Capítulo 7

Llevaba su rubio cabello suelto hasta los hombros, que contrastaba con sus ojos negros, al igual que los de Baalberith. Luego me fijé en lo parecidos que ellos eran, no podría ser cierto el que fueran tan solo primos; había algo más, lo intuía, pero eso lo dejaré para después. Tengo muchas cosas que preguntarle, aunque ese detalle pellizcó mi curiosidad a tal punto de inquietarme.

Me levanté de la cama y corrí a abrazarlo, lo había extrañado. Supongo que ser la mano derecha del Creador no debe ser sencillo. Al estrujarlo percibí un olor a lavanda contrastando con hierva buena; olía tan bien que no pude evitar olfatearlo, solo un poco, pues sus risas me hicieron regresar de mi ensoñación.

— ¿Qué? Hueles bien — me excusé y sonrió, tan dulce que era demasiado obvio que fuese un ángel.

— Tengo algo de tiempo — Que voz tan melodiosa, Dios mío —, así que haz todas las preguntas que quieras.

— ¿Por qué no habías venido? — Hizo una mueca de frustración y se sentó en la silla que se hallaba en frente del escritorio.

Me senté en el suelo frente a él.

— He tenido mucho trabajo. — Lo suponía —. Ahora que he vuelto, no han parado de darme órdenes. Debo cumplir con mi deber, sin mencionar que me habían prohibido estar en la tierra por mi alto rango, pero hice algunos tratos, así que sí podré venir a verte... solo que no será mucho.

— Ah... ¿Qué son Baalberith y tú?

Lo vi tensarse, había tocado un tema demasiado... ¿personal? Fui impertinente, pero no me arrepiento.

— Somos hermanos, él es el menor — dijo en un susurro, puse los ojos en blanco.

— Él me mintió, dijo que eran primos...

— No, no te mintió. — Suspiró resignado y se pasó las manos por su dorada melena, me dieron ganas de hacerlo también, enredar mis dedos en esa sedosa cabellera —. Le borraron la memoria antes de caer hacia el infierno, fue un castigo por ser el fiel seguidor de Lucifer... eran mejores amigos. Supongo que le dijeron que éramos primos para que no hubiese una rebelión, éramos tan unidos... supongo que temían que recuperara sus recuerdos y ocasionara un caos.

Lucía triste, pero luego se encogió de hombros restándole importancia, aunque era obvio que le importaba.

— Pero esa es otra historia, pasaron muchos milenios. Ya no duele tanto —habló sincero —. A pesar de que no puedo negarte que a veces recuerdo y lo extraño. — Negó con la cabeza —. Mejor sigamos.

— De acuerdo — contesté queriendo salir también del incómodo momento —. ¿Baalberith es... de fiar?

— Sí... por ahora.

— ¿A qué te refieres con por ahora? — pregunté alterada, esto no era bueno, para nada.

— Es un demonio, Kamila. Ningún demonio es bueno. — Me miró severamente —. Está mentalizado en que solo tuvo una conexión especial contigo, aún no se da cuenta de lo que es tu alma como tal. Eso tan enigmático que tiene, no logra descifrar lo que posee tu esencia; los componentes de las esencias de las almas son comunes, pero la tuya tiene una mezcla de caracteres fuertes, demasiados, que no logran sentir definidamente.

《Eres más poderosa de lo que crees, por eso es que te desean muchos en el plano infernal. Serías como... el premio mayor, pero para ello tendrías que redimirte a ellos por voluntad propia; no pueden jugar con tu mente, pero sí que pueden obligarte. Mi hermano cree que a pesar de no haberte redimido a él, le perteneces en una pequeña parte solo porque tú lo quieres y él piensa que siente lo mismo, pero Baalberith solo puede tener sentimientos enfermizos.

— Para no despertar sus deseos más oscuros, solo debes evitar que tu alma salga de tu cuerpo, que es una carcasa que la protege. Porque cuando salgas, Kamila, podrán apreciarla por completo, y despertarás sus instintos demoniacos.

Estaba temblando, llorando y sentía que me desmayaría. No quería saber más nada, quería huir, correr muy lejos y desaparecer. ¿Por qué no simplemente me mato y acabo con todo esto?

— Ya... no sigas — pedí y sollocé.

— Esta bien, pero aún hay demasiada información que debes saber. — Se acercó y acarició mi cabello, tratando de calmarme. Y a pesar de que su simple presencia era pacífica, seguía sintiéndome inquieta —. Por fortuna en la sección prohibida de la biblioteca encontrarás todo lo que necesitas.

Me cargó como a una niña pequeña y me recostó sobre la cama, me subió el cobertor hasta los hombros y me besó en la coronilla. Comencé a sentir demasiado sueño, intenté resistirme a quedarme dormida; no quería que se fuera. No sabría cuando volvería a verlo, y con una última lágrima de desolación corriendo por mi mejilla, cerré los ojos.

Había perdido la lucha, y ahora su próxima visita tendría fecha indefinida.

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Estaba inquieta, estaba por presentar un examen en Anatomía para el que no había estudiado. Ni siquiera lo recordaba; Natasha me mensajeó a primera hora para preguntarme si me había preparado, pero no lo había hecho. No me encontraba preparada para ese, ni para ninguno de los que presentaría.

Tuve el impulso de golpear mi cabeza contra la pared una y otra vez hasta que estuviera satisfecha, pero las paredes tienen un color muy bonito como para mancharlas de sangre. Odiaba hacer trampa, pero me parece que tendré que hacerlo si no quiero reprobar; le pedí a Trevor que me susurrara las respuestas correctas de los éxamenes al oído con la vergüenza carcomiéndome el orgullo.

Con todo lo que ha estado pasando, he descuidado mis deberes. La cabeza no me daba para recordar que aún estudiaba por más que asistía a la universidad a diario. Estuve tentada a llorar de frustración en plena clase, pero aún puedo salvar el semestre, aunque no sea de una manera justa; luego podré esconderme en mi habitación como una cobarde.

El soldado estuvo toda la mañana contestando a mis pruebas; le agradecía a cada tanto, aunque supongo que me excedí. Me mandó a callar en la segunda evaluación.

Por otro lado, Alex había ido hoy a la universidad. Se le veía apagado y ausente, me sentía mal por él. Quería abrazarlo, llenarlo de besos y decirle que todo estaría bien... pero temo que me rechace, como lo hizo hace unos días.

Cuando la jornada acabó, Becky, Alex y yo nos subimos a la camioneta del castaño y nos dirigimos hacia la casa; no llevaríamos a Natasha hoy, Lucas había ido a buscarla. Al llegar, la azabache se bajó, Alex también iba a hacerlo, pero lo tomé del brazo. Volteó a mirarme, y podría jurar que me suplicaba algo con esos ojos mieles, pero por primera vez, no supe interpretarlos.

Llevé mi mano a su mejilla y le acaricié un poco; sus ojos se humedecieron, pero no derramó ni una lágrima. Tomó mi muñeca con suavidad y se alejó de mi tacto, abrió la puerta del piloto y bajó. Bajé rápido y corrí para rodear la camioneta, me planté frente a él y lo abracé; no me correspondió al instante, pero después de unos segundos me estrechó contra su pecho.

Como había extrañado esto.

Sentí como si unas gotas cayeran sobre mi cabello y abrí los ojos preocupada. ¿Acaso estaba... llorando?

Me tomó de los hombros y se separó, su cabello se volvió azul y al pestañar... ya había desaparecido.

Lo mejor será que le dé su espacio, talvez más tarde pueda hablar con él.

Me adentré a la casa y tomé unas galletas antes de ir a la biblioteca. Debo estudiar para los finales de mañana, no quiero que me pase lo mismo de hoy.

Empujé la gran puerta y me recibió el peculiar olor de papel viejo entintado. Me senté frente a una de las mesas y saqué todas mis cosas dejándolas esparcidas; empecé a leer mis apuntes, todos, de un solo golpe. Eran cuatro evaluaciones las que presentaría mañana, y a pesar de sentirme bajo presión, lo memoricé en menos de quince minutos.

No es tan malo ser la Krístal Suprema después de todo.

¿Ves? ¿Qué te costaba agarrar un libro?

¿La vida, talvez? ¿El bajar la guardia y que te condenaras? ¿Perder la cabeza?

No quise responderle, solo me haría sentir peor, y no quiero volver a la realidad. Por un momento quisiera... olvidar.

Me comí las galletas tratando de mantener la mente en blanco y solo centrarme en el dulzor que percibían mis papilas. Pero como siempre, no duró mucho.... debí traer más...

Me levanté con cansancio, me sentía agotada y no solo físicamente, sino mental y emocionalmente. Quería llorar y esconderme del mundo entero, que solo la oscuridad pueda verme y sea ella quien me proteja y pelee por mí. Pero no puedo pedir imposibles.

Guarde mis cosas en el bolso y caminé hacia la salida; miré hacia atrás por si olvidaba algo, recorrí la biblioteca con la mirada y mis ojos se estancaron por unos segundos en la sección prohibida. Volví la vista al frente y cerré la puerta detrás de mí con fuerza. No quiero saber un carajo de nada.

Fui al gimnasio y lancé mi morral a algún lugar que no pude ver, me quité la camisa y los zapatos, quedándome solamente con un top y los leggins. Caminé al saco de boxeo y dejé que el esplendor dorado me cubriera por completo para inmovilizar el saco. Golpeé y pateé sin contemplación, como si quisiera acabar con alguien. Y sí, quería acabar con Lancaster, con el maldito de Balaam, y con la pobre alma del ser que alguna vez habito en mi cuerpo y ahora controlaba sus efímeros impulsos demoniácos.

Estaba tan harta, de tener que resolverlo todo yo siempre. ¿Por qué no alguien más? No, tengo que ser yo. No solo bastó con que fuera la Krístal Suprema y resolviera toda esa mierda. No. Ahora que también mi alma tiene muchos caracteres fuertes fusionados y eso provoca deseo a quien la sienta. Já, caracteres... ¿Qué acaso no son simples? ¿Qué pueden tener de especiales unos rasgos que tiene cualquiera? ¿La concentración? ¿La cantidad?

¡No me jodan!

Lancé un último golpe y el saco cayó al suelo, pero no porque dejara de usar mi poder, sino que le dí tan duro que se desprendió del techo. Que conveniente.

Me tiré al piso y lo golpeé también. Una, dos, tres, cuatro veces.

Coño, coño. ¡Coño! ¡Púdranse todos en el maldito infierno!

Reventé a llorar, ya no podía más. No puedo, no puedo sola. Ya no quiero hacer esto, quiero renunciar. Renunciar. ¡Renuncio!

¡RENUNCIO A ESTA VIDA DEL DEMONIO!

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