LEVITANDO
https://youtu.be/BtU9rXzxRB4
*Eilam en portada*
Ya superamos las 3000 lecturas, millones de gracias a todos^^.
Os dejo una canción que me inspiró a escribir el capítulo.
Y me disculpo de antemano por vuestro sufrimiento, pero si os soy sincera, esto no ha hecho más que comenzar. Besitos.
Mi paz duró menos de lo que dura un caramelo en la puerta de un colegio. Echa un manojo de odio, resentimiento y una enorme confusión, volví de nuevo a la ciudad con Eilam a mis espaldas. Siempre que me daba la vuelta para comprobar que él seguía tras de mí, me dedicaba una sonrisa que más que simpática, estaba cargada de promesas oscuras.
Mi pecho se comprimía cuando pensaba en Rainer; no es que nos llevásemos demasiado bien, pero había algo innegable entre nosotros, nos pesara lo que nos pesara. Por desgracia, no había forma de ponerme en contacto con él ya que, aunque tenía teléfono, no poseía algo con qué cargarlo.
Y no me sabía su maldito teléfono, así que estaba atrapada aquí irremediablemente.
Hasta el momento.
No olvidaba que era fuerte, que, aunque fuese humana, me sabía guiar entre la naturaleza como si fuera parte de ella. Tan sólo tenía que buscar el momento idóneo para poder escapar y correr lo máximo que fuese capaz. Sí, necesitaba trazar un plan.
Durante el rato que estuve sola con mis pensamientos llegué a la conclusión de que no me creería una maldita palabra que viniera de cualquier aliado de Eilam. Si él era capaz de tomar la forma de mi hermano, ¿Qué no sería capaz? ¿y si el resto de habitantes tenía ese tipo de habilidad y deseaban retenerme por alguna razón especial?
Aquí no iba a encontrar verdaderas respuestas; las tendría que buscar yo misma. Con energías renovadas, pensé que lo mejor sería escapar en la noche cuando nadie estuviera vigilando. Y para ello, tenía que conocerme la ciudad y sus gentes como la palma de mi mano.
Sin girarme, le pregunté a Eliam:
― ¿Cómo se llama tu ciudad? No hay indicaciones que la nombren, de hecho, ni siquiera hay indicaciones desde dónde dejaste el coche.
En un instante, él se puso a mi lado para caminar a la par. No lograba acostumbrarme a esa habilidad, aunque según él, yo sufriría una transformación en breve en la que quizás sabría hacer lo mismo o incluso, más cosas. Sería en ese momento en el que quizás tendría una mínima posibilidad de alejarme de Eilam y protegerme de cualquiera que deseara hacerme daño.
Porque, hasta ahora, no sabía a quién demonios creer. Comenzaba a desconfiar de todo el mundo, lo que hacía que me cerrara cada vez más. Me estaba marchitando, pudriéndome en un lugar de postal al que cualquiera que pusiera los pies aquí desearía abandonar jamás. Y quizás eso era lo que más me escamaba de todo; lo idílico que parecía todo, desde sus gentes a su modo de vida. La voz profunda de Eilam resonó a nuestro alrededor.
―Nos encontramos en Goldenclove, tu lugar de nacimiento. Quizás te criaste en otro sitio, pero tú perteneces aquí.
Iba a responderle que podía meterse en el culo su autoritarismo, pero el olor de algo me hizo mirarle detenidamente. Olía a cerezas maduras con notas de madera ligeramente quemada, un aroma que me hacía sentir en calma. Cuando miré a Eilam, su mandíbula se encontraba apretada y sus ojos entrecerrados. Casi parecía luchar contra algo.
Había resquemor en su voz; su aura misteriosa se amplificó más cuando apretó los puños hasta el punto en el que los escuché crujir. La sangre salía de las palmas de sus manos; se había clavado las uñas a sí mismo deteniéndose repentinamente en medio del camino. No lo pensé dos veces y tomé una hoja de roble para guardarla en el bolsillo y rasgué una parte de mi vestido de lino para usarlo como venda. Eilam me miraba en silencio mientras que le curaba y vertía un poco de aceite de rosa para acelerar la curación. Tomé la otra mano sana y le di la hoja de roble además de una bellota. Actué por instinto y maldita sea, cómo odiaba lo que había hecho. Él aprovechó para burlarse de mí.
― ¿Y esto? ¿Tengo que prepararme un té o algo por el estilo? ― bromeó. Suspiré pesadamente mientras me alejaba de él lentamente. Aunque no lo expresó con palabras, su rostro mostraba gratitud por mi gesto. No entendí por qué, pero fue un impulso evitar que sintiera más dolor. Tal vez solo era la culpa de haber sido mi secuestrador.
― La hoja es para quemarla en caso de que te enfrentes a alguna infección. Debe hacerse en una chimenea; de lo contrario, no funcionará. En cuanto a la bellota, es para llevarla contigo; te protege de los dolores.
― También aumenta el deseo sexual y la fertilidad. ¿Qué estás insinuando, dulce criatura? ¿Es acaso algún tipo de mensaje subliminal?
Completamente harta, di varias zancadas hasta él con el semblante amenazante. Sin apartar mi vista de la suya, solté todo lo que guardaba para mis adentros. Eilam comenzaba a ser un enorme grano en el culo que tenía la intención de explotar.
― Jamás me tocarás de la manera en que lo deseas. Antes me convertiré en cenizas danzando entre brasas. Así que quede claro, Eilam, no quiero nada contigo. Deja de actuar como un seductor. Conmigo no tendrás éxito.
Borró su sonrisa de golpe, inclinando la cabeza para sujetar mi mandíbula; no había nada amable en su expresión. Una ola de frialdad recorrió mi espalda, haciendo que mis instintos más primarios quisieran huir de su lado, pero no pude, ni siquiera pude mover un solo músculo.
― Portia, no puedo hacer lo que deseas. No se puede evitar la caída de las hojas del roble en otoño. Creo que no comprendes completamente lo que implica un vínculo de pareja, pero estoy aquí para que lo entiendas.Principio del formulario
Sin previo aviso, unió sus labios a los míos, pero, a diferencia de sus palabras, sus besos eran suaves y delicados, aunque insistentes. Buscaba dejar una marca imborrable en mí, una que me avergonzara cada vez que recordara las malditas amenazas que me había lanzado minutos atrás. Quería poner a prueba mi voluntad, tentar a mi cuerpo y doblegar mi corazón. Temblé, maldita sea, hasta los huesos, y una lágrima amenazó con escapar de mis ojos.
Era la primera vez que me besaban, pero no había sido con alguien a quien amaba, sino todo lo contrario. Odiaba cada segundo que pasaba con ese estúpido creído que se creía el único hombre en el mundo. Pero lo que más me hizo llorar fue que no se suponía que me gustara.
Principio del formulario
Me había dejado sin respiración, con los labios hinchados y un suspiro de frustración en cuanto se separó de mí. Me llevé la mano al corazón, sintiéndome el ser más estúpido que caminaba sobre la tierra.
No quería decirle nada más, me giré y salí corriendo lo más rápido que pude. Tras de mí le escuchaba llamarme con cierta desesperación, pero no iba a darle el gusto de querer explicarse; no se lo merecía. Estaba tan malditamente harta de todo que quería hacer un agujero y meterme por él. Para cuando pasé por unos puestos de comida ambulante, un brazo me hizo caer al suelo y meterme debajo de la sábana que cubría la mesa. Una niña de más o menos diez años, me tapó la boca y me hizo gestos de que me callara. Los pasos de Eilam pasaron de largo mientras que me buscaba llamándome a voces.
―Si respiras, él te encontrará más fácil. Es básico saber los poderes de tu enemigo si quieres fastidiarlo o darle esquinazo.
La niña aún me tapaba la boca y echaba un vistazo al exterior a través de la tela de la mesa del puesto. Quedó un rato mirando al exterior hasta que una vara de madera dio varios toques al suelo.
―Es la señal, ya puedes salir. ―respondió la voz de una mujer mayor. Con ayuda, me puse en pie dándole las gracias; era extraño, pero ambas me habían ayudado incluso sin pedírmelo. La niña tomó un trozo de tarta para ofrecérmelo. Su abuela asintió orgullosa.
―Toma, mi abuela hace las mejores tartas del mundo. Es lo mejor tras una buena carrera, ¿no crees?
Me puso un pequeño plato de cerámica en las manos con una tarta que parecía ser de queso con frambuesa. Aun sin probarla, el aroma almibarado llegaba a mi nariz y hacía rugir mis tripas. Aunque tentador, no podía aceptar algo así gratis y menos de una persona que se ganaba la vida con ello.
―Oh no, no puedo aceptarlo. Hicisteis mucho ayudándome así que no quiero ser una molestia―respondí intentando ser amable, pero tanto la niña como su abuela insistieron para que la comiera. La niña giró la cabeza repentinamente hacia la dirección donde se había marchado Eilam hacía unos instantes, tirando de mi brazo con tanta fuerza que la miré asombrada. ¿Qué ocurría? ¿por qué no me dejaba marchar?
― ¡Mejor dicho, nos vamos a casa! Este hombre no se rinde nunca, así truene o se rompa el mundo, lucha por lo que desea conseguir con uñas y dientes. Te lo decimos nosotras que lo conocemos desde siempre. ―me observó detenidamente antes de seguir tirando de mí. Obviamente, esta no era una niña común. ―No sé qué le hiciste, pero está bastante irritado. Tranquila Portia, es bastante inofensivo.
―Espera, ¿me conoces? ―. Ella me contestó con un asentimiento. Con un chasquido, hizo desaparecer la tarta que sujetaban mis manos. ―E...espera, ¿cómo has hecho eso?
Pero no había tiempo para preguntas; ella me lo dejó claro cuando puso de nuevo el dedo sobre sus labios. La niña se río suavemente arrastrándome al interior de la casa que quedaba a nuestras espaldas. La tarta ahora se encontraba sobre la mesa junto con una taza de chocolate caliente. Las sillas se deslizaron invitándonos a sentarnos y tomar un descanso. Yo me quedé encogida en la esquina más cercana completamente impactada.
Incluso hasta ese momento, no me había dado cuenta del aspecto extraño de esa niña. Sus ojos eran de color amarillo, con motas doradas que contrastaban con una piel más bien morena. su peinado consistía en dos moños a ambos lados de la cabeza cubiertos de lazos y enredaderas de lo que parecían ser, ¿helechos? ¿dedaleras moradas? ¿cómo era posible que estuvieran tan vivas y frescas? La niña parecía entretenida con todas mis reacciones. Me hizo un gesto para que me acercase.
―Vamos, se va a enfriar. Y sí, voy a contestar a tu pregunta. No hay nadie que no te conozca por estos lares, así que es normal que supiera tu nombre.
―No pareces una niña...eres demasiado...madura para serlo―le dije mientras la observaba. Se dejó caer en una de las sillas, apoyando su mentón en el dorso de su mano. Haciendo un gesto con su dedo, hizo que la cuchara se moviera en el aire con un poco de tarta. Pero no era para ella, la hizo danzar en el aire hasta llegar a mí, agitándola ligeramente para que abriera la boca y aceptara su gesto cortés. Lo acepté tomando la cuchara con mis manos, haciendo reír a esa especie de ricitos de oro versión maga.
―Soy más que una simple niña Portia, pero antes, mejor comemos un poco, ¿te parece?
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top