Capítulo 6

Me sentí conmovida...

Conmovidamente horrorizada. Si podía hacer eso con un animal, lo haría también conmigo; me manipularía a su antojo...O talvez no. No soy una simple humana, soy el ángel caído más poderoso, con o sin Baalberith y Melahel. Existe la posibilidad de que no sea tan fácil hacer conmigo lo que quiera por ese hecho, soy parte demonio también. La única forma de que logre su objetivo es que yo...

No, eso no puede pasar.

Los vellos se me erizaron al verlo sonreír, no parecía algo macabro y, por eso mismo es que me sentía tan aterrada.

Ay, ¿en dónde se metió el idiota de mi primo?

— Me parecen interesantes los pensamientos humanos, las muecas que muestran al pensar, las acciones que ejecutan a raíz de ello. Es tan fascinante y... manipulable.

Se levantó de golpe y tensé mi cuerpo entero para no sobresaltarme. Sus ojos comenzaron a desvariar, iban de su rojo hipnótico natural al verde sin vida del cadáver, los alternaba y mi cabeza comenzó a doler. Caminaba hacia mí a pasos lentos, como si estudiara cada una de mis reacciones ante su juego. Mi estómago se revolvió, y creí que la habitación daba vueltas.

— Ríndete a mí. Acepta ser mi sumisa — exigió demandante.

No lo soporté.

Corrí como pude al baño dando tropezones y caí apenas abrí la puerta. Sentí algo subiendo por mi garganta y gateé rápido hacia el excusado. Devolví mi desayuno. En medio de mis arcadas le rogué a Trevor que buscara a la Bestia, así talvez Balaam no lograría entenderme...o escucharme.

Expulsé hasta la bilis y el sabor amargo me provocó ganas de seguir vomitando, aunque afortunadamente no sucedió. Me quedé abrazada al retrete mientras me recuperaba, me había dejado una jaqueca terrible y mi cuerpo gritaba debilidad por todos sus poros.

Me levanté jadeante y me encaminé al lavado a pasos torpes, recargué mis manos en él y me miré al espejo; vi al demonio a través de él parado detrás de mí, pero no me inmuté. No tengo la fuerza para eso en este momento. Procedí a lavar mis dientes como si no estuviera ahí, y luego me tomé una aspirina; sin dirigirle la mirada salí del baño y me lancé a la cama.

—No vuelvas a hacer eso. No eres humano, así que no sabes lo horrible que me hiciste sentir — le dije medio muerta.

— Como... ¿enferma? — preguntó con confusión e hice un sonido afirmativo —. No comprendo, ¿por qué no te hipnoticé?

— Pensé que eras más listo — murmuré agotada.

De repente oí un sonido seco y sentí esa sensación de soledad —a excepción de Kira—, supuse que debía haber sido Baalberith llevándose a Balaam y me dejé a merced de morfeo.


Al despertar me sentía sana y saludable. Me desconcerté. Tengo tantas dudas, es una pena que Melahel no haya venido a visitarme últimamente; él podría darme respuesta a todo lo que quiero saber, y no puedo inmiscuir a Baalberith en eso a pesar de que él me proteja. Confío en él, pero no sé a qué precio le estoy entregando mi confianza.

Me pasé la mano por el rostro para tratar de espabilarme y me senté al borde de la cama. Me pareció ver un destello azul en alguna parte de la habitación y me puse en una posición que me proporcionara una vista completa, pero no había nada. Aun así sentí algo de emoción al pensar que talvez habría sido el castaño y me apuré en calzarme las pantuflas para salir corriendo de la habitación.

Casi me caigo bajando las escaleras y tuve que sostenerme del barandal para evitarlo, regulé mis pasos y bajé con más calma. Al llegar al comedor me topé con Tom sentado a la mesa escribiendo en su laptop de manera muy concentrada.

— Buenas noches, Tom.

— Buenas noches, linda — respondió sin siquiera mirarme. Iba a encaminarme a la cocina, pero su voz me detuvo —. Espera, Kamila. Me gustaría charlar contigo un momento.

Me tensé, por lo general no me gustaba hablar con él, me sentía algo intimidada por el hecho de que era la autoridad de la casa. Siempre fue así, y mas aún después de que se enteró que ocultaba secretos. No quiero imaginarme como se pondría si se enterara de los otros que guardo...

— Claro — contesté con seguridad y me senté a su lado. Comencé a golpetear el suelo con el pie izquierdo de manera repetitiva, ansiosa.

— ¿Estás bien? — preguntó preocupado y colocó su mano sobre la mía en un intento de reconfortarme —. Últimamente te he notado algo ojerosa, y luces nerviosa y cansada. ¿Quisieras ir a un médico...o hablar sobre ello? — sugirió esta vez con algo de indecisión.

Sabía que se preocupaba, lo hacía por el bienestar de todos en la casa. Me gustó el que no me presionara a contarle todo; fue más comprensivo, y sabiendo como es él... lo aprecié.

Le di una sonrisa pequeña, pero sincera.

— No he estado durmiendo muy bien, supongo que eso es lo que me tiene algo alarmada a todo. Debe ser por el estrés de la universidad y esas cosas. — Sonreí un poco más —. No te preocupes, me estoy alimentando bien y estoy segura que cuando acabe con la temporada de exámenes, estaré mejor.

Sonrió conforme y me dió un beso en la frente antes de levantarse. Me quedé allí sin saber que hacer mirándome las manos, no fue hasta que escuché pisadas acercándose que levanté la mirada. Becky me sonrió y se sentó en donde hace unos segundos estaba Tom.

— ¿Pudiste hablar con Alex? — preguntó sutil.

— Lo intenté, pero no salió bien. — Pegué la cabeza a la mesa y suspiré —. Me siento muy estresada, agobiada más bien. Es mucho con que cargar... sin mencionar que el semestre está terminando y esta semana es crucial.

Sentí como acariciaba mi espalda y volteé a verla.

— No deberías guardarte todo para ti sola, debes... desahogarte — dijo algo afligida.

Sé que le afecta el que no le diga nada y es probable que piense que no confío en ella. Talvez ese sea mi problema, el no querer confiar en los demás. No comprendo por qué no hablo de esto con ella si en un principio era a quien recurría, cuando no sabía que era la Krístal Suprema y lo descubrí; ella estuvo allí para apoyarme, no me traicionó e incluso me defendió.

Sin poder evitarlo comencé a llorar, me sentía demasiado frágil. De repente sentí que estaba en otro lugar, era mi habitación; Becks estaba conmigo.

Miré detrás de ella y vi como Trevor hacia una reverencia, le sonreí agradecida antes de que desapareciera. Volví a mirar a la oji verde y se me escapó un sollozo.

— Perdón — musité —, perdóname. He sido una ma-mala amiga. D...Debí haberte contado todo y no excluirte. — Sorbí mis mocos y ella me abrazó, sentí mi hombro húmedo y la abracé con más fuerzas.

Le conté todo, todos los secretos que ni siquiera el castaño sabía, hasta lo que estaba sucediendo. Ella me escuchó atentamente sin interrumpirme ni hacer reclamos, solo estuvo consolándome y permitiendo que me desahogara.

Y me sentí libre.

Nos quedamos un rato más así, hasta que decidimos bajar a cenar; no había reparado en que no había almorzado y en que no tenía nada en mi estómago. Mis tripas rugían. Nos sentamos a la mesa y Raquel nos sirvió la cena y se fue a su habitación para hacerle compañía a su esposo mientras trabajaba. Los chicos hablaban y Zack trataba de sacarme plática, parecía saber que no tener a Alex junto a nosotros me tenía melancólica y tratara de distraerme. Le agradecí internamente, me era demasiado raro no lanzarle miraditas al castaño durante la comida. Es una de las cosas que disfruto hacer.

También me preocupé, él no había salido de su habitación en todo el día; lo sabía porque puedo oír todo lo que quiera, al parecer la súper audición la desarrollé tanto al punto de volverla parte de mi humanidad.

Cuando todos acabaron, me levanté y fui directo a la cocina para servir en una bandeja una porción de la cena. También incluí algo de nutella y un tazón de fresas; Alex disfrutaba de ese manjar, y siempre le subía el ánimo.

Esto podía ayudar a que no estuviera tan irritable.

Serví un vaso de jugo de limón, tomé una botellita de agua y subí las escaleras tratando de que no se me cayera nada. Al estar frente a su puerta giré la manija, pero no cedió. Le había puesto el cerrojo.

— Maldición — mascullé de mala gana.

Tuve que pedirle a Trevor que me hiciera aparecer adentro, me sentí avergonzada por tener que irrumpir su privacidad de esa forma, pero no tenía de otra. Tenía que comer. Al estar dentro me fijé en que la luz de la habitación estaba encendida, y él dormía plácidamente sobre su cama; sonreí como adolescente hormonal al ver como se le marcaban los músculos de la espalda.

Recuerdo cuando vine a esta casa con tan solo dieciséis años, aún no había madurado del todo y tenía las hormonas alborotadas, pero ya han pasado casi dos años. Cambié, pero en el buen sentido, aunque creo que hay cosas que nunca cambian...

Dejé la bandeja sobre su escritorio y le hice una nota. Me acerqué a la cama para taparlo con la frazada. Mi corazón se estrujó; tenía la cara roja y húmeda, había estado llorando. Acaricié su cabello temiendo despertarlo y suspiré. No sabía por lo que estaba pasando Alex, tampoco tenía la menor idea. Quisiera ayudarlo y estar con él, como él había estado conmigo, pero no podría si me alejaba. No podía obligarlo a contarme tampoco lo que le sucedía, solo me quedaba esperar a que superara su orgullo y pidiera que estuviera a su lado.

Posé mis labios sobre su cabeza dejando un beso y salí de allí apagando la luz para dirigirme a mi habitación. Kira se acostó en mi regazo apenas me recosté en la cama; tenía mucho en que pensar, también necesitaba hablar con mi abuela y convencerla de ir al médico para que le receten unos calmantes.

Estaba por quedarme dormida cuando sentí una presencia adicional. Estuve tentada a soltar un lloriqueo pensando que era Balaam de nuevo, pero al levantar la mirada se me quitó el adormecimiento por completo y sonreí con ilusión.

Melahel había venido a verme.

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