Capítulo 20
Y se desató una guerra de titanes.
Balaam sonrió e hizo una exagerada reverencia y la castaña lo golpeó, provocando que cayera al suelo. Cuando se levantó la miraba con rudeza, y le lanzó un golpe que con bastante agilidad, la Suprema pudo esquivar.
No podía respirar, no podía moverme. Ni siquiera podía parpadear, las manos me temblaban y por un momento creí que habría mucha sangre.
Kamila se había convertido en una máquina para matar.
Talvez Kamila era tres veces más pequeña que ese monstruo, pero parecía estar más cerca de ganar.
Le empezaron a aparecer venas doradas por todo su cuerpo. Y en un momento en que giró puede ver sus ojos brillando de manera escandilante.
Había dejado salir sus alas; provocaba ráfagas de viento empujando a su rival, lo pateaba y golpeaba a diestra y siniestra y se movía tan rápido que apenas podía distinguirla. Balaam ni siquiera podía tocarla. Ella arremetía contra él con tanta fuerza que lo tenía yendo de un extremo de la cancha a otro.
En una oportunidad lo empujó contra el pavimento y lo rompió, el crujido hizo eco en mis oídos.
Kamila lo golpeó con las alas y lo hizo sangrar, pero su sangre parecía más viscosa y repulsiva a la humana; era verde, espesa, y hasta aquí me llegó su olor nauseabundo.
Balaam no podía más, por un momento creí que contemplaría la muerte de un demonio; eso sería algo de lo que se tendría que escribir en un libro.
"Así muere un demonio", suena bien. Le diré a Finn que lo escriba.
Kamila se elevó un poco y gritó; batió sus alas con fuerza y mandó a volar al monstruo hacia el bosque, derribando hasta cuatro árboles, levantando polvo, y consiguiendo despertar a los demás en la casa.
— ¿Qué está pasando? — preguntó Amelia a mis espaldas y pude salir de mi trance.
Giré a verla y volví mi vista a la cancha. Balaam había pasado como una sombra hasta el cadáver de Thomas, dándole vida; se levantó como un moribundo cubierto de sangre humana y desapareció. Kamila jadeaba y apretaba las manos; sus alas habían desaparecido, pero los efectos krístal no.
Los chicos llegaron corriendo, extendí mis alas y tomando a Amelia bajamos. Corrí hacia ella y cuando iba a abrazarla me empujó, su rechazo hizo que se me apretujara el pecho; mantenía una expresión fría, hasta que vio mis alas. Las venas desaparecieron y sus ojos volvieron a retomar el color avellana que tanto me gusta, pero las lágrimas comenzaron a aglomerarse en ellos.
Sollozó y me apretó contra ella, la envolví con mis brazos y acaricié su cabello.
— ¿Qué demonios pasó aquí? — preguntó Tom y deseé con todas mis fuerzas que no hubiese abierto la boca.
Siempre queriendo saber todo. Siempre metiche.
Kamila se alejó de mí y secó sus mejillas, los chicos empezaron a acercarse con muecas de preocupación.
— Guapa, ¿estás bien?
— ¿Necesitas algo, engendro?
— Ya pasó, Kams. Tranquila.
— Iré a prepararte algo para calmar esos nervios.
— Puedes contarlo, mi psicólogo dijo que era más fácil afrontar las cosas si hablabas sobre ello.
Todos caminaban hacia ella, y ella retrocedía; entiendo que todos quieran ayudarla pero no va a hablar, al menos no ahora.
Kamila extendió sus alas de golpe y se impulsó con fuerza hacia el cielo, huyendo. Amelia me miró alarmada.
— ¿A dónde se fue? ¡Está muy oscuro!
— Deberíamos irla a buscar — habló Finn —. No es bueno que se vaya a llorar por ahí sola.
— Nos necesita, tenemos que ir por ella — habló el italiano con decisión y Zack lo apoyó con una palmada en el hombro.
— Oh, Dios. Si algo le pasa — gimoteó Becky en español.
— No puedo perder a más nadie — murmuró Anastasia y sentí una punzada en la cabeza.
— ¿Alguno de ustedes vio que sucedió? Ella estaba muy alarmada, y hay un desastre en el bosque y el poste está caído. — Rodé los ojos —. Un momento, alguien estuvo aquí. Allí hay sangre...
— Okey — hablé, me estaba hartando de la situación —. Iré a buscarla, tengo una idea de dónde pueda estar. Mañana por la mañana talvez ella explique lo que sucedió y lo resolveremos. Ahora vayan a dormir, es muy tarde.
Asintieron no muy seguros y se metieron a la casa.
— Voy a arreglar esto, tú ve por ella — me dijo Zack y asentí.
Me teletransporté al árbol de los deseos y ahí la vi, sentada en una rama mirando a la nada. Me senté a su lado y apretó los ojos con fuerza, temblaba levemente; la abracé y la sentí sollozar. Ella me apretó y soltó un grito inaudible.
— Me siento sucia — murmuró.
Levanté su mentón y su irritado mirar me hizo estremecer. Le di un corto beso y sonrió; nos quedamos un largo tiempo sentados en compañía del viento y el sonido ligero de las ramas moviéndose. Ella empezó a aflojar su cuerpo de a poco, hasta que la tenía completamente rendida sobre mi hombro.
La cargué y me teletransporté a mi habitación, le quité las pantuflas, nos cubrí a ambos con el cobertor y la abracé por la cintura.
Me quedé dormido con el aroma dulce de su cabello.
Kamila.
Cuando desperté no estaba en mi habitación, fue cuando me di cuenta que no había sido una pesadilla. Me levanté desganada y salí, las escaleras se me hicieron interminables, tampoco es que quisiera darles los buenos días a los chicos, pero debía tomar algo para el horrible dolor de cabeza que tenía.
Talvez luego vaya a ver a mis padres.
Cuando terminé de bajar Kira ladró y corrió a mí, haciendo que todos voltearan a verme. Deseé tener el poder de Finn y hacerme invisible, la cargué y me metí a la cocina. Raquel me regaló una hermosa sonrisa, pero no me hizo sonreír.
— Buenos días, linda — saludó —. ¿Tienes hambre?
Le serví perrarina a Kira y la dejé en el suelo.
— No, solo quiero algo para el dolor de cabeza.
— Bueno, pero primero debes desayunar — dijo y puso un plato de pasteles en la barra.
Me senté y le di un mordisco a uno.
Lucas y Zack llegaron, me besaron las mejillas simultáneamente y me pincharon el estómago. Alex me robó un pastel y me guiñó un ojo, consiguiendo que sonriera un poco y luego se llevó al par.
Cuando acabé, Raquel me pasó una píldora y un vaso de agua; lo tomé todo y corrí a mi habitación para evitar que me hicieran preguntas. Me duché y me vestí, le pedí al soldado que me llevara a casa de mamá y me dejó en medio de la cocina, donde me topé con papá bebiendo una taza de café. Sonrió y me abrazó.
Esto era lo que necesitaba desde hace mucho tiempo.
Me puse a llorar, por todo. Porque Lancaster estaría detrás de los chicos y de mí por mucho tiempo; porque en cualquier momento podría ocurrir un atentado hacia nosotros y alguno podría morir, porque Balaam no me dejaba en paz, por lo de ayer; porque talvez Alex se canse de que todo sea muy complicado conmigo y me deje, y porque en cualquier escenario posible, alguien cercano a mí moriría.
Y todo era por mi culpa.
Papá no hizo ninguna pregunta, solo estuvo abrazándome y repitiendo palabras consoladoras; lo dejé ir todo, y sentí como si todo el peso que tenía hubiese disminuido considerablemente.
Le di un beso en la mejilla y salí hacia el patio, en donde me encontré a mamá y Marilyn charlando, cuando me vieron ambas se levantaron y me sonrieron.
¿Por qué todos sonríen tanto? ¿Qué no ven lo que está pasando?
Nadie lo sabe, nunca quisiste contar nada.
Ah, sí. Cierto.
Marta me abrazó y se fue a cocinar; compartí una mirada significativa con mi abuela y ambas nos sentamos. Sabía que ella estaba al tanto de lo que estaba pasando, y no pude evitar soltar una pregunta para alivianar el ambiente.
— ¿Sabías que los demonios son súper ardientes? No te hacen sentir especial, pero sí un deseo que te...
— Detente, sé lo que estás haciendo.
— Pues yo desde hace un tiempo no sé qué hago con mi vida. Ilumíname.
Blanqueó los ojos.
— Estás tratando de volver el problema un chiste porque te da pena que te anden viendo llorando. — Miré a otro lado —. Ya sabía que harías eso.
— ¿Y por qué mierda no me advertiste más bien que casi me iba a coger a esa cosa en vez de mostrarme algo bonito? ¿Por qué no me mostraste la parte en la que me daba cuenta? ¡Pude evitarme todo eso!
— No seas mal agradecida, más bien te he prevenido...
— ¡No fue a ti a la que besaron! ¡No fuiste tú quien casi iba a tener el alma encadenada por toda la eternidad! ¡No eres tú la que se siente sucia!
Ella me abrazó, pero la alejé. Si me dejaba terminaría llorando de nuevo. La herida está muy reciente.
— Lo siento. No quise gritarte, solo...
— Entiendo — me interrumpió y sonrió con comprensión.
— Yo solo vine a distraerme y visitarlos. Tenía semanas sin venir — mencioné más calmada.
— Pues vamos a ayudar a Marta con la comida entonces, seguramente Joseph tenga alguna botella de ron que podamos gastar.
Papá puso sus canciones de Julio Jaramillo que cantaba a todo pulmón junto a la abuela y mamá y yo nos reíamos de ellos. Luego de almorzar, nos sentamos en los sofás a charlar y terminarnos la botella. La abuela nos contaba de las travesuras que hacía mi padre de pequeño y las veces en la que lo ayudaba a escaparse con mamá por las noches.
Mi teléfono vibró y lo revisé. Era un mensaje de Alex.
"¿Dónde estás?"
Le respondí que estaba con mamá y lo apagué.
Cuando ya era casi media noche Joseph me llevó al bosque. Por el camino íbamos hablando de la universidad, haciendo planes que seguramente no concretaremos, pero me sentía muy cómoda hablando con él.
— Cuéntame, Kami. ¿Cómo van las cosas con tu novio? — Sonreí avergonzada.
— Bien.
— ¿Segura? — Volteé a mirarlo confundida.
— Sí, nuestra relación es muy bonita.
— ¿Y por qué llorabas?
Volví mi vista a la ventana y me fijé en que ya habíamos llegado. Tuve el impulso de bajarme y no responderle nada, pero igual no me salvaría de él.
— Es por el estrés, ya sabes... la frustración de la universidad. No es una carrera fácil...
— Ningún krístal tiene problemas con los estudios, y menos tú, que eres la suprema.
— Pues estoy teniendo problemas con eso de ser suprema. — Solté sin pensar, y me arrepentí al instante.
Tomó mi mano y lo miré, sonrió comprensivo.
— ¿Sabes cómo solventarlos? ¿Hay algo que puedas hacer?
— ...Obviamente debe haber una manera, pero aún no la he buscado.
— ¿Sabes dónde buscar? — Asentí sintiéndome estúpida —. ¿Y entonces por qué no lo has hecho?
Le di un beso en la mejilla y me bajé del auto. No quiero hacerlo, pero ya me cansé de ser una idiota.
Es hora de volver a la biblioteca.
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