Capítulo 11: Ese mayordomo, fin del plan.

A la mañana siguiente Himena estaba acomodando el comedor mientras Sebastian estaba cocinando y Francis estaba en su despacho anotando unas cuantas fórmulas en su cuaderno. Sería otro día rutinario a no ser porque Francis tenía un plan, el cual terminaría todo de una vez por todas.

Himena terminó de acomodarse el comedor, ahora estaba arreglando el florero del centro. Todo le recordaba a Alois y su plan, era arriesgado sabiendo que podía terminar mal o, en el peor de los casos, con la venganza de ese chico. No era de extrañarse que sintiera una corazonada, de por si no era un demonio como Sebastian así que ella sentía más emociones que él por eso ese presentimiento desde anoche.

—Quitales las espinas, no quiero oler tu sangre —dijo Sebastian entrando al comedor.

—¿Nauseas? Lidia con ellas —en cierto modo le agradecía que le haya dicho eso, estaba tan sumida en sus pensamientos que por poco se encajaba una espina en la mano, pero su orgullo podía más.

Sebastian ahogó una risotada al verla así de orgullosa. Era divertido molestarla y hacerlo casi diario le parecía genial. Sin embargo, algo extraño empezaba a sentir, no tenía explicación y prefería que se quedara así por un rato. Eso podría distraerlo de su objetivo de obtener el alma de su amo, ya había esperado tres años y esperar más no le molestaría ahora; así que si se ponía a pensar en esa sensación acaparando toda su mente no podría concentrarse.

Himena quedó pensativa un momento, debía de avisar a su amo sobre el plan que tenía Francis para esa noche. A no ser que ya lo supieran y estarían ahí esa noche.

Escuchó un pequeño sonido de un cascabel, miró hacia donde provenía que era la puerta que daba hacia el jardín. Dejó lo que tenía en las manos caminando hacia allá. No se equivocó, era una serpiente y no cualquier serpiente. Como caído del cielo, la serpiente se transformó en Timber que estaba en su forma de yōkai; piel pálida con unas cuantas escamas, su atuendo era un kimono blanco y ojos amarillos como las cascabel.

—¿Pasó algo, Timber? —preguntó conservando la calma reprimiendo el sentimiento de abrazarlo por la emoción de verlo.

—El amo está inquieto, quiere saber si hay algo importante —de nuevo con su susurro, ya para ella era normal escucharlo hablar así.

—Dile que sí. Planea ir a un laboratorio en el centro de Londres para robar morfina, quiere varios frascos para poder evaporarla. Será esta noche. -hizo una pequeña pausa. Suspiró y retomó la conversación —: También notificáselo al conde Phantomhive, Sebastian irá al igual que yo.

Timber no pudo ocultar su sorpresa, ¿desde cuándo le tomaba importancia a ese conde y a su mayordomo? Optó por no preguntar nada.

—Así que... —era Sebastian. —¿También tomas en cuenta a mi amo?

—No te creas tan especial —respondió Himena con frialdad —, es sólo por este caso.

—Afortunadamente. —dijo con una de sus típicas sonrisas falsas. Volteó a ver a Timber soltando una pequeña risa.

—Ve Timber, que el tiempo es preciado. —dijo Himena acariciando el cabello de su sirviente. Ella era asi con ellos, parecían sus hermanos mayores y los consideraba como tal. Debido a la altura de Timber tuvo que alzar su brazo para poder hacer esa acción pero eso, a los ojos de los trillizos, era adorable.

Timber asintió una vez que ella terminara de hacer ese gesto. Hizo una pequeña reverencia volviéndose a transformar en una serpiente y desapareciendo de la vista de ambos mayordomos.

—Eres muy pequeña, yōkai. —se burló el demonio. Himena lo vio con cara de pocos amigos.

—Cállate. —volvió a entrar al comedor enojada.

En cuestión de altura Sebastian sabía muy bien que Himena no era muy alta, al igual que él era muy alto como para que ella lo alcanzara. Sí debía comparar, su estatura sería igual a la de Meyrin aunque por uno o dos centímetros menor. No importaba, veía a esa estatura atrayente para una yōkai como ella, incluso en un demonio femenino. Pero en ella... lucía diferente, era más... ¿Atractiva?
Alejó esos pensamientos lo más rápido que pudo, se dispuso a entrar para terminar de arreglar lo que debía y poner en marcha la captura de ese chico para acabar de una vez por todas esa farsa.

La noche cayó rápido, más de lo que ellos habían esperado. Se encontraban adentro del laboratorio, Himena se estaba encargando de guardar los frascos de la "droga" y Sebastian de vigilar, cosa que ambos sabían que no era cierto ya que dejaría que ambos amos llegaran a ese destino.

—Listo, mi amo. —avisó Himena una vez terminada su tarea.

—Bien, vámonos.

Salieron del lugar siendo recibidos por un ataque de serpientes tanto por parte de Snake como de Timber. Debido a que tenían que desempeñar un papel muy real, ambos se interpusieron impidiendo que el ataque llegara a Francis.

—Pensé que les había quedado claro desde aquella noche, nada se interpondrá en mi cometido. —dijo Francis con una sonrisa socarrona.

—Yo que tú -dijo Ciel. —No estaría tan seguro.

—Te puedes llevar una gran sorpresa. —terminó Alois sonriendo con burla. Himena reprimió una sonrisa que amenazaba con salir, le agradaba que su amo fuera así de burlón.

—Yo creo que no. —con una seña le ordenó a Himena ponerle fin al igual que a Sebastian.

Ambos seres se acercaron a sus respectivos sirvientes, éstos ya sabían el plan así que lo único que necesitaban era fingir. Himena tomó a Timber del cuello de la camisa que llevaba haciendo como que lo ahorcara, le dio un leve golpe en el estómago y tirándolo; todo tan rápido que no pareció fingido. Lo mismo ocurrió con Sebastian, salvo que éste empleó una patada en lugar de golpe. No era de extrañarse de que Francis lo hubiera creído todo.

Himena regresó por Francis cargándolo y llevándolo al techo mientras que Sebastian se quedaba a "detener" a los chicos. Himena bajó a Francis mirando hacia abajo como lo hacía él. Alois miró a su mayordoma listo para darle fin a esto.

—¡Himena! —gritó el rubio. Francis lo interpretó como un gritó de desesperación al haberla perdido pero lo que en realidad era, y lo que Himena había interpretado, la señal que había estado esperando.

Tomó a Francis del saco tomando los frascos que había robado anteriormente mirándolos ante la mirada confusa del chico.

—¿Qué... Qué haces Himena? —preguntó extrañado de su comportamiento.

—Obedeciendo órdenes de mi amo. —lo miró con una sonrisa traicionera.

—¡Pero yo soy tú amo!—algo no encajaba en su mente.

—No, no lo es. Mi amo es Alois Trancy. —los ojos de Francis se abrieron ante la sorpresa y decepción, ante el sentimiento de tener el corazón hecho pedazos por la traición de aquella persona que se había vuelto indispensable de una manera extraña. —Adios, mi amo. —lo último lo dijo con sarcasmo y burla añadiéndole una sonrisa.

Sus uñas cambiaron de color a unas rojas encajándolas en el estómago de Francis haciendo que sintiera un dolor inmenso para después caerse del tejado por el lado contrario a donde estaban Alois y Ciel. Bajó del techo yendo con su amo.

—He cumplido mi orden, amo. —dijo hincándose frente a Alois.

—Bien hecho. —sonrió. Aceptó los frascos que ella le entregaba gustoso de que su plan hubiera resultado.

Ciel odiaba admitirlo pero Alois fue bastante inteligente en ese caso. Volteó a ver a Sebastian que, igualmente, estaba impresionado.

—Sebastian —llamó. Éste le entregó el diario que había llevado en su saco todo este tiempo. Evidencia para reina. —Ahora, ya estamos a mano Alois.

—Ciertamente, Ciel. —ambos condes sonrieron. No fue tan mala idea trabajar juntos después de todo, habían conseguido lo que querían y cada quien llevaba algo valioso para la reina, a pesar que la orden de Sebastian había sido diferente pero... efectiva.

Se dedicaron una última mirada y cada quien de fue a su respectiva mansión con la victoria en sus manos.




"¿Cuál es tú deseo?" habló una voz melodiosa de la nada.

—Venganza... quiero... vengarme... —contestó Francis entrecortado debido al dolor en el estómago sintiendo que le arrebataban cada aliento lentamente.

"¿De quién?" esa voz era extraña pero atrayente, Francis cada vez sucumbía ante ella.

—De... Alois... Trancy... Ciel... Phantomhive... y... de esos... seres... —frunció los labios con rabia emitiendo un gemido de dolor. —De... ella...

"Forma un contrato conmigo y lo concederé para ti." se fue haciendo más audible. Francis volteó hacia donde había escuchado la voz encontrando a una araña mirándolo fijamente. "¿Qué dices, aceptas?"

Lo pensó un momento, ¿a quién engañaba? Ya no había tiempo para pensar, estaba muriendo lentamente cada minuto que pasaba. Además, el enojo que sentía en ese momento lo valía, odiaba a Trancy, odiaba a Phantomhive, odiaba a Sebastian y la odiaba a ella... a Himena. Venganza. Repetir ese dolor que sintió en ellos. Venganza. Ojo por ojo...

—Acepto.

La araña fue cubierta por un humo negro cubriendo toda la calle en donde se encontraba. De ahí apareció una sombra mucho más alta que él, dando paso a un hombre de piel pálida, ojos amarillos, cabello negro y gafas con expresión seria. El hombre se hincó sin apartar su vista de él. Puso su mano izquierda en el hombro de Francis, él emitió un grito de dolor haciendo que se le olvidara el anterior. Miró el lugar donde anteriormente estaba la mano del hombre encontrándose con un pentagrama que abarcaba un poco de su cuello y hombro de color amarillo.

—Ya está hecho. —dijo el demonio con voz seria al igual que su rostro. —¿Sus órdenes?

—¡Salvame... Ahora! —ordenó tocándose el estómago con dolor. El demonio de ojos amarillos asintió.

Yes, my sir. —puso sus manos en el estómago de su ahora amo curándolo.

Francis se paró seguido del demonio.

—¿Tú nombre?

—Cómo usted quiera llamarme.

—Claude, te llamarás Claude.

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