Capítulo 28

Luego de haber estado en el infierno, me sentía ligeramente más en control; podía tener un mejor dominio de mis poderes y entender un poco más la vida y a las personas, además de que ya no le tenía tanto miedo a los demonios. Tenía mayor confianza y desenvolvimiento. Tom me había reprochado ocultar secretos sobre la casa y guardarme mis problemas, logré hacerlo entrar en razón.

Había salido de un examen importante de bioquímica, sabía que no era necesario seguir estudiando, pero necesito graduarme y obtener mi título para conseguir trabajo, y a pesar de que puedo hacerme uno original, quiero ganármelo. De forma honesta.

Natasha me hablaba de lo bien que iba su relación con Lucas, y me contó que él le estaba enseñando italiano.

Pensaba en Carls de vez en cuando, le dedicaba unos minutos al día, ya que su belleza no era algo que pudiese simplemente ignorarse, pero más que todo era porque si descubría a Alex, talvez...

Pero lo que más me preocupaba era Baalberith, lo quiero demasiado; he creado una especie de vínculo con él que ni siquiera tengo con Melahel —y a él lo adoro—. No quiero ni pensar en lo que sucedería si la bestia se obsesionara de verdad conmigo.

Solo espero que no pase.

Fuimos a la siguiente clase, y después a otra, hasta que llegó la hora del almuerzo. La rubia y yo nos topamos con Becky en el camino a la cafetería, pedimos unas hamburguesas con refresco de dieta y buscamos una mesa vacía.

Alex se acercó con su bandeja hacia nosotras e inconscientemente me emocioné;  le sonreí y me devolvió el gesto, se sentó a mi lado y me dio un beso en la mejilla. Hablamos de cosas triviales y en medio de una gran carcajada de mi parte sonó mi celular.

"CUIDADO. ES HOY"

¿Qué es hoy? Le escribí a mi abuela de regreso y le envié el mensaje, aunque no recibí respuesta, y eso solo hizo que me preocupara aún más.

Los nervios de Marilyn se han alterado por todas las visiones que ha tenido, ya ni puede controlar su poder, y no puede pedirle ayuda a mi papá porque le pedí que no les dijera nada para no preocuparlos. Tendré que ir yo uno de estos días para curarla.

A Natasha la pasó recogiendo su hermano y Becky dijo que se quedaría a discutir sobre unas calificaciones equivocadas con un profesor. Alex y yo caminábamos por los pasillos tomados de la mano, hablando tonterías, hasta que empezamos a notar algo extraño:

Varios hombres salían de entre los pasillos y nos miraban con intensidad. Eran muchos, pasaban por nuestro lado y nos observaban discriminadamente.

— ¿No te parece raro esto? — preguntó el castaño y asentí, acelerando el paso.

Cuando estábamos cerca de la salida nos rodearon, estuve a punto de controlarles la mente para que se hicieran a un lado y nos dejaran pasar, pero fueron más rápidos y nos rosearon un agua con un olor que no supe identificar.

Comencé a sentirme cansada, incapaz de hablar. Miré a mi lado y unos hombres ya estaban levantando a Alex, y me dieron ganas de llorar. Luego sentí que me arrastraban y de la nada...

Perdí la conciencia.

Me dolía la cabeza, y tenía la boca seca. No podía abrir los ojos, los sentía demasiado pesados, pero al sentir algo áspero y húmedo pasando por mi cuello los abrí de golpe y con el corazón en la boca. Un hombre me había lamido, y me sonreía con asquerosa lascivia.

Traté de moverme, pero mis muñecas y mis tobillos estaban atadas con correas de cuero encajadas a hebillas aseguradas con candados. Quise hacer una protesta, pero apenas y emití un sonido gutural; había cinta sobre mi boca.

Concentré toda mi energía para apartar el adormecimiento y poder centrarme en la situación. Era un cuarto de paredes grises, y hacía frío, había varios hombres murmurando entre ellos sobre la droga que nos habían suministrado, y había una camilla frente a mí.

El pulso se me aceleró, y empecé a hiperventilar.

Alex estaba acostado allí.

Un hombre tenía un aparato para realizar electroshock entre sus manos y asentía en dirección a Lancaster. Y él me miró, con esa sonrisa de victoria y satisfacción enfermiza, como si quisiera decirme ¿Qué harás ahora, eh? Perdiste, yo gané.

Empecé a desesperarme y llorar. Gritaba, me desgarraba la garganta y sentía que pronto entraría en colapso. El "enfermero" encendió el aparato y este desprendió un zumbido metálico; y pegó ambos aparatos a las cienes de Alex. El cuerpo se agitó, cerré los ojos con fuerza y grité de nuevo.

Y luego... todo se detuvo.

No había sonidos, ni movimiento. Nada. Todos se habían quedado literalmente inmóviles, sin vida. Como si fuesen estatuas.

Miré de nuevo a la camilla y agradecí que en ese momento el enfermero hubiese despegado los aparatos de la cabeza del castaño. Miré mis muñecas y me fijé que venas doradas surcaban en ellas.

Estoy controlando la mente de todos aquí... y algo más. Claro...

Atraje con brutalidad mis muñecas hacia mí y las liberé, luego procedí a desatar mis tobillos y me levanté.

Estaba furiosa, nos habían secuestrado y casi mataban a Alex; se burlaron de nosotros.

Caminé a pasó rudo hacia la camilla y aparté de un empujón al enfermero, liberé las ataduras del castaño y suavicé mis emociones al ver su rostro con una mueca de dolor y como una lágrima se deslizaba por su mejilla. La sequé con mi dedo y pasé mi mano por su cabeza con gentileza eliminando los daños cerebrales, físicos y depositando un sueño restaurador.

No despertará hasta dentro de unas horas.

Frente a mí había una gran ventana que parecía un espejo y de inmediato supe que estaban observando todo. Vi a través de él y solo había una persona, que me miraba sorprendida.

¿Por qué no me sorprende que sea la puta oxigenada esa?

Mi enojo volvió, repotenciado, y de la nada sentí como apretaba algo con fuerza y lo levanté; no tengo ni idea de cómo apareció esa daga, pero la lancé contra ella, aunque me arrepentí justo a tiempo y se detuvo cuando impactó contra el vidrio dejando una pequeña grieta en él.

Apuntaba directo al entrecejo de la de cabellos azules.

La atraje de vuelta a mi mano y me giré a ver a Lancaster. A él sí que puedo hacerle algo.

Dejé la daga sobre la camilla y tomé los aparatos del electroshock del enfermero haciendo que funcionaran otra vez. Los hice chocar entre sí produciendo un sonido chirriante. Zed me miraba aterrorizado.

Sin pensarlo pegué los aparatos contra su pecho, chamuscando su ropa y su piel. Lágrimas caían de sus ojos, y luego de unos segundos los despegué.

— Para que sientas lo mismo que él sintió — mascullé y me di la vuelta. Tomé el arma blanca y le atravesé un costado, emitió un sonido ahogado —. Y eso para que te retuerzas de odio.

Saqué la daga de él y le sonreí. Llamé al soldado de fuego y tomé la mano de Alex, hice contacto visual con Clarisse y desaparecimos.

Jamás olvidaré el horror que reflejaban sus ojos.

Alex dormía profundamente sobre su cama. Cuando salí de su habitación Kira me rascó las pantorrillas y la levanté. Subí a mi piso y cerré la puerta de mi cuarto detrás de mí. Carls estaba parado sobre el techo. Sí, parado sobre el techo; y cuando me vio, bajó de un salto dando una voltereta en el aire.

Sonrió con tanto encanto que se me aceleró el pulso. Le sonreí.

— Es un placer contemplarla, princesa — dijo mientras caminaba hacia mí.

Me dio un beso en la mejilla y respiré profundo.

— ¿Qué estás haciendo aquí, Carls?

— Quise venir a verla, y debo admitir que tiene unos amigos muy... mmh. — Gimió —. Apetitosos.

— ¿Debería preocuparme? — Levanté una ceja.

— Oh, no, por supuesto que no. A menos que... — Me regaló una sonrisa ladina — Tenga a alguien especial.

Se me cortó la respiración.

— Usted me mintió. — Endureció el rostro, pero su voz seguía siendo aterciopelada.

— No, no te mentí. Tengo novio, sí, pero tú me preguntaste si estaba comprometida y no lo estoy.

— El noviazgo es un compromiso — aclaró y me di cuenta de que tenía  razón.

No se refería al matrimonio en sí.

— ¿Y qué harás ahora? — pregunté un poco inquieta, y su sonrisa resplandeció. Se acercó a mí y tomó mi rostro entre una de sus manos con gentileza.

— Chuparé hasta la última gota de sangre de ese muchacho.

En un movimiento rápido levanté  la mano y clavé la daga en su pecho. El sonido de su tórax rompiéndose me dejó paralizada, pero pude reaccionar a tiempo y atraparlo antes de que impactara contra el suelo.

Me hinqué junto a él.

— En verdad es una lástima que un portador de belleza inefable sea eliminado de este mundo, pero no puedo permitir que acabes con lo que más amo — solté sincera y me permití tocar su mejilla, su piel se estaba quebrando como si fuese porcelana.

— Lo... entiendo — dijo entre jadeos —. Esto solo hace que la admire cof-cof mucho más. — Su boca se llenó de sangre, pero tragó dolorosamente, haciendo que apareciera una nueva grieta en su cuello —. Tengo trescientos cincuenta y ocho años, le agradezco... haber acabado con esta maldita eternidad.

— Igual te espera otra eternidad en el infierno.

Sonrió genuinamente, y al cabo de unos segundos sus hipnóticos ojos violáceos perdieron su brillo, y su cuerpo se evaporó como si fuera polvo que salió por el balcón.

Suspiré un poco conmocionada y dolida.

Bajé las escaleras; en la sala me encontré a Raquel, Finn metido en su celular, y Becky leyendo un libro. Becky levantó la mirada y me dirigió un movimiento de cejas que contesté con una sonrisa.

De la cocina salieron Lucas y Natasha. Ella sonrió al verme.

— ¡Kams! — exclamó eufórica y me abrazó —. Me gustaría quedarme para cotorrear contigo un rato, pero mi hermano ya está en camino para llevarme a casa. — De repente, el timbre sonó —. Wao, ya llegó. Eso fue rápido.

Raquel se levantó y abrió la puerta, dejando pasar al visitante. Todos nos quedamos petrificados, y nos miramos simultáneamente. Lucas miraba a Natasha, Finn a Becky, Becky a Raquel —que parecía no saber lo que pasaba—, Raquel y Natasha al hombre, y el hombre a mí.

Él esbozó una gran sonrisa en mi dirección.

— Buenas noches, soy Thomas Lancaster. — Me guiñó un ojo.

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