El engaño

KYNIGÓS

Autora: Clumsykitty

Fandom: Marvel.

Pareja: Stony, Winterwidow, otros por ahí.

Derechos: a ser libres como el viento.

Advertencias: esta es una historia AU, es decir, aquí no hay poderes ni super héroes ni cosas así. Hay un tanto de misterio, suspenso del bueno, con un poco de thriller para más placer. Tendremos escenas no muy agradables y situaciones incómodas, sobre aviso no hay engaño que luego me andan regañando por cosas que ya advertimos aquí, por algo se llaman advertencias. Una historia de encargo.

"Kynigós", palabra griega para cazador.

Gracias por leerme.


**********


El engaño.


"Me parecía que, dado mi peculiar estado mental, podía leer con frecuencia en el breve intervalo de una mirada, la historia de largos años."

Edgar Allan Poe.



Frontera de Canadá.


Tony despertó cansado con la cabeza dándole vueltas, al abrir sus ojos, frunció su ceño porque no reconoció sus alrededores. Estaba recostado sobre una cama amplia, en pijama de algodón rodeado de muebles de madera fina como los pisos, un ventanal de piso a techo dejaba ver un pequeño balcón que miraba hacia un bosque espeso rodeado de neblina ligera. Se llevó una mano a su cabeza, masajeándola un poco al erguirse, quedándose sentado con su espalda contra la cabecera de madera entre almohadas mullidas que acomodó apenas, todavía extrañado de ese ambiente tan quieto, no se escuchaba nada más que lejanos trinares y el sonido quizá del mar a la distancia.

Con algo de pánico, se dio cuenta de que no recordaba su nombre.

Quién era.

Qué hacía ahí.

De nuevo echó un vistazo a su alrededor, no había mucho que le dijera sobre su situación, los pocos objetos decorativos eran demasiado vagos en su significado, acaso solamente la fotografía enmarcada sobre uno de los taburetes junto a la cama, era su rostro o eso se dijo, junto al de alguien más. Esa persona entró en esos momentos, trayendo una bandeja con desayuno. Le sonrió muy cariñoso al notar que estaba ya despierto, dejando la bandeja sobre la mesita que extendió a la orilla de la cama, sentándose a su lado, tomando su mano izquierda, notando que ambos tenían un anillo de oro, de matrimonio.

-Sshh, estás bien, Edward.

-¿E-Edward?

Aquel hombre de cabellos negros rizados y ojos verdes le miró comprensivo, acariciando su mejilla.

-No te preocupes, lo repetiré cuantas veces lo necesites. Sufriste un accidente, mi amor, estuviste en coma por varias semanas, pero despertaste aunque con amnesia. Los doctores dicen que puede ser definitiva, no que eso no vaya a detener. Soy tu esposo, Jonas

-Yo no... no te recuerdo. Nada de esto.

-Tranquilo, ayer dijiste lo mismo. Es el efecto del trauma que te causó ese accidente, pero estás vivo y eso es todo lo que importa, podremos volver a comenzar -sonrió Jonas, besando el dorso de su mano- ¿Quieres desayunar? Preparé tu preferido.

Un apetitoso café con tostadas francesas, arándanos y fruta picada esperaban por él. Edward miró los alimentos unos segundos, tomando el tenedor para comer bajo la mirada amorosa de quien decía ser su esposo aunque sintiera que algo no andaba bien.

-Con calma, no hay prisa.

-¿Dónde estamos?

-Oh, es la casa mis difuntos padres, en Canadá, sé que no te gusta mucho porque no hay tantas cosas alrededor, pero es mejor de momento para ti, son órdenes de los médicos que estés tranquilo para que tu memoria se reestablezca.

-Ah, entiendo.

-No lo recuerdas, ayer dimos un pase alrededor, no muy lejos porque tus piernas todavía no recuperan su movilidad por completo -una mano de Jonas acarició sus muslos por encima de las cobijas- Vimos una lechuza y le tomaste una foto ¿quieres verla de nuevo?

Edward asintió mientras Jonas sacaba de su pantalón el celular, mostrándole la imagen de la lechuza, no era muy buena foto, pero sí se notaba que él la había tomado porque estaba retratado con aquel hombre.

-Espero que podamos tener más fotografías así.

-Sí...

-El baño está listo por si lo deseas. ¿Quieres que te ayude?

-Creo que puedo hacerlo solo.

-De acuerdo -Jonas besó su mejilla- Estaré abajo, cualquier cosa, puedes llamarme o dile a Cap que me busque.

-¿Cap?

Un labrador dorado entró en la recámara, ladrando y subiendo a la cama para saludar a Edward, lamiendo su mejilla. Este rio un poco, encantado por esa efusividad canina, mirando a Jonas en busca de una explicación que no tardó en escuchar.

-Es nuestra mascota, siempre nos han dicho que es nuestra forma de... creo que eso lo puedo decir luego. Cap lo rescatamos de un refugio. Tú le pusiste el nombre.

-Me gusta.

-Bueno, debo lavar los trastes, no te esfuerces mucho, cariño.

Edward respingó un poco al beso en sus labios que recibió, todavía receloso de lo que estaba pasando. Esperó a que Jonas se marchara para levantarse, probando sus piernas que no fueron muy firmes, debía sujetarse de algo para andar. Cap estuvo a su lado, empujándole con su nariz para animarlo. Lo miró por largo rato, de alguna manera le recordaba algo... o a alguien, no estuvo muy seguro, quizás sus memorias estaban hechas trizas como afirmaba Jonas. Prefirió ir al baño para asearse, acompañado del labrador que pareció estar acostumbrado a eso.

Se escuchó el timbre de un teléfono, la voz de Jonas respondiendo alegre. Edward se miró en el espejo, una vez que salió de la ducha. ¿Por qué sentía que algo no encajaba en todo eso? Como si él fuese un extraño en ese ambiente. O era que lo demás se le hacía ajeno, le faltaba algo importante. Negó para sí, terminando de arreglarse antes de salir, bajando por las escaleras con mucha paciencia, sus piernas no eran nada cooperativas frente a los escalones. Cap ladró un poco, llamando la atención de Jonas quien salió de la cocina con un mandil de pollitos, corriendo a auxiliarle.

-Con cuidado, Edward, con cuidado.

-Quería... dar otro paseo.

-¿Estás seguro?

-¿Quién llamó?

-Oh -Jonas sonrió ampliamente, sujetándolo de la cintura al terminar de bajar los últimos escalones- Era mi agente, tampoco lo recuerdas, pero soy escritor. Tengo un libro publicado, recién publicado. No es la gran cosa, pero la editorial quiere otro.

-Eso es bueno.

-Gracias, cariño.

-Yo... ¿Yo qué hacía?

-Eres un brillante ingeniero, has trabajado hasta con el ejército para robots de rescate. ¡Ah! Tengo aquí una de las revistas donde saliste, luego te la mostraré. Tú eres conocido en tu círculo, Edward, te admiran mucho.

-¿En serio?

-Por eso te invitaban a muchos eventos, uno de esos fue una cena de gala... ahí pasó el accidente.

-Ah.

-Dejemos eso, daremos tu paseo. Me quitaré el mandil y vamos de nuevo con los pequeños.

-¿Pequeños?

-Así les bautizaste a los zorritos que encontraste el año pasado. Tienes un don con los animales tan bueno como esa mente de genio.

Edward sonrió más por compromiso que otra cosa, recibiendo un beso en su frente al sentarse en el sofá, pensando en la información que recibía. Había palabras que parecían encender una luz en su memoria, pero estaban huecas, sin una imagen de referencia para ellas. Edward miró a su lindo perrito, acariciando su cabeza mientras Jonas volvía con un par de chaquetas, ayudándole a colocarse la suya que notó algo desgastada con unos parches que no encajaban con el resto del diseño. Jonas lo notó, riendo un poco al picarlos en juego.

-James los puso, tu amigo del ejército.

-Me gustaría recordarlo.

-Luego será, mi amor. Y si no vuelven esas memorias, está bien. Siempre se puede comenzar de nuevo.

-¿Vamos?

Salieron de la elegante casa minimalista en la que Edward había captado más fotos de ellos, como de otra pareja de ancianos, seguramente los padres de Jonas. El aroma del bosque le agradó, sintiéndose un poco mejor, Cap corrió alrededor, ladrando de aquí por allá mientras la pareja iba manos entrelazadas por uno de los caminos de tierra hacia una parte del bosque no tan denso. Jonas le indicó una roca donde sentarse, esperando un poco hasta que se asomaron tímidamente unos zorritos, eran cinco en total, que parecieron reconocerlos o bien los trocitos de carne que trajo Jonas los sedujeron lo suficiente para aproximarse a ellos, buscando ese alimento.

-Qué lindos.

-Son los niños, como les dices. Acordamos desde la primera vez que seguramente formaron esta pequeña manada al perder todos a su madre.

-Es una buena teoría.

-Como esta parte del bosque no es muy conocida, tienen la libertad de andar de aquí para allá sin cazadores.

-¿Hace cuánto que... desperté?

-Cinco días, mi amor.

-¿No tengo una visita al médico en los próximos días?

Jonas negó apenas. -Dentro de un mes, ya que físicamente no tienes algo grave, solo es tu linda cabecita, pero eso llevará tiempo como te dije.

-Tiempo.

-No desesperes, estoy aquí para ti, Edward.

-Jonas... no quiero ser grosero, pero de verdad que no te recuerdo. Disculpa si no puedo... si no quiero...

-Oh, mi vida, tranquilo -aquel le dio un beso en sus cabellos- Yo puedo esperar, lo primero es que vuelvas a tu vida rutinaria, sé que con el paso del tiempo nuestro amor volverá a surgir, si estamos casados es porque ya estamos en un punto donde ya no hay obstáculos que nos separen ¿cierto?

Edward solo pudo sonreír, mirando a Cap jugar con los zorritos que luego se marcharon, queriendo zafar su mano de Jonas porque no dejaba de sentir que no era correcto. Regresaron porque se sintió cansado del esfuerzo de caminar, dándose cuenta de que estaban muy aislados y que si deseaba ver a otro ser humano le tendrían que salir alas para buscar a dónde ir. Jonas se dedicó a preparar la cena mientras él veía algo de televisión con Cap echado a un lado, su hocico en su regazo buscando mimos. A veces tenía la fuerte sensación de que debía huir, lo cual era una locura porque no estaba en peligro.

O de eso trataba de convencerse.

-Es hora de tu masaje de rehabilitación.

No hubo manera de negarse, pasando por una sesión incómoda para él, conteniéndose para no rechazar las manos que tocaron su cuerpo. Le produjeron escalofríos, una suerte de fuego en su pecho que pedía que se alejara de ese extraño. Jonas le miraba con adoración, casi obsesión mientras sus dedos pasaban por sus piernas o brazos, sonriéndole cual niño feliz, de vez en cuando robándole un beso. Claro que jamás intentó algo más, respetando que de momento Edward no se sentía con los ánimos de ser más íntimo con él, y de nuevo, no por la falta de recuerdos. Algo en él gritaba que no lo hiciera, que saliera de esa casa y no volviera más, agobiándolo porque todo era perfecto.

El día transcurrió entre más charlas, Edward mirando un álbum de fotografías de ellos en diferentes vacaciones o celebraciones, su boda o algunas de las premiaciones que había tenido en su carrera. Ahí, en esas imágenes era que de nuevo sentía que algo faltaba, o alguien. Cuando llegó la noche, Edward preguntó algo sobre las primeras palabras de Jonas, recordando su reacción a un tema.

-Dijiste algo sobre Cap y nosotros ¿qué es?

-Bueno, no sé si es bueno que lo sepas en estos momentos.

-Confía en mí -Edward ofreció su mejor sonrisa.

-Verás... quizá no me lo creas, pero uno de tus contactos te habló sobre un experimento al que te inscribiste con todo y mi renuencia inicial -Jonas suspiró hondo- Mmm, ese experimento fue para probar si un cuerpo masculino era capaz de llevar vida. En un inicio fue un éxito.

-¿En un inicio?

Jonas dejó caer su cabeza. -Lo perdiste en el accidente. Por eso también tienes... en tu pecho.

Lo había notado, sin entender por qué sucedía, líquido que salía de sus pezones a veces hinchados. Edward se cubrió, entre agobiado y asustado. ¿Qué clase de genio era? Jonas le había mostrado la revista, salía en la portada hablando de un nuevo tipo de robot. Todo era genuino, no había trampas, más una que otra cosa no encajaba bien en ese panorama, como si fuesen elementos robados de otra vida, era así como lo sentía cuando hablaba con Jonas. Ni siquiera podía pensar en él como su esposo, sintiéndose algo culpable por ello.

-No fue tu culpa, Edward.

-¿Qué era?

-Una niña -Jonas atrapó una de sus manos, besando sus nudillos- Pero podemos volver a intentarlo... si lo deseas más adelante.

-Puede ser -aceptó Edward, sintiendo un escalofrío al decirlo.

-Ya debes estar cansado, es hora de dormir. Estaré en la recámara de al lado por si me necesitas, aunque estará Cap contigo.

-Gracias, Jonas.

Este sonrió complacido. -Todo lo que sea por ti, Edward.

Edward y Jonas Briston se habían casado hacía ya 14 años, mudándose de Nueva York a Canadá en los últimos 6 años porque Edward necesitó estar con una compañía canadiense en sus proyectos y dado que Jonas no requería estar en un lugar preciso, compraron una casa cerca del hogar de los Señores Briston, quienes ya habían fallecido, dejándole su hogar como herencia a Jonas. Así era más o menos la historia que escuchó sobre sus vidas, de nuevo con algunos datos que parecían reales, muy reales para Edward pero no "encajaban" en ese escenario de vida, piezas dispares en una vida aparentemente normal que sin embargo, le sabía a falsedad por más que se decía que todo tenía sentido.

La noche cayó con él pensando en esto, abrazado a Cap pues tuvo miedo de algo. Edward se encogió cuando en la madrugada la puerta de la recámara se abrió, espiando por el reflejo del ventanal la silueta de Jonas acercándose a la cama, sonriendo al verlo dormir aparentemente, lanzándole un beso antes de retirarse con el mismo sigilo que le antojó que era una suerte de espía para moverse de tal manera que ni sus pasos ni sus movimientos se escuchaban. Recordó que debía respirar, con el corazón en vilo sin aparente razón, algo no estaba bien. Posiblemente debido a eso, soñó cosas extrañas, como que esos cinco zorritos no eran zorritos sino unos niños que le llamaban papá, o que Cap era más un una figura distante, pero de cabellos rubios que pronunciaba otro nombre.

-¿Cómo amaneciste, amor?

-Muy bien, con ánimos de dar un paseo por el pueblo -Edward probó suerte.

-Oh, no creo, es todavía muy reciente, puedes agobiarte y eso no me gustaría.

-Pero...

Jonas clavó en él una mirada amenazante, sonriendo después. -Mi amor, recién has despertado, date un poco de tiempo antes de ver más rostros desconocidos y escuchar cosas que probablemente te asusten.

-De acuerdo.

Una mano cariñosa, pero tensa, rozó su mejilla por los nudillos.

-Eso es, bebé, vas a estar bien. Me tienes a mí y eso es todo lo que importa.

Edward sabía de alguna forma que Jonas pronto le exigiría algo que no deseaba compartirle. Comenzó a cerrar sus puertas con candado, asegurarse varias veces que no estaba presente cuando se cambiaba la ropa o al revisar sus recuerdos alrededor de la casa. Se topó con que había una habitación a la que no pudo entrar, era la puerta del sótano que se mantenía bajo llave. Fue extraño porque toda la casa estaba disponible menos ahí.

-¿Jonas?

-Dime, cielo.

-¿Por qué la puerta del sótano está cerrada con llave?

Los ojos de Jonas chispearon agresivos, asustándolo lo suficiente para tragar saliva e inclinar su cabeza a modo de disculpa. Una mano firme levantó su mentón, recibiendo un rápido beso en los labios.

-Solo hay herramienta pesada y cosas viejas, la cierro porque no quiero que te suceda nada malo, Edward, puedes resbalar o chocar con algo sin que me cuenta. Tu cabeza recibió un trauma severo, no quiero que eso se agrave.

-Gracias por cuidarme.

-Anda, vamos a ver una película, he preparado palomitas.

-Oh, quisiera algo más.

-Pídelo, mi amor.

-¿Pueden ir esas palomitas acompañadas de nachos con queso? -Edward ofreció su mejor sonrisa para convencerlo de lo genuino de su petición.

Jonas lo pensó mucho, mirando a la cocina. -Bueno... no tenemos nachos en la alacena.

-Oh, qué lástima. De verdad quería comerlos.

-Puedo ir... rápido al pueblo. Si me tienes paciencia, regresaré tan pronto como pueda.

-Claro que te esperaremos, jugaré un poco con Cap mientras tanto.

-Nada de brincos ni correr ¿de acuerdo?

-Palabra de boy scout. Gracias por concederme este capricho, Jonas. Te quiero.

Esa última frase tuvo el efecto esperado, Jonas se asombró, luego sonriendo feliz al abrazarlo, besando su mejilla para luego buscar las llaves de la camioneta e ir al pueblo. No olvidaría el detalle que mencionó que no tardaría, lo cual indicaba que el pueblo estaba cerca en auto, podría ser una larga caminata que valdría la pena de saber que sí encontraría otras personas más adelante. Edward esperó a que Jonas se marchara, despidiéndolo para luego buscar la llave de esa puerta, sabiendo ya donde se colocaban todas las llaves durante el tour que le diera Jonas de la casa. Con manos temblorosas, probó las llaves hasta que escuchó el clic que abría la puerta, conteniendo su aliento al abrir.

Cap ladró, olfateando su temor. Edward acarició su cabeza, asomándose para ver un sótano en tinieblas, muchas cosas cubiertas por sábanas. Fue bajando poco a poco, buscando el apagador sin que sus manos tentando las paredes lo hallaran, alcanzando la cadena de un foco que jaló para mirar alrededor. Sí había cajas y objetos viejos, llenos de telarañas y polvo, pero notó que una parte del suelo estaba limpia, como si hubieran arrastrado algo que se llevó la suciedad debajo. Ese rastro iba hasta una pared cubierta por unos cuadros que Edward hizo a un lado, jadeando por el esfuerzo, sosteniéndose su cabeza que punzó. Sus dedos rozaron la herida en su nuca, presuntamente la cicatriz dejada por el accidente.

Respirando hondo, terminó de hacer a un lado los cuadros, notando una pequeña puerta blindada que tenía una pantalla digital recién instalada que daba acceso. Edward bufó, porque desconocía la combinación y adivinar era una tontería desde que era posible que hubiera miles de posibilidades. Pero aún así decidió probar suerte con algunos números, de cosas que había visto en los álbumes, las fechas de su matrimonio, sus edades... nada de eso hizo que la puerta se abriera. Buscando la combinación correcta se le fue el tiempo, de no ser por Cap ladrando al escuchar a lo lejos la camioneta, Jonas lo hubiera encontrado ahí. Dejó todo como estaba, regresando a la sala, alcanzando una pelota que lanzó por un pasillo justo cuando Jonas entró con las compras.

-Estás de suerte, amor, había oferta de queso.

-Sin duda es una señal de que la película será genial.

-¿Te sientes bien? Te noto agitado.

-Corrí un poco -mintió alzando su mano, su corazón latiendo aprisa de nuevo- Lo sé, no debía hacerlo, Cap no me dejó.

-Edward...

-¿Nachos?

-En unos minutos.

-Pondré la película.

-Es tu favorita, Dunas.

Edward se detuvo en seco, el nombre de pronto le trajo una memoria. Un cine, la película Dunas con él esperando en la fila para entrar, sosteniendo su refresco en bote, girándose a alguien sosteniendo palomitas que le ofreció. Una sonrisa hermosa, unos ojos azules brillantes.

-¿Edward? ¿Amor?

-Yo... quería recordar la película, no pude.

-Tranquilo, poco a poco ¿de acuerdo?

-Sí.

Se miró su anillo de bodas, él había tenido uno, pero Jonas no.


Esa persona de cabellos rubios con ojos azules era quien tenía el anillo de bodas.

Cap ladró.


Su capitán.

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