VII
Ella no sabe cómo fue, en que momento Rei se había acomodado mejor en el sofá, en que segundos sus labios se estaban prácticamente comiendo entre sí. Las manos de la peli rosa lo sujetaban del rostro, como si en cualquier momento el peli negro fuera a desaparecer. Las manos de Kon le acariciaban la espalda de tal forma que con sus dedos quería grabar cada rincón de su cuerpo, y que este no desapareciera de su memoria. Debido a la falta de aire tuvieron que separarse y fue ahí, que Mao notó esos ojos dorados brillando, esos ojos con la iris larga cual si fuera un tigre hambriento. Un escalofrío la recorrió de pies a cabeza y con toda la seguridad que poseía susurró:
—Rei-kun, vamos a la cama.
—Pensé que jamás lo dirías—contesto el peli negro cargándola en brazos y llevándosela lejos de la sala. Lejos de todos para así, solamente disfrutarlo ellos dos.
Cuando llegaron Rei con cuidado la dejo en el centro del colchón, mientras que él prosiguió a quitarse la cinta de su frente, los guantes y por último su hanfu, dejando expuesta su blanca piel delante de su esposa quien, más roja que un tomate quería morirse de la vergüenza. Era sumamente torpe en ese ámbito, ahora ¿Qué tenia que hacer?, Julia no estaba allí para darle instrucciones.
—Mao-chan, ¿estas bien?—le preguntó sentándose a su costado.
—S-si, es solo que, debo ser honesta contigo. No sé qué debo hacer ahora—respondió bajando la vista.
—Yo tampoco sé, únicamente dejó que sea mi corazón el que me guíe—susurró el peli negro tomando una de las manos de su esposa para colocarla justo donde está su corazón.—siente como late, Mao-chan has lo mismo que yo. Porque puede que no me creas pero—con cuidado la abrazó mientras cerraba sus ojos—nunca he estado con ninguna mujer antes, Mao-chan es la indicada y es contigo con quien quiero pasar el resto de mi vida.
—¡Rei-kun!—soltó emocionada haciendo más fuerte el abrazo.
Tras esto se alejaron, se vieron a los ojos mientras compartían una sonrisa. Kon volvió a besarla mientras que sus manos retiraban lentamente la blusa blanca de ella. Ahora en igualdad de condiciones Mao con sus dedos quitó la cinta que sostiene la melena de su esposo, haciendo que esas enormes hebras que tanto le encantaban lo cubrieran casi por completo. Las manos de Rei prosiguieron a quitarle (aunque no fue nada fácil), ese corpiño de encaje violeta, el cual mantenía cautivo los pechos de Mao. Por su lado ella nerviosa miró como en un segundo el corpiño cayó, y frente suyo sus pechos salieron rebotando. De forma rápida utilizando sus brazos se cubrió, aunque era un poco tarde… Rei ya las había visto.
—Mao-chan, tus pechos son muy lindos. ¿Por qué te cubres?—le preguntó colocando ambas manos sobre sus hombros.
—Esto es muy vergonzoso, ni siquiera puedo mirarte a la cara—indicó con sus ojos cerrados.
—Gatita, este momento es de los dos. No hay nadie más aquí, te amo y por ello quiero que nos conozcamos más. Tú eres mi esposa y nunca podría obligarte a hacer algo que no desees—mencionó Kon buscando una toalla para cubrirla con eso—¿te sientes mejor ahora?.
—Rei-kun perdón, ¡soy una tonta!—exclamó ruborizada quitándose la toalla para mostrarse sin tapujos delante de su esposo, el peli negro la observo sorprendido, pero después sonrió para acercarse a ella y besar su cuello—Ah~ah, R-Rei-kun.
—Mao-chan, gatita. Te ves tan hermosa que, no pude evitarlo—le susurró al oído para luego dar una lamida sobre él. Causando un leve gemido en su esposa, ahora las manos traviesas del oji dorado se fueron hacia el pantalón de pijama que ella lleva puesto. Pero fue ahí que se le ocurrió una idea mejor, llevó a su gatita nuevamente a la cama, él en un ágil movimiento retiró sus zapatillas negras y se colocó sobre ella. A lo que ambos fueron cubiertos por el manto negro de sus cabellos, por inercia soltaron una risa, ya que ese acto les pareció agradable.
Kon volvió a besarla en los labios, luego de un rato allí descendió por el cuello, hasta que terminó en los pechos. Con una de sus manos tomó uno, (dándose cuenta de que este era del tamaño de su mano) y su boca se fue con el otro degustando lo cálido que se sentía.
—¡Rei-kun!—gritó curveando su espalda, solamente él podía hacerla sentir así.
Sonriendo y alejándose un poco, Rei llevó sus manos hacia el pantalón y ahora sí, los retiró. Encontrándose ahí unas hermosas bragas de encaje del mismo color del corpiño que desde hace rato no sabe a donde arrojó. Pero queriendo que las cosas sean “justas”, Kon también se quitó el suyo mostrando que solo una escasa tela cubría su zona íntima. Mao notó lo “necesitado” que está su esposo, por lo que sin decir una palabra lo hizo sentarse en el colchón, y ella con manos temblorosas le fue quitando esa última pieza que le molestaba.
—¡Mao-chan!—exclamó con sus mejillas rojas, ya que ahora había sido su miembro el que salió disparado una vez que fue liberado.
—Es grande—susurró la peli rosa con su vista sobre la entrepierna de su esposo.
—Ah, gracias, supongo—respondió avergonzado rascando un poco su cabeza.
—¡¡No, no yo no quise decir eso!!—respondió rápidamente—lo que yo quería decir era que, bueno pues…
—Mejor dejemos la charla para después, ahora sigamos—le susurró empujando a su esposa para que sea ella quien termine recostada, una vez así dando algunos besos en sus piernas Rei fue bajando esa braga, notando lo húmeda que estaba. Sonriendo y por inercia acerco su rostro a esa área tan prohibida, usando su lengua fue probando cada rincón que se encontraba. Mao por su lado no dejaba de gemir mientras cerraba sus ojos, el éxtasis en su cuerpo no le dejaba hablar ni mucho menos pensar. Cuando sentía que estaba a nada de correrse, Rei se detuvo.—Gatita, ¿podrías hacer lo mismo que te hice yo?—le preguntó con una voz profunda que solo hizo que la china a sintiera sin siquiera darse cuenta que era lo que aceptó.
Cambiando de posición, ahora Mao bajó hasta el miembro erguido de su pareja, y lo observaba sin saber exactamente que hacer. De pronto recordó como suele comerse un helado de paleta, por ende utilizando su lengua comenzó a hacer unos círculos en la punta. Causando que una fuerte corriente eléctrica subiera por toda la espalda del peli negro, lentamente fue bajando hasta llegar a sus testículos, donde sus lamidas fueron un poco más fuertes, incluso se dio el lujo de chuparlos. Rei no pudo más y terminó eyaculando, para la sorpresa de ella quien notaba como la esperma se escurría por todo el pene.
—M-Mao-chan, ya estoy listo. Además no creo poder soportar esto por más tiempo—habló entre cortado buscando oxígeno.
—De acuerdo—susurró la peli rosa colocándose encima suyo, con cuidado tomó el pene de su esposo (el cual ya estaba listo nuevamente) y con cuidado lo introdujo un poco. Pero al ser virgen su vagina no estaba extendida, por ende el dolor comenzó a salir sin siquiera empezar.
—Gatita, no sigas. Te vas a lastimar.
—P-pero entonces, ¿Qué hago?—dudó nerviosa.
—Déjamelo a mi—indicó Rei levantándose para cambiar de posiciones, y ser él quien con cuidado abría sus piernas. Y deja expuesta su vagina para que pudiera ingresar, era claro que le dolería, pero era mejor saber hasta que punto.—si te duele mucho avísame.
—Esta bien, de igual forma sé que tú nunca podrías lastimarme, siempre me lo dices y siempre lo cumples—susurró Mao extendiendo sus brazos para atraer el rostro de su esposo y besar sus labios. Cegado por el beso el pene de Kon se fue metiendo poco a poco, las paredes de su amada lo apresaban de más, y eso en parte le gustaba. Tanto que no pudo contener los gemidos que salían de su boca. Mao por su lado comenzó a derramar algunas lágrimas, mientras que seguía sujetada a su esposo. Finalmente se habían unido, finalmente tantas dudas se habían disipado, y ahora solamente tenían que disfrutar.
—Rei-kun, ¿podrías moverte un poco más fuerte?—le preguntó en susurró con sus mejillas rojas.
—Si, lo haré—respondió dando rienda suelta a sus caderas. Donde los gemidos de la peli rosa eran cada vez más fuertes, sus ojos lloraban de alegría mientras que su cuerpo ardía de la pasión que su esposo le otorgaba. Era claro que estaban haciendo el amor, con ningún otro hombre podría hacer con lo que él hacia.
Kon aún moviéndose alzó por la espalda a su gatita para cambiar de posición. Ahora él se encontraba sentado en el medio del colchón, y Mao ingresó sintiendo escalofríos, abrazados comenzó la danza de sus cuerpos. Los cuales se encontraban cubiertos por una capa de sudor, el largo cabello de Rei se pegaba a su espalda mientras que sus ojos afilados cual tigre no se desprendían de su amada. Mao aún con los ojos cerrados se sujetaba al cuello de su amado mientras que de sus labios salían muchas palabras incongruentes.
—R-Rei-kun, ¡Rei-kun!, esto, esto es, ¡Ah!. Si, ahí, ¡justo ahí!.
—Mao-chan incluso en una situación así es tan tierna, eso solo hace que no quiera detenerme—pensó saliendo de ella para bajarse de la cama, jalarla hasta dejarla en la orilla y una vez ahí volverla a penetrar.
—¡¡REI-KUN!!—gritó salpicando al peli negro, él pensó que ella ya había acabado hasta que notó como se movía simulando ser embestida.—S-sigue, sigue por favor.
—Mao-chan—susurró dejando caer ambos brazos a los costados de ella, se acomodo mejor y comenzó a entrar y salir. La oji dorado se aferró a la espalda del chico, sintiendo como los músculos se tensaban con cada embestida.
La respiración de Rei chocaba con la de su esposa, cerró sus ojos por un segundo pero en ningún momento detuvo su ritmo. Si bien no quería ser rudo con ella, algo muy dentro de si le pedía continuar. Le decía que no se preocupara, porque Mao es lo suficientemente fuerte como para resistir. Pasaron un par de minutos en la misma posición, hasta que la peli rosa cruzó sus piernas mientras curveaba la espalda, de su boca salió un fuerte gemido… indicando de que había alcanzado el tan ansiado orgasmo. Cuando las paredes se apretaron más con su miembro, Rei no pudo soportarlo, había sido demasiado. Por lo que abrió la boca soltando un profundo gemido, y también terminó de correrse… dentro de su gatita, quien abría un poco sus ojos sintiendo aquel fuego entrar en ella y fundiéndose en su interior.
Kon salió de ella y como pudo la llevo de regreso al centro de la cama. Él subió, y con amor la envolvió en sus brazos deleitándose del pequeño calor que aún compartían luego de su salvaje encuentro.
—Rei-kun, me siento tan feliz. Ahora si somos un matrimonio de verdad—comentó risueña viéndolo a los ojos, pero de inmediato se ruborizó al notar esos ojos dorados viéndola con tanto amor, ese rebelde cabello negro cubriendo parte de su rostro, y esa hermosa sonrisa que siempre la hacía suspirar—Rei-kun.
—Así es Mao-chan, somos uno ahora y eso me pone muy feliz.—dijo el peli negro observando el rostro de su gatita, con sus mejillas rosas (así como le encantan), su cabello desordenado (dándole un aspecto adorable). Y esos bellos ojos que siempre le dan esa luz que tanto le gusta.—No quiero arruinar el momento pero, tengo sueño—mencionó cubriendo con una de sus manos su boca.
—Jejeje entiendo, yo también estoy cansada—dijo Mao buscando la sábana para cubrirse con ella.—descansa Rei-nii—susurró guiñándole el ojo.
—También tú Mao-chan—fue la respuesta del oji dorado quien cayó dormido casi de inmediato, siendo observando por su esposa quien dichosa, buscaba no olvidar nada de lo que vivieron aquella tarde, en la ciudad de New York.
Continuará.
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