Capítulo 21
Volé hacia el balcón de Becky y sonreí al ver que estaba despierta, tenía su lámpara encendida y estaba leyendo. Toqué las puertas corredizas y se sobresaltó, su libro se cayó y apreté los labios para no reír; me dejó entrar y empezó a hacerme preguntas.
<<¿Dónde estabas? ¿Por qué llegas tan tarde? ¿Qué sucedió ayer? ¿Te sientes bien? ¿Quieres llorar? ¿Puedo hacer algo para que te sientas mejor?>>
Su preocupación hizo que ahondara en mis emociones y que me creciera un nudo en la garganta, pero lo tragué; sabía que no podía permitirme llorar de nuevo, al menos no hoy. Le conté lo que había pasado y le pedí que me acompañara a la sección prohibida a buscar algo que nos fuera útil, como era viernes no tendríamos que preocuparnos por ir a clases al amanecer.
— ¿No es muy tarde para eso? Podríamos ir mañana en la mañana — comentó insegura.
— Ahora todos están dormidos, es mejor ir ahora para no levantar sospechas.
Me miró dubitativa y volvió a mirar hacia su cama. Bufó y asintió.
— Y ya me estaba dando sueño — murmuró con desdén.
Abrí su armario y antes de que hablara ya me encontraba con la mitad de mi cuerpo dentro del túnel subterráneo, le hice un ademán para que se acercara; tomó mi mano dudosa y la halé para que saltara. Tome la manilla de la compuerta y de un salto terminé de adentrarme en los pasajes y cerré la puertilla.
Los candelabros alumbraban tenuemente y olía a humedad como de costumbre. Tomé la mano de Becky para transmitirle un poco de seguridad y comenzamos a correr por los pasillos.
Descendíamos, tomábamos varios cruces, pasábamos por una que otra superficie empinada, hasta que salimos del costado de un estante de la sección prohibida.
Las luces estaban apagadas y el interruptor se encontraba fuera de la sección, así que tuvimos que encender unos cuantos velones que estaban en zonas estratégicas y ayudarnos con la linterna de mi celular.
No sabíamos por dónde buscar, ya habíamos revisado unos estantes sin algún resultado, no podía darme el lujo de fracasar esta vez.
Respiré profundo y traté de calmarme. Becky tomó mi mano y sonrió, le devolví el gesto un poco forzada; suspiró y se perdió entre los pasillos. Subí el celular y agarré el primer libro que vi, lo ojeé un poco y lo descarté. Así estuve con varios hasta que me empezó a doler la cabeza.
Me recosté en uno de los sofás y la oji verde se sentó junto a mí. Eran las 3 am, ya quería dormir, pero no podía. Tenía que encontrar respuestas hoy.
Me levanté y di un paseo por la sección prohibida, nunca la recorrí por completo, es demasiado grande. Habían algunos cuadros pintados de ángeles y demonios, la caída de Lucifer al infierno, retratos de algunos krístals; vasijas antiguas, candelabros; más sofás, un mini bar, un baño abandonado.
Las paredes estaban pintadas de azul marino, pero no había nada interesante. Nada llamaba mi atención, hasta que vi esa pintura.
Estaba en la pared, como todas, y tenía un marco de madera igual de polvoriento que el resto, pero era un espejo. La pintura era de un espejo de mano.
Me acerqué para tocarlo, y la textura áspera del lienzo hizo cosquillas en mis dedos. Toque la superficie lisa del marco y sin querer la levanté un poco, y se escuchó un repiqueteo como si hubiese movido algo detrás del cuadro; intrigada, lo quité de su lugar.
Había una especie de repisa, en donde había un libro grande, y al ver el otro objeto, me quedé estupefacta. Lo tomé entre mis manos con algo de temor: era el espejo de la pintura. El mango y el marco eran de plata, y el vidrio se veía un poco sucio, pero sin duda era una reliquia.
Emocionada de por fin tener algo, tomé el libro, volví a colocar el cuadro y corrí a la sala de estudio. Dejé las cosas sobre la mesa y empecé a zarandear a Becky.
— Becks, despierta. Encontré algo. — Comenzó a abrir sus ojos.
Se estiró un poco para finalmente levantarse, caminó a la mesa y tomó el libro. Abrió los ojos y me miró perpleja. Llevaba su mirada del libro hacia mí como si no pudiera creer lo que había encontrado, agarró el espejo y frunció el ceño.
— ¿Dónde... cómo coño encontraste esto?
— Detrás de un cuadro. El espejo estaba retratado en él.
— Ostia...
Me lo pasó y puso el libro sobre la mesa, empezó a pasar página por página, leíamos a tiempo récord. Hablaba de las almas, de conexiones en el plano terrenal por el espíritu, y lo enigmáticas que eran algunas.
Un poco de metafísica, religión y hechicería; todo parecía más de lo mismo hasta que en una página estaba dibujado el espejo. Becks me miró, y la aparté un poco para quedar frente al libro; la descripción tenía unas letras extrañas.
— Es griego, ahí dice Psychí. Es el espejo del alma — mencionó la oji verde.
— ¿Cómo sabes eso?
— Use el traductor — dijo y agitó mi celular en el aire.
Pasé a la siguiente página que, para nuestra suerte, estaba escrita en español. Contaba la historia del espejo. Un krístal se lo robó a Pilatos para poder atrapar un demonio que podía ver el alma de los cuerpos, condenándolo a reflejar el alma de todo aquel que la quisiera contemplar.
Cambié la página y suspiré al ver que el resto de las hojas estaban en blanco, era casi la mitad del libro. Becky me miró con terror.
— Hay un demonio ahí. Si por desgracia se rompiera...— Miró mi mano y lo dejé con cuidado sobre la mesa.
A mí también me había asustado un poco.
Me asomé para ver mi reflejo, pero no vi nada diferente en mí. Solo era yo.
— Quizás esté encantado — comentó —, pero no sale como podemos usarlo. Talvez el que lo escribió no quería que nadie lo usara.
Retrocedí la página y volví a la del dibujo del espejo; alrededor de él habían dibujado unos mándalas, algunos patrones y rayas. Acerqué mi rostro a la hoja negándome a no conseguir nada más, alumbré de cerca con la linterna de mi teléfono y repasé toda la página por si había algo oculto.
En una esquina distinguí unos símbolos extraños, y en el lado opuesto otros. Sonreí con esperanzas.
— O quizás solo lo escribió en código.
Becky se inclinó y de inmediato buscó la traducción en mi celular.
— Esto de aquí — apuntó —, quiere decir revela, y eso esconde.
Tomó el espejo y respiró.
— Apokalýptei — murmuró y las manos le temblaron —. Oh, Dios.
— ¿Qué? ¿Qué ves?
— Soy... yo, pero... de un lado me veo bien y del otro soy fea. Soy azul escandilante y rojo opaco — dijo temblorosa —. Krývei.
Bajó el espejo, me lo dió y se tiró al sofá.
— Me vi. Era como un ángel y un demonio fusionados. Supongo que es porque somos krístals, mitad angelical y mitad demoniaca. — Tenía los ojos muy abiertos y me miraba conmocionada.
Levanté el espejo y contemplé mi rostro. Un sentimiento de duda se estancó en mi pecho, miré a la oji verde dormir y volví mi vista al vidrio. Suspiré, preparándome para lo que sea a lo que me fuera a enfrentar.
— Apokalýptei — murmuré cerrando los ojos.
Cuando los abrí contuve la respiración para no gritar; me sentía temblar, pero mi reflejo no se movía. Tomé una gran bocanada de aire para calmarme, mi reflejo no copió mi acción.
Mi rostro estaba dividido en dos, la imagen era abrumadora, pero no inspiraba terror. Solo... era algo apabullante.
Un lado de mi rostro era blanco, tenía ramificaciones azules marcadas, y sobre mi cabeza había la mitad de un haza de ángel suspendida. Y un esplendor azul resplandecía; lucía angelical, pacífica, bondadosa y tierna. A diferencia del otro.
Era oscuro, negro, como si estuviese muerto, pero mis huesos que resaltaban de color morado al igual que el resplandor que rodeaba a ese lado lo hacía lucir más vivo que nunca. Y sobre mi cabeza había un pequeño cuerno liso y curvo. Portaba una apariencia perversa, desafiante, intimidante y poderosa.
Mi cabello era rubio escandilante, y mis ojos eran dorados y brillaban con mucha intensidad.
Parecía una diosa, y sentí pavor de mí misma.
— Krývei — dije alterada y dejé el espejo con algo de torpeza sobre la mesa.
Apoyé mis manos y respiré agitadamente. Eso fue... demasiado.
Concéntrate, aún falta información.
Miré el libro y volví a las páginas en blanco. Es imposible que hayan dejado tanto espacio incompleto en un libro tan grande, no parece lógico.
Una idea descabellada pasó por mi mente y no dudé ni un segundo en probarla. De todos modos, no parecería una estúpida; Becky estaba dormida.
— Apokalýptei — hablé decidida, y solté una alabanza a satán al ver como iban apareciendo las letras.
Me entraron ganas de llorar de la emoción. Quizás el período me llegue pronto.
Cerré el libro y chequeé la hora en mi celular, eran las 4:57am. Ya es hora de que me vaya a dormir, me siento demasiado débil. Mañana seguiré con esto.
Le pedí a Trevor que nos dejará en la habitación de Becky. Ella quedó acostada sobre la cama y me acomodé a su lado, nos cubrí a ambas con el cobertor y me permití dormir.
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Desperté a las 3 de la tarde, estaba almorzando mientras le contaba a Alex todo lo que habíamos descubierto en la madrugada. Me regañó por no haberlo despertado para acompañarnos, y le dije que iríamos esta noche.
Cuando acabé, me encerré en la biblioteca a estudiar para algunos exámenes que tendría y hacer un trabajo; Kira estaba acostada sobre mis piernas y yo la acariciaba, la jornada era más llevadera así.
Le di un mordisco a una galleta y guardé mis cosas. Había pasado alrededor de dos horas allí y tenía todo listo, me estiré un poco y comencé a caminar a la salida de la biblioteca.
El sonido de una explosión hizo un eco flojo en las paredes y el suelo tembló levemente, Kira comenzó a ladrar y a chillar.
Salí disparada hacia la sala, allí me encontré con Finn que miraba hacia un gran hoyo que había en la pared con furia.
— ¿Qué está pasando? — le pregunté conmocionada. Volteó a mirarme preocupado.
— Lancaster está arremetiendo contra nosotros.
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