el resto.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top