Última noche en París.

— ¿Aló? ¿Trish? — Giorno caminó nervioso por la habitación, haciendo su mayor esfuerzo para no delatarse a sí mismo de cómo se sentía, sujetó con fuerza el celular que llevaba pegado en la oreja, como si temiera que en cualquier segundo éste caería, y, al ver que Buccellati salía del baño, tomó apresuradamente una toalla y se metió a aquel lugar, siendo recibido con rapidez por el vapor del agua caliente que Bruno había usado—. ¿Si te dijo Abbacchio lo que sucedió? ¿Vas a poder estar sin mí?

El rubio empezó a desvestirse hasta quedar completamente desnudo, abrió la llave de la regadera y metió una mano para tomar la temperatura del agua; tenía que calibrarla para que saliera tal y cual como le gustaba.

—Bien, cualquier cosa me llamas. Nos vemos mañana en el aeropuerto — Giorno finalizó la llamada, dejó el celular sobre la barra que se encontraba cerca del lavamanos y suspiró con pesadez para después ver su reflejo en el gran espejo que había frente a él.

Estaba al extremo nervioso, ambos habían terminado en un hotel romántico de París: Shangri-La. Con mucha suerte, consiguieron hacerse con una habitación en aquel lugar, pero el trato que recibieron por parte de los empleados, sin contar la decoración que había en el cuarto, le hicieron saber que creían erróneamente que se trataba de una pareja más celebrando su luna de miel. Quizás no estaban ahí por esas razones, pero... Giorno observó como sus mejillas cambiaban de color ante sus pensamientos, agitó la cabeza con rápidez y corrió hacia la regadera para dar inicio con su ducha; no quería hacerse ideas equivocadas, creía que aún era temprano para pensar en ese tipo de cosas.

Sin embargo, recordar la reconciliación que tuvieron por culpa de los celos hacía que su cuerpo se despertara. Le apenaba admitir que quería sentir nuevamente los labios de Buccellati en los suyos, sus cálidas manos acariciando su piel y esa electricidad que recorrió tan abruptamente su cuerpo; y ahora que ambos tenían la privacidad necesaria para conseguirlo, era imposible quitar esas ideas de su cabeza. Teniendo esas memorias presentes acarició suavemente sus muslos externos, tratando de recrear la sensación que Bruno le había dejado cuando lo cargó para llevarlo hasta la cama; maldición, se preguntaba si el azabache tenía los mismos pensamientos que él.

—Giorno — la voz del mayor que se escuchó afuera del baño hizo que el mencionado hiciera un sobresalto—, la cena ya está aquí; iré a la tienda por unas cosas, ¿necesitas algo?

—No, gracias — respondió el rubio con dificultad, esperando que el tono de voz que había usado hubiese sido suficiente para que el contrario lo escuchara.

—Bien, ahora regreso — Buccellati se despidió sin más, cerró la puerta de la habitación seguro, aunque dudaba que lo necesitara por la seguridad que parecía haber en el hotel, y empezó a caminar; se había jurado a sí mismo no salir de nuevo, pero le fue imposible.

La tentadora idea de que ambos finalmente estarían solos era un motivo más que suficiente para comprar cosas que necesitaría; quería verse preparado por si la situación lo ameritaba. Se lamentaría si en medio de la acción Giorno preguntaba por las cosas y él le tuviera que responder que no las traía con él; eso, obviamente, arruinaría el momento. Permitió que un suspiro se escapara de entre sus labios; ambos ya estaban lo suficientemente grandes para saber lo que quieren, él entendería a la perfección la decisión final del contrario.

Bonsoir — saludó una jovencita al notar que Buccellati había entrado al local, rápidamente arregló sus ropas al notar que tenía un buen parecido y le dio de codazos a su compañera para que hiciera lo mismo.

El azabache les dedicó una radiante sonrisa, atrayendo por completo su atención, pidió lo que creyó necesitar para la noche e hizo una aclaración con uno de los productos, tenía que verificar que el tamaño fuera el correcto, ocasionando que ambas enfermeras intercambiaran unas pícaras miradas que no fueron para nada discretas; Buccellati entró algo en pánico al ver la reacción de las chicas, la cual era la que normalmente recibía siempre que pedía preservativos, no quería que Giorno se asustara.

Buccellati, después de las compras que realizó, abrió la puerta de la habitación, observando como un rubio corría asustado de vuelta al baño, sin darse cuenta que la toalla que lo cubría se había quedado atorada en la esquina de la mesa dejando evidente su desnudez; el azabache no tardó en reaccionar a tiempo, cerró la puerta temiendo que alguien del exterior viera a su pareja que había quedado en shock por el accidente que acababa de ocurrir, y dejó la bolsa con las compras que había hecho sobre la cómoda que estaba al lado de la cama.

— ¿Nos iremos directo al postre? — Interrogó Buccellati con un tono de diversión en su voz, se quitó el abrigo que llevaba puesto y lo dejó acomodado en el respaldo de una de las sillas mientras su mirada contemplaba como la luz de la luna bañaba generosamente la desnudez del rubio; estaba fascinado por lo bello que se veía.

— ¡Lo siento! — Giorno quería que la tierra se lo tragara, estaba tan avergonzado por hacer una escena tan patética frente a la persona que le gustaba, jaló la toalla para llevara consigo e intentó cubrir su parte frontal como pudo; su miembro había despertado por el hecho de que el azabache lo hubiese visto de aquella manera y le apenaba ser descubierto—. Olvidé la ropa afuera y vi la comida... No me resistí en probarla un poco.

—Ten cuidado la próxima vez — Bruno hizo una pequeña risa, pareciéndole divertida la torpeza de su pareja, se sentó en la orilla de la cama para descansar un rato y observó a través de la ventana el cielo estrellado junto a una parte de la torre Eiffel; estaba haciendo su mayor esfuerzo para no atacar a Giorno, no quería que se asustara—. Apresúrate para comer juntos.

El rubio asintió con la cabeza, caminó lentamente para no darle la espalda al contrario y, antes de ingresar al baño, se quedó quieto para observar a su pareja; le pareció tan extraño que no hubiese intentado siquiera hacer algo, por un momento se preguntó si no le gustó lo que había visto. Sus dudas no dejaban de rondar por su cabeza, se sintió mal consigo mismo por pensar que no era lo que Buccellati quería. A lo mejor necesitaba ganar un poco más de músculo o bajar de peso, no lo sabía, pero necesitaba aclarar las dudas que aparecieron rápidamente en él.

—Buccellati... — Titubeó Giorno, avergonzado por lo que iba a preguntar, desvió su mirada un poco molesto y tomó tanto aire como pudo—. ¿Yo no te gusto...?

— ¿Ah? ¿A qué viene eso? — El azabache dirigió su mirada hacia el contrario, sorprendido por la pregunta tan inesperada que lanzó su novio, y, al notar que él no respondería, decidió continuar—: claro que me gustas.

— ¿Entonces por qué no...? — El menor tuvo que apretar los puños para conseguir algo de fuerza, tenía miedo de escuchar una respuesta que no quería recibir—. ¿Entonces por qué no intentaste... ?

— ¡Pfff! — Buccellati se le escapó algo de aire al querer reprimir una carcajada que estuvo a punto de soltar, pocos segundos después, un poco más serio al notar que al contrario no le causó ni un poco de gracia, su mirada salió disparada hacia el rostro sonrojado de Giorno y se fue acercando lentamente a él para tomarlo suavemente de los hombros, consiguiendo que sus ojos se encontraran con los suyos—. ¿Estabas tratando de seducirme, Agioletto?

—No, no, no — el rubio tartamudeó de los nervios, lo que había pasado con la toalla fue un completo accidente, intentó desviar nuevamente su mirada, pero el contrario lo impidió sujetándolo de la barbilla.

—Bueno, entonces — el mayor fue bajando su rostro hasta que consiguió sentir la respiración del contrario en la punta de su nariz, dio un vistazo rápido a los labios rosas que tenía enfrente y los regresó a los ojos turquesa de su novio, haciéndole entender lo que quería—, puedes irte si no quieres nada, pero si me besas, entenderé que podemos ir a la siguiente fase.

Giorno no iba a retroceder, su última noche en París con el chico de sus sueños tenía que ser especial; se lanzó hacia el contrario para besarlo con pasión, mientras rodeaba su cintura con sus piernas, dándole igual si la toalla quedaba en medio de los dos, acarició con cuidado su espalda, quitándole la camisa que llevaba puesta para dejar su torso expuesto, y sintió cómo sus muslos volvían a ser sujetados con firmeza, volviendo a experimentar aquella electricidad que sintió la primera vez que Buccellati lo había hecho.

A ambos les quedaba una larga noche de la cual estaban seguros que no desperdiciarían ni un solo segundo.

❋ ❋ ❋ ❋ ❋

Buccellati y Giorno estaban acostados, viendo el techo mientras el cansancio en ellos se hacía presente; no tenían la menor idea de qué tanto tiempo estuvieron haciéndolo, pero por los condones que había en el suelo les daba una ligera idea de que habían pasado horas. El rubio estaba recostado sobre el pecho del contrario, escuchando como su respiración agitada iba disminuyendo para empezar a normalizarse, la sonrisa que tenía dibujada en su rostro indicaba su gran buen humor y estaba a nada de quedarse dormido.

—Buenas noches, Zuccherino — el rubio cerró los ojos mientras se acomodaba un poco en el cuerpo del contrario, buscando una posición cómoda para dormir sin tener que alejarse de él.

—Buenas noches — Buccellati le depositó un tierno beso en la frente, acarició suavemente su espalda y cerró los ojos, dispuesto a dormir un rato.

Sin embargo, la alarma de los dos sonó a los pocos minutos, indicándoles que debían de alistarse para dirigirse al aeropuerto.

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Muchas gracias a todos los que estuvieron siguiendo este ShortFic!!! Se suponía que la actualización era para ayer, pero por muchas cosas que no mencionaré no conseguí hacerlo jaja

Pero espero lo hayan disfrutado!!!

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