(IX) Maestro

Po y Víbora se disponían a regresar a la aldea, pensando en una manera de detener a Kai, pero fueron interceptados por Tigresa, quién mostraba una gran preocupación.

Tigresa: - Po. ¿Alguna idea de cómo detener a Kai? -

Po: - Si lo que ustedes dicen es cierto, la única opción será enviarlo a mundo de los espíritus de nuevo usando la Llave Dactilar Wuxi. -

Tigresa: - Eso no servirá. No podrás llegar a él, no con su ejército de guerreros de jade. Todo lo que ellos ven, él lo ve. No podrás ni siquiera acercarte a él. Sólo puede ser detenido por un maestro del Chi. -

Po: - ¡Ya lo sé! - Gritó con rabia asustando a Víbora y a Tigresa. - Ya lo se. No soy un maestro de Chi. Ni siquiera sé si soy el Guerrero Dragón. Ni siquiera sé si soy un panda. No sé quién soy. - Dijo bastante alterado por la presión e intentó calmarse un poco. - Tienes razón. No hay forma que pueda detener a su ejército. - Dijo con depresiva voz.

Li: - A menos que tengas tu propio ejército. - Dijo Li mientras se acercaba con algo de pena, avergonzado por lo que había hecho.

Po: -¿Tu? -

Li: - No solo yo. -

Mr. Ping: - Nosotros. - Dijo mientras salía detrás de la silueta de Li.

Li: - Todos nosotros. - Dijo mientras señalaba a todos los pandas de la aldea, que había ido para apoyar a Po. - Al fin pude encontrar a mi hijo, después de todos estos años. Y va a ser falta más que el fin del mundo para que me separe de él. -

Po se alegró al escucharlo, pero había una muy cruel realidad.

Po: - Pero ustedes no saben Kung Fu. -

Li: - Entonces tú nos enseñarás. -

Po: - Eso es imposible. No soy un buen maestro... ni siquiera soy un maestro mediocre... no soy nada. -

Li: - Po. Sé que yo soy la última persona en la que quieres confiar justo ahora, pero debes creerme. Nosotros podemos hacerlo. Nosotros podemos aprender Kung Fu. Nosotros podemos ser como tú. -

Las palabras de Li encendieron una chispa dentro de la mente de Po. Había resuelto un misterio inimaginable, un misterio que sólo uno mismo podía resolver.

Po: - Eso es. - Dijo atónito. - Ustedes no pueden ser iguales que yo. Ustedes no son yo. Ustedes deben ser como ustedes mismos. Eso es lo que Shifu quería enseñarme. -

Víbora: - Po. ¿Estás bien? Eso no tiene ningún sentido. -

Po: - Lo sé. - Rió un poco. - Y eso es lo más maravilloso. - Po se dió vuelta emocionado hacia donde estaban todos los pandas, suspiró profundamente y se decidió a hacer algo que nunca pensó ser capaz de hacer. Enseñar Kung Fu.

Po: - Alumnos. Síganme. Hoy aprenderán Kung Fu. -

Po lideró a sus nuevos alumnos hacia la aldea, dejando a las dos maestras atrás mirando aún algo confundidas.

Tigresa: - Víbora. ¿Te encuentras bien? -

Víbora: - Si... si ¿Por qué preguntas? -

Tigresa: - Tienes la cara roja desde hace un rato. - Víbora quedó atónita por el comentario.

Víbora: - Después te cuento. - Dijo mientras huía apenada.

Po finalmente había descubierto el secreto de la enseñanza. Cada uno de los pandas; sus alumnos, era diferente. Cada cual tenía habilidades y características únicas. Por tal motivo, cada cuál debía recibir un entrenamiento único.

A pesar del asombro de Víbora y Tigresa, los pandas hacían rutinas de entrenamiento nunca antes vistas en la historia del Kung Fu. Desde lanzarse por los aires con hamacas amarradas a los tallos de bambú, jugar con bolas de arroz, aplastar troncos de maderas, hasta rodar desde las colinas más elevadas. Cosas que simplemente Tigresa no podía comprender.

Por otro lado, Víbora se había sumado a Mei Mei, una panda que era la bailarina del pueblo. Al usar su listón, Víbora se vió de cierta manera reflejada en ella, así que tomó su entrenamiento personalmente.

Los pandas entrenaron día y noche, hasta dominar a la perfección sus habilidades, y cuando Po los consideró listos, aumentó el rigor y el riesgo en sus ejercicios. Aquellos que se lanzaban por los aires debía tratar de llegar lo más alto posible, así si diesen un duro golpe al caer. Las bolas de arroz fueron sustituidas por petardos explosivos. Los troncos por enormes rocas. Y los que rodaban colina abajo impactaban con fuerza pesados maniquíes de bambú. Incluso Mei Mei sustituyó su listón por una porosa guadaña con cadena que manejaba con gracia y a la perfección.

Y así, a los pocos días, Po determinó que sus nuevos estudiantes estaban listos para enfrentar el ejército de guerreros de jade de Kai. Aunque víbora y tigresa aún tenían muchas dudas.

Entonces, en una tranquila tarde de un frio día, un sonido escalofriante puso de punta el pelaje de todos los presentes. Periódicamente, podía escucharse como dos objetos chocaban contundentemente con la roca del suelo, mientras las cadenas chirriaban a su alrededor. Víbora y Tigresa estaban aún más asustadas que el resto, puesto que eran las únicas que ya habían visto Kai en combate.

Tigresa: - Ya está aquí. -

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