[Luna Nueva] II
Extraños.
La castaña permaneció un tiempo en la cocina junto a Christian y Ashley, escuchado como ésta le contaba cosas sobre su vida (como que vivió los primeros años con su madre, después con su padre y más tarde escapó con el pelinegro, la cantidad de países en los que estuvo, y hasta su color favorito) y la acosaba con preguntas que ella evitaba responder sin molestarse en parecer siquiera un poco simpática. Se había levantado de la silla en dos ocasiones para irse a su habitación, pero la otra chica quería impedírselo a toda costa así que terminó resignándose.
Cada tanto, cuando Christian veía que la cara de Camile reflejaba demasiado estrés, tenía que advertirle a la de ojos rosas que dejara de hacer tantos comentarios juntos y le diera un respiro. No quería cargar en su conciencia con la muerte de una adolescente enojada y luego tener que dar explicaciones a la familia.
Cuando por fin se produjo una pausa en la que Ashley no hizo preguntas, la otra habló.
- ¿Cómo terminaron en esta casa? ¿Por qué están acá? - observó a los dos extraños con una mezcla de interés y fastidio.
- Deberías preguntarle eso a Ciel, nosotros sólo lo seguimos a él - contestó Christian.
Camile bufó indignada. Como si la idea de sólo soportarlo no fuera suficiente.
- No voy a hablar con él.
- No dudo que Ciel pueda parecerte un poco...
- ¿Insoportable? ¿Tremendamente insoportable?
- Sí, exacto, pero una vez que te acostumbras...
Se cruzó de brazos y Christian entendió lo que quería decir: no estaba en sus planes acostumbrarse a la presencia del joven conde, algo que le parecía lógico si tenía en cuenta cómo se habían tratado más temprano.
Suspirando molesta, se puso de pie y se acercó a la puerta. Ahora nadie le iba a impedir que se encerrara en su habitación a meditar sobre su vida futura en Londres o a dormir hasta la siguiente semana.
- ¿Te vas? - Inquirió Ashley.
- Sí, a mi habitación.
La pelinegra se puso de pie alegremente. Ella también quería ir para conocer su habitación y que le hablara de su vida en Argentina y le mostrara cosas.
- Ashley...- Christian la llamó previendo sus intenciones, pero no parecía que fuera a hacerle caso.
El fastidio se notaba en el rostro de la de ojos marrones cuando Ashley dijo que quería ir con ella, pero la otra no se daba cuenta o lo ignoraba perfectamente bien, así que terminó accediendo a que la acompañara.
Salieron de la cocina y la chica abrió una de las puertas del pasillo.
- ¡Que linda! - Dijo mientras entraba y daba una vueltita por la habitación.
-Es normal. -Le dijo secamente la castaña.
-Que es linda, dije. - Y se recostó en la cama acolchonada de Camile, sin dale importancia al tono sarcástico de esta cuando le preguntó si estaba cómoda. La pelinegra sólo se mostraba feliz y animada, como si nunca antes se hubiera relacionado con alguién.
Ashley se enderezó y dirigió la vista a la mesa de luz. Antes de que Camile pudiera detenerla, la muchacha ya habia abierto el cajón.
-¿Son fotos? -Y sin siquiera esperar a la aprobación de la castaña, Ashley las tomó y las miró, gesto que tomó por sorpresa a Camile, por el hecho de que fuera tan impulsiva.
-¡Hey! No deberías hacer eso. - Y se las quito de un manotazo y las guardó de nuevo en su lugar, sanas y salvas.
-¿Son tu familia? -Ashley seguía sonriendo. Parecía que todos los intentos de Camile por apartarla un poco rebotaban en ella. Era como si uno quisiera darle un pelotazo a un trampolín.
La castaña suspiró. Comprendió que la chica claramente no entendía las indirectas.
-...Solamente no saques mis cosas así, -Le dijo mas calmada - te las voy a mostrar algún día si somos amigas.
Ashley la miró extrañada.
- ...¿No somos amigas?
- ...Pero si recién nos conocemos.
- ...¿Y qué tengo que hacer para ser tu amiga?
Su expresión había cambiado a una preocupada. ¿Acaso esta chica nunca había tenido amigos en su vida? Pues eso parecía. Y la verdad era que ese pensamiento le dio una ligera sensación de lástima a la castaña.
-¿De verdad querés que seamos amigas?
Los ojos se Ashley se iluminaron.
-¡S-Si! Mucho...
- ...Entonces solamente dame un poco de tiempo hasta que me acostumbre a la presencia de todos ustedes...
Y eso pareció ser algo que Ashley sí entendió. Asintió algunas veces mientras recuperaba su sonrisa.
-Pero sos simpática. -Le reconoció Camile, a lo que Ashley le agradeció.
-Tu no eres tan simpática, pero seguro que podemos ser amigas igual. -Agregó con una sonrisa.
La de ojos rosas seguía sentada en la cama observándola, pero el silencio comenzaba a formarse entre ellas y eso ponía bastante incómoda a la otra. Por momentos deseaba que Ashley se fuera voluntariamente de la habitación para poder estar sola porque no se sentía capaz de echarla, pero no parecía estar en sus planes.
Se rascó distraídamente la cabeza y luego se acomodó un poco la falda. ¿De qué rayos podían conversar para no estar en esa molesta situación? No tenía idea porque no solía hablar con extraños; de hecho, era una persona muy poco sociable.
- ¿Tienes cosas de América? - la pelinegra rompió el silencio por fin y su mirada denotaba interés.
- ¿Cosas de América? ¿Como qué?
- No lo se, ¡cualquier cosa!
Camile meditó durante unos segundos sin saber qué decirle. ¿Qué cosas esperaba que tuviera? Había traído ropa, libros, cuadernos, lápices... Cosas comunes que podía encontrar en cualquier país del mundo, nada especial.
Excepto tal vez...
- Dulce de leche. Tengo dulce de leche en la heladera, el mejor de Argentina - le dijo. Y añadió: - ¿Querés probarlo?
- ¿Puedo?
Ashley parecía incluso más contenta que antes, y eso le sorprendió un poco. De verdad no entendía por qué esa chica se entusiasmaba tanto por cualquier cosa.
- Si te estoy ofreciendo es porque podés. ¿Querés probarlo ahora?
Inmediatamente recibió un ferviente asentimiento como respuesta, así que ambas regresaron a la cocina, que ya estaba vacía. La castaña abrió la heladera y sacó un pote.
- Si te gustan las cosas dulces, estás a punto de probar la gloria. No te fíes de su apariencia, aunque no parezca rico a la vista, es lo mejor del mundo.
Le quitó la tapa y se lo enseñó. El contenido era marrón y tenía pinta de ser bastante pegajoso, y Ashley dudó por un momento si de verdad eso sería comestible.
- Haceme caso, probalo.
Camile le pasó una cuchara, y la otra sacó un poco de aquella sustancia viscosa y se la llevó a la boca.
- ¡Hey! - exclamó segundos después - ¡Es muy rico!
- ¿Viste? Te lo dije - Y por primera vez (o eso le pareció a la pelinegra) a Camile se le escapó una sonrisa que no parecía forzada o sarcástica.- Se ve raro pero es riquísimo.
- ¿Puedo comer más?
- Sí, lo que quieras. Es grande y está lleno.
Mientras Ashley comía otra cucharada de aquel dulce, ella miró por la ventana. El día estaba soleado y le daban ganas de volver a salir a tomar aire, sobre todo para despejar su mente de todo lo que había pasado en ese poco tiempo.
Suspiró, pensando que su día normal y tranquilo se había ido a la basura, y pensando, además, que ya no podría hacer una videollamada con sus hermanos como tenía planeado.
- Es un lindo día -murmuró, más para sí misma que para ser oída.
- Sí, ¿verdad? ¿Ya conoces la ciudad? ¿Hace cuánto llegaste? Tu acento todavía es raro.
- Hace tres semanas, -dijo sin apartar la vista del exterior- y no, aún no conozco la mayoría de los lugares. Estuve ocupada tratando de aprender qué está cerca de esta casa para poder ubicarme mejor.
- ¡Yo puedo enseñarte la ciudad!- Exclamó Ashley enérgicamente. - La conozco muy bien - añadió.
La castaña la miró durante algunos segundos como si estuviera dudando, pero le pareció que realmente se estaba esforzando mucho por ser agradable con ella así que terminó asintiendo, algo que provocó que la otra le volviera a sonreír.
- Y... ¿Viniste a Londres por algo en especial? ¿O sólo de paseo? - volvió a preguntar.
- A estudiar. Pero como las clases empiezan recién en septiembre, me estoy tomando este tiempo para conocer el lugar y las costumbres. No quiero hacer mal las cosas - le contó.
- Vaya... Suena un poco aburrido.
Camile se encogió de hombros justo cuando Christian volvía a entrar en la cocina con cara de haber tomado una decisión de gran importancia. Las miró a ambas y les informó:
- Voy a cambiar el color de las paredes. No voy a vivir en un lugar que tenga colores tan feos.
La chica estaba anonadada. No sólo llegaban cuatro extraños a meterse en su casa, sino que una de ellos la acosaba para ser amigas, dos actuaban como personas de tres siglos atrás, y otro quería remodelar el lugar como si fuera suyo. Procesó lo que el muchacho había dicho y su cerebro le dio la respuesta más lógica del mundo.
- Entonces pueden irse - dijo con obviedad, pero Christian negó.
Aquello hizo que su mal humor volviera a estallar dentro de su cuerpo y dejó escapar un bufido. Ya había tenido suficiente por un par de horas, definitivamente quería y necesitaba estar sola.
- Me voy a mi habitación - habló cortante.
- ¿Puedo ir? - inquirió por segunda vez Ashley, pero en seguida comprendió que no tendría tanta suerte como antes.
- Voy a dormir, perdón.
Y, acto seguido, salió de la cocina y la escucharon dar un fuerte portazo en su habitación.
Estando sola, se dejó caer en la cama boca abajo y miró en dirección a la ventana. ¿Aquello sería real? Quizás sólo era un mal sueño del que le costaba despertar. Se pellizcó.
- Auch...
No, no era un sueño. Estaba segura de que si esas personas se quedaban (que no dejaba de ser increíblemente extraño) ya no existiría la paz en su hogar.
Abrazó la almohada y cerró los ojos; una siesta no le vendría nada mal.
Pero lamentablemente su tiempo de paz no duró lo suficiente.
Ni siquiera tuvo la posibilidad de despertar y preguntarse si todo lo sucedido lo había soñado, porque fue Ashley quien la despertó.
Entró a su habitacion rebosando de energía y con una amplia sonrisa.
Camile solo apretó la cara contra la almohada intentando no tener que verla ni oírla, pero la pelinegra se sentó a su lado y le picó la cabeza con el dedo, sonriendo radiante.
-¿Qué haces?
A lo que Camile respondió:
-...Nada más quiero ver si puedo asfixiarme con la almohada.
Ashley la miró con notoria preocupación.
-¿Por qué dices eso? ...Es un comentario muy feo... -Pero Camile comenzaba a cansarse un poco de que no entendiera que no todo lo que decía iba en serio.
-Sólo estoy estresada. -Le respondió la castaña.
Sintió a Ashley dar una especie de saltito en la cama. No la veia, pero era como si pudiera sentir su sonrisa de oreja a oreja.
-Sebastian está haciendo la cena. - Como si eso fuera a animarla.
-No quiero comer. -Le dijó con un claro dejo de fastidio en su voz. No pensaba ni tocar con un láser la comida de ese hombre. Le inspiraba muy poca confianza. Quizás el niño con problemas de ubicación espacio-temporal le había dado la orden de envenenarla.
Ashley la miró de nuevo con una profunda preocupación, buscando indagar el por qué de su rechazo a comer. Pero ella solo le respondía que sinceramente no tenía apetito. Y no era del todo mentira. Ellos le sacaban el apetito.
La pelinegra se ofreció a llevarle algo para comer a la habitación, pero también se negó. En su lugar, se levantó de la cama. Ashley la miró ilusionada, creyendo que iba a conseguir que cenara, pero no. Camile había decidido simplemente ir a buscarse unas galletitas antes que ingerir comida preparada por el mayordomo.
-Pero tienes que comer comida...-Le insistió la pelinegra -Los humanos necesitan cenar...
Ashley le generaba demasiadas preguntas a la castaña. Principalmente, no comprendía su incesante necesidad de ser su amiga. Camile ni siquiera se consideraba tan simpática como para que una chica como ella quisiera ser su amiga. Pero también cabía destacar que cada vez mas, Ashley le parecía un bicho raro. Nadie podía atreverse a decirle que la pelinegra era una persona normal.
-No me hará nada no cenar una vez. -Le dijo, intentando no sonar tan cortante como para sonar desagradable, pero sí lo suficiente para dejar en claro que no iba a discutir el tema.
Cuando entró a la cocina, el olor de la comida casera le invadió la nariz. Si algo estaba claro, era que el mayordomo sabía como cocinar. Quizás si la comida hubiese sido preparada por otra persona, Camile estaría babeando, esperando impaciente en la mesa. Pero no. Era Sebastian quien cocinaba. Y no quería saber nada al respecto. Ese hombre le generaba demasiada desconfianza.
Cuando el mayordomo la vio agarrando un paquete de galletitas, la miró con desagrado. Le informó que pronto estaría lista la comida, a lo que Camile contestó con un seco:
-¿y?
- ¿No va a cenar?
-No.
Y volvió a la habitación, donde Ashley la esperaba con las piernas cruzadas sentada en la cama, mirándola con una sonrisa radiante.
La castaña comenzaba a resignarse a la existencia de la chica en su casa. Se sentó a su lado y le ofreció una galletita, que la pelinegra aceptó con entusiasmo.
-Creo voy a terminar por acostumbrarme más rápido a tu presencia...- Le dijo a la pelinegra, aunque fue mas un pensamiento para ella misma.
-Seguro que a la de los demás también, somos muy agradables.- Aunque de pronto pareció recordar algo -Bueno... Ciel y Sebastian....
-A esos dos no los percibo agradables.
Ashley no supo que responderle, porque lamentablemente sabía que era imposible percibirlos agradables. A cualquiera de los dos. Y si bien ahora Ciel no era tan cruel y frío con ella como la primera vez que la conoció, seguía sin ser del todo agradable. Por su parte, Sebastian nunca había modificado su trato con ella.
-...Te entiendo.- Dijo por fin.
Ashley se quedó esperando una respuesta por parte de Camile, pero esta estaba sumida en pensamientos que no parecía querer compartir con la pelinegra.
Al cabo de unos segundos que se le hicieron eternos, volvió a hablar.
-¿Quieres jugar a algo? -Sonrió, buscando animar a la castaña.
-No, gracias.
Ashley frunció el ceño por un momento para después volver a sonreír. -Una sola partida.
Camile la miró ligeramente cansada -¿A que se supone que querés jugar? - Le preguntó, aunque cuando vio que la sonrisa de esta crecía un poquitito, agregó para no ilusionara -Igual no quiero.
- Podemos jugar a las cartas... O al ajedrez... O incluso a las damas..
-Paso, gracias.
El ceño de Ashley volvió a fruncirse con molestia, pero intentando controlarlo para seguir viéndose amistosa, generó en sus labios una nueva sonrisa, un poco mas forzosa que las otras.
-¿Por que?
-Porque no tengo ganas de jugar, lo siento...
-Solo una partida...
-En serio, hoy no.
La pelinegra se levantó de la cama y la miró, por primera vez no luciendo tan amistosa. Tenía el ceño fruncido y los labios arrugados. Estaba cansada.
-Bien. ¿Sabes que? - Empezó, con una voz fría que Camile no hubiera esperado que saliera de ella unos minutos atrás. -Solo intento que seamos amigas y darte algo que hacer mientras te acostumbras a nosotros. Pero si no te interesa, te dejo en paz.- Le espetó. El aspecto ligeramente torpe y simpático que tenía la primera vez que la vio se había esfumado de un momento al otro.
-Escucha...- Comenzó Camile -Ya se que estas intentando eso- Le reconoció -, pero necesito tiempo para mi, para acostumbrarme... -Suspiró, y miró a la pelinegra con seriedad. -Son extraños que se metieron en mi casa.
Una ligera sensación de vergüenza apareció en Ashley, porque sabía que la castaña tenía razón. Se miró las manos, creyendo que quizás no era lo suficientemente simpática.
-Bien...- Le respondió. -Estaré en mi habitación si quieres algo.
Como la expresión entusiasta y agradable de Ashley no reapareció, Camile le dijo:
-Mañana podría aceptar que me muestres la ciudad, si querés...
Esto tuvo el efecto deseado. Ashley la miró con un brillo en sus ojos rosados y una amplia sonrisa de oreja a oreja.
-Sí, por supuesto. -Le respondió. Incluso su voz había cambiado.
-Sí, esta bien...
Ashley miró a la puerta en su espalda y luego volvió la vista a ella, entendiendo que era hora de dejar a la chica en paz de una vez.
-Te veo luego.
-Sí... -Y cuando la pelinegra se encaminó a la puerta, sintió la necesidad de reconocer su esfuerzo -Sos agradable aunque te hayas metido en mi casa así de la nada.
La muchacha volvió a sonreír, pero estaba vez fue una sonrisa un poco mas pequeña que las demás, pero en la cual se notaba claramente lo agradecida que estaba por aquel comentario. Le dio las gracias y salió de la habitación.
Camile, ahora recostada en la cama, cerró los ojos y sintió como todo el peso del estrés mental que le producía esta situación caía sobre ella. Duró menos de cinco minutos antes de sumirse en un profundo sueño.
-Yo creo que es agradable. -Le comentaba Ashley a Ciel, quien se encontraba en la mesa del comedor como si fuera la suya. Comiendo con tranquilidad.
Ashley miró a Sebastian con una sonrisa esperando a que este le sirviera algo de comer a ella. Ella no era propensa a cenar, siempre y cuando no se hablara de la comida de Sebastian, de la cual comía más a menudo. Al no obtener mas que una mirada fría de parte de este, miró a Ciel fijamente.
El peliazul la miró con molestia pasados unos segundos, ya que la chica no despegaba la mirada de él. Le dirigió a Sebastian una expresión de molestia. Él ya sabia como se ponía Ashley con cosas así, pero su mayordomo no iba a dejarse mandar por ordenes directas de la muchacha.
Suspiró y le sirvió un plato resignado a Ashley, la cual le devolvió una amplia sonrisa y un "gracias", pero que cualquiera hubiera percibido con un ligero toque de burla.
-Sinceramente, no me importa que sea o no simpática. No la quiero aquí. -Le respondió Ciel a su primer comentario.
-Yo si la quiero aquí. -Ella frunció el ceño y apretó los labios.
-¿Pedí tu opinión?
-Podría tener una amiga normal, ya sabes...
-Podrías haber tenido amigas antes.
-Lamentablemente, no tuvimos muchas ocasiones en las que ella pudiera hacer amigas. - Christian había entrado en la cocina, con un tarro de pintura. Sí, lo de pintar las paredes iba en serio.
-¿Lo ves, Ciel? ¡Esta es mi oportunidad!- Christian le dio un pequeño golpe a la muchacha en la cabeza por haber hablado con la boca llena.
-Si no va a irse por las buenas, se tendrá que ir por las malas. -Dirigió la mirada a su mayordomo.
-¿Precisa que me encargue, joven amo?
Ciel pareció meditarlo unos segundos.
-No. -Dijo por fin.
-¿No? - Le preguntó ligeramente extrañado su sirviente.
-No. Haremos que se vaya sin recurrir a extremos. -Miró a Christian. -¿Vas a pintar las paredes por la noche? Procura terminar temprano para que cuando tenga que despertarme no este toda la casa con olor a pintura.
Christian alzó una ceja, mirándolo con desinterés, y como Ciel esperaba una respuesta, finalmente puso los ojos en blanco, contestando con un:
-Yis, mi lird. -Imitando con burla la frase típica y, en el criterio del pelinegro de ojos azules, ya pasada de moda de Sebastian. Ambos, amo y maestro, lo miraron con mala cara. Ashley sonrió conteniendo una risita. Él la miró con seriedad.
-Y tu. No es la primera vez que tratas con gente como ella. Se normal, ¿quieres? O va a enviarte a ti a un psiquiátrico.
Un tono rosado se apareció en las mejillas de la muchacha.
Ciel se levantó de la mesa al haber terminado de cenar y le solicitó a Sebastian que llevara el postre a su habitación. Pensó que, en una de las habitaciones extras, debería hacerse un estudio, pero por el momento ordenaría y leería todo el papeleo en el escritorio que Sebastian habia acomodado en su recamara.
Ashley miró al mayordomo sonriente cuando el niño salió de la cocina.
-¿No hay postre para mi?
Pero él la ignoró completamente y salió detrás de su amo con una rebanada de pastel.
-Que desagradable...
----------------------
¡Hola!
Acá estamos nosotras otra vez con una nueva actualización (ya sabemos que nos tomó tiempo, pero vamos a intentar no demorarnos tanto 😅)
En cualquier caso, si les gustó esperamos que lo apoyen con su voto o comentario, que siempre nos anima!
Y por cierto, la de multimedia es Camile~
Hasta el próximo capítulo 💕
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top