Capítulo 30

Me había paralizado, mi pecho subía y bajaba con violencia. Lo único que pasaba por mi mente era que Kamila no podía leer eso. Con torpeza tomé las almohadas y las lancé sobre la sangre, terminándolas de manchar. Luego miré el cadáver...

La castaña profirió otro grito ahogado y gateó débilmente hasta el borde de la cama. No podía hacer más que solo mirarla. No podía ni siquiera pensar, estaba en blanco.

Ella soltó un gemido y tomó con cuidado el pequeño cuerpecito de Kira que se ahuecó entre sus manos. No había órganos ni huesos dentro.

Kamila lo atrajo hacia su pecho llenando sus manos y su camisa de sangre. Sollozó, algunas gotas caían sobre su pantalón.

Lloraba, lloraba y lloraba. Sus lágrimas no paraban de caer, estaba deshecha. Me dio una puntada en la cabeza y en el pecho. Ella apretaba el pequeño cadáver contra ella y murmuraba cosas inentendibles para mis oídos.

A sus espaldas apareció un tipo de cabello largo y batola como la que usaban en los tiempos de Cristo, sus alas blancas me hicieron saber que era un ángel y que no había peligro. Cuando me miró supe que lo había visto en alguna parte, creo que es el sujeto que salió del cuerpo de Kamila el día en que rompimos la maldición.

Kamila lo ha mencionado varias veces, pero no me acuerdo como se llama...

Él se acercó a ella y puso su mano sobre su cabeza, consiguiendo que levantara la mirada y posara sus cristalizados ojitos sobre el ángel.

— Su sufrimiento ya pasó... — dijo arrodillándose a su lado, y me sentí inútil por no haber tratado de consolarla antes.

— Melahel — gimoteó.

Con que ese era su nombre.

La abrazó por los hombros.

— Su alma corre por las praderas del paraíso, está muy feliz y agradecida contigo por haberla querido tanto.

Su carita se iluminó repentinamente.

— Quiero ir a verla — dijo de golpe —. Pero, primero quiero saber... ¿Cómo ocurrió esto?

Melahel me miró, lo observé. Me interrogó levantando una ceja, y llevé mis ojos a la cama y luego a él y pareció entender. Su expresión se contrajo en preocupación.

— Ve a verla, Kami, y trata de relajarte. Lo vas a necesitar. — Ella volteó a mirarme y le sonreí con dificultad —. Yo me encargaré de esto.

Me acerqué a ella y extendí mis manos para que ella dejara el cuerpo de Kira. Se levantó, pero no quería soltarlo. Posé mis manos sobre sus brazos con suavidad y las fui deslizando hasta llegar a sus muñecas, hice una leve caricia con el pulgar y levantó la mirada. Parecía concentrada, como dormida mirando mis ojos, fue aflojando su agarre y me la entregó.

Quise decirle que tomara una ducha y se cambiara de ropa, pero presentía que sí veía cómo estaba volvería a llorar, y ya han pasado tantas cosas como para que vuelva a decaer.

Sin embargo, Melahel no pensaba tanto como yo.

— Podrías traerla a la vida de nuevo, pedirle el favor a tu padre.

Ella lo miró con los ojos muy abierto, y luego agachó la cabeza, pensando.

— No, mejor no... yo no le dedicaba mucha atención y estoy segura de que se ponía muy triste por mi ausencia. Además, si dices que está muy feliz allá, la dejaré. De todos modos, podré visitarla cada vez que quiera.

Bendita habilidad la suya.

Me sonrió y luego se esfumaron.

Miré mis manos ensangrentadas y puse el cadáver rápido sobre la cama para que no goteara. Quité la lencería y enrollé todo, me teletransporté a un viejo basurero y lo lancé.

El imbécil de Balaam hace el desastre y yo tengo que limpiarlo, que patético.

Me aparecí en la sala de la casa y me topé con todos allí. Literalmente, todos. Amelia lloraba acurrucada en el pecho de Raquel, quien le sobaba la espalda y recitaba palabras consoladoras.

— ¿De qué me perdí ahora? — pregunté en un murmullo a Finn y él se encogió de hombros.

— Aún no lo sabemos, gritó hace un rato y luego empezó a llorar. No ha dicho nada.

— Amelia, cielo, cuéntanos que pasó — pidió Tom preocupado. La pelirroja sollozó.

— En... En el cuarto de Ka-mila — comenzó, pero se detuvo —, en la ca-cama — soltó un grito de angustia y enterró la cara en el cuello de su mamá.

— Ah, ya...

— ¿Ah ya qué? — preguntó Moli a la defensiva.

— Que ya sé porqué está así — contesté con simpleza, aunque internamente estaba aterrado.

— ¿Qué había en el cuarto de Kamila, Alexiño? ¡Vamos! Dinos — demandó Anastasia. Tragué duro.

Me aclaré la garganta, y respiré hondo.

— Balaam mató a Kira y le dejó solo la piel, puso sábanas blancas y dejó un espectáculo sangriento.

Silencio, uno que otro sollozo, y más silencio.

— Bueno, ya me deshice de la escena, así que... ignorémoslo y olvidemos eso, Kamila va a estar bien.

— ¡Pero yo no volveré a estar bien! ¡Yo quería a Kira! — gritó Amelia y todos le dirigimos una mirada culposa y melancólica.

Todos la queríamos, todos la queríamos, joder.

Una lágrima resbaló por mi mejilla y la limpié de inmediato. Todos estábamos de luto.

Y tú que la dejaste en un contenedor de basura.

Ya no tiene vida, y sabes que no estaba pensando. Me quedé en shock.

Es que tú nunca piensas. — Decidí ignorarla, hay cosas más importantes que preocuparme por escuchar a mi conciencia regañándome.

Un remolino de humo apareció en medio de la sala y de él salieron Natasha —quien corrió directo a los brazos de Fischeto— y el soldado de fuego.

— ¿Quién es usted? — preguntó Tom con rudeza, pero se notaba que estaba intimidado.

— Eso no le incumbe — le espetó, y luego me miró con seriedad. Apreté la mandíbula. A pesar de no parecer un demonio, me sigue dando frío —. Balaam ha ido a la casa de la señorita Lancaster, pero logramos escapar antes de que nos atrapara. Sin embargo, no estamos a salvo, ninguno de nosotros. — Miró a cada uno —. Espero que la señorita Suprema no se demore.

— Estoy seguro de que es porque sabe lo que estamos haciendo — intervino el oxigenado adoptando una pose pensativa, aunque seguía luciendo como un estúpido —. ¡Es obvio! Todo encaja — exclamó —. Antes, como no sabíamos sobre lo que le estaba haciendo a Kamila, solo la asechaba a ella. Pero ahora, que lo hemos descubierto y estamos llevando a cabo un plan para acabar con él, nos asecha a nosotros también. Primero lo de Kira, que fue un mensaje demasiado contundente; y ahora lo de la rubia bonita...

— Tenemos que hacer algo ya — habló Lucas con decisión.

— Por ahora no hay mucho que podamos hacer, solo esperar. Mañana por la noche se hará el desenlace, ya hablé con el papa, pero no será sencillo. Ya me explicó el proceso, pero éste demonio es listo y engañoso. Debemos tener un haz bajo la manga.

— Y ese es el que Kamila salga del cuerpo — comentó Lucas, acertando. Su novia frunció el ceño.

— Pero es muy peligroso, podrían contemplar su esencia completamente y empeorar la situación — mencionó Raquel puntual.

— Pero es lo más contundente que tenemos — dijo Anastasia —, no hay otra opción.

— Yo iré. — Se hizo notar la novia de Finn —. No me va a gustar, pero al menos aseguraremos que no habrá ningún intruso en su cuerpo.

Asentí, eso sonaba bien.

— Sí, muy bien. Ya aclaramos ese punto — comentó el maricón de mi mejor amigo levemente alterado. Ya sabía yo que en algún momento iba a explotar —. Ahora, refrescándoles un poco sobre la llegada del sujeto. ¡¿Qué vamos a hacer?! Un demonio nos está acechando, no estamos seguros aquí, ni lo estaremos en ningún otro lugar. ¡Y ni se les ocurra decir algo como que todos nos separaremos porque por mis pelotas que no lo acepto! ¡Y sumándose a eso, Kamila no ha llegado!

Becky pegó un respingo, y el soldado sonrió ladinamente.

— Me caes bien, muchacho. Me caes bien.

— De acuerdo — Tom tomó el liderazgo. Y fue un alivio, no creo que nadie se atreviera —. Dormiremos en parejas. No olviden que tienen poderes, defiéndanse como puedan, y cualquier cosa, griten.

— Voy a vigilar — habló el demonio y desapareció.

— ...Él es el súbdito de Kamila — explicó la pequeña pelirroja, que ya había dejado de llorar. Lucas se aclaró la garganta.

Cenamos en silencio, y luego nos dispersamos. Acordamos que Amelia dormiría con Raquel y Tom, Lucas con Natasha, que indiscutiblemente no podía volver a su casa sola ni acompañada; Becky con Anastasia; Zack con Finn, y finalmente yo con mi princesa.

Cerré el grifo de la ducha y tomé la toalla, me apresuré en salir de allí. No quiero quedarme solo, joder. No quiero... ¿Cuánto más tardará Kamila?

Me puse un mono de lana y me acosté en la cama. Miraba la habitación paranoico, como si esperase que Balaam surgiera de cualquier rincón: el balcón, el baño, el armario, la puerta, bajo la cama. ¿Debería revisar bajo la cama? No, en las películas de terror eso siempre sale mal.

Empecé a sentirme muy ansioso. Mi celular emitió un pitido y pegué un grito, aunque afortunadamente no tan fuerte. Lo encendí y vi que era una notificación del Instagram, así que lo ignoré.

Kamila apareció de repente y salté en mi lugar, ella me miró extrañada.

— No soy tan fea. — Reí nervioso, pero ella sonrió tratando de tranquilizarme —. Ya me enteré de lo que está ocurriendo. Melahel y unos guardias han prestado su ayuda y nos están resguardando, pero se irán mañana por la mañana; ya mandé a Trevor a descansar, está en la sala viendo la televisión. — Sonrió de nuevo —. Podremos dormir tranquilos esta noche.

Me sentí excesivamente aliviado. Kamila se acostó a mi lado y me abrazó, envolviéndome en un calor agradable que me hizo sentir cansado, y me dormí sin problema.

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Las horas pasaban con una lentitud desesperante y torturadora. Todos estábamos a la expectativa, con los nervios de punta. Tratábamos de permanecer todos juntos, y a cualquier lugar al que íbamos nos manteníamos acompañados.

Nada de estar solos hoy.

Kamila era la que se notaba más nerviosa; hablaba poco, y lloraba cada cuanto. Claro, yo la apartaba cuando veía que su cara se descomponía y permanecía la mayor parte del tiempo abrazándola.

Zack y Lucas trataban de descargar el ambiente con comentarios ridículos y conversaciones sin sentido. A pesar de que ellos no me agradan mucho, se los agradecí... en mi mente. En verdad todos necesitamos de sus marisqueras en este momento.

El cielo iba oscureciendo de a poco; Raquel preparó algo ligero, sabía que todos teníamos el estómago revuelto y en cualquier momento vomitaríamos.

Estábamos en estado crítico, nuestra apariencia ya hablaba por sí sola.

El reloj de la pared marcó las 7:15, y todos nos miramos simultáneamente. Había llegado el momento.

Ya habíamos acordado que solo iríamos Kamila, Becky y yo —mientras menos expusiéramos al peligro, mejor— y el resto se quedaría para proteger por si Balaam tenía una carta oculta o Lancaster intentaba algo. El viejo ese estaba activo.

La novia de Finn, la castaña y yo nos tomamos de las manos, los chicos nos miraban aterrorizados. Miré a Kamila y la noté peor que ellos.

La jalé un poco para que me viera.

— Muramos juntos — susurré, y ella sonrió con los ojos cristalizados.

— Muramos juntos — me respondió.

No hay marcha atrás.

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