Capítulo 3: Ese mayordomo, retos.
-Amo...-dijo Himena entrando al despacho de Alois.
-¿Qué?-contestó sin mirarla mientras terminaba de firmar un documento con aburrimiento.
-Le acaba de llegar una carta.
Alois soltó un suspiro. Bajó el bolígrafo.
-Ya terminé. -la mayordoma tomó el documento enrollándolo para mandarlo.-La carta.-extendió su mano. Himena se la dio.-Ya puedes irte.
La mayordoma asintió y se retiró.
Alois tomó la carta abriéndola, soltó un suspiro y leyó. Rió.
-Ciel, Ciel, Ciel... ¿Tan ansioso de volver a vernos?-rió de nuevo.-¡Himena!
La nombrada llegó de inmediato.
-¿Sí, amo?
-Vámonos a la mansión Phantomhive.-se paró caminando hacia la puerta, Himena le abrió la puerta dejando que pasara. Alois paró un momento.-Manten los ojos abiertos.
-Yes, your highness.-hizo una reverencia sonriendo. Alois sonrió con suficiencia y salió rumbo al carruaje que los llevaría a la mansión.
Durante el camino no hablaron de nada. Raro, porque Alois acostumbraba a hablar mucho pero esta vez no estaba de humor como para hablar de algo.
Llegaron a la mansión, Himena se bajó primero para ayudar a bajar a Alois. Él sonrió al ver la enorme mansión frente a él.
-Vamos, Himena.-sonrió.
Himena tocó la puerta esperando a que abrieran. Sebastian los recibió. Miró a Himena serio al igual que ella a él.
-Bienvenidos.-dijo Sebastian haciendo una pequeña reverencia. Ambos pasaron.
Himena vio de reojo a Sebastian esbozando una media sonrisa con un poco de suficiencia haciendo que Sebastian riera por lo bajo.
-Por aquí por favor.-los guió al despacho de Ciel. Tocó la puerta obteniendo una aprobación del otro lado.
Abrió la puerta dejándolos pasar. Ciel miró serio a Alois, éste rió.
-Toma asiento, Alois.-señaló la silla frente a él.
Antes de que Sebastian le abriera la puerta Himena lo hizo primero, Alois se sentó.
-Sebastian.-habló Ciel poniendo sus manos en su barbilla.-Trae el té.
-Como ordene.-asintió yendo hacia la puerta.
-Himena. -dijo Alois sin quitar la vista de Ciel.-Trae el té.
Sebastian paró en seco.
-Como usted ordene.-asintió y fue a la puerta saliendo junto con Sebastian.
Ya en la cocina ambos se pusieron a preparar el té para sus amos. A Alois le gustaba un té diferente al de Ciel y Himena se encargaba de prepararlo en cada lugar a donde iban.
Sebastian soltó una risa.
-¿Así que, mayordoma?
-Igual que tú, demonio.
-El alma de tu amo es... diferente. No es muy interesante. En fin, algo debió tener para atraer a una yōkai.-sonrió sinicamente y con burla.
Himena soltó todo lo que tenía en las manos empujando a Sebastian, arrinconándolo en la pared. Lo tomó de la corbata mirándolo amenazante.
-Cállate demonio. El alma del joven Alois es apetitoza para mi, en cambio la de tu amo no me parece en nada apetezible. Más, si interesante.-sonrió de medio lado cambiando sus ojos a los más bestiales con un pequeño brillo resaltando su color morado-azulado.
Sebastian sonrió de medio lado cambiando sus ojos al color fucsia característico de los demonios.
-Unas almas interesantes.
-Demonio, será divertido ponerles unos cuantos obstáculos.
-Lo mismo digo, yōkai.
Ambos sonrieron, retandose mutuamente. Himena lo soltó al escuchar que los sirvientes se acercaban.
Terminaron de hacer el té y subieron a servirlo a sus respectivos amos. Las miradas retadoras junto con odio se veían entre ellos dos, por suerte pasaban desapercibidas para sus amos.
Ambos chicos esbozaron una sonrisa perspicaz. Se retaban entre si. Iban a averiguar quien era el mejor en servir a la reina, mejor intelecto, todo.
En cuanto a los mayordomos, era el reto común entre demonios y yōkais. Un reto de ver quien era el mejor, como hace años y siglos atrás.
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