• Día 8 •




Atención:

1- No se olviden que se relaciona con el oneshot de ayer, así que deben leerlo antes para entender mejor!


* * * *


El 17 de noviembre del año 2025, Yaku Morisuke se levantó con un mal presentimiento.

La verdad era que primero le echó la culpa a la comida mexicana de la noche anterior. Pensó que tendría alguna clase de indigestión que le haría explotar el baño de su nueva casa en la que ahora habitaba en soledad, pero no era eso. Su estómago seguía tan indestructible como siempre.

—Huh —dijo, pensativo—. Quizás estoy hablando algo... pero si lo he olvidado no puede ser tan importante...

Solo estaba tratando de convencerse a sí mismo, por supuesto. A sus treinta años de edad, y con un pie ya en su retiro oficial como jugador profesional de voleibol, podía decir que llevaba una vida tan estresante que a veces hasta olvidaba poner a cocinar su cena —y solo se daba cuenta cuando daba un mordisco en un pedazo de ramen crudo recién sacado del paquete.

Nada muy estrambótico para un adulto que muy pronto entraría en una crisis de la mediana edad.

Yaku había conseguido aquella casa luego de regresar hacía unos meses desde Ekaterimburgo, en Rusia. Como planeaba retirarse a los treinta y tres años, el número que le recordaba a su jersey de preparatoria, había elegido jugar sus últimos años de gloria en algún club local en Japón.

Los MSBY Jackals estuvieron dispuestos a comprar su pase de equipo. Ahora, debía soportar a Miya Atsumu y Bokuto Koutarou no solo en el equipo nacional, sino también en su día a día.

Pero, aunque no fuera su estómago, Yaku no podía quitarse de encima esa sensación de que algo malo ocurriría. Tal vez moriría esa tarde y su sexto sentido acababa de activarse. O puede que se le cayera el cable de la TV cuando se sentara a ver la final de MasterChef esa misma noche. Cualquier escenario se escuchaba espantoso.

—Sea lo que sea, le voy a patear en el culo —masculló Yaku mientras iba al baño dando zancadas para lavarse el rostro con agua fría—. Al que se atreva a perturbar mi día libre, lo mataré.

Casi como si hubiera invocado a aquel ser humano deseoso de sucumbir ante la muerte, el timbre de la casa de Yaku sonó estruendosamente.

Como al entrar en el baño su vejiga decidió que era momento de evacuar en el mismo instante que la campanilla sonó, Yaku no tuvo más opción que anudar los cordones de sus shorts para así salir corriendo ante el timbre que no dejaba de retumbar.

¿Quién se atrevía a molestarlo...?

Un muchacho adolescente en una motocicleta y con una gorra ridícula le recibió en la entrada. Yaku odiaba a la gente demasiado feliz. Quería partirles la cara un momento.

—¡Delivery especial de paella! —exclamó el chico con alegría y enseñó una bolsa de papel madera—. ¡Espero que lo disfrute!

Yaku arrugó las cejas. Él no había pedido nada. Mucho menos una paella; apreciaba un poco su estómago.

—Yo no pedí nada —contestó, confundido—. Debes haberte confundido de casa.

El chico le miró como si aquello fuera imposible. Su sonrisa se borró mientras releía el papelito entre los dedos.

—¿No es usted Yaku Morisuke?

Yaku arrugó el entrecejo con más fuerza. ¿De qué iba aquella estupidez? ¿Acaso era una broma de mal gusto?

Como el estúpido de Atsumu estuviera detrás de toda ridícula broma...

que soy Yaku Morisuke —masculló él. Estaba dispuesto a cerrarle la puerta en la cara—. Pero ya te lo dije: yo no he pedido nad-...

—Oh, es que él pedido me sale que no fue hecho por usted —interrumpió el muchacho del delivery—. Lo ha hecho alguien llamado Kuroo Tetsurou. Dejó todo pagado por usted.

Las cejas de Yaku se elevaron hasta la cuarta capa de la atmósfera y su mandíbula cayó más bajo que los perreos de Bokuto en las fiestas de fin de año con el equipo nacional.

El muchacho aprovechó su desconcierto para depositar el paquete entre sus manos y salir pitando de allí tras decirle de nuevo que lo disfrutara. Yaku no era capaz de reaccionar; y fue varios minutos después que consiguió meterse de regreso a su casa y cerrar la puerta detrás de sí.

¿Kuroo? ¿El mismísimo Kuroo Tetsurou?

¿El mismo estúpido engendro con el que no tenía contacto desde hacía ya casi tres años?

No es que estuvieran peleados, o algo por el estilo. La vida de Yaku se había vuelto una montaña rusa en los últimos años, y apenas sí tenía tiempo para pensar en otras personas. Kuroo también viajaba por el mundo y hacía su vida —aunque no se enviaran mensajes, lo seguía teniendo en mejores amigos de Instagram. Sabía que seguía siendo un estúpido.

Yaku depositó el paquetito sobre una mesada en la entrada de su espaciosa casa a las afueras de la ciudad. El aroma del arroz y los mariscos pareció aparecer de repente e inundó sus fosas nasales —era ya cerca del mediodía y Yaku no había desayunado. Aquello le abrió el apetito, pero no iba a sucumbir ante tan extraño regalo.

Para lo que él sabía, Kuroo podría haber envenenado su paella.

¿Para qué, sino, enviar un paquete a tu viejo ex compañero con el que no tenías trato...?

Algo empezó a cocinarse en el interior de Yaku. Un montón de imágenes sin mucha forma o sentido —viejos recuerdos que se hundían en la marea de memorias de toda su vida joven adulta.

El timbre volvió a retumbar con fuerza sacándolo de su ensimismamiento. Se golpeó los muslos, indignado.

—¡¿Acaso hoy se le ha dado por tocarme las pelotas a todo el mundo? —gruñó Yaku y regresó hasta la entrada dando zancadas. Puso una mano sobre el pomo y comenzó a girarlo—. ¡Cómo rompen las...!

—Hola, Yakkun —dijo una voz que no escuchaba hacía ya mucho tiempo—. Espero no estar siendo inoportuno.

La mirada de Yaku se desorbitó por completo, y de sus labios escapó un chillido ahogado que le hizo quedarse sin aire por tantos segundos que pronto comenzaría a ahogarse. Una hermosa imagen mental.

Tan hermosa como la imagen del mismísimo estúpido engendro de Kuroo Tetsurou, vistiendo un costoso traje con zapatos italianos, y con un ramo de tulipanes blancos y rojos en las manos.

Yaku levantó un tembloroso dedo hacia él. La sonrisa burlesca de Kuroo desapareció al instante.

—Oye, señalar es grosero, Yakkun...

—fue todo lo que Yaku consiguió que saliera de su boca—. ¿Qué mierda haces aquí...?

Kuroo arqueó una ceja. Se veía un poco sorprendido, más no decepcionado. Pudo decirlo por el largo suspiro de resignación que exhaló. Acomodó la corbata de su traje con la mano que tenía libre.

—Vaya, vaya, Yakkun... —canturreó Kuroo—. ¿Con esa boca planeas besar a tu futuro esposo?

—¿Futuro espo-...? —De repente, la mente de Yaku pareció iluminarse—. ¡Oh, joder...!

Los recuerdos regresaron a su mente como fogonazos en secuencia. Una verdadera película vieja; una que ocurrió hacía ya más de siete años atrás.

Un pub con estúpida música pop. Un montón de jarras de cervezas. Una ridícula promesa sobre paella, hurones, y caricias en el cabello...

Y la mano de Kuroo Tetsurou en matrimonio si Yaku continuaba soltero a sus treinta años.

Ahora todo tenía un maldito sentido. Aunque, personalmente, Yaku hubiera deseado no darse cuenta de qué mierda estaba ocurriendo.

Se agarró los cabellos con la cabeza. Por las benditas diosas, dioses y astros del universo...

¡Yaku tenía treinta años y seguía estando soltero!

Maldición, gritó internamente. Maldición, maldición, maldición, maldición.

—Así es, Yakkun —dijo Kuroo de manera socarrona mientras extendía otra vez los tulipanes rojos y blancos, igual que los colores del Nekoma—. Tendrás que casarte conmigo ahora mismo. Eso, o vas a tener que cortarte el meñique...

¡Pues cortarte el meñique sonaba menos apocalíptico que casarse con Kuroo Tetsurou! ¿Es que se estaba mofando de él?

¿En qué universo se podría haber tomado esa ridícula promesa de borrachos tan en serio...?

Aunque, conociendo a Kuroo, aquello solo podía ser una broma. Estaba burlándose de él. Esperó siete malditos años para reírse de Yaku en su propia cara —y debió haber sabido que no saldría cien por ciento ileso de esa broma, pero aun así estaba allí.

Siguió parpadeando, confuso. Kuroo se veía más bien inquieto a la espera de que hiciera algo. O que tuviera alguna reacción.

—¿Qué ocurre? —preguntó, seductor—. ¿Te quedaste tan en shock ante mi romántica propuesta que no puedes decir nada...?

—Tú... —Al parecer, eso era todo lo que Yaku era capaz de articular—. ¿Me trajiste tulipanes sabiendo que soy alérgico?

Yaku esperaba que, al menos, Kuroo se sintiera miserable por su error. La sonrisa que esbozó a continuación le hizo sentir que todo era una inmensa broma, hasta que...

Metió la mano en el bolsillo izquierdo de su saco y sacó una cajita que Yaku conocía muy bien. La compraba todos los meses en la farmacia; solo por si las dudas.

—No te preocupes por eso —Kuroo agitó la cajita y algo resonó en su interior—. Traje antihistamínicos. Lo he pensado absolutamente todo.

Yaku volvió a llevarse las manos a la cabeza. Negó lentamente mientras daba pasos hacia atrás.

—No, no, no... esto no está pasando...

—¡Al menos finge que no es tan desagradable casarte conmigo! —Kuroo agitó los tulipanes y algunos pétalos salieron volando—. Tú lo prometiste, Yakkun. Y sigues soltero. Si tan asqueroso era casarte conmigo, hubieras regresado aunque sea con Lev para evitar que esto pasara.

—¡Llevo más de un año estando soltero! —Yaku gruñó—. ¡Además, ni siquiera recordaba tu ridícula promesa! ¡Así de irrelevante eres!

Kuroo fingió que le había herido de muerte a la altura del corazón. Pero faltaba más que unos cuantos insultos para lastimarle de verdad. Por como Kuroo se comportaba a veces, Yaku comenzaba a sospechar que se lo estaba buscando.

—Te prometí que puedo hacerte paella y adoptar un hurón contigo. He visto que Hirugami todavía tiene uno disponible en la veterinaria —dijo Kuroo intentando persuadirle—. ¡Y también mimitos en el cabello cuando estés triste...!

—¡Detente! ¡Alto ahí! —Yaku se apretó en las sienes comenzando a estresarse—. Si estás bromeando conmigo, esta broma no me agrada en absoluto...

Kuroo dejó de sonreír. Yaku quería echarse a gritar.

Sabía que su relación siempre consistió en picarse mutuamente, pero aquello era demasiado. Yaku no podía soportar que alguien viniera a jugar con sus sentimientos de esa forma. No estaba preparado para que Kuroo se riera en su cara de estupefacción luego de que confirmara que, efectivamente, todo aquello era una gran mentira.

Porque debía serlo, ¿no?

No existía un mundo en el que Kuroo Tetsurou se presentaba en su puerta con un ramo de tulipanes para reclamar su mano en matrimonio luego de una ridícula promesa.

Lo conocía perfectamente. Kuroo tenía mejores cosas que hacer que casarse con Yaku Morisuke.

¡Debía tener una fila de modelos guapas y deportistas muy hermosos que esperaban tener una cita con él!

No buscaría a su viejo y cascarrabias ex compañero. Ese no era Kuroo.

Kuroo bajó los tulipanes lentamente. Se veía confundido de verdad. Pero Yaku no se arriesgaría a caer entre sus garras. Sabía que existía una potencial posibilidad de que solo fingiera.

—¿Por qué es tan insólito que quiera casarme contigo? —inquirió Kuroo—. ¿Crees que organizaría todo este circo solo para molestarte?

—Eso es exactamente lo que sé que eres capaz de hacer.

—¡Me dueles, Yakkun! —Una estruendosa carcajada brotó de la garganta de Kuroo. De repente su risotada se cortó, y su mirada se tornó sombría—. Pero nunca he sido más sincero que ahora en mi vida. Te estoy pidiendo matrimonio, estúpido hobbit.

Llevaba agitando los tulipanes tanto en su cara que pronto comenzarían a deshojarse. Yaku le arrebató el ramo de las manos; no tardó mucho en comenzar a sentir un picor en la nariz, pero eso no le detuvo de ser quien agitaba ahora las flores en su cara.

—¿Y por qué mierda querrías tú casarte conmigo? —bramó—. Kuroo, te lo digo en serio, si solo vienes por esa estupidez de la promesa...

—No es por la promesa —masculló Kuroo tras rodar los ojos—. O puede que esa sea la excusa. He tenido mucho tiempo para pensar en los últimos años.

—Estuviste casi tres años pensando, maldita sea —gritó Yaku con los párpados apretados—. ¡Ya podrías ser la estatua del pensador de Rodin, allá en París...!

—Yakkun, me enciende cuando demuestras ser tan culto —Kuroo rio entre dientes—. Creo que no me he equivocado...

—Pero, ¡¿de qué demonios hablas?! —La voz de Yaku salió aguda a causa de los nervios—. ¡Ya habla claro de una puta v-...!

—Es que creo que llevo un tiempo sintiendo cosas por ti, Yakkun —soltó Kuroo sin pensárselo, sonriendo como si no hubiera soltado una bomba—. O solo un tiempo habiéndome dado cuenta. Pero creo que siento cosas por ti hace mucho, mucho más tiempo...

Todos los sistemas de Yaku sufrieron un apagón repentino.

Kuroo agachó la mirada. El mismo Kuroo que siempre lucía confiado y seguro de sí mismo. ¿Estaba realmente...

¿Avergonzado?

Yaku respiró profundamente. Su cabeza era un revoltijo.

—¿Y por eso decidiste venir a pedirme matrimonio con una bandeja de paella y un ramo de flores...?

—No estoy pidiéndote matrimonio, Yakkun. Solo necesitaba una excusa para poder regresar a tu lado —gruñó Kuroo—. Lo que en realidad quiero... es...

—¿Una cita?

—¡Ya déjame terminar! —Kuroo se pasó la mano por toda la cara—. Quiero pedirte que me des una oportunidad para enamorarte de mí.

Yaku volvió a abrir los ojos de forma desmesurada. La sangre bombeó más rápido a través de todo su corto cuerpo.

Kuroo tosió con incomodidad.

—No puedo pedirle una cita a alguien que conozco de toda la vida y a la que conozco mejor que mis propios calzones...

—¿Me estás comparando con tu ropa interior...?

—Yakkun, enfócate —Kuroo dijo con seriedad—. No pensaba venir si tú tenías a alguien más en tu vida. No interferiría con tu propia felicidad. Pero pensé que, tal vez... luego de aquella promesa... y nosotros teniendo treinta años y sin pareja estable...

Yaku resopló. Kuroo no tenía que recordarle que eran dos pobres miserables sin pareja a sus tres décadas de edad.

—Pensé que podría ser alguna clase de señal del destino. Tú sabes que no creo mucho en esas cosas, pero también pareciera que el rompecabezas ha puesto todo en el lugar correcto —Kuroo dio un par de pasos hacia él. Estaba sonriendo, pero no veía burla en su mirada; sus dedos cepillaron la mejilla de Yaku y sus músculos fueron incapaces de moverse—. Si me lo permites, me gustaría tener la oportunidad de enamorarte.

—Kuroo...

—Elegí esta ridícula proposición porque pensé que podría divertirse. Y, de todas formas, si decides decirme que no... entonces tendrás otra anécdota en la cual puedas burlarte de mí —Kuroo encogió los hombros—. No puedes decir que no soy un romántico.

Yaku tuvo que respirar a través de la boca a causa de los nervios que sentía en ese momento. Sus manos todavía cargaban el ramo de tulipanes de forma temblorosa.

Cuando Kuroo retiró los dedos de su mejilla, se encontró deseando que volviera a tocarlo de esa forma tan cálida y fugaz.

—No estoy suplicándote que me ames, ni nada por el estilo. Tampoco quiero ser sutil, Yakkun —suspiró Kuroo—. Tenemos treinta años. No tengo tiempo para coqueteos adolescentes. Solo vengo a ofrecerte mis sentimientos, y si no los quieres voy a marcharme con la cabeza en alto. Pero, si me das la oportunidad...

Yaku tragó saliva cuando Kuroo volvió a acercarse. Quería tener las agallas de suplicarle que volviera a tocarlo de esa forma, pero tenía miedo de estar malinterpretando todo.

Porque la verdad que estaba aterrado. Le daba miedo lo que todo aquello implicaba, la posibilidad estadística de que todo saliera mal...

Chasqueó la lengua. ¿Por qué el maldito Kuroo tenía que venir y embarrarlo todo absolutamente siempre?

¿Cómo podía regresar Yaku a su vida normal luego de todo aquello...?

—Podemos llevar el ritmo que desees —continuó Kuroo—. Podemos charlar la clase de relación que tendremos, si es que algún día decidimos que lo haremos. O podemos...

—Cállate —espetó Yaku con los ojos cerrados—. Ya cállate de una jodida vez.

—Yakkun...

Cállate, y bésame, imbécil —gruñó Yaku tras obligarse a tener tanto valor como Kuroo lo tenía en ese instante—. Y tal vez allí pueda decidir si pasaré el resto de mi vida contigo en base a tu manera de besarme.

Kuroo abrió la boca en una perfecta o. Nunca nadie se había visto tan ridículo como él en ese momento; y Yaku aprovechó su estupefacción para sujetarlo por la corbata y tirar de él hacia abajo.

Casi había olvidado lo bien que se sentía besar a otra persona.

Pero, aunque Yaku hubiera hecho un sinfín de cosas que jamás podría nombrar en voz alta, nunca nada se sintió de la misma manera que besar a Kuroo Tetsurou tras pasar más de una década a su lado.

Cerca, o lejos... pero Kuroo estuvo siempre en su vida.

El ramo de tulipanes se le cayó de las manos cuando Kuroo le apretó por la cintura para levantarlo en el aire. Yaku ya se lo cobraría más tarde por aquel atrevimiento.

Cuando finalmente separaron sus labios, ninguno de los dos fue capaz de dejar de mirarse a los ojos. Ya nada volvía a ser lo mismo cuando decidías dar una oportunidad romántica a tu más antiguo amigo.

¿Amigo?

Yaku debería empezar a pensar nuevos títulos para hablar de Kuroo.

Ninguno dijo nada en los siguientes minutos. Solo rieron a carcajadas cuando Kuroo se tapó la cara a causa de la vergüenza que debía provocarle la tremenda payasada que orquestó para pedir a Yaku Morisuke salir con él.

En algo que Kuroo tuvo razón.

Yaku no planeaba dejárselo olvidar nunca jamás.

—Eres un estúpido —Yaku le dio un puñetazo en el pecho—. ¿No podías mandarme el hurón en lugar de la paella? Esta casa se siente muy sola, a veces...

—Bueno, no tengo todavía un hurón, pero puedo ofrecerte un g-...

—Kuroo, atrévete a decir un gato para referirte a ti mismo, y te juro que te voy a patear tan fuerte en las pelotas que no tendrás descendencia ni en tus próximas siete vidas.

Kuroo se mordió la lengua aguantándose la risa. Aquello solo pudo confirmar a Yaku que, por supuesto, estaba pensando en aquella estupidez.

—En realidad, de verdad iba a decirte que tengo un gato para ofrecerte. Adopté una gatita hace dos meses, pero mi apartamento es muy pequeño y creo que ella se siente atrapada —Kuroo resopló; pero esbozó otra sonrisa al instante—. Pero si quieres un gato...

Yaku le hizo callar con otro beso. Estaba seguro que podría acostumbrarse a tener una infalible arma para hacerlo callar de decir todas sus estupideces diarias.

Cuando se separaron, Yaku tiró otra vez de su corbata para obligarlo a entrar. Recogió antes el ramo de tulipanes, por supuesto —las pobres merecían un premio por haber sido usadas en todo ese absurdo show.

—Ven, podemos comer la estúpida paella —dijo Yaku—. El arroz y los vegetales son para mí. Tú puedes comerte los apestosos mariscos... pero, te digo, tendrás que comenzar a comer más carne asada si pretendes salir conmigo.

—¿Por qué crees que pedí paella? —Kuroo sonrió con maldad—. Puedo comerme todos los mariscos porque sé que a ti no te gustan mucho.

—Y todavía eligiendo la estúpida comida de mar —Yaku rodó los ojos—. ¡Estoy saliendo con un viejo de mierda!

Kuroo le revolvió el cabello en cuanto cerraron la puerta de la entrada. Yaku le pellizcó en las costillas, y el otro le respondió rodeando su cuello con un brazo para atraerlo hacia sí y besarle en la cabeza.

—Por cierto, idiota...

—¿Huh? —Kuroo arqueó una ceja.

—¿Por qué decidiste venir hoy? —preguntó Yaku—. Si tanto gustabas antes de mí, podrías haber venido en mi cumpleaños. ¡Ni siquiera me escribiste en Facebook, inútil...!

El chico de cabello negro —y que ya no se veía tan desordenado; sino más bien suave, ondulado y esponjoso— pestañeó un par de veces antes de hablar.

—Pero qué hipócrita más grande tengo al frente —espetó Kuroo—, ¡si ni siquiera recuerdas que hoy es mi cumpleaños!

—¿Tu qué...? —Yaku ahogó un jadeo por la sorpresa que le provocó aquello.

Kuroo se echó a reír con ganas. Estaba tentando de pellizcarle en el otro costado.

—Mi cumpleaños, Yakkun —dijo finalmente–. Oficialmente tengo ya treinta años, igual que tú...

—¡No lo puedo creer! —exclamó Yaku—. ¡Por supuesto tenías que hacer todo esto sobre ti!

Kuroo solo sonrió mientras le apegaba más a su cuerpo y se dirigían, juntos, hacia la cocina con una bolsa de paella que deberían recalentar.

Y, por primera vez en muchos años desde que lo conocía... Yaku no sintió ninguna necesidad de alejarse.


* * * *


Ahora sí, finalmente... culmina la KuroYaku Week 2020 uwu

No sé muy bien qué decir porque me siento extasiada ahora mismo dkjfhs creo que les conté que estoy pasando por un problema muscular en la muñeca y pilas de trabajo y responsabilidades, y la verdad tenía mucho miedo de no ser capaz de terminarla. Nunca me pasó de retrasarme ni un solo día con una week, porque la verdad soy mega puntillosa en esas cosas. Es casi como un... desafío personal? Y no quiero que nada me detenga en lo que me propuse

Esto, sumado al hecho de que es una ship bastaaaante desconocida. Me daba inseguridad pensar que tal vez nadie iba a leerme, y obvio tenía miedo de perder la motivación por sentir que le escribía a la nada misma. Pero no fue así, y no sabes lo feliz y satisfecha que estoy tras estos ocho días

¡Muchísimas gracias por haberme acompañado! ♥️ Espero que estos humildes oneshots les hayan hecho querer aunque sea un poquito más a Kuroo y a Yaku, ya sea juntos o de forma individual. No tengo dudas que volveré a escribir de ellos, eventualmente.

POR FIN podré retomar el SakuAtsu sfkjsdjk y no vayan a mi twitter, porque tuve otra idea millonaria para un fic y la verdad tengo miedo a

El jueves hay BokuAka, también. Y se vienen cosas interesantes uffffff

¡Nos veremos en cualquier otra historia! Besitos ♥️

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