Capítulo 10: Ese mayordomo, convivencia.
Al día siguiente Himena entró en la habitación de su ahora nuevo amo abrió las cortinas, se acercó a la cama del chico.
-Buenos días, amo.-dijo dándole una tasa de té, Francis la tomó dándole un sorbo, la volteó a ver esbozando una sonrisa.
-¿Terminaste con ese conde?-preguntó sin quitarle la vista.
-No, amo.
-¿Entonces qué hiciste?-se notaba un claro enojo en su voz. Tener a Ciel y a Alois fuera de su camino iba a facilitar más sus planes y de paso se quedaba con ella.
-Me divertí un poco -sonrió. Agarró un pañuelo y limpió la comisura de los labios de su amo que escurría un poco de té.-Traje a alguien.
-¿A quién? -ahora se enojó más al escuchar aquello, Himena sonrió ante la mueca del moreno.
-A un mayordomo, no se preocupe, hace bien su trabajo. -rió un poco al recordar a Sebastian enojado anoche.
-De acuerdo, si tu lo dices entonces está bien.-alejó la mano de Himena con enojo, ella no le tomó importancia. Fue al armario tomando la ropa de su amo, se hincó comenzando a ponerle las calcetas, luego la camisa.-¿Te afectó verlo de nuevo?
-¿A quién, amo?-dijo acomodando el cuello de la camisa y poniéndole una corbata.
-A tu antiguo amo.-la miró a los ojos, le gustaban esos ojos de color extraño.
-Para nada, amo.-terminó de arreglarlo, hizo una pequeña reverencia y se paró con una sonrisa.-Ya estará pronto el desayuno, así puede ver a su nuevo sirviente.
Y, de nuevo, le causaba gracia llamar a Sebastian de esa forma.
-En un momento bajo.-dijo sin muchos ánimos. Himena no le tomó importancia y se fue.
Entró a la cocina para preparar el desayuno. Sebastian la tomó del brazo acorralándola en la pared haciendo un ruido ensordecedor.
-No vuelvas a llamarme así, yōkai. -le dijo con voz amenazadora y viéndola con sus ojos fucsia de demonio.
-¿O qué? -le dijo acercándose dejando su rostro cerca del de él.
Sebastian golpeó la pared con sus manos, tomó el mentón de la castaña con tal fuerza que hizo que la yōkai hiciera una mueca de dolor y soltara un gemido. Él sonrió de satisfacción al verla vulnerable.
-Te ves adorable en esta forma.-dijo con una risa de satisfacción. Himena lo miró con desprecio, tomó su mano intentando alejarla de su rostro, sin éxito.
-De... mo... nio...-tenía dificultades para hablar debido al agarre pero por lo menos lo intentaba. Sebastian rechinó los dientes.-Suel... tame...
-Si vuelves a llamarme así...-sonrió con malicia.-Te haré algo peor que esto, ¿lo entiendes verdad?
Himena asintió con una mueca de dolor. Sebastian estaba satisfecho consigo mismo al poder darle dolor a ella, era la primera que nunca había inducido dolor y el hacerlo por esta vez -aunque sea con algo tan simple- le causaba una gran victoria. Pero, en cierto modo, no había querido causarle dolor alguno.
Soltó el mentón de la chica alejándose un poco de ella. Himena se sobó la mandíbula con dolor mirándolo con desaprobación y, un poco, miedo. Sebastian sonrió, se dió la vuelta empezando a cocinar.
Aunque no lo quieran admitir esa sonrisa le pareció atractiva a Himena, al igual que sus ojos bestiales. Cuando lo conoció le pareció atractivo pero despreciable al momento de oler que era un demonio, pero ¿quién no iba a sucumbir a los encantos de tal atractivo mayordomo?
Una vez lista la comida, Himena partió al comedor para servirle el primer plato a Francis. El chico sonrió al ser atendido por ella, quería deshacerse de Alois de una vez por todas para que ella sea solamente de él, sabía la historia de Trancy y ella pero no sabía que ella estaba de encubierto.
-¿Qué sirviente reclutaste? -dijo Francis tomando otro bocado de su desayuno, Himena le hizo una seña a Sebastian para que apareciera. Al verlo, el chico frunció el seño y rechinó los dientes.-Eres el que acompañaba a Phantomhive anoche.
-Ya no.-tenía que emplear una gran actuación para que no sospechara, pan comido.-Me di cuenta que usted es mucho mejor que él, así que si usted me acepta le brindaré mis servicios.
Francis volteó a ver a su mayordoma para ver su reacción, ella le asintió y así comprendió que debía aceptarlo.
-Está bien.-limpió su boca con la servilleta, se paró acomodando su traje.-Hime-san, acompañame.
Subió a su despacho seguido por la yōkai mientras Sebastian recogía, iba a ser una estancia bastante larga a partir de ese día.
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