Capítulo 35

Baalberith cubrió su rostro y tomó una gran bocanada de aire, ya no podía seguir llorando. Era el príncipe del infierno, el segundo más poderoso de todo el lugar, y estaba consciente de que hasta el que fue su mejor amigo alguna vez le temía, y si no era así, ¿por qué carajos le quitó sus recuerdos? Todo conectaba.

El darle un trono, poder, libertad, no llevarle la contraria notablemente, y ser condescendiente. Nunca se interponía en nada de lo que hacía, y podría decirse que le tenía un profundo respeto.

Baalberith sabía que podía acabar con lo que se le atravesara, generar el Apocalipsis, pero no serviría de nada. No recuperaría lo que había perdido.

Lo que podía hacer por el momento era tratar de contactar a Melahel, al menos para darle la explicación que debió haberle dado hace tantos años y no pudo. Disculparse, eso era lo que necesitaba, y talvez golpear un poco a alguien; guardó el frasco con los recuerdos en el bolsillo de su pantalón y tomó una respiración profunda. Hizo aparecer un trozo de papel y una pluma entintada, garabateó un "Necesito hablar contigo, es importante" e hizo que una llama verde lo consumiera.

Se sentó en el suelo y esperó, revisaba su reloj de mano cada cuanto; habían transcurrido veinticinco minutos y no recibía respuesta, comenzaba a desesperarse. Hasta que una paloma de papel pasó volando por la caverna y quedó suspendida frente a él en el aire. La tomó apurado y la desdobló.

Te espero en el purgatorio, te doy la autorización para que te presentes allí.

Estuvo tentado a gritar eufórico, pero se contuvo; no podía darse el lujo de llamar la atención. Se apareció en el recinto, las almas vagaban entre lamentos y envueltas en un aura gris y deprimente, veía como la mayoría salía de allí o trataba de comunicarse con los mundanos en busca de ayuda.

Devisó a Melahel caminando hacia él y le dieron ganas de llorar, pero apretó los puños y endureció sus facciones. Era un demonio, y de los fuertes, no había pasado por tanto para derrumbarse ahora. Él solo había tenido una debilidad en toda su vida, y ya no volvería a tener contacto con ella. No tenía excusas para ser débil.

— Me sorprendió bastante que me escribieras. — Empezó el ángel —. En verdad no sabía si era una trampa.

— Y tienes todo el derecho a desconfiar, aunque trampa fue la que me tendieron a mí.

Melahel lo miró extrañado y con un poco de desconfianza.

— ¿Qué quieres decir?

— Tú sabes perfectamente que quiero decir, hermano — le contestó con algo de rudeza.

Melahel blanqueó los ojos y abrió levemente la boca, pero la volvió a cerrar y tragó grueso. Sus ojos comenzaban a arder.

— ¿Cuándo te enteraste? — Fue capaz de preguntar, aunque por dentro se sentía descompuesto. ¿Estaría enfadado con él?

— Hace unos días — musitó.

Ambos eran incapaces de mirarse a los ojos, se sentían avergonzados. ¿Sería muy imprudente si uno tomaba el impulso de abrazar al otro?

Luego de unos segundos, Baalberith rompió el silencio.

— No puedo creer que me pusieran un nombre tan blando. ¿Bazathiel? ¿En serio? ¿No había otro más ridículo?

Melahel soltó una carcajada armoniosa —como todo en él— liberando algo de tensión.

— A ti te gustaba — murmuró y sonrió hacia el demonio, pero este no sonrió.

— ¿Por qué me quitó los recuerdos? — le preguntó, levemente más calmado.

El ángel se encogió de hombros.

— En verdad nadie en el paraíso lo sabe. Yo me enteré porque cuando nos topamos en el cuerpo del primer supremo no me reconociste, preguntaste mi nombre y luego dijiste que te habían dicho que éramos primos. — Respiró hondo y siguió —. No quise preguntarte nada, supuse que Dios te había castigado dejando tu memoria en cero, y si recordabas, talvez destruirías el infierno en una rabieta y alterarías el control del mundo.

Baalberith sacó el frasco de su pantalón y lo extendió en dirección a su hermano, quien lo tomó con confusión.

— Estaban en la laguna de lágrimas, Lucifer me las robó. — Sonrió con ironía — Mi mejor amigo — habló con sarcasmo —, que hijo de puta.

— ...Bueno, al final no lo traicionaste, pero él a ti sí. — Ambos sonrieron melancólicos.

— Lo siento, debí escucharte. Tú nunca me habrías mandado por un voladero. En verdad, perdóname. ¡Te juro que yo no sabía nada de lo que él tenía planeado hacer!

— Espera. — Lo detuvo Melahel —. ¿Qué?

— Que yo no sabía nada de la guerra. Lucifer me había dicho que era un comité que propondría leyes nuevas para la mejora de todos; horarios más flexibles, intervenciones, que nos dieran más reconocimiento... y cuando la guerra empezó creí que se habían vuelto locos, digo ¿por qué se pondrían así solo porque expusimos algo?

— ¿Tú escuchaste cuando ellos hablaron?

El demonio negó.

— Estaba al fondo, Lucifer me dijo que debía quedarme allí. — Baalberith se escuchaba hablar y se daba torturas internamente. Todo lo que decía sonaba tan ingenuo y tonto.

— ¿Y cuándo te diste cuenta del engaño? — Le preguntó Melahel afligido, su hermano había sido víctima de un ser despiadado siendo tan puro. Y no lo protegió.

— Cuándo me dijeron porqué me arrancaban las alas — Melahel empezó a llorar, ya no pudo contenerse más —. Era tan ingenuo, pero ya no, supongo que estar tanto tiempo en el infierno me ha fortalecido. Sin embargo, si pudiera retroceder el tiempo e impedir que eso pasara, lo haría.

Melahel no se contuvo y lo abrazó. Baalberith se había quedado paralizado, no esperaba que él hiciera eso; con algo de duda rodeó su cintura con sus brazos, vacilando en cada movimiento. El ángel lo envolvió con sus alas y se entregó por completo al abrazo.

No lloró, se lo impidió a sí mismo, pero sí se permitió disfrutar de la cercanía entre ambos. Probablemente sería el último.

— Lo siento — murmuró Melahel, aferrándose más a su hermano menor.

— Está bien, no es tu culpa — contestó.

Ambos se separaron y se sonrieron. El ángel secó su rostro con delicadeza y portó una expresión madura.

— Bueno, tomando en cuenta tu inocencia, talvez podríamos cambiar tu final...

— Habla bien, Mel, sabes que no me gusta que hables en parábolas.

— Tú eres el homicidio, ese es tu pecado asignado — Baalberith asintió —. Eso lo pondría algo difícil, pero supongo que podemos conseguir un trato con los del juzgado. — El demonio se quedó esperando a que Melahel dijera algo concreto —. ¿Estarías dispuesto a dejar de ser un demonio?

Dejar de ser un demonio.

La oración hacía eco en su cabeza. Él tenía mucho poder, era el príncipe del infierno; dominaba demasiado, ¿y renunciaría a eso?

Talvez, si con eso lograra recuperar lo que más le importaba. Lo único por lo que haría cualquier cosa, pero ya no era ingenuo, ni volvería a serlo.

— ¿Y entonces que sería? — preguntó desconfiado, aunque no tenía por qué desconfiar. Era su hermano, y nunca le había fallado.

— Un ángel. Te liberarían del pecado, podrías estar en el paraíso, y recuperarías todo lo que tuviste y fuiste. — Melahel hablaba esperanzado, más Baalberith le dedicó una mirada de disgusto.

— Kamila no querrá verme.

— Sabes que sí querrá.

Ambos se sonrieron, y quedaron en que Melahel iría a organizar una audiencia y luego iría por él, mientras Baalberith iba a saldar cuentas.

Llegó al infierno y se paró frente a la montaña de oro del rey, este hizo un asentimiento permitiéndole aproximarse y Baalberith escaló a paso firme y decidido. Cuando se posó a su lado, lo tomó por los cuernos y lo arrojó montaña abajo; el sonido que produjo la caída fue tan pesado que se hizo silencio en el plano. Toda la atención estaba posada sobre el rey caído.

Baalberith, preso de furia, le arrojó el gran trono de oro, consiguiendo que le diera de lleno en la cabeza. Tanta fue la fuerza ejercida que el trono se pulverizó. Los demonios profirieron gritos de asombro e incredulidad.

Baalberith transformado en bestia bajó de un salto y se plantó frente a Lucifer, lo levantó de uno de sus cuernos y lo golpeó, dos veces, y luego dejó que se recuperara. Pasaron unos segundos en los que Lucifer no hacía más que jadear, hasta que se irguió por completo y levantó la mano para golpearlo, pero la bestia le bajó el brazo de un manotazo.

El rey rió.

— Habías tardado, querido amigo. — Sonrió —. ¿Quieres un abrazo de consuelo?

Baalberith respiró hondo para calmar su ira, no podía dejarse llevar.

— No, estoy bien. — Le sonrió con falsedad —. Pero fue muy bajo de tu parte manipularme de esa forma.

— Ya todos aquí hemos caído muy bajo, no hay de qué avergonzarse — contestó con solemnidad.

<<Idiota>> pensó la bestia.

— ¿Por qué me quitaste los recuerdos? — preguntó duramente para no sonar débil.

— Porque quería a mi mejor amigo conmigo. — Hizo un leve puchero y luego soltó una carcajada floja —. ¿Serías capaz de perdonarme, Bazthi?

El corazón de la bestia se removió, y sintió que se fragilizaría delante de aquel traidor; así solía llamarle cuando ambos eran ángeles. Sin embargo, no podía quejarse del todo; disfrutó mucho como demonio, reinando, habitando en los cuerpos de los krístals supremos y regocijándose de sus emociones, sentimientos y vivencias.

Y también por haber conocido a Kamila, porque si él nunca hubiese sido un demonio, jamás la hubiese podido conocer como lo había hecho.

— Sí, te perdono, Bel — le respondió con una sonrisa franca —, pero igual me iré de esta mierda.

Lucifer agrandó los ojos sorprendido y asustado. Pensó que destrozaría todo el reino; por lo general, lugar que la bestia abandonaba, dejaba miseria en él.

— Pero tienes un buen puesto, dominas todo. Yo no lidero casi, prácticamente el infierno entero es tuyo — replicó tratando de persuadirlo. Si bien lo que había dicho no era del todo cierto, en gran parte lo era.

— No voy a destruir tu asqueroso hogar, basura inmunda — le espetó con tanta hostilidad que lo hizo enfada —. Me refiero a que ya no te honraré, ni tendrás mi lealtad. Me largo, abandono mi puesto. Renuncio.

— No puedes hacer eso. — Brincó Lucifer —. ¡No tienes mi autorización!

El príncipe acercó su rostro al del rey y sonrió con cinismo.

— ¿Y cuándo he pedido yo tu autorización? — murmuró burlón, y Lucifer lo empujó cabreado. No podía perder a un miembro importante.

— Igual, no podrás salir de aquí. Te pusieron la misma condena que a mí — dijo indiferente, y sonrió victorioso.

— Sí, pero yo sé la puse y ya se la quité — habló Melahel a espaldas de su hermano apretándole el hombro en señal de apoyo.

Baalberith sonrió al ver como a Lucifer le salía fuego de las orejas. Elevó una ceja y en un tono burlón, dijo:

— Dale las gracias a Balaam de mi parte, querido amigo. De no haber sido por él, yo jamás habría descubierto la verdad.

Y su hermano y él desaparecieron.

Pobre Balaam, iban a desintegrarlo por traición.

Aparecieron en la corte celestial, había muchísimos fiscales. El juez ya estaba allí, y le asignó un asiento junto a Melahel.

— Bien — Se escuchó el martillazo —. Esto no será protocolar como el resto de las audiencias, ya que estamos tratando con alguien que alguna vez fue su igual. — Eso hizo que Baalberith se relajara —. Por favor, chico, explica tu situación.

La bestia se puso de pie con seguridad, y encaró a su creador.

— Fui engañado por Lucifer, él me utilizó para llevar a cabo sus planes. Yo no estaba enterado de nada relacionado con la guerra.

Se armó un alboroto, pero fue acallado por los martilleos.

— Entonces, ¿por qué no declaró en ese momento? — preguntó el juez.

— Porque me vine enterando de todo cuando me arrancaron las alas, y después de la caída borraron mis recuerdos, de modo que solo conocía la vida como demonio.

— ¿Tiene evidencia? — preguntó un fiscal.

— Sí. — Melahel se levantó y entregó el frasco que le había dado su hermano al juez.

— ¡No puede ser! — exclamó un ángel en un murmullo —. Son...

— Memorias genuinas, inalteradas. — Terminó Dios, y aquella luz resplandeció —. ¿Se arrepiente de los pecados que cometió? — preguntó al demonio.

— No de todos, su señoría — contestó Baalberith sincero. Jamás podría arrepentirse por completo, Kamila formaba gran parte de su camino pecaminoso.

— Será perdonado, pero deberá llevar un proceso de purificación para volver a ser un ángel, y para ello deberá realizar un juramento inquebrantable.

<<El juramento del ángel>> pensó Baalberith y casi se le salen las lágrimas.

— Juro proteger a los humanos y guiarlos por el camino del bien. Juro serle fiel y leal a mi Dios y servir durante toda la eternidad al reino de los cielos. — Tomó una bocanada de aire, tembloroso —. Lo juro por mi sangre.

La sala se vio inundada por una ola de aplausos y vítores. Dios dejó que festejaran por un rato, y luego volvió a pedir orden en la sala.

— ¿Desea recuperar su nombre angelical? — El demonio miró a su hermano y le sonrió divertido.

— No, me gusta el nombre que tengo ahora. Forma parte de quien soy.

— Muy bien, se disuelve la sesión.

Melahel quedó encargado de recluir a su hermano en el cuarto de luz, pero este se asustó un poco cuando salieron del juzgado.

No sabía por cuánto tiempo estaría recluido.

— ¿Puedo ir a ver a Kamila?

Melahel detuvo sus pasos en medio del sendero, y lo miró dubitativo.

— No, ambos no se han visto en meses y el reencuentro podría originar un enlace directo por las emociones encontradas y aún eres un demonio. — Lo miró apenado —. Lo siento, Baalb.

— Oh. — La desilusión de la bestia era tan contagiosa que al ángel le conmovió.

— Pero no te preocupes, solo se te recluirá por 937 días. Y si te esfuerzas, saldrás antes de tiempo. — Eso pareció consolarlo.

— Bueno, pudo ser peor. Me pudieron dar dos mil años. — Eso provocó risas de parte de ambos —. ¿Al menos le dirás que estoy haciendo esto por ella?

Melahel puso cara de ofendido.

— ¿Ósea que lo haces por ella y no por mí ni por volver a tu reino?

Baalberith sonrió.

— Exacto. — Chasqueó la lengua —. Allá tenía mucho, pero no a ella, y tú podrías ir a verme cuando te viniera en gana. — Le dio un empujón amistoso —. Entonces, ¿le vas a decir o no?

Melahel rodó los ojos divertido y sonrió dándole palmadas en el hombro.

— Claro que sí, hermano.

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Ay, me dieron ganitas de llorar con este capítulo. ¡Qué bellooo!

¿No se conmovieron con el reencuentro en el purgatorio?

¿Les gustó que Baalberith le diera una putiza a Lucifer? A mí me encantó.

Nota importante:
En los agradecimientos haré una especie de reencuentro en el que contestaré cualquier duda que tengan respecto a la historia. Así que dejen sus preguntas en los comentarios.

Nos vemos en el epílogo, people!

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