Capítulo 29

Natasha se despidió de nosotros e hizo el amago de dirigirse hacia su hermano, pero Lucas entre toda su conmoción no la dejó. Becky abría y cerraba la boca. Finn estaba rojo por no respirar. Yo estaba paralizada y asustada.

¿Él había estado con Natasha todo este tiempo?

¿Por qué Trevor no hizo nada? Ahora que lo pienso, lleva varios días sin reportarse, solo hace lo que le pido y nada más. Luego desaparece cuando antes acostumbraba a vagar por la casa. ¿Qué le pasó?

Logré salir del trance... más o menos.

— Invoco porta inferi — musité anonada.

Balaam me sonrió y con una fuerza magnética lo empujé dentro del portal y este luego se cerró.

Zack, que había visto todo desde la escalera sin que lo notáramos, bramó:

— ¡Pero qué descaro! ¡Sin vergüenza!

Eso pareció despertarnos. Becky se puso a llorar y Finn la abrazó sonriendo a medias.

— Los demonios no saben lo que es tener vergüenza, hermanito — le dijo.

— ¡¿Qué le hiciste a Thomas?! ¡Tráelo de vuelta! ¡Ni siquiera lo conoces! — gritó Natasha histérica en un mar de llanto.

— Nat... Lo conoce mejor que todos en esta casa, incluso mejor que tú — dijo el pecoso a su lado.

— No entiendo — habló en un murmullo quebrado —, ¿qué... qué está pasando? — Nadie contestó —. Tú... — Apuntó a Finn y este se señaló a sí mismo abriendo la boca con dramatismo — Hace un momento dijiste que los demonios no tenían... no tenían...

— Rubia — le hablé con suavidad, pensando en cómo amortiguar el discurso que daría a continuación y me acerqué a ella, posando mis manos sobre sus hombros y hundiendo ligeramente mis pulgares —. Es hora de que tengamos una conversación seria.

— ¿Conversación seria? Me estás asustando, Kams. — Su voz sonaba átona.

Le dirigí una mirada nerviosa a Lucas y él dio un asentimiento, empujando suavemente a Natasha para que caminara, y lo hizo de forma queda, se sentó en el sofá. El italiano tomó asiento a su lado. Finn se llevó a Becky y Raquel comprendió que lo mejor era irse, mas Zack no lo hizo, a pesar de los ojos desorbitados de su hermano que lo veían, y se posó a mi lado en señal de apoyo.

— ¿Hace cuánto no sabías de tu hermano? — pregunté precavida.

— Como un año, diez meses... No lo sé.

— Pues ese es el tiempo que puede llevar estando muerto.

¿Ya sabías que eres pésima dando malas noticias?

Sí doña, gracias por recordármelo.

Natasha me miró incrédula, y miró a su novio, quien me dedicaba una mirada asesina.

"Perdón, no sé cómo hacer esto." Hice que resonara dentro de su mente y me miró sorprendido. Yo también lo estaba, nunca había hecho eso.

La rubia volvió a mirarme, esta vez, dolida.

— Pero... Pero él estuvo conmigo. Recordamos cosas...

— ¿Realmente él te dijo algún recuerdo? — le preguntó Zack objetivo y ella bajó la mirada.

— Bueno no, pero...

— ¿No sentiste nada raro en él? — Volvió a preguntar y lo pellizqué en la mano —. ¡Auch!

— Yo... — Miró a Lucas buscando ayuda, pero solo se topó con sus ojos llenos de condolencia, haciéndola suspirar, rendida, y que sacudiera su nariz con un pañuelo —. Sí, él se molestaba conmigo por hablar tanto y me hacía sentir mal.... A Thomas siempre le gusta escucharme hablar a diferencia de las demás personas, decía que le daba paz y lo hacía sentir normal, y era excesivamente bueno y cariñoso conmigo. Siempre me decía "lolo" — sollozó —. Y en ninguno de estos días lo hizo — contó desgarrada —. Habían momentos, en los que él era bueno, supongo que en compensación de decirme algo feo. Así lo hacía, me decía algo que me descomponía y luego "No seas boba. Vamos, veamos esa película de la que tanto hablas" — Otro sollozo —. Pensaba que solo estaba afectado por el trabajo, me dijo que papá lo había puesto a hacer algo muy perturbador, asqueroso y perverso. Creí que estaba afectado y solo necesitaba de mi cariño.

Nos quedamos callados por un momento, y procedí a contarle la historia completa, de que Balaam poseía el cadáver de su hermano y me acosaba. Después de más lágrimas de su parte Lucas la llevó a su casa, y antes de que se fuera le prometí que haría justicia por su hermano y que su cuerpo descansaría en paz.

Y pienso cumplir mi promesa.

Fui a darle un vistazo a Alex para ver como estaba. Aún dormía, no despertará hasta mañana. Me tumbé sobre mi cama y Kira se hecho sobre mi regazo.

Llamé al soldado, y cuando apareció ante mí ahogué un grito con la mano. Sus tobillos y sus muñecas estaban encadenados y ensangrentados, su ropa estaba desgarrada y tenía hematomas en el rostro y los brazos.

Por eso no me había dicho nada. Balaam lo había aprisionado y solo lo dejaba cumplir con mis otras órdenes para que no sospechara.

Muy inteligente, debí haberlo pensado antes.

Lo liberé, curé, y le puse una protección, para que antes de que otro peligro lo asechara, el pudiera librarse antes y venir a mí.

— Gracias, gracias, señorita Suprema — repetía perturbado y hacía reverencias una y otra vez.

— No, no me agradezca. Es mi culpa, no debí exponerte al peligro sin ponerte una protección, es que...

— Comprendo — me interrumpió con una sonrisa cálida antes de que me pusiera a llorar. Todo se está saliendo de control y es por mí —. No se angustie, sé que solucionará todo esto pronto. — Sentí su comentario como una demanda —. Iré de nuevo con la señorita Lancaster.

Y desapareció.

Sí, debo solucionar todo ya.

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Durante el desayuno pusimos a Alex al tanto de todo lo que había ocurrido ayer; por supuesto, nadie sabía lo del secuestro de Lancaster, así que lo omití y el castaño tampoco dijo nada sobre eso, aunque cuando terminamos de relatarle los hechos soltó un ¿Por qué siempre me pierdo de todo? Los demás no evitaron reír con fuerza.

Debatimos sobre lo que haría referente a Balaam. Yo no podía quitarme su enlace conmigo por mí misma, y Alex volvió a mencionar al cura de Venezuela. Llegamos a la conclusión de que lo mejor sería ir a verlo.

Desafortunadamente tuvimos que faltar a clases

Alex y yo nos teletransportamos a la parroquia, aparecimos detrás de un camión. Entramos en la gran catedral, estaba vacía. Escuché a alguien gritar detrás del altar y corrimos hacia allí, a medida que avanzábamos las cosas se caían: cuadros, ventiladores, butacas, incluso se cayó la gran escultura de Jesús en la cruz y su cabeza se rompió.

Tomé la mano de Alex por instinto.

¿Habíamos interrumpido un exorcismo?

— ¡En el nombre de Jesús, yo te reprendo! — Alguien gritó dentro de una habitación y se escucharon unas risitas diabólicas.

Ay, estoy cagadísima ¡¿Qué haces que no te vas?!

Alex me frenaba con sus manos, pero yo sentía que debía ayudar. Abrí la puerta de la habitación; todo levitaba, hasta el señor. Pronto, los objetos comenzaron a rebotar y el señor parecía no poder ni hablar. Se estaba tornando morado.

Alex tenía los ojos abiertos, parecía en shock. Una oleada de pavor me golpeó, hasta que algo llegó a mí.

— ¡Francisco, deja de jugar y ven aquí ahora mismo! — grité demandante, y todo se detuvo.

Las cosas cayeron al suelo de manera estruendosa al igual que el señor, quien empezó a toser y respirar con agite.

Un niño de piel grisácea y aspecto decrépito apareció ante mí, sus ojos se agrandaron hasta alcanzar un nivel abrumante e hizo una reverencia. Alex respiraba con irregularidad, y yo, pues, trataba de no desmayarme.

Fue demasiada adrenalina, hasta para mí.

Respiré profundo y le sonreí, él también lo hizo. Posé mi mano sobre su cabeza y pude percibirlo por completo.

Su madre lo había maldecido antes de suicidarse por ser tan hiperactivo, lo que es normal en un niño, y desde entonces ha estado vagando en esta iglesia, donde antes era su hogar.

Absorbí su maldición, liberándolo. Me comenzó a doler el estómago y sentía algo que se movía desesperado dentro de mí. Me incliné a un lado y vomité.

Salió una serpiente.

Iba a irse contra Alex, pero cuando saltó en el aire hice que se desintegrara y se volviera polvo. El castaño me miró alarmado y suspiré agotada. Volví a mirar al niño y me agaché para quedar a su altura. Ya había agarrado color, sus mejillas estaban sonrosadas. Era muy pequeño, no debía tener más de cinco años.

— Francisco, no estuvo bien lo que hiciste...

— ¿Usted sabe mi nombre? ¿Cómo es que sabe mi nombre? — Le sonreí.

— Has asustado mucho al señor — dije apuntando al hombre agónico en el suelo que trataba de recuperarse.

— Yo no quería asustarlo, solo quería jugar. — Hizo un tierno puchero y volví a sonreír.

— Esos juegos no son divertidos — hablé con suavidad —. Discúlpate con él.

Volteó a mirar al cura.

— Lo shiento, no quería incomoda  — habló con un gimoteo.

El cura solo lo observó perplejo.

— Ahora, Francisco. ¿Te gustaría tener amigos y jugar con ellos? — Su rostro se iluminó.

— ¡Claro que sí! — gritó —. Pero... ellos no querrán. — Su voz se quebró y una lágrima cayó de su ojito. Acaricié su cabello con cariño.

— Van a querer, en el lugar al que te llevaré todos serán buenos contigo. Te querrán y te cuidarán, y tú a ellos. — Sonrió un poco — ¿Quieres ir? — Asintió con lentitud.

Mire a Alex y estaba cruzado de brazos.

— ¿Qué? ¿Ahora harás el papel de la muerte y pondrás a todos a descansar en paz? — Solté una carcajada y sonrió —. Anda, ve, yo me encargo aquí.

Le sonreí y tomé la mano del pequeño. Salimos de la iglesia y caminamos hasta una calle desolada.

— ¿Habrá mucha comida allí? — preguntó mirándome con ojos soñadores. Asentí sonriéndole —. ¡Genial! Tengo un hambre tremenda. — Extendí mis alas y comencé a aletear con fuerza hacia el cielo —. ¡Waao! ¡Esto es asombroso! ¡Y que alas!

Al pasar las nubes llegamos al paraíso. Francisco me agradeció, saltó sobre mí y me besó muchas veces la mejilla y salió corriendo por la pradera a encontrarse con otros niños que lo invitaron a jugar. Melahel apareció frente a mí y me abrazó.

— ¿Qué haces aquí? — preguntó después de separarse.

— Solo hice una obra de caridad.

Alex.

Estaba sentado en las butacas de la iglesia mirando el altar. Me sentía incómodo estando allí, como si las imágenes me juzgaran y me incriminaran por ser pecador con sus semblantes mártires y pacíficos.

Kamila llegó al cabo de unos minutos, y que bueno, ya me quería ir.

Me levanté y cuando la tuve de frente me abrazó. Le correspondí y dejé un beso sobre su coronilla.

— ¿Estás bien?

— Sí, no estoy muerto — respondí y sonrió, sonreí contagiado por ella —. Ya hablé con el papa, se llama Juan. Salió a buscar lo que necesitaría, dijo que no había tiempo que perder. Lo haremos mañana por la noche. — Hice una pausa y proseguí —. Me pidió dinero, obviamente cuando le dije quién eras se chorreó todo. No creo que sea una buena persona, pero servirá. Sin embargo, debemos estar preparados, por si algo sale mal.

Ella asintió, comprendiendo.

— Puedo salir de mi cuerpo, le pediré a Becky que venga. — Me miró seria —. Debemos estar preparados para lo peor.

Almorzamos con mamá y Sofía, ambas no paraban de bombardear con preguntas a Kamila.

¿Cómo están tus papas? ¿Y tu abuela? ¿Es cierto que se fue con ustedes? ¿Ya te salieron todos los dientes? ¿Cuándo te vas a casar con mi hermano?

Después de unas horas volvimos a Greenland, aparecimos en la habitación de mi princesa.

Y contemplamos una imagen que nos dejó traumados. Las sábanas habían sido reemplazadas por lencería blanca, y estaba manchada de sangre... mucha, demasiada. El hedor hizo que me dieran náuseas.

Kamila gritó desgarradoramente y cayó de rodillas al suelo.

El pequeño cuerpo de Kira estaba abierto, sin vida. Muerto.

Me acerqué impactado, y descubrí que había un mensaje escrito en las sábanas con su sangre:

"Disfruta del pequeño aperitivo, mi pequeño ángel.

Atte: Balaam."

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