Capítulo 27

Cuando entré todo lo que veía eran llamas: rojas y verdes, pero se fueron alejando de mí y pude ver a mi alrededor. Los riscos que parecían a punto de generar una avalancha, fuego en ellos, demonios transitando, y el calor que me daban ganas de tirarme al suelo y abanicarme con las manos.

También estaba asustada, aquí todos tenían mal aspecto y había un terrible olor a carne quemada que me hizo querer vomitar. Cerré los ojos y me concentré para utilizar mi energía e impedir que me desmayara.

Al abrirlos me fijé en que ya no había tanto ruido, me puse aún más nerviosa y sentí como mis talones se despegaban del suelo; respiré y volví por completo a la superficie. Comencé a caminar sin saber a dónde me dirigía, algunas almas se alejaban para dejarme pasar y hacían exageradas reverencias; asentía en aceptación, considerando que era lo mejor que podía hacer.

Empecé a tener un poco más de confianza, lo suficiente como para extender mis alas y mantenerme flotando; me sentía más segura así.

— Princesa, princesa, eminencia, su excelencia — murmuraban y les sonreí un poco apenada. Eso era demasiado.

Sentí como tocaban una de mis alas y me giré bruscamente a la defensiva, y me topé con un par de ojos violetas que brillaban como si fueran diamantes. Me centré en ver su rostro; un hombre de piel pálida y labios rojo carmín un poco secos, de mandíbula cuadrada, cabellos negro alquitrán me regalaba una sonrisa encantadoramente seductora.

Se me formó un nudo en el estómago.

— Señorita Suprema. — Hizo una reverencia, tomó mi mano y besó mis nudillos sin dejar de verme a los ojos.

La sangre me subió a las mejillas. Su belleza era tan anormal que me tenía hipnotizada.

Respiré profundo y le sonreí lo más natural que pude.

— Puedes decirme solo Kamila, es incómodo que me digan señorita o princesa — le dije solemnemente y fue su turno de sonreír, y dejó a la vista sus colmillos.

Es un vampiro

¿Cómo alguien puede ser tan atractivo en este lugar?

— Agradezco la confianza. — Soltó mi mano y me relajé un poco.

— ¿Cuál es su nombre? — pregunté.

— Carls Underwood, para servirle. — Inclinó un poco la cabeza —. ¿Hay algo que pueda hacer por usted?

— Eh, sí. ¿Sabes dónde está... Baalberith?

— ¿El príncipe? Por supuesto, ya la llevo con su esposo. — Agrandé los ojos.

— ¿Esposo? ¡No! No, él y yo somos primos — me apresuré en aclarar.

Sus ojos brillaron, con un destello de avaricia y notorio interés. Podía sentirlo.

— Entonces he de suponer que no está comprometida.

Sonreí.

— Supones bien.

— La llevaré de inmediato con la bestia — murmuró seductor y posó su mano en mi espalda baja conduciéndome.

No iba a hablarle de Alex, poco sería el tiempo que tardaría en localizarlo y no tengo ni la más mínima intención de tener más problemas.

Aunque me dolió negarlo.

Carls hablaba de las zonas del infierno: el jardín del tormento, la laguna de lágrimas —que me pareció un nombre muy bonito para el infierno—; los patios de entrenamiento, el pozo de oscuridad —donde estaban encadenadas algunas almas y no podían salir de allí—, entre otras más. Me dio un pequeño tour y caminaba a paso lento, como queriendo gastar tiempo.

Llegamos a un montículo donde reposaba un trono de plata; Baalberith estaba sentado allí transformado en bestia, cuando nos miró cambió a su apariencia humana y bajó corriendo. Me abrazó con entusiasmo y le correspondí de igual forma; no pude evitar sonreírle a pesar de querer mantenerme seria.

— ¿Te está molestando? — preguntó mirando al vampiro con una ceja alzada.

Negué.

— No, no, solo me trajo aquí. — Asintió y volteé a ver a Carls.

— Fue un placer conversar con usted — dijo y me besó la mejilla. Apreté la mandíbula para no sonreír como boba, pero no pude evitar que se me elevaran un poco las comisuras de los labios —. Espero volver a verla.

Se dio media vuelta y se fue. Volví a ver a Baalberith y me abrazó de nuevo.

— Me alegro de que hayas venido — dijo después de que se separó —. Lamento no haber ido a verte, he estado un poco ocupado aquí. Hubo una fuga de demonios protagonizada por Valak y bueno, fue un descontrol. Las mujeres como que no piensan.

— ¡Hey! — Me quejé y le di un pequeño empujón sacándole una pequeña carcajada.

Aunque su alegría no duró mucho.

Una figura masculina se acercó a nosotros, era un hombre un poco pasado de la mediana edad. Caminaba con arrogancia, pero con aire reservado; era tan imponente que me hizo sentir muy pequeña. Mi primo me agarró la mano.

— Príncipe — saludó con trivialidad y posó sus ojos sobre mí. Tragué grueso y sonreí incómoda.

— Duque Astaroth — pronunció hostil.

— Es un placer por fin conocerla, señorita suprema — me dijo y asentí. Tengo ganas de irme ya —. He escuchado que ganó su audiencia en el juzgado celestial, felicidades. Quisiera invitarla a un duelo, como es tan poderosa, sería un verdadero honor combatir contra usted. Claro, si su esposo lo permite...

— Baalberith no es mi esposo, es mi primo — aclaré con calma, resignándome a no huir.

Baalberith me miró con los ojos desorbitantes.

— Entonces la decisión recae plenamente sobre usted, princesa.

Miré a mi primo, estaba un poco molesto. Frunció el ceño y espero a que contestara.

— ...De acuerdo.

¡Ya estamos jodidas! ¿Tanto te costaba decir que no?

Quedaría como una cobarde si me negaba... pero concuerdo contigo.

— ¡Fantástico! — exclamó y sus ojos brillaron. Su córnea se había vuelto gris pálido, y las pupilas desaparecieron —. En unos minutos podremos empezar. Por favor, diríjase al patio oeste — ordenó y se marchó.

Su voz había adquirido un tono gutural paranormal que hizo que se me cortara la respiración. Los ojos se me empezaron a llenar de lágrimas y giré a ver a Baalberith, que cuando me vio suavizó el rostro y lo contrajo con preocupación.

Acarició mi cabello y habló con decisión:

— No pelearás.

— Pero ya le dije que sí...

— No importa, no lo harás. Va a destrozarte.

— Casi maté a Balaam una vez, no debe ser tan difícil — contesté indignada y me miró incrédulo, pero al ver que lo decía en serio me miró sorprendido.

— ¿Cómo pasó eso?

— Lo matarías tú mismo si te lo dijera...

— ...Bueno, en una escala de poder vamos: Lucifer, yo, Lilith, Astaroth, Balaam, Valak, Belfegor, Amon, Asmodeo; que fuimos de los primeros caídos, luego siguen los demás... Vas a pelear con el cuarto más poderoso, si dices que pudiste con Balaam, lo más probable es que puedas con él. De todos modos interferiré si algo pasa, no dejaré que te lastime.

Asentí un poco más confiada y exhalé con pesadez. Él tomó mi mano y comenzamos a caminar; muchos se inclinaban ante nosotros, era un tanto extraño pero aquí esas actitudes deben ser normales.

<<Mira, ahí van el príncipe y su esposa.>> murmuraban algunos  con admiración y otros con miradas desdeñosas.

— Baalberith — musité.

— ¿Mm?

— ¿Por qué aquí piensan que somos esposos? — Se tensó y me miró dubitativo por el rabillo del ojo.

— Como antes éramos uno y ahora ya no, y aun así mantenemos contacto, puede interpretarse que tenemos alguna relación de afinidad, además de que te he proclamado princesa. Pero no es nada que tenga importancia, no te preocupes.

Estaba siendo sincero, pero tenía una sensación inquietante; será mejor que sea cuidadosa.

Llegamos al patio, que no era nada diferente al resto del lugar. Sobre los riscos habían muchísimo demonios, alrededor de mil, gritaban y el ruido hacia vibrar mi cuerpo. Baalberith me guio al centro y se paró a mi lado; levantó la mano y la cerró, todo se quedó en silencio.

Prefiero los gritos, este silencio no me consuela.

Astaroth apareció entre un remolino de fuego verde. Giró como quien hace una gran entrada y posó sus ojos sobre mí, y los puso de ese gris anormal de hace un rato.

— ¡Te va a hacer añicos! — gritó una horrible mujer y se carcajeó de manera hilarante.

Su risa resonó en mi cabeza por varios segundos, atormentándome.

— Cállate, Valak, esto es un amistoso — exclamó y mostró una sonrisa traviesa.

— Yo sé que estoy chiflada, querido, pero no sería tan estúpida como para pelear contra ella. — Luego me miró y casi pegó un saltito —. No lo vayas a matar, ¿okey?

— Por primera vez concuerdo con esa mujer — habló alguien y cuando lo encontré casi sonrío.

Casi.

— ¡Ay, hombres! ¡Hombres! — decía la demonio.

Nadie dijo nada por un momento, y entre los nervios, empecé a observar a las almas, pensando que tal vez reconocería a alguien.

Y sí, reconocí a Balaam sentado entre la multitud con su apariencia demoníaca; sus ojos brillaban tanto que por un instante me sentí adormecida, hasta que Baalberith me hizo reaccionar.

— Creo que podrás con él. — Me guiñó un ojo —. Suerte.

Me quedé en el centro sola con Astaroth, quien, me agarró inesperadamente y me lanzó lejos. Pude reaccionar a tiempo y me estabilicé en el aire. Él mandó unas ondas extrañas hacia mí y con mis alas se las devolví, provocando que retrocediera.

Los gritos y vítores no se hicieron esperar.

Fijé en mi mente la imagen de Alex y centré toda mi energía en mis manos, paralizándolo, y separándolo un poco del suelo. Él parecía no poder reaccionar, volé hacia él y lo lancé; pero no fue mucho lo que conseguí con eso.

De repente, se transformó en un dragón, de fisionomía largurucha y estirada, patas de león, alas gigantes de murciélago y cabeza de cocodrilo.

No era aterrador, me parecía majestuoso, pero sentí un miedo que me dejó paralizada.

Era la cosa más grande que había visto en mi vida.

Salí de mi trance cuando me escupió fuego. Grité, todo me ardía, me había caído en los ojos.

Una furia se apoderó de mí, y dejé de sentir. Mi piel se había regenerado con una violenta velocidad y había recuperado la visión.

Le controlé la mente al dragón, haciendo que comenzara a comerse a sí mismo desde la cola. Cada vez habían más gritos, Astaroth estaba a la mitad de su cuerpo, y una espada apareció en mi mano sin aviso previo; no la desaproveché. Me dirigí hacia él con el sable en alto y le corté un ala de raíz.

Le corté la otra, y tuve un impulso de cortarle la cabeza también, pero antes de que lo hiciera unos dedos fríos y grisáceos me tomaron del brazo. Volteé a ver al intruso con brutalidad.

Creo que me dejé llevar.

— No lo hagas, ya has ganado — habló Valak severa.

Me quedé unos segundos con pensamientos danzantes hasta que me solté y le atravesé el estómago con la espada.

Cuando la saqué, ella cayó al suelo.

— ¡Pronto! ¡Llévenlos a la laguna de lágrimas! — gritó alguien y entre varios se llevaron los cuerpos.

— ¡Escoria! ¡Basura! — gritaron algunos. Otros reían como si lo que hubiese hecho fuera la más divertida de las hazañas.

Y desperté, desperté de esa posesión. Mi lado demoníaco había predominado, ¿o fue el angelical que quiso acabar con los demonios?

— ¡El próximo que diga algo como eso, le sacaré los ojo! — gritó Balaam y un estremecimiento se apoderó de mí médula espinal.

Una mujer bonita —lucía como un espectro, pero tenía un semblante seductor— apareció y los gritos cesaron de la nada.

— Lilith — dijo Baalberith con solemnidad y me rodeó la cintura con su brazo. Ella lo miró con hostilidad.

— Tú — espetó arisca en su dirección y él rodó los ojos.

Lilith me sonrió perspicaz.

— Tendrás un pequeño cargo por usar una espada de ángel contra un demonio y no tener autorización de usarla aquí.

Me quedé congelada, ni siquiera sabía cómo había aparecido esa espada en mi mano.

Ella como que no sabe que la puedes exiliar ahora mismo. — Sonreí.

— Técnicamente — habló alguien entre la multitud y bajó de un salto de las gradas —, esto es un amistoso, no hay reglas. Y todos saben bien que si se interviene en un combate corre el riesgo de salir herido.

Este vampiro se ganó mi corazón.

Le sonreí y él sonrió de vuelta, pero mi sonrisa se borró cuando Balaam hizo su intervención en la conversación.

— Y ella es mitad ángel mitad demonio, no necesita de ninguna autorización.

Me defendió, sí, pero aun así siento como si hubiese puesto a todos en mi contra.

Lilith sonrió de manera calculada.

— Eso es cierto, y veo que tienes admiradores. —  Eso fue intencional, hizo que Baalberith se picara y reforzara su agarre en mi cintura.

Ay, esto solo lo está empeorando.

— Eres una buena peleadora, chica. Me gustaría que formaras parte de mi pelotón, te pondría en un alto rango. Haríamos un gran equipo.

Balaam hizo que sus cabezas se miraran entre sí y sentí náuseas.

— Le estarías ofreciendo muy poco, siendo ella la princesa y teniendo ya un pelotón a su mando. Sin embargo, es libre. Ella obra a su voluntad — explicó mi primo con voz gélida.

— Agh, como los vampiros...

Ella te desea, al igual que yo. Pero no hay nada de lo que te debas preocupar, mi pequeño ángel. Tu primo Bestia ya se ha encargado de hacerte indiferente.

"Obra a su voluntad", eso solo lo hacen los chupa sangre, y ella los odia.

Temblé levemente; estaba un poco aliviada por la información que me había proporcionado, pero aun así...

Lilith se fue, y Balaam captando que lo mejor era irse, también lo hizo. Y Carls, bueno, me dio un beso en la mejilla y desapareció como un fantasma. Mi primo abrió un portal y me miró con nostalgia.

— Creo que ya deberías irte, te ves exhausta y tuviste muchas emociones hoy. Ve a descansar, mañana te iré a ver.

Asentí y lo abracé, nos quedamos mirando a los ojos por un instante y pensé que me besaría. Extrañamente quería que sucediera, pero Alex pasó fugazmente por mi mente y mi deseo cambió de protagonista.

Me separé y le sonreí, tomé una bocanada de aire y salté dentro del portal.

Aparecí en la habitación de Alex, él estaba acostado con la mano apoyando su cabeza. Cuando me vio sonrió.

— ¿Cómo te fue?

Me acosté a su lado y lo besé con dulzura.

— Como si viviera una linda pesadilla.

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