(XII) La Leyenda

En la retirada, Los Cinco Furiosos lograron recuperarse mientras eran cargados sobre las carretas empujadas por los sirvientes del palacio. Aunque habían perdido la confianza en ellos mismos tras la aplastante derrota de Tai Lung. Pero cuando el Sr. Ping llegó corriendo pidiendo ayuda y les explicó lo que había sucedido, no dudaron ni un segundo en regresar a la ciudad.

Ninguno de ellos estaba completamente recuperado, y todos tenían vendaje en alguna parte del cuerpo. Aún así, no se lo pensaron dos veces para volver.

Al llegar al pueblo pudieron observar los destrozos dejados por la pelea entre Po y Tai Lung. Se acercaron a la plaza del mercado y vieron las carretas hechas pedazos y las tejas rotas de los tejados. A lo lejos se veía el humo dejado por la explosión de los fuegos artificiales, y una enorme marca sobre la calle que se adentraba en la ciudad.

Siguieron avanzando hasta que vieron la silueta de Po en la distancia, y un cuerpo inmóvil a su lado.

Víbora: - Po. ¡Po! -

Gritaba desde la distancia mientras se acercaban, pero cuando se acercaron lo suficiente quedaron impactado. Po estaba exaltado, su respiración era muy forzada, y en el piso, estaba el cuerpo de Tai Lung, con el pelaje alrededor del hocico cubierto de sangre. Sus manos estaban unidas y apoyadas sobre su estómago, y la leve briza movía suavemente su pelaje y bigotes.

Grulla: - Po. ¿Tu lo...? ¿Tu lo...? -

Po: - Si maestro Grulla. Lo derroté. -

Víbora: - Po. Eso es -

Ninguno de los maestros podía decir una palabra. Veían al cuerpo de Tai Lung con sentimientos encontrados. Por una parte, aliviados por evitar lo que pudo pasar, pero al mismo tiempo sentían un escalofrío a sus espaldas.

Tigresa: - Po. ¿Tú lo mataste? -

Po: - ¿Eh? -

Tai: - Aún no estoy muerto. -

Los Cinco Furiosos dieron un brinco del susto al escuchar la voz de Tai Lung. A Tigresa y a Mono se les pusieron los pelos de punta, y todos mantenían la distancia.

Grulla: - Po. Dijiste que lo habías matado. -

Po: - Dije que lo había derrotado, no que lo había matado. -

Grulla: - Eh. Buen punto. -

Mantis: - ¿Y qué pasará ahora? -

Tai: - Volveré a prisión. - Suspiró un poco, aunque aún tosía sangre. - Supongo que es lo correcto. - Los cinco maestros se miraron impactados.

Mantis: - Creo que Po lo golpeó muy fuerte en la cabeza. -

Tai: - Siempre hay tiempo para remediar las cosas. ¿No? - Dijo mientras miraba a Po, y este asentó con la cabeza.

Los Cinco Furiosos se vieron entre ellos y se pusieron de acuerdo sólo con la mirada. Al mismo tiempo, los Cinco Furiosos, los maestros más grandes de toda China, hicieron reverencia ante el panda que se convirtió en la leyenda del Guerrero Dragón.

Cinco Furiosos: - Maestro. -

Po: - Maestro. - Dijo con tenue voz, pero algo vino a su mente. - ¡Maestro Shifu! - Se dió vuelta y salió corriendo hacia el Palacio de Jade.

Subió por los miles de escalones lo más rápido que pudo y llegó fatigado al Salón de los Guerreros donde Shifu yacía al pie de la escalera que daba al estanque bajo el dragón dorado. Po se arrodilló ante y lo examinó. Tenía la cara cubierta en su propia sangre, pero al menos respiraba con dificultad. Po lo cargó entre sus brazos y este se despertó.

Shifu: - Po, estás vivo. ¿O estamos muertos? - Po rió un poco.

Po: - No maestro. Derroté a Tai Lung. -

Shifu: - ¿En serio? Wao. Es cómo lo predijo Oogway. Tu eres el Guerrero Dragón. Le has traído paz a este valle y... y a mí. Gracias. Gra gracias, Po. Gracias. -

El maestro Shifu dió un profundo suspiró. Dejando salir todo el aire que tenía en su interior.

Po: - Maestro. No sea tan dramático. - Shifu dejó salir una sonrisa. - ¿Quiere ir primero a enfermería? ¿O quiere comer algo? -

Shifu: - Creo que comeré algo primero. -

Fin.

Espero que les halla gustado. Si tienes alguna duda o sugerencia no olviden comentarla.

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