06: Un sabor amargo.
Kufuku había salido de la estación acompañada de Willem, quién se presentó junto a su padre como representantes del gobierno y la policía de su país para investigar el caso de Kufuku.
Sin lugar a dudas era conveniente para Kufuku tener a Willem cerca, de esa manera podría escarbar más allá de lo poco que recordaba hasta el momento. Era extraño como a pesar de que unas horas atrás se planteaba no saber nada al respecto, ahora que sabía al menos un poco de todo lo que ocurría, estaba segura de que debía resolver este caso a como diera lugar.
"La justicia debe ser impartida en el mundo, y aquellos que son bendecidos con un don deben usarlo para el bien común."
Suspiró. Amaba completamente ese discurso, y como no amarlo si era lo que la había impulsado en primer lugar a convertirse en héroe.
— Te traje un poco de café— Willem apareció justo detrás de la chica.
Habían llegado hasta un hotel donde tomarían una estancia corta hasta resolver el caso o en su defecto cerrarlo si no encontraban pistas.
— Gracias— tomó la taza tibia y la dejó sobre una pequeña mesa— ¿Dónde está tu padre?—
— Está en la recepción, parece que enviarán guardaespaldas para ti— tomó asiento justo frente a la chica.
Ambos jóvenes estaban de frente al otro, la pequeña mesa en el centro del balcón era perfecta para pasar una tarde conversando.
— Nunca necesité guardaespaldas—
— Hasta que desapareciste y cuando finalmente te encontramos estabas media muerta, claramente es un buen momento para tener guardaespaldas— aunque su tono era de molestia, su cara permanecía imperturbable.
Kufuku sonrió un poco.
— Lamento haberlos preocupado—
— Guárdate las disculpas, lo importante es que volviste—
Sí, había vuelto, pero algo de ella se había perdido en el camino.
Kufuku bebió de su taza, era un tipo de café sin azúcar, demasiado amargo para su gusto, aún así siguió bebiendo para evitar la conversación.
El café fue consumido y Willem abandonó la habitación no sin antes mencionar que estaba justo en la habitación de al lado.
— Estaré bien— dijo quizá por cuarta vez aquél día.
— Eso espero— Willem cerró la puerta dejando finalmente sola a la chica.
Kufuku tomó la ropa que le habían traído para dormir y se preparó para tomar una merecida siesta, pero después de una ducha caliente y envolverse en las suaves mantas de la enorme cama, se percató de que no tenía ni una pizca de cansancio en su cuerpo.
Era como si todo el dolor y la pesadez hubiesen sido arrastrados lejos de ella, era extraño como sus párpados no tenían la mínima intención de cerrase y como las mantas tibias pronto se volvieron incómodas.
Se levantó quedando sentada en la cama, sus pies estaban fríos a pesar de seguir cubiertos por las mantas, y su cara en contraste estaba caliente, como si la fiebre se hubiese apoderado de ella.
¿Qué le estaba pasando? Y ¿Por qué?
Suspiró profundamente antes de sentirse mareada, debía ser un efecto secundario de la fiebre repentina.
Todo se volvió oscuro de un momento a otro y el día siguiente comenzó. Se había desmayado en algún momento de su desvelo y ahora Kufuku despertaba en la misma habitación de hotel con voces provenientes del exterior, había todo un alboroto.
— La prensa está afuera, debemos moverte a otro lugar— Willem entro acompañado de varios oficiales japoneses.
— Aún no me he vestido, ni siquiera he lavado mis dientes— Kufuku dejó salir sus quejas al ver a Willem tomar su abrigo y ponerlo sobre ella.
Willem nego levemente con la cabeza y señaló la puerta de la habitación.
— No hay tiempo, hay que moverse—
El padre de Willem, Alexander, los esperaba afuera con un intercomunicador en el oído y una cara seria.
— Debemos movernos rápido, no importa lo que escuches de la prensa no respondas ni caigas en provocación— habló rápidamente.
Kufuku trataba de seguirle el ritmo, pero acababa de despertar y la fiebre volvía poco a poco. Su mente no era clara y sus pasos eran torpes, tropezando de vez en cuando mientras mantenía la cabeza baja.
— Una camioneta nos espera, no mires a las cámaras— Alexander parecía el más calmado, al mirarlo Kufuku tenía la certeza de que todo estaría bien.
Los pasillos del hotel estaban vacíos, pero en el vestíbulo los empleados luchaban contra los camarógrafos quienes no paraban de empujarse para conseguir la mejor toma, la mejor fotografía, el mejor ángulo de la estudiante modelo que parecía caer dentro de un hoyo más oscuro y profundo al pasar de los días.
Cuando Kufuku dio el primer paso fuera del hotel todo se volvió un caos, el flash de las fotografías inundando las pupilas, las voces de los reporteros tratando de averiguar cualquier detalle y los empujones provocados por el mar de gente aglomerándose alrededor de la policía.
Kufuku sólo mantenía la vista en el pavimento y trataba de dejarse guiar por Willem quien la cubría con su abrigo.
"... ¿Por qué asesinaste a tu compañero? ¿Van a arrestarla por su asesinato o los héroes tienen algún tipo de inmunidad?..."
Las repentinas preguntas impregnadas de desdén y un toque de odio hicieron que Kufuku rápidamente girara su cabeza hacia atrás donde los reporteros se amontonaban.
Ella jamás habría tratado de asesinar a alguien, ni si quiera concebía la idea de usar la violencia en contra de los criminales, era de los pocos héroes que habían impulsado la iniciativa para el trato digno en las prisiones, entonces...
La mirada de Kufuku se disperso entre la multitud, había caras enojadas, incluso ciudadanos con pancartas que clamaban justicia para Equinox quién había atacado a Kufuku en el hospital hacia unos días atrás. Ella era la que estaba herida, perdida, lejos de casa y aguantando un montón de cosas que jamás creyó posibles, ella era la que estaba sufriendo, entonces... ¿Por qué todos parecían enojados con ella? ¿Por qué ella era la villana de esta historia?
La fiebre estaba en su punto más alto, pronto Kufuku no pudo seguir aguantando y su sistema colapsó.
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