DESEOS DE ROTURA


Una costilla rota, varios moratones y una nariz sangrando fueron el resultado de nuestra trifulca que duró hasta bien entrada la noche. El hambre roía mis entrañas, pero eso no hizo a Elegy sentir piedad por mí, más bien incrementó sus estocadas y su vena violenta.

Fue Mallow la que pidió que nos detuviéramos para que descansara y me curase adecuadamente. Hizo una reverencia silenciosa antes de sonreírme ligeramente y marcharse tan veloz como había venido por mí esta mañana.

Mallow me lanzó una toalla en completo silencio, pero por sus rasgos relajados supe que no tenía nada negativo que decirme respecto a mi primera clase. Al menos, no nada demasiado negativo.

—Debes de estar tan molida como un saco de carne picada. Vamos, noto que tienes más que unas simples contusiones—me dijo tendiéndome la mano. Y tenía toda la completa razón, me dolía absolutamente todo y no tenía idea de cómo podría acostarme en la cama esta noche sin ayuda.

Nada más tocarla, aparecimos en su cabaña; olía a comida recién hecha y a jabones con especias. Antes de siquiera acercarme una silla, ésta se movió para que no tuviera que moverme ni un centímetro más, deslizándome hasta la mesa.

Agradecí profundamente ese gesto: no quería hacer el ridículo cayendo de culo al suelo por mis torpes maniobras.

—Eso que tienes delante es una sopa de hierbas. Es mágica y te ayudará a curarte por completo en un segundo. Es una medida temporal hasta que tu cuerpo se acostumbre a la magia y puedas curarte tú misma.

—Espera, ¿podré ser capaz de hacer eso?

Asintió ligeramente mientras me hacía un gesto con la barbilla para que empezara a tomarme ese líquido humeante que se asemejaba al té verde pero no olía exactamente igual. Un toque anisado me picaba en la nariz conforme me acercaba el cuenco a los labios.

La arcada fue legendaria pero no quise quejarme en lo absoluto: si iba a ayudarme a no padecer aquel dolor insoportable, merecía todo mi empeño por terminármelo. Lo que me dijo Mallow me hizo detener en seco.

—Ya sabes lo que te prometí. Te llevaré a ver a Rainer.

Mis ojos se posaron en ella, intentando ver la diosa que se escondía en aquel cuerpo de niña. No se me olvidaban las preguntas que guardé en la reunión de la casa de Eilam y ella lo sabía perfectamente porque se sentó a mi lado poniendo los codos sobre la mesa y la barbilla sobre sus manos entrelazadas. Esperaba, esperaba a que yo continuara.

Y no esperé más.

—Quiero saber qué pasó esa noche. No comprendo...no me comprendo. Se supone que siento cosas por él, pero mi mente se niega a pensar en él por algunos periodos de tiempo. Casi como si no existiera. —suspiré intentando ahogar un gemido de frustración. Me odiaba a veces, no comprendía la frialdad de mis sentimientos. Ni siquiera soportaba mirarme en el espejo o en algo que me devolviera la imagen. Me dolía en el alma saber que no podía aparecer en una ciudad cualquiera porque alguien moriría de un infarto. Frotándome los ojos, bebí otro sorbo de la medicina antes de volver a pedir—sólo quiero comprender lo que pasa, lo que sucede a mi alrededor. Quiero conocer la verdad y no la que me proporcionáis a medias tintas para que no me duela, sino todo completo.

—Está bien, comenzaré con la pregunta que me formulaste primero. Rainer está bien, tuve que hipnotizarlo antes de llevarlo a su casa porque se encontraba en un completo éxtasis de sangre. En términos más humanos, lo anestesié para que no sufriera. Además, me di prisa por una razón: temía que Eilam lo destrozara por lo que te hizo, por la poca consideración que tuvo contigo.

No podía negarme ante ello; Rainer no fue el perfecto caballero que se esperaba en una situación así, pero no pude evitar sentir empatía por ese lado animal que apenas conocía. Preferí darle el beneficio de la duda y que se explicase cuando nos viésemos de nuevo. Ante mi silencio, Mallow torció su boca.

—Por lo que veo, no opinas como nosotros. Eso está bien, espero que encuentres tu verdad, muchacha. Ahora—me giró en la silla para poner sus manos sobre mi moño. Aquello hizo que los vellos de mi espalda se pusieran en punta al igual que les ocurre a los gatos ante el peligro. Una risa se oyó a mi espalda antes de decirme— una de tus trenzas amenaza con soltarse, así que te ayudaré con ello. Es lo malo del entrenamiento con una descendiente de Selena; no estáis hechas para luchar.

—Explícame eso—exigí irritada.

—Además del problema del cabello, os entrenan para ser las perfectas esposas y engendradoras de las próximas generaciones. Los hombres son los que se entrenan para defender a los suyos, así que vosotras sois poco más que un elemento decorativo. En el caso de las descendientes de Rhiannon, desde pequeñas, entrenan con ahínco para ser mujeres completas. Se entrenan para cuidar sus hogares y a sus familias, incluyendo un selecto entrenamiento que dura toda la vida. En nuestra comunidad, las mujeres son el sostén de todo y son mucho más fuertes que los hombres, de hecho, ellos suelen ocupar cuestiones más relacionadas con la inteligencia y la estrategia.

—Entonces, ¿podría decirse que soy la primera de las descendientes de Selenia en ser entrenada? —pregunté curiosa. Ella negó con la cabeza mientras continuaba con su tarea.

—Tu madre fue la primera cuando tu abuela os separó a ti y a tu hermano de ella. Supo que era hora de plantarse y comenzar a prepararse para lo que podría venir en un futuro. Nunca dejó de luchar por ti, aunque ahora no lo creas demasiado.

Quizás era un mecanismo de defensa, pero prefería no pensar en ello, aunque le daba el beneficio de la duda. Si aquello que me contaban era cierto, yo no fui la única víctima de las manos de mi abuela.

Entrelacé mis manos mientras que mi cabeza viajaba a Rainer y sentí una punzada de dolor extraña. Me llevé la mano al pecho con el ceño fruncido y un porqué en la boca.

―Si piensas en él, una parte de ti renegará de tus propios pensamientos. Técnicamente, tu pareja destinada no es él por mucho que te empeñes así que tu cuerpo te va a seguir traicionando hasta que lo admitas y te dejes llevar.

― ¿Hay alguna forma de deshacerme de ese vínculo, ¿verdad? Tiene que haber alguna forma y estoy segura que alguien lo ha logrado.

Las manos de Mallow se quedaron completamente quietas, ¿acaso era una pregunta tabú o algo así? Para cuando me di la vuelta para mirarla, una cierta tristeza apareció en sus ojos pálidos. Volví a preguntarle, impaciente por saber si estaba en lo cierto, si existía una posibilidad.

―Enfrentarte a los designios de los propios dioses no es algo que debieras hacer, Portia. El precio a pagar puede llegar a ser muy alto.

―Deja de dar rodeos y contéstame. Puedo encajarlo―le dije intentando sonar lo más convencida posible. Mallow me tomó de los hombros para girarme y quedar frente a ella. Sus manos tomaron las mías y la magia comenzó a flotar a su alrededor, haciendo que su cabello tomara de nuevo vida propia. Un hormigueo atravesó mi pecho y raptó por mis antebrazos, provocándome un escalofrío que me hizo querer soltarme, pero me retuvo con una fuerza que casi me hacía daño. Las facciones de su cara se tornaron diferentes, más salvajes.

― ¿Quieres la verdad? Te la daré, por supuesto. Has completado exitosamente tu transformación así que puedo perfectamente dejar de ser tan suave como lo he sido hasta ahora―una sonrisa cínica apareció en su rostro. Chasqueó sus dedos para aparecer una taza humeante de té entre sus manos. Se tomó su tiempo, pero esperé pacientemente―hay una forma de romper todo vínculo creado entre dos almas. Pero para ello, debes de retomar el puesto del Dios que ha sido tu creador. En este caso, debes tomar el lugar de Selenia. Yo creo que te vas imaginando hacia dónde va esta historia.

El pecho comenzó a latirme con fuerza, pero Mallow no me dio tiempo a asimilarlo. Soltó la bomba de información de una forma bestial. Si hubiera estado de pie, me habrían fallado las rodillas.

―Debes matar a tu abuela, ya que ella ahora tiene el puesto de la diosa. Cuando eso ocurra, tu ocuparás su lugar y tomarás todos y cada uno de sus poderes. Los harás completamente tuyos, pero no te confundas, todo tiene su pero, querida. ―dijo tomando una de las enredaderas que jugueteaban encima de su frente. Las dedaleras danzaban con la misma violencia que sus palabras, y me hipnotizaban aun a pesar de lo horrorífico de la situación. Cruzó las piernas y prosiguió―si tomas el lugar de la diosa, también tendrás deberes que atender. Todas sus consecuencias recaerán sobre ti y existirás eternamente incluso cuando la Tierra perezca y desaparezca.

Me puse en pie con la cabeza hecha un lío y una maraña de sentimientos encontrados que me angustiaba profundamente. Mallow me dio un abrazo silencioso y extraño, pero lo acepté de buen grado ya que deseaba llorar. Quería gritar al cielo y maldecir mi destino; odiaba tener que acabar con la vida de alguien tan importante para mí, odiaba saber que mi abuela había dejado de serlo hacía años atrás y que quizás nunca la conocí como era realmente, porque, ¿desde hacía cuanto tiempo era la diosa?

Mallow me dio unos golpecitos en la espalda, expandiéndose una oleada de calor. El brebaje había hecho su efecto y ya no me dolían las costillas al respirar. Mis manos apenas podían despegarse de mi cuerpo, pero eso a ella no le importaba.

―Ahora querida, aunque no quiera hacerlo, te daré el obsequio que deseas. Vamos a ver a tu querido vampiro.

Antes de siquiera decir algo, me encontraba en el dormitorio donde me había quedado durante el mes que estuve en la casa de los Sortgrav. Una oleada de nostalgia me recorrió el cuerpo; no comprendía como era posible, pero, aun a pesar del poco tiempo, se habían convertido en personas importantes para mí. Eran los primeros que conocía fuera de mi comunidad y eso siempre lo recordaría.

―Yo me quedaré aquí querida. Recuerda que ahora tu aspecto no es el de la Portia que conocieron y que no deben verte los humanos, así que no salgas. Le mencionaré a Elegy que debemos comenzar con las lecciones de magia para controlar lo de tu aspecto y poder tomar un disfraz que te permita moverte entre humanos. No tardes demasiado, soy una criatura impaciente.

Me guiñó el ojo sentándose en la cama para tumbarse a leer uno de los tantos libros que había en la mesilla. Apenas se mantenía en pie; parecía que una bestia le había dado un buen zarpazo. De las cuatro patas, ninguna se había salvado.

Pero no tenía tiempo de recrearme en aquello. Salí al exterior con cuidado, intentando escuchar el movimiento de cualquier miembro de la familia. No tenía idea de cómo presentarme ante ellos ya que literalmente me había dejado caer en su casa. Me di la vuelta para caminar hacia el dormitorio de Rainer, pero un brazo me aprisionó contra la pared dándome un buen golpe. La mirada desorbitada de Ákseli se convirtió algo parecido a la sorpresa e incredulidad. En aquel momento, odiaba más mi aspecto.

― ¿Portia?¡ dios mío, no pareces...!

― ¿No parezco yo? Desgraciadamente tienes razón. Yo, de verdad, siento...―un abrazo repentino cortó nuestra conversación. No me había dado cuenta, pero él sólo tenía puesto unos calzoncillos; demasiada piel al descubierto y nuestra cercanía no era adecuada. Para cuando se despegó de mí, su mirada automáticamente se encendió, acariciándome ligeramente la mejilla.

―Estás aun más preciosa si cabe. Pareces una criatura de la noche como nosotros.

Se alejó de mí bajando la mirada. Ahora que reparaba en ello, pude ver algunos cortes en el abdomen y el cuello. Todas las alertas sonaron en mi cabeza, ¿qué demonios había pasado en mi ausencia? ¿y porque había tanto silencio?

― ¿Dónde está Rainer? ―pregunté con un intenso dolor en el pecho. No olía su esencia por ninguna parte, casi como si llevara tiempo sin aparecer por casa. Ákseli parecía reticente a responderme, pero la voz de Markus irrumpió entre ambos.

―Se lo llevaron. A él y a mamá. Él hizo algo muy malo y nuestros jefes quisieron castigarlo.

Me despegué de la pared y corrí hasta él, arrodillándome para tomarlo de los hombros. A pesar de la calma con la que me hablaba, podía ver un pequeño brillo de miedo en el fondo de sus ojos. Ákseli no quería que siguiera hablando, pero como era costumbre, el pequeño nunca obedecía.

―Él mató humanos. Papá le dijo que se alimentara, que era peligroso, pero no escuchó. Estuvo mucho tiempo encerrado en tu habitación. No escuchó a nadie. Mamá quiso defenderlo, pero ella...ella atacó y...se la llevaron.

― ¿Dónde está vuestro padre? ―pregunté intentando no temblar en presencia del pequeño. Pero él era mas fuerte que yo, que cualquier persona que había conocido, así que me abrazó con un cariño enorme, no pudiendo reprimir las lágrimas de terror que se habían formado en mis ojos.

―Papá los traerá, estoy seguro. Lo está intentando, Portia, así que no llores.

Pero, ¿cómo no hacerlo? ¿cómo no derrumbarse sabiendo que tu ausencia ha hecho enloquecer a alguien que te importa? ¿que por esa consecuencia su madre ahora también se encuentra prisionera? ¿y de qué se trataba ese castigo?

Ákseli pidió a Markus que se marchara a su habitación, que él se ocupaba de mí. Por primera vez, asintió y nos dejó solos. Un escalofrío me recorrió la espalda, más aún cuando las lágrimas de él cayeron como si un dique se hubiera roto.

Apenas fue un susurro, pero dolió como el infierno.

―El castigo...el castigo por algo imperdonable...es la muerte, Portia.

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