Amor en la torre Eiffel

Giorno había sido el segundo en despertar de todos, aprovechó para darle un pequeño beso en la mejilla a la persona con la que había pasado la noche y lo contempló por un par de segundos, agradeciendo enormemente al universo por haberle permitido cumplir uno de sus tantos sueños que empezaron a aparecer en él con el surgimiento de aquel sentimiento de amor. Quería probar aquellos finos labios del contrario, pero la duda de la situación actual de su relación no se lo permitía; primero tenía que ponerle fin a su incertidumbre para poder hacer ese tipo de cosas con normalidad. Aunque, ¿no era muy temprano para pensar en ese tipo de cosas? Apenas habían transcurrido un par de meses desde que ambos estaban al tanto de que tenían sentimientos el uno por el otro, no quería verse apresurado, pero, ¿no se suponía que era así el amor? 

El rubio salió de la habitación minuciosamente, siendo precavido para no despertar a nadie, caminó por el pasillo hasta llegar a la sala del departamento y, antes de que pudiera dirigirse a la cocina, se encontró a Trish intentando alcanzar un paquete de harina que estaba en la parte más alta de la estantería. 

—Ah, Giorno, buenos días — saludó la joven con una pequeña sonrisa dibujada en su rostro, volvió a girarse para ver nuevamente la harina e intentó alcanzarla poniéndose de puntitas—. Voy a preparar el desayuno para todos. 

—Ten cuidado — Giorno se acercó a ella al notar que había perdido el equilibrio, estiró uno de sus brazos para atraparla desde la cintura y, con la otra mano, sujetó el paquete que estaba a punto de caer al suelo; sin embargo, no se percató de los platos que salieron rodando hasta tocar el piso—. ¿Estás bien? 

— ¿Qué está…? — Narancia acababa de llegar a la sala para verificar lo que había provocado aquel sonido, se quedó congelado al ver a la pareja de aquella manera y sintió como el enojo se iba apoderando lentamente de él—. ¡¿Qué hacen?! 

Ambos se separaron sin pensarlo dos veces, pero no habían sido lo suficientemente rápidos para evitar que los demás los encontrarán de la misma manera que Narancia quien, con su gritó de sorpresa combinado con furia, alertó a los demás para que se apresuraran a ir a dónde estaba él. 

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Después del desastre de la mañana, todos del grupo optaron por desayunar en algún restaurante cercano e ir de compras al centro comercial; tenían que reponer los platos que se habían quebrado accidentalmente y comprar ropa de chica para la persona que le tocó fingir ser una. Giorno estaba cansado de estar dando vueltas por el lugar, lo único que quería era sentarse para descansar un rato, pero tenía que estar al pendiente de Trish si no quería vérselas con su diabólico padre, lo cual lo obligaba a posponer la plática que quería tener con Buccellati para explicar lo que realmente había sucedido en la cocina. La chica se quedó quieta, observando un pequeño puesto de flores, se acercó lentamente para que se notara su interés en dichas plantas y se giró para ver al rubio, quien también observaba con atención los diferentes colores que resaltaban el lugar. 

—Me encantaría recibir un ramo de tulipanes — comentó la joven en voz alta al darse cuenta que Abbacchio y Buccellati se encontraban cerca de ellos dos, su intención era que el azabache escuchara su conversación y diera el primer paso que la chica anhelaba con desespero—. ¿Sabías que los tulipanes tienen un significado diferente por su color? Lo leí en internet — fue acercándose discretamente a donde había visto a Buccellati, siendo seguida por Giorno, quien no entendía lo que estaba intentando hacer—. ¡Ah, Buccellati, Abbacchio! No me había dado cuenta que estaban aquí. 

Los dos se limitaron a intercambiar miradas, preguntándose a quién le estaba intentando hacer llegar aquella indirecta. 

— ¡Abbacchio! — Mista llegó donde el mencionado agotado por haber corrido con rapidez, se detuvo a tomar aire por un par de segundos y lo tomó del brazo para empezar a jalarlo—. Tienes que ayudarnos, Fugo se está peleando con un mimo. 

El albino se quedó pensativo un par de segundos, pensando que se trataba de una broma, arqueó una de sus cejas al mismo tiempo que dirigía su mirada al azabache, quien le hizo un ademán para que se fuera, y se permitió ser conducido por Guido hasta donde quisiera que fuese la pelea. 

— ¿Deberíamos de ir también? — Cuestionó Giorno un tanto preocupado por la situación, dio un par de pasos para asomarse por el corredor en el que Abbacchio y Mista desaparecieron y se regresó para no dejar solos a los dos que quedaban. 

—No — respondió Buccellati rápidamente mientras caminaba al sentido contrario de donde sus amigos se habían ido—. Nosotros podemos regresar en caso de que les nieguen la entrada. 

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La torre Eiffel era una estructura que dejaba impresionados a todos los que tenían la oportunidad de verla tan cerca, reconocida por ser un símbolo característico de miles escenas de romance que se podían encontrar tanto en películas como en novelas, y está vez no sería la excepción. 

Era de noche y el juego de luces había empezado, cambiando drásticamente el nivel de admiración que causaba en los visitantes. Aunque Giorno no tenía mucho tiempo para distraerse, estaba concentrado en encontrar una bolsa de las compras que Buccellati había hecho en la mañana; antes de que se fueran a dormir, el azabache se percató que había olvidado una bolsa durante la visita a la torre y, como ya todos estaban cansados, el único que lo quiso ayudar era el rubio. Aunque encontrar la bolsa no era su única intención; quería hablar sobre dos temas que lo estaban empezando a marear. 

El primero que llevaba arrastrando desde hace tiempo: cuál era la relación que los dos estaba teniendo en ese momento; y la segunda, que en realidad no tenía mucha importancia, era explicarle lo que había sucedido con Trish en la mañana. No quería que él también pensara cosas que no eran. 

—Giorno — Buccellati tocó suavemente el hombro del mencionado para atraer su atención, mantuvo oculto detrás de él un ramo de tulipanes que había comprado hace un par de minutos y le dedicó una cuando él volteó a mirarlo. 

El azabache sabía que tenía un asunto que arreglar con el contrario, pero estaba obstinado en encontrar un momento especial para que fuera digno de recordarse. ¿Y qué más especial era presenciar el asombroso espectáculo de luces de la torre Eiffel? Finalmente le haría esa pregunta que determinaría su situación amorosa. 

— ¿La encontraste? — Cuestionó Giorno mientras ladeaba suavemente su cabeza, observó el vaho que salía de su boca por el frío que empezaba a hacer y, en un abrir y cerrar de ojos, divisó el ramo de tulipanes blancos y rojos que llevaba el contrario; sus mejillas le gritaron al contrario lo nervioso que aquel detalle lo había puesto, no se esperaba algo así.

—Giorno, debí decirte esto hace mucho tiempo, pero quería que fuera algo especial — Buccellati le entregó aquel ramo de tulipanes y sujetó la mano libre del contrario para ponerla entre las suyas; las personas que los veían simplemente se sonreían por la escena que ambos estaban haciendo—. ¿Quieres ser…? 

— ¡Sí! — El rubio se lanzó hacia sus brazos sin esperar a que terminara con la pregunta, no necesitaba esperar a escucharlo porque los tulipanes ya se lo habían dicho, se separó un poco de él para ver su rostro y, con toda la valentía del mundo, depositó un tierno beso en sus labios, el cuál se alargó por un par de segundos convirtiéndolo en algo romántico. 

Buccellati lo tomó de las mejillas mientras se acercaba hasta que su nariz chocó con la de él, ambos se sonrieron mutuamente, disfrutando del momento que estaban viviendo, y lo abrazó fuertemente, perdiéndose en un mundo que ellos dos estaban creando. 

Giorno estaba más que feliz, finalmente sus dudas se habían quedado en el olvido y lo único que le quedaba por hacer era disfrutar de su joven romance que estaba floreciendo desde el momento que se declaró.

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Tulipan rojo: amor eterno
Tulipan blanco: mi amor por ti es extremo

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