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2————-«« Recuerdos del ayer

Usar muletas pasó a ser indispensable, aunque las miradas de todos al verme era de pena, asombro, lastima y muchas otras cosas que acepté dejarlas como segundo o tercer lugar en mi vida que pudiera importarme. Creo inclusive que el pago por la cirugía y rescate me había dejado más pobre de lo que ya me sentía, menos mal que con el pequeño trabajo aún podía seguir viviendo con lo indispensable. Los hombros me dolían continuamente, día tras días por el esfuerzo de adaptarme y salir de aquí cuanto antes.

Los pocos doctores y enfermeras que había en el lugar trataban de convencerme que el uso de la silla de ruedas era menos doloroso y agotador, pero sabía perfectamente que esa cosa de dos ruedas tenía una limitación importante en mi camino.

Cada vez que cerraba los ojos soñaba con los posibles sucesos de intentar ir por la nieve en solitario y con la silla de ruedas, siendo todas y cada una de las posibilidades,  terminaban con ese cacharro hundido, atrapada o inclusive hasta con ganas de deshacerme de él.

Aunque menos mal eran sueños, no realidades, porque en otras ocasiones no las hacía caso porque verdaderamente carecía de ganas y movilidad de utilizar la silla o las muletas para moverme. Sin embargo, tras todo el caos que acontecía ser independiente en la forma en que había logrado sobrevivir y seguir adelante con la vida sin duda era uno de esos momentos que tanto había esperado, después de luchar por acostumbrarme al gran cambio, y las molestias entre otras cosas, en un año había logrado... bueno en un año y medio, lo que para muchos era una locura.

Había logrado salir del Hospital, no tener que depender de ello, ni del préstamo de la silla esa ya que el dinero no abundaba para tales caprichos; por ende, al lograr haber salido me dirigí al bosque, a paso seguro busqué un lugar para ser yo misma.

El poco dinero que poseía solo lo distribuía en lo básico: bebidas, comida y lo poco e indispensable para la vestimenta y salud dental.

El pagar por el alquiler de un departamento pequeño de dos dos piezas, un lugar para una cama y cocina, junto a la segunda pieza que era un baño económico eran el resto con el cual iba el dinero para mantenerme, con 21 años tuve que aprender a manejarme sola.

Si bien, en cada paso que la muleta daba por aquel nevado piso esponjoso este se hundía, pero seguía funcionando, era un camino lento y tortuoso, pero sabía que lo sería desde el inicio y eso no me había detenido en ningún momento.

Menos lo haría ahora.

Al encontrarlo me dejé caer sobre la nieve y a pesar de haber sido un golpe sordo que en días dolería su paso contra la piel de mi espalda, supe que no me equivocaba la sensación de la nieve era un torrente frío; claramente tenía lo suficiente en ropa como para permitirme hacer esta gran oportunidad. No sé en que momento me había quedado dormida, pero me encontré con una persona bastante exótica observándome como si me hubiera salido una segunda cabeza o un tercer ojo, o tal vez pudiera estar alucinando.

—¿Te hace feliz estar en la nieve?

La voz surtió entre el aire comprimido y libre del ambiente nevado de Alaska, era casi como un suave timbreo de campanas o bien del guyra (pájaro) campana. Me había quedado como tonta, sorprendida y algo asustada. Asustada por ser descubierta más que nada.

—No te imaginas la alegría que poseo ahora, es plena. Nunca había estado en contacto con este tipo de clima, ni siquiera la paz que tiene el lugar. —sonrío levemente sintiendo como mis párpados van cayendo en un gran cansancio que recién ahora me doy cuenta que poseo.

—Estas muriendo de hipotermia. Pero solamente estás con una sonrisa en el rostro. ¿Porqué?

La mujer pálida de cabello rubio platinado, sujeto en un recogido apretado y complejo, con aquellos extraños ojos ámbar, seguía mirándome, sabía que su mirada seguía en mi. Sabía cuanta razón tenía en sus palabras, sin embargo el haber logrado sentir el frío en su máxima expresión y logrado mi objetivo sin duda había sido demasiada adrenalina para mi.

—Sencillamente porque ya no puedo moverme, no siento mis brazos... ¿Cómo quiere que me mueva si ya no tengo modo para hacerlo? —pregunto con voz somnolienta.

Un bufido por lo bajo escuché, para luego solo escuchar.

—Nunca te entenderé, humana.

¿Humana? Esa fue mi pregunta existencial, ¿acaso ella no era una también?, no pude seguir pensando por lo que solo me dejé perder en el vacío de la oscuridad. El sueño me era más apetecible que la exaltación por la falta de comprensión.

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