Capítulo 5

Sentí un leve picor en los ojos y pestañé un par de veces hasta que las lágrimas cayeron, mi pecho dolía y mi cabeza también. Estaba furioso, quería gritar, romper algo hasta saciarme; tenía tanta impotencia que por un momento pensé en marcharme para no causar un alboroto.

Pero no puedo, ahora necesito respuestas.

Respuestas... respuestas el coño e' su madre.

Me masajeé el puente de la nariz y respiré hondo tratando de estabilizar mis emociones. Mi madre sollozó y centré mi vista en ella, bajé la guardia. Esto debía ser duro para ella y, si no me lo dijo antes, debe tener una buena razón... aunque hay algo que no me cierra...

— No tiene sentido, soy muy parecido a Julián — expresé mi duda y Laura pareció más afligida.

— Tu padre biológico se llamaba Victor, él y Julián eran gemelos. — Agrandé los ojos con sorpresa e iba a protestar, pero me dedicó una mirada severa y guardé silencio —. Los tres fuimos muy buenos amigos en la universidad; yo terminé enamorada de tu padre, pero ambos hermanos acabaron enamorados de mí.

《Cuando Victor y yo nos casamos, Julián se distanció de nosotros. Cuando naciste ni siquiera quiso verte, fue como un odio instantáneo...

— ¿Y dónde está mi padre?

Silencio.

Su silencio me desesperaba, logré comprender muchas cosas, pero aun así no pude evitar sentir un profundo rencor ante todo esto. Me engañaron por mucho tiempo, fui privado de estar con mi papá y recibí el maltrato de el imbécil que hoy sé que es mi tío.

Qué vida más mierda.

— Murió tres días después de tu nacimiento — susurró con la voz rota y sentí una gran desilusión.

Jamás podré verlo.

Me levanté de la mesa histérico decidido a irme, pero mamá fue más rápida y me tomó del brazo. Le dediqué una mirada fulminante.

— ¡Alex...!

— ¿Por qué? — pregunté en un murmullo rencoroso —. ¿Por qué me engañaste toda mi vida? ¿Por qué te metiste a vivir con Julián? ¿Por qué me lo dices ahora?

Sus ojos estaban rojos y lucían perdidos, abría y cerraba la boca sin saber que decirme. Era de esperarse, como siempre; espera que la entienda, cuando soy el último en enterarme de todo.

No puedo creer que me haya hecho esto.

— Lo siento, cariño — musitó en un hilo de voz.

Quité su mano tratando de no ser muy brusco y desaparecí. Ya no soportaba seguir teniendo su presencia.

La habitación me recibió y la sentí como una funeraria: lúgubre y con el amargo sabor de la muerte. Los fantasmas de las paredes me abrazaron cuando me desplomé sobre el suelo, y la oscuridad me cubrió con su manta tratando de consolarme.

Mi mente no paraba de atormentarme con pensamiento no deseados y me agarré la cabeza con violencia para tratar de sacarlos, pero se incrustaron tanto en mí que creí que perdería la cordura. Me siento mierda. Estoy vuelto mierda. Estoy en la mierda.

Todo es una mierda. Mierda. Mierda. Mierda.

Las lágrimas quemaban mis mejillas y por un momento deseé meterme en un lago congelado para refrescar el ardor de mi cuerpo. Pero no me moví, no tengo la fuerza suficiente.

Un dolor de cabeza comenzó a privarme los sentidos, mis ojos se fueron cerrando, cerrando, hasta que dejé de sentir.

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Kamila.

Sí pude dormir, de una u otra forma el haber estado con Alex toda la tarde me dio la calma que necesitaba. Amelia lucía cada día más feliz, y me confortó el hecho de que se integrara rápido a la familia, aunque de igual manera siguiera refugiándose en mí.

Acababa de cortar la llamada con mi abuela, seguía teniendo visiones, pero me dijo que ya estaba cargando con mucho como para darme más preocupaciones. Me contó que Kira estaba muy triste, comía poco y se la pasaba todo el día echada y chillando. Me partió el corazón, la había llevado a casa de mamá para que estuviera tranquila y no se alterara con tanta presencia demoníaca, pero podría morir de tristeza.

Tengo que ir a por ella, no tengo de otra.

Bajé las escaleras al trote y saludé a todos. Zack me dió un meloso abrazo y salió de la casa, dejándole chance a Lucas de que me dejara la mejilla derecha llena de su baba. Me senté y Becky puso un plato de cereal frente a mí, le dí los buenos días y le agradecí. Comenzamos a desayunar pacíficamente, Amelia hablaba sin cohibirse tanto, hasta que un furioso Finn bajó las escaleras con las orejas rojas.

— ¿Qué te pasa, hombre? — preguntó Lucas mirándolo confundido.

— ¿Que qué me pasa? Te diré que me pasa. ¡Alex me pasa! — Agrandé los ojos con sorpresa.

— ¿Estás bien, amor? — le preguntó la azabache preocupada y él suavizó la mirada antes de asentir.

— Es solo que... — Suspiró con cansancio —. Está de muy mal humor. Como de costumbre fui a despertarlo, pero me echó de su habitación, me dijo que no lo jodiera y que no iría hoy a la universidad.

— Típico de Alex — escupió el italiano y lo miré enojada.

— Voy a verlo — susurré y me levanté de la mesa.

— Mejor no vayas, nunca me había tratado así, no sabemos que esperar de él en estos momentos — decía el oji gris mientras caminaba hacia las escaleras, pero me tomó del brazo deteniéndome.

— Soy su novia — hablé demandante.

— Y yo su mejor amigo — contestó tajante —, antes de ti estaba yo. — Me dió una mirada de advertencia para luego cambiarla a una de compasión —. Él te ama, muchísimo, pero ahora no está dentro de sus cabales, y si te dejo ir con él sabiendo que te dirá cosas hirientes, jamás me lo perdonará.

Dejé de poner resistencia y Finn me soltó, asentí levemente y salí de la casa sin decir ni una palabra.

Conduje hacia la universidad pensando en el castaño. Él no era así, o al menos no lo había visto actuando de esa forma; no es algo que espere viniendo de la persona que me trata como si fuera lo único importante en su vida...

Me dejé caer en mi asiento y suspiré, me dí un corto masaje capilar y miré hacia la puerta al escuchar como la abrían. Lisbeth entró a paso potente, me miró por unos largos cinco segundos, cinco segundos que hicieron que se me erizara la piel. Me miraba con tanta intensidad que llegué a creer que me leía el alma, como si supiera algo de mí y me acusara en silencio. Me dedicó una pequeña sonrisa maliciosa y pasó por mi lado.

Eso me bastó para saber que algo tramaba, y conociendo sus jugadas, no debe ser nada bueno.

¿Y si la matas?

Me prometí a mí misma no volver a hacer eso de nuevo.

Pero nadie sabe que lo prometiste. Puedes romper la promesa.

...No lo haré a menos que sea excesivamente necesario.

Pero...

Ya olvídalo, no pasará.

Natasha se sentó detrás de mí y me dio un suave golpe en el hombro como saludo, di un pequeño asentimiento con la cabeza en respuesta. La profesora entró y pasó por nuestros puestos tendiéndonos la hoja del examen. Gracias a Dios que ayer en la noche leí el contenido y ser la Krístal Suprema me permite memorizar cualquier cosa con mayor facilidad.

Cuando acabé de responder todo le entregué la hoja a la profesora y salí de allí. Eso era lo único importante que debía hacer hoy aquí, lo demás sería tan solo ver como algunos profesores terminaban de corregir evaluciones y no quería quedarme a perder el tiempo, así que subí a la motocicleta para ir a buscar a mi cachorra.

Pasaba entre los autos tan bruscamente que me dedicaron claxons, y yo les agradecía haciéndolo aún más. Cuando llegué a donde mi madre me topé con la casa vacía, y me preocupé. No se escuchaba nada dentro y temí lo peor.

Con las manos temblando tomé mi celular y marqué al teléfono local. Alguien atendió y contraje la respiración.

— ¿Hola? — preguntaron de manera adormecida.

— ¿Con quién habló? — pregunté cambiando mi voz.

— ¿Kamila? — Era Marilyn, suspiré calmada y corté la llamada.

Abrí el cerrojo de la puerta y entré. De inmediato sentí como me rascaban la pierna y miré hacia abajó, sonreí instantáneamente. Kira comenzó a saltar y la cargué, pero se movía tanto que tuve que sentarme en el suelo para poderla abrazar. Ella lloraba y yo estaba a punto de hacerlo, la había extrañado demasiado.

Escuché el rechinar de los escalones y miré por instinto a las escaleras. Mi abuela bajaba de manera perezosa rascándose el brazo con fatiga.

— ¿Cómo estás?

— Cansada — contestó en medio de un bostezo —, ayer tuve segundo turno en el hospital. Llegué a la media noche. — Se restregó los ojos con las palmas.

— ¿Dónde están mis padres?

— Se fueron a trabajar muy temprano, deben volver como a las 2 pm. ¿Te quedarás a almorzar?

— Mm... no, debo resolver un asunto... ¿Estarás bien sola? Puedes venir conmigo, si quieres.

— ¿Y montarme en ese cacharro de la muerte? No gracias, estoy bien aquí. — Reí un poco y sonrió.

Le dí un beso en la frente en modo de despedida y metí a Kira en una jaula para mascotas, la cual até a la motocicleta y emprendí rumbo hacia el bosque.

Llegué más rápido de lo que planeaba, estaba muy ansiosa por llegar para hablar con Alex. Me preocupaba su estado, ayer estábamos muy bien... necesito saber que sucedió.

Saqué a Kira y comenzó a corretear por la casa. Subí las escaleras de dos en dos escalones y toqué a su puerta. Nadie respondió. Entré con cautela, y lo vi sentado al borde de su cama apretando los puños logrando que se tornaran de un color blanco bastante preocupante.

— ¿A-Alex?

No me miró, no habló, ni se movió.

— ¿Te encuentras bien? — Comencé a acercarme, pero soltó un gruñido y detuve mis pasos.

— Vete, por favor. Quiero estar solo.

La frialdad de su voz me dejó helada y comencé a sentir el nudo formándose en mi garganta.

— ¿Puedo ayudarte en algo?

— Sí, puedes ayudarme... yéndote de mi habitación.

El labio me tembló y quise decirle algo, pero no pude. Alex era mi fortaleza y mi debilidad, alguien con quien no podía ser fuerte, sino solo... débil.

Me dí media vuelta y salí con desgano. Subí a la siguiente planta y entré a mi cuarto.

Mi tristeza fue reemplazada por miedo en menos de un segundo.

Balaam estaba sentado en mi cama y Kira estaba echada a su lado moviendo la cola de un lado a otro.

— Eres hermosa — dijo mirándome a los ojos, pero no había lujuria en su mirada, solo miraba.

Carraspeé incómoda.

— Gracias — musité.

— Sé que te preocupas por tu cachorra y lo influenciable que es ante presencias del infierno, así que la tengo hipnotizada, para que no se asuste — comentó en un tono suave y sonrió con amabilidad.

Sonreí un poco ante su modestia, y me sentí... conmovida.

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