(VI) El Terror de los Valientes
Al despejar la prisión, Po, Mono y Víbora se acercaron a la celda donde los maestros Cocodrilo y Buey estaban confinados. Ambos maestros reposaban sobre sus camas mientras los miraban con indiferencia.
Mono: - Debemos abrir la celda. Víbora, busquemos las llaves. -
Po: - No hace falta. - Al decir esto. Po pateó con fuerza la puerta de barrotes de metal y la lanzó contra la pared de la celda.
Cocodrilo: - Muy bien. Oh gran poderoso Guerrero Dragón. - Decía con ironía mientras ambos quedaron inmóviles en una esquina de la celda.
Víbora: - ¿Qué les ocurre? - Le susurró a Mono.
Buey: - Si salimos de aquí, Shen usará su arma en contra de la ciudad. Y no dejaremos que eso pase. -
Po: - ¿Entonces? ¿Eso es todo? ¿Se dan por vencidos? -
Buey: - Esas armas nos matarán a todos. - Dijo con rabia y luego suspiró profundamente. - Hay que admitirlo, Panda. Este es el final del Kung Fu. -
Mono y Víbora se miraron con preocupación y luego vieron a Po, quién restregaba su cara con sus dedos. Po tomó un tiempo para ver el cielo a través del agujero del diseño de la prisión, suspiró, y les dijo con apatía.
Po: - Muy bien. Si es su decisión no los forzaré a nada. Si ustedes decidieron encerrarse en su propia celda de miedo, no hay mucho que pueda hacer. Nosotros iremos a detener al Shen, con o sin ustedes. Y les probaremos a ustedes y a toda China, que no hay arma capaz de matar la sangre, el sudor y el dolor de cientos de generaciones. Víbora, Mono, vámonos. Ya no queda nada que recuperar aquí. -
Las palabras de Po dejaron un fuerte remordimiento en el corazón de los maestros Cocodrilo y Buey. Sabían que tenía razón, pero aún así no tuvieron el valor de seguirlo. En ese preciso instante, irrumpió en el calabozo el líder de los bandidos, junto a varios de sus hombres y a los dos guardias de la prisión que se habían recuperado.
Líder lobo: - Que bueno verte gordo. El señor Shen estará encantado con tu visita. -
Po le respondió con una risa desafiante mientras el líder ordenó al resto rodear y capturar a los maestros.
Víbora: - ¿Qué haremos, Po? -
Po: - ¿Qué más? Les romperemos el hocico a todos. -
Tras decir esto, Po cargó de frente y mandó a volar contra la pared a uno de los lobos que tenía enfrente. Los maestros Víbora y Mono se unieron rápidamente y se enfrentaron a la docena de lobos que los rodearon en la prisión.
Uno a uno, los lobos iban cayendo ante la técnica y la ferocidad de los maestros y al verse superado, el líder de los lobos no tuvo más remedio que huir por dónde misma había llegado.
Po: - No podemos dejar que escape. ¡Síganme! -
Po, Víbora y Mono siguieron al lobo a las afueras de la prisión. Desde la distancia lo vieron tomar por un callejón estrecho. Si lo perdían en las calles de la urbe probablemente nunca lo encontraría. Se apresuraron y lo siguieron de cerca, pero al dar la vuelta en una esquina, tuvieron que detenerse en seco con una desagradable sorpresa.
El líder lobo los estaba esperando, con cientos de sus tropas en la enorme plaza del mercado. La desventaja era evidente, pero retroceder era imposible, dado que más lobos les habían cortado el paso.
Po y el líder lobo cruzaron miradas desafiantes, pero antes que este pudiera dar la orden de ataque, se escuchó un fuerte ruido detrás de las filas de los lobos por uno de los costados. Por encima de la primera fila, los lobos salían volando por los aires. Finalmente, los maestros Tigresa, Mantis y Grulla, llegaron a donde Po y el resto se encontraban rompiendo las líneas enemigas.
Tigresa: - Ya me pareció extraño que se demoraban tanto. -
Po: - ¿Y empezar la diversión sin ustedes? -
Víbora: - Justo a tiempo, chicos. -
Mantis: - Muy bien. ¿Y ahora qué? - Dijo al verse rodeado por cientos de lobos.
Po: - Ahora patearemos cientos de traseros caninos. -
Tras decir esto, el líder de los lobos dió la orden de ataque. La jauría se lanzó sobre ellos, e inició el combate más impresionante que las calles de Gongmen hallan presenciado jamás.
Grulla voló alto, mientras derrotaba a los arqueros enemigos apostados sobre los tejados y balcones. Ocasionalmente descendía a gran velocidad y hacía un remolino sobre su eje y arrasaba con filas completas de lobos.
Mantis era imparable. Su velocidad combinada a su pequeño tamaño superaba a cualquier multitud. Haciendo que los números fueran en vano contra él. A pesar de ser pequeño, sus veloces ataques compensaba su falta de fuerza, y podía noquear a los enemigos sin problema.
Víbora usaba su cuerpo para enrollarse y estrangular a un lobo. Luego, usaba su cuerpo como una marioneta viva, mientras esta blandía las espadas a la voluntad de Víbora. Los lobos se mantenían a raya, con temor de dañar a su camarada, pero era en vano puesto que la siniestra figura de su semejante inconsciente cargando contra ellos contra su voluntad era simplemente aterrador.
Mono tomó dos lanzas de los lobos y comenzó a luchar con ellas. Blandía las lanzas con fiereza al estilo de Yukimura Sanada(*), barriendo con varios enemigos de una vez. Y dado a su destreza, podía mantener al resto de los lobos a raya y proteger a sus compañeros.
Tigresa usaba su característico estilo de combate rígido. Fuerte e inamovible como una montaña. De un sólo golpe, podía derribar a decenas de lobos en fila, siendo aquel quién recibió el golpe el que tuviese varias fracturas y heridas internas. Su simple presencia hacía retumbar el corazón acobardado de sus oponentes.
Po, en cambio, usaba un estilo algo más personalizado. Una copia parecida al estilo de Tigresa, pero algo más flexible. Se basaba en su reflejos para evadir los ataques enemigos y golpear sus puntos vitales con fuerza, generalmente al cuello, axilas, rodillas y testículos.
Al poco tiempo, las filas de lobos se vieron mermando, haciendo que su ataque perdiera impulso.
Po: - ¿Eso es todo lo que tienes? - Le dijo burlescamente, pero en cambio, el líder se rió cínicamente.
Líder lobo: - Esto... es todo lo que tengo. - Dijo con una risa escalofriante sobre su rostro.
El líder lobo aulló con todas sus fuerzas. Las calles de Gongmen comenzaron a retumbar. El galope de cientos, sino miles de lobos, que salieron desde cada rincón de la ciudad. Los lobos rodearon a Po y a los otros rápidamente. Esta era una batalla que no podrían vencer.
Líder lobo: - ¿Que me dices ahora, panzón? -
Víbora: - Po. ¿Qué vamos a hacer? -
Po: - Sólo hay una cosa que podemos hacer. ¡Nos rendimos! - Gritó a los cuatro vientos, tomando a todos por sorpresa.
Po y los Cinco Furiosos fueron tomados prisioneros. Aunque nadie prestó atención a cómo fue el mismo Po quién puso a Mantis dentro de una pequeña celda de metal. Un movimiento algo extraño, pero el resto supuso que tenía un plan. Una vez encadenados, el líder lobo se acercó a Po con una sínica sonrisa dibujada sobre su rostro.
Líder Lobo: - No te mato ahora mismo.. Por que Lord Shen quiere tener el placer de hacerlo personalmente. - Dimo agarrando a Po por la cabeza y sometiéndolo ante él. - Pero creo que no se pondrá molesto si le llevo su obsequio con un ojo de menos. -
El lobo comenzó a acercar la uña de su pulgar lentamente al ojo derecho de Po. La respiración de Po comenzó a descontrolarse mientras intentaba forcejear para liberarse y detenerlo. El resto de maestro sólo podía mirar aterrados desde la distancia. Hasta que:
Gorila: - Deja de perder el tiempo. Lord Shen los quiere ver de inmediato. - Uno de los gorilas mercenarios, guardias personales de Shen, lo interrumpió antes que pudiera herir el ojo de Po.
Líder Lobo: - Vamos hombre. Eres un aguafiestas. -
Gorila: - Dije. De inmediato. - El gorila se acercó amenazante al líder lobo, y este retrocedió.
Po y los Cinco furiosos fueron forzados a caminar por las calles de la ciudad encadenados, mientras los ciudadanos los miraban con tristeza y desesperanza. Los seis maestros fueron conducidos hasta el patio del palacio, donde el poderoso martillo de piedra del maestro Rinoceronte yacía encajado en el suelo, cómo un recordatorio de lo que allí había pasado, y justo tras él, pegada al muro, las manchas de sangre que nunca fueron limpiadas.
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(*) Yukimura Sanada: [https://en.wikipedia.org/wiki/Sanada_Yukimura]
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