Sinopsis
Estaba preocupado.
Ya no tenía ninguna forma de amenazarlos ni de enfrentarlos. Sabía que en algún momento vendrían por mí, no me iban a dejar ir.
Y todo por esa estúpida niña, que se atrevió a venir a mi empresa y robar la gema.
Hasta le ofrecí un gin tonic.
¡Un gin tonic, joder!.
No puedo dejar las cosas así. No puedo morir, y mucho menos en manos de esos asquerosos degenerados mutantes.
Porque eso es lo que son.
Mutantes.
Seres que no debieron existir en primer lugar.
La puerta de mi oficina se abrió y me obligué a levantar la mirada de los informes. Mi —amante— secretaria entró seguida de dos chicas; si no me equivoco, son las que mandé a secuestrar hace una semana.
Que interesante.
— Señor — habló Madeline con algo de coquetería. La miré serio —, ellas desean hablar con usted.
Sonreí para mis adentros, sabía que en cualquier momento querrían pedirme explicaciones, y yo con mucho gusto se las daría.
Claro que lo haría.
— De acuerdo — asentí —. Puedes retirarte.
Se dio media vuelta y se fue, dejándome con el par de chicas de cabellos fluorescentes.
Tengo un pequeño fetiche con las melenas de colores.
— ¿Para qué nos tiene aquí? — preguntó una de ellas de manera grotesca.
— Necesito que trabajen para mí. — Al grano, no estoy para rodeos.
La otra comenzó a reír y me miró pícara.
— ¿Ah sí? ¿Y de qué trabajaríamos? ¿Dándole revolcones?.
— Me encanta la idea, pero las necesito para algo más. — Sus caras mostraban curiosidad y un deje de desconfianza.
— ¿Qué es lo que quiere?.
Desplacé una fotografía por el escritorio en su dirección y las interrogué:
— ¿La reconocen? — la de cabello verde bufó y contestó de inmediato.
— ¿Cómo no reconocer a esa perra? Bff, imposible. — Sonreí complacido, era justo lo que quería oír.
— Pagaría todos los millones del mundo con tal y la viera arder con vida — escupió la de cabellos azules.
— Bien, porque ella es nuestra presa.
— Am, no entiendo... ¿Cómo así?.
— ¿Cómo te llamas, preciosa? — le pregunté con chulería y enroscó un mechón en su dedo.
Que delicia una mujer fácil.
— Lisbeth, y ella es Clarisse — mencionó apuntando a su amiga.
— Bien, esto que les diré no es sencillo de procesar — comencé y las noté concentradas, al parecer no soy el único enemigo que se carga encima la Krístal Suprema —. Ésta chica, junto a otros seres más... es un ángel mitad demonio.
— Seguramente debe ser un enfermo que se escapó del manicomio, Clars. Vámonos de...
— Demuéstrelo — demandó la otra chica y sonreí esta vez, satisfecho.
— Aquí tienen toda la información que deben saber. Hay noticias, fotografías, videos — iba diciendo mientras les extendía un par de memorias de USB y ellas las tomaban con ilusión —. También se les pagara un sueldo elevado. No deben hacer mucho, solo hacer de su estancia en la universidad un infierno.
— Sencillo — murmuró la tal Lisbeth con desdén —. Esa chiquita es demasiado inteligente, será difícil...
— Nunca dije que no lo fuera.
— Lo haré solo porque la quiero ver hundida — habló Clarisse.
Se ve que tiene potencial.
— Deberán tomar clases para manejo de armas de fuego. Es uno de los requisitos. — Asintieron de manera sincronizada.
Me les acerqué a pasos lentos, coloqué mis manos en sus cinturas y descendí hasta llegar a sus glúteos, hice un pequeño apretón. Acerqué mi boca a la oreja de Lisbeth y suspiré, provocando un severo temblor de su parte.
— Sabes su nombre... Dímelo — le exigí y pasé mi lengua por su lóbulo. La oí jadear y me acarició la nuca.
— ...Kamila.
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