Ardilla.

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Kúuk (ardilla).

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Eres un pequeño animalito inquieto y juguetón, siempre lleno de energía y alegría.

Tus travesuras no tienen fin, siempre haciéndome reír. Si tengo un día malo, tú eres el único capaz de hacerme sonreír y reírme de las cosas sin importancia, olvidándome de todos los malos ratos y viviendo maravillosos momentos contigo.

Comiendo como si la vida se te fuera en ello, y cuando lo haces, tus grandes ojos color chocolate brillan intensamente, como si hayas descubierto la cosa más maravillosa y deliciosa del mundo, si el sabor es de tu total agrado, llenas tus mejillas dejándolas regordetas, y cuando por fin logras masticar todo, repites desde el paso uno.

Cuando formas sonrisas, estas son tan grandes que dejan al descubierto tus dientes largos, blancos y rectos, siempre que te veo sonreír, siento como el tiempo se detiene, mi corazón me late solo cuando a mi lado estas tú, se emociona siempre contigo y mi ritmo cardíaco se acelera imitando el retumbar de tambores.

Eres tan cariñoso. Te acurrucas a lado mío y dejas caer tu cabeza en mi pecho para descansar, en esos momentos me siento tan completo que ya no me importa nada más. Tomo tu cabello marrón y sedoso al tacto, puedo pasar horas alisándolo con los dedos y nunca me aburriría. Siento como tu respiración se calma y me dice que ya has entrado al mundo de los sueños, siempre he tenido la duda sobre si yo estoy en ellos, porque tú, mi pequeña ardilla, estas protagonizando cada uno de los míos.

Jamás podré encontrar a un compañero que llene mi vida como tú lo haces, y tampoco lo deseo... tú eres el único para mí. Eres tan perfecto que siento que no te merezco, quiero conservarte a mi lado como el maravilloso ser que eres y protegerte. Te protegeré siempre ante todo, siempre estaré para hacerte feliz, porque te amo tanto y cada día te amo más, aún cuando eso sea imposible, pero es que tú logras enamorarme cada día.

Si supiera lo que sufro cuando no estás conmigo. Me siento vacío y me convierto en sólo un alma en pena, que al cruzar la puerta que me separa de ti, vuelve a cobrar su forma corpórea, desaparece el vacío, los colores se vuelven brillantes y los sonidos melodiosos; eso y más produces en mí con sólo tu pequeña, alegre y hermosa presencia.

Me encanta consentirte, mi pequeño, por eso, siempre al salir del trabajo compro los chocolates y dulces que tanto te gustan y te hacen feliz, como lo hacen ahora: tus mejillas se hinchan por la cantidad de golosinas y tus ojitos se cierran para disfrutar de todos los sabores.

Estudio cada centímetro de ti y no puedo encontrar imperfección alguna. Me siento estúpido, jamás creí poder ser cursi y aquí me tienes... aquí tienes a tu estúpido enamorado.

No puedo dejar de verte, porque simplemente me es imposible.

Me es imposible apartar los ojos de ti.


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– Chen, ¿Qué tanto me miras? – preguntó el ahora dueño de los dulces.

–Nada, Xiumin... es solo que al verte me recuerdas a una ardilla. –le mostré una cálida sonrisa. Él rió de vuelta y siguió engullendo azúcar.

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Eres mío... eres mi pequeño...

Eres mi linda ardilla.

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