Capítulo 20: Ese mayordomo, sospecha y confesión
Himena no pudo salir de su shock. ¿Cómo podía estar vivo? Aunque era lógico, a él nunca lo pudo matar bien.
—Tal vez lo único que lo puede matar es... —se dio un golpe mental. No podía pensar en eso, hace demasiado tiempo que no usaba su verdadera forma y ahora no podía hacerlo.
Optó por dormir, tal vez así podría pensar más claramente las cosas.
"La ironía de estar envuelto en llamas cuando puedo causarlas."
Esas palabras retumbaban en su mente sin previo aviso. Sonaban sospechosas a un punto que ni siquiera ella podía descifrar. Takano podía manipular el fuego a voluntad, mucho más que ella, Claude o incluso Sebastian.
¿Tal vez podría ser...?
Al día siguiente apenas si podía concentrarse, todavía pensaba en las palabras de Takano. Tenía que estar segura si él no era el que le hizo todo eso a su amo.
—¡Himena! —la llamó Alois sacándola de su trance. —Estás muy rara, sirve.
Himena hizo caso y le sirvió un poco más de té sin emitir sonido alguno. Por su parte, Alois no le quitaba la vista de encima, algo tenía ella y necesitaba saber qué.
—Estaré en mi despacho. No me molestes. —dijo parándose de la silla pasando a un lado de ella, la yokai solamente hizo una reverencia aceptando sus palabras. —Pero antes... —se detuvo frente a las escaleras sin voltear. —Dime por qué estás así, es una orden.
Himena no tuvo de otra más que contestar debido a la palabra "orden".
—Creo saber... —dijo volteando a ver la espalda de su amo que estaba escuchando atentamente a sus palabras esperando a que terminara. —Quién causó ese fuego anteriormente.
Se calló esperando la reacción de Alois.
El rubio, por su parte, abrió los ojos a manera de sorpresa; su corazón empezó a latir con fuerza al momento de que los recuerdos lo empezaron a inundar, recordando cómo perdió a la persona que más le importaba y como gracias a eso llegó a parar en la mansión de ese hombre despreciable.
—Investiga... —dijo en un susurro, Himena enarcó una ceja al no entender lo que balbuceaba su amo. —¡Investiga, ahora Himena! —gritó volteándola a ver haciendo que los trillizos dieran un pequeño salto debido a la impresión y ella abriera los ojos con sorpresa.
—Yes, your highness.
Alois bajó la mirada respirando con rapidez y dificultad, Himena se dio cuenta del estado de su amo así que se acercó para confortarlo.
—Tranquilo, amo. —lo abrazó. —Mientras esté con usted y el contrato esté vigente, nadie le hará daño.
—Solamente hazme daño tú, Himena. —dijo susurrando. —Sólo tú...
***
Himena se encontraba inspeccionando la tierra de ese pueblo hecho pedazos con evidencia de que todo fue quemado.
Tocó la tierra sintiendo bajo la yema de sus dedos las cenizas que todavía se percibían. La llevó a su nariz aspirando el aroma sin encontrar nada extraño, salvo por un aroma bastante familiar que no venía de la tierra.
—¿Qué hacen aquí? —dijo con una mueca de disgusto dejando caer la tierra parándose para encarar a ambos demonios que estaban detrás de ella.
—Venimos a investigar igual que tú, yokai. —dijo Claude con una expresión seria.
—¿Por qué esa cara, Claude? —dijo burlona acercándose con una sonrisa de medio lado.
—Porque todo es tu culpa, Himena.
—¿Qué hice yo? —dijo con inocencia, no sabía porque la culpaban aunque la manera en que lo decía parecía que se burlaba lo cual no era cierto.
—Takano. —esta vez lo dijo Sebastian. —Visitó a nuestros amos diciendo que era irónico que lo hubiéramos quemado.
Himena frunció los labios al escuchar eso, le había dicho lo mismo a ella, claramente no era coincidencia que lo hubiera dicho.
—Algo oculta, y aquí lo averiguaré. —dijo viendo todo el pueblo. Sebastian se acercó tomándola del brazo haciendo que lo viera.
—Si algo sabes dilo, yokai.
—No es el momento, demonio. —se soltó del agarre mirando sus ojos carmesí. Iba a decir algo cuando fue interrumpida por los trillizos que habían traído a un hombre siendo agarrado por Timber del lado izquierdo y Thomson del derecho con Catembury en la espalda.
Himena se acercó y con una seña hizo que los trillizos se apartaran.
—¿Qué sabes de lo que pasó aquí? —le preguntó al hombre con una voz bastante melodiosa y seductora. Claramente quería obtener información y así la iba a obtener.
El hombre se perdió en los ojos de ella, en ese extraño color acompañados de esa dulce voz que podía hacer que callera a sus pies.
—¿Me lo dirás? —decía mientras pasaba su mano por el rostro de aquel hombre hasta delinear sus labios, se acercó hasta que plantó un beso en ellos sellando la seducción aplicada.
Sebastian formó un puño con mirada seria, no entendía la razón porque aquella acción hecha por ella le había causado un profundo dolor en el pecho y enojo al por mayor. Para él era inexplicable.
Claude, por otro lado, estaba serio pero controlado. Desde hace tiempo había visto a Himena hacer ese tipo de cosas y no le era extraño, sin embargo, eso no le quitaba lo molesto de verla seducir a los hombres solamente para obtener información.
Himena se separó del hombre -que hace unos minutos había besado- después de obtener la información necesaria. Se quitó sus guantes con sus dientes dejando ver sus uñas que tenían un color azul índigo potente.
—Gracias por cooperar. —después lo rasguñó en el cuello dando por terminada con su vida formando un puño al final frunciendo los labios.
Se volteó encontrando a ambos demonios mirándola.
—No me vean así, ustedes hacen lo mismo. —dijo tratando de formar una sonrisa sin éxito. —Debo decirles esto, de todas maneras lo descubrirán por su cuenta después. —posó sus ojos en ellos haciendo contacto con los carmesí y amarillo de ellos. —La venganza de mi amo se acerca, y lo más probable es que Takano haya estado involucrado. Pronto... devoraré el alma de Alois Trancy.
***
Himena pasaba de edificio en edificio después de haber recopilado la información que su amo le había pedido para un caso cuando la tomaron por sorpresa llevándola a un callejón acorralándola en la pared.
—¿Ya es costumbre tuya de acorralarme, demonio?
—Es la única forma que tengo para hablar contigo, yokai. —dijo Sebastian sonriendo de medio lado.
—¿Qué quieres ahora, demonio?
—¿Es cierto lo que dijiste en ese pueblo, yokai?
—Sí. —lo vio y esbozó una sonrisa un tanto burlona. —¿Preocupado?
—Por Alois no, eso tiene que pasar al hacer el contrato. —no quitaba la vista de ella. —Por ti.
—¿Tú? ¿Preocupado por mí? —sonaba burlona.
—Ha sido la persona con la que más tiempo has tenido un contrato, te hiciste cercana a él.
Himena bajó la mirada pero luego lo volvió a ver.
—¿Y eso a ti en qué te afecta, demonio? Cuando debas devorar el alma de tu amo no te dolerá porque no sientes, lo mismo va para mí.
—En eso te equivocas, yokai. Si soy capaz de sentir.
—¿Sentir, tú? ¡Ja! No me hagas reír. —lo miró incrédula sin poder creer sus palabras.
—Si siento, yokai. Y todo es por ti.
—¿Por mí?
—Sí, siento por ti.
—Y eso es...
Se acercó a ella quedando a escasos centímetros chocando su aliento con el de ella mientras ambos se sumergían en los profundos colores de sus ojos.
—Amor.
Y cerró esa palabra con un beso que fue aceptado por ella.
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