Capítulo 4

Como de costumbre, el soldado de fuego se encontraba vagando por la ciudad de Greenland. Merodeaba por los alrededores de donde vivía la joven Lancaster. Su amo le había otorgado la tarea de protegerla. Talvez antes le parecería absurdo y lo haría a regañadientes, pero desde que sus cadenas del infierno fueron rotas, se llenó de una dicha que hoy en día lo hace considerar pedir el perdón de Dios a ver si puede tener el honor de pisar el cielo.

Greenland parecía un estado tranquilo para vistas extranjeras, pero ese no era el caso para los que habitaban en ella.

Todos los días ocurría una tragedia diferente, aunque claro, los Krístals no estaban enterados. No suelen ver las noticias.

El caos siempre era originado por el demonio, y la causa eran los cazadores que trataban de raptar a la hija de su jefe.

Trevor se encontraba atento a cualquier movimiento, y sus alarmas se activaron cuando sintió la presencia de hombres que se comunicaban por radio. Iban quince hombres divididos en tres camionetas blindadas.

Era demasiado obvio de quienes se trataba, era lo mismo todos los días.

Estaban a unas cuatro calles de distancia, por lo que le pareció muy fácil. Las camionetas iban en fila, y le causó gracia que el semáforo siguiente estuviese en verde; dejó pasar dos, y a la última le cortó los frenos, y al haber un bache... dejó que el conductor se desviara y chocara contra la pared de un callejón. Afortunadamente no se vino abajo.

El soldado decidió hacerles una visita a los pasajeros, les dio un saludo con su faceta mortífera y les mostró sus dientes deformes. Antes de irse les obsequió una ola de fuego que los consumió en menos de dos segundos.

Fue en busca del segundo vehículo, estaba en la tercera calle. Desvió el volante y luego mantuvo inconsciente al conductor. Los gritos y reclamos de los cazadores no se hicieron esperar... y la caída de la camioneta por un precipicio tampoco.

Quedaba tan solo una van. El soldado se preguntaba que hacer ahora, hasta que vió la gasolinera que estaba en la próxima esquina al vehículo.

Sonrió con perversión.

Colocó la aguja de la gasolina de la camioneta en la parte baja y el que conducía soltó un bufido, avisó a sus compañeros que se desviaría para cargar combustible y se hizo de oídos sordos a las quejas. Cuando estaban llenando el tanque, Trevor inocentemente calculado, dejó escapar una llamita que se metió por el conducto de la gasolina.

La camioneta generó una gran explosión, asesinando al resto de las personas que se encontraban en la bomba.

— Ups — soltó burlesco el soldado y rió con gracia. Aunque la situación no lo era en absoluto.

Luego arribó camino hacia el bosque, deseoso de pedirle a su amo que viera el noticiero estadal.

~~~~~~~~~

Alex.

Comencé a sentir algo suave pasando con sutileza por mis hombros, abrí lentamente los ojos y la castaña sonrió nerviosa. Me giré, la atraje a mi pecho abrazándola sin dejarle escapatoria y volví a cerrarlos.

— ¿Tienes sueño? — preguntó acariciando mi brazo.

— No.

— ¿Hambre?

— Tampoco.

Se hizo un pequeño silencio, y sentí como se despegó de mí. Solté un casi inaudible gruñido y la miré; me observaba con cariño, pero vi un pequeño rastro de melancolía en sus ojos. Preferí no preguntar, eso podría cagarlo todo. La conozco lo suficiente para saber que se pondría a llorar y no quiero eso.

Tomé su mano y me la llevé a los labios para dejar un beso húmedo haciendo que sonriera y la lamí provocando que soltara una gran carcajada y me diera un manotazo.

Se ve más linda así.

— ¿Qué quieres hacer? — me preguntó esta vez más animada.

— Quiero que nos olvidemos del mundo por un rato y solo seamos tú y yo. — Su sonrisa me removió el corazón y no pude evitar sonreír también.

El ambiente se tornó frío repentinamente y maldije en mi interior por ser interrumpidos. Un hombre moreno y coco liso apareció y miré confundido a Kamila, ella sonrió con inocencia y se encogió de hombros.

— Amo — pronunció el hombre e hizo una leve reverencia. Agrandé los ojos y abría la boca para volverla a cerrar.

¿Pero qué...?

— Le pido encarecidamente que vea las noticias. — Mostró una sonrisa de dientes de madera y tomé el mando de la tv.

Pero nos volvieron a interrumpir.

— ¡Alex! ¡Alex! ¡Alex! — Entró Finn gritando y corriendo por toda la habitación —. ¿Quién es él? — preguntó apuntando al que supongo debe ser Trevor —, bueno no importa...

— ¿Qué pasa? — le pregunté.

— Estaba en la sala con Becky pasando de canal en canal, y de repente nos detuvimos en uno que mostraba una gran explosión. ¡Fue en la gasolinera cerca de la casa de la amiga de Kamila! — Mi princesa miró sorprendida al soldado —. Muchas personas murieron... y no es lo único que pasó. También encontraron una van negra chamuscada en el interior en un callejón; habían personas dentro... rostizadas, pero habían.

— Lo oigo y no lo creo...

— Pues créelo, bebé. Han estado pasando cosas de ese tipo ahí todos los días — contestó el maricon de mi mejor amigo.

— Trevor... — Kamila llamó la atención del moreno y su sonrisa se ensanchó.

— Eran cazadores que venían por la chica Lancaster. Usted me ordenó que la cuidara y...

— Estoy orgullosa de ti.

Las palabras de la castaña parecieron conmover al demonio que, con una sonrisa sincera y una pequeña inclinación, desapareció. Finn me dedicó una mueca cohibida y le sonreí para calmarlo; él se cerraba con todos y apenas podía dirigirles la palabra, con los únicos que no era así era con su novia y conmigo. El hecho de que se mostrara tal y como es delante de otra persona es un avance.

— Yo... — titubeó — volveré en otro momento. — Se dió media vuelta y se fue casi corriendo.

Se hizo un silencio incómodo entre la castaña y yo, la miré y ella parecía hallar algo muy interesante en el mando de la televisión. Sonreí con burla.

— Wao, el color gris de los botones es muy llamativo. — Me miró irónica y solté una carcajada.

Sus mejillas se tiñeron de rojo y las pellizqué solo para molestarla más. Me mordió un dedo y me quejé, ahora era ella quien reía. Se levantó de la cama y, después de colocarse los zapatos, sonrió y salió de la habitación.

Comencé a sentirme inquieto, recordar que Kamila estaba siendo acosada por un demonio me puso la piel de gallina. Al ver a Balaam parado frente a mi cama creí que moriría allí mismo, pero al parpadear un par de veces desapareció. Me encantaría decir que fue producto de mi imaginación, pero de nada me serviría engañarme a mí mismo.

Eso no eliminará el problema.

Supongo que fue una advertencia, para que me alejara de Kamila y dejarle vía libre. Pero no puedo permitir que cumpla con su objetivo. Ella no puede caer en manos de él.

— Vaya, alguien se quedó en el planeta de idiotas. ¿En qué tanto piensas?

— Agh, pensé que ya dejarías de molestarme.

Baalberith se sentó sobre el colchón y se transformó en bestia, pero ya estaba tan acostumbrado a que hiciera ese tipo de cosas que ni me inmuté.

— Veo que ya no me temes — habló y se acercó de golpe —. ¿Pero qué pasaría sí...

— Deja de joder — le espeté y lo empujé haciendo que diera contra el suelo.

— No fue para tanto... — rodé los ojos con molestia —. ¿Cómo van las cosas en el paraíso?

— No es asunto tuyo.

— ¡Ay, primito. No te enfades! — Rió con diversión.

Me levanté de la cama y me dirigí hacia el baño, cerré la puerta y me lavé los dientes. Al salir lo encontré revisando mi celular; se tomó una foto y me la mostró.

— No la vayas a borrar.

— Claro...

— ¿Sabes? Me enteré de que tu primo y tu tía murieron el año pasado... Si te hace sentir mejor, no están en el infierno. Cuando Kamila me lo comentó, lo recorrí de polo a polo; si los encontraba, los haría formar parte de mi pelotón, y así su residencia no sería tan... tormentosa.

Mi corazón se apretujó al oír la mención de ellos y a la vez me sorprendí mucho. Se había tomado la molestia de buscarlos y estaba dispuesto a realizar un acto piadoso.

— Pero... ¿Por qué?

El príncipe se pasó la mano por el rostro con frustración y soltó un suspiro de resignación. Me miró y luego rió con nerviosismo, confundiéndome.

— Bueno, puede que mi niña haya hablado de lo unidos que eran el chico y tú, y también sé que fue su amigo mientras estuvo en Venezuela. Y como sé que la muerte de él le causó mucho pesar, me interesé por ellos. Tu tía solo fue un complemento... — se rascó la nuca y me reí con ganas —. ¿Qué te causa tanta gracia, humano tonto?

— Primero, ¿mi niña? — pregunté con burla y solté un par de risas más —. Segundo; no es tuya, es mía. Y tercero... tienes corazón, al parecer.

Pasó por mi lado y me dio un golpe en el abdomen, pero como ya me sabía todas sus jugadas, me transformé en hombre de acero antes de que me golpeara. Soltó una carcajada y desapareció.

Comencé a revisar mi celular y abrí una nueva carpeta con fotos de Kamila. Ella a menudo me  envía las que se saca y yo como siempre, las guardo.

Creo que se dió cuenta de que solía espiarla mientras dormía.

¿Solías? ¿De qué estás hablando? Aún lo haces.

Un pitido de notificación me hizo volver a la realidad, mi mamá me había enviado un mensaje.

Hola, Alex. ¿Podrías venir a la casa?

Un escalofrío me envolvió de pies a cabeza, sin siquiera colocarme zapatos me teletransporté. Comencé a tener un mal presentimiento, mi mamá nunca me escribía, o me llamaba o simplemente yo me le aparecía; la ví sentada en el sofá con una taza de té en la mano. Al verme hizo un intento de sonrisa y me la tendió; obvio que no la acepté.

— ¿Cómo te va, hijo?

— Bien. Ahora dime qué pasó. — En su rostro pude leer un ápice de nerviosismo, pero trató de no perder la compostura.

— Estás muy ansioso, deberías beber algo de té...

— ¡No, mamá! — Levanté un poco la voz —. Siempre que me ofreces tus mejunjes esos mágicos es porque me vas a decir algo que no me va a gustar. — Respiré hondo y ella desvió la mirada —. Así que por favor, no des más vueltas. Solo dilo.

— ...Julián no es tu padre.

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Uuuy, momento tenso. Jajaja, pobre Alex...

¿Qué pensaban que le diría su mamá? Depositen sus teorías aquí.

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