Capítulo 2
Balaam me miraba directamente a los ojos mientras yo trataba de no perder la compostura, me dió una pequeña y macabra sonrisa antes de desaparecer así de rápido como apareció.
Cada que aparecía, estaba en el cuerpo del difunto hijo de Lancaster. Sabía que mi abuela estaba enterada de ese detalle, pero no quise decir nada, luego veríamos como resolver.
Era preocupante, las veces que me ha visitado solo me observa, sin decir nada; simplemente está ahí, como esperando a que yo haga algo para burlarse. Él sabe muy bien que ya no soy lo que era antes, pero lo que no entiendo es qué quiere de mí.
— Abuela — la llamé en un susurro —, ¿Todo esto va a acabar?
La oí suspirar mientras se alejaba de mí.
— Todo en esta vida tiene final, solo que nunca sabremos cuál va a ser hasta que acabe.
Asentí con algo de pena, tenía unas tremendas ganas de llorar y no quería que Marilyn me viera así. Le sonreí forzadamente y le pedí que fuéramos a adentro para no dejar sola a mamá. Entramos y nos sentamos junto a mi madre en los sofás. Marta nos hablaba de lo mucho que había disfrutado este mes de estar con mi padre y mi abuela no hacía más que sonreír, era algo extraño que las tres estuviéramos juntas. Me sentí un poco incómoda cuando comenzaron a hablar de cuando mamá y papá se casaron y recordé su suicidio.
Fue un alivio cuando Joseph y el castaño llegaron, Alex me dió un beso en la frente y me dijo que debíamos volver. Me despedí de todos y nos teletransportamos. Aparecimos en medio de la biblioteca. Le dediqué una mirada confusa y él aclaró de inmediato que necesitaba buscar unas cosas.
Salí de allí y fui a la cocina por un vaso de agua. Amelia venía bajando por las escaleras y, cuando me vio, corrió en mi dirección y cuando menos lo esperaba me abrazó.
Esta niña resultó ser más amorosa de lo que pensé.
— He estado muy preocupada por ti — dijo bajito —, ¿Segura de que estás bien?
Sus oscuros ojitos me miraban con algo de desconfianza y acaricié su cabellera de fuego.
— No tienes que preocuparte por nada, todo está bien. — Le tranquilicé y me sonrió con inocencia.
Me sentí mal por haberle mentido.
— Bueno... es que...
— ¿Es que qué? — le pregunté entrecerrando los ojos.
— Creí que podría tratarse de... — Sus ojos reflejaron duda y arrepentimiento —. No es nada, creo que estoy alucinando.
— Amelia, no me engañes ¿Ha estado pasando algo últimamente? — pregunté con algo de insistencia; ella esquivó mi mirada.
— No he dormido en mi habitación en estos días — murmuró algo cohibida —. Una madrugada sentí que me observaban mientras dormía y abrí los párpados... solo un poco, y vi un un par de ojos rojos muy intensos de entre la oscuridad. — Me escurrió una gota de sudor por la médula espinal —. Me asusté tanto que no volví a dormir el resto de la noche.
— ¿Ahora estás durmiendo con Raquel? — Dio un leve asentimiento y me sentí un poco más relajada.
Al menos ya no estaba sola.
— ¿Le has contado a alguien?
— No, me da vergüenza. También es probable que sea producto de mi imaginación y...
— ¿Qué sentiste... cuándo los vistes? — le interrumpí con curiosidad.
— Fue como si alguien ejerciera presión sobre mi cabeza... Fue demasiado extraño, no podía dejar de mirarlos...
Ay, por Dios.
Necesitas hablar con Trevor.
Tienes toda la razón.
— Si quieres puedes dormir conmigo. — Le ofrecí, sentía que estaría más segura.
En eso sentí algo de frío y levanté la vista de la pelirroja, para encontrarme con el soldado de fuego.
— Señorita Suprema, tenemos unos problemas — dijo con aquella voz muerta poniéndome la piel de gallina. Le di una mirada rápida a la pelirroja y volví mi vista hacia el soldado —. Por favor, venga conmigo.
Miré a Amelia, quien se mantenía rígida con la vista fija en mí, dió un leve asentimiento y se marchó en dirección a las escaleras subterráneas dándole la espalda a Trevor.
Se nota que le tiene miedo.
¿Y quién no? — preguntó la doñita.
El soldado comenzó a rodearme con su humo y me llevó hasta mi habitación. Se sentó sobre mi escritorio y le dió una calada a un cigarrillo, le dí una mala mirada y se lo tragó. Puse ambas manos en mis caderas y evité el contacto visual con él.
— ¿Qué sucede?
— ¿En serio me lo pregunta? — replicó con un tono más muerto del que solía usar —. Ha estado siendo acosada por ese demonio y no ha enfrentado la situación, y escuché perfectamente que la niña lo vió. — Volteé a mirarlo —. ¿No pretende hacer nada?
— Ella no tiene porque resolverlo. Eso me corresponde a mí, pero gracias por preocuparte.
Me dí la vuelta y sonreí al verlo allí parado. Me devolvió la sonrisa y se acercó para abrazarme.
Últimamente el que me ha estado visitando ha sido Baalberith. Melahel ya casi no pasa por aquí, pero lo bueno es que ambos ya me hablan.
El demonio se separó y miró fijamente a Trevor.
— Deberías cambiar tu apariencia y tu voz, no quiero que la asustes más. — Le miró con seriedad y agrandé mis ojos.
— ¿Todo este tiempo pudo hacerlo?
— Sí, pero eso le quita la diversión — contestó Trevor pero lucía diferente, era un hombre moreno y de estatura media con algunas canas. Su voz era grave, pero no sonaba a muerte.
Nos quedamos en silencio por unos segundos, hasta que la intriga comenzó a desesperarme.
— ¿Qué es lo que quiere Balaam? Cuando viene no me habla, solo... me ve.
— ...¿Cómo lo has visto?
— Se adueñó de un cuerpo...
— Bueno... no te vayas a asustar — pidió inexpresivo.
— Estoy totaaaalmente relajada — ironicé y suspiró.
— Él está enamorado de ti, y con enamorado me refiero a obsesionado — enfatizó, sentí que en cualquier momento me desmayaría —. Está buscando que le pertenezcas, hacer lo que quiera contigo. Llevarte al infierno y que seas su premio.
Entre en shock.
— ¿Le ha pasado antes? — Escuché que Trevor le preguntó, pero estaba ausente.
— No, es la primera vez... El alma de Kamila genera mucho impacto, por su determinación y pureza. Tiene ese no sé qué que atrae, es demasiado deseable. — Se hizo un breve silencio y comencé a llorar.
— ¿Está bien, amo?
— Soy su presa — murmuré con la voz quebrada.
— Sí, pero no te angusties. No permitiré que logre su cometido — dijo Baalberith y por un momento creí lo peor...
— Dijiste que mi alma es deseable — dije y lo miré a sus ojos negros con algo de miedo —. Ya tú no tienes ningún tipo de compromiso conmigo... Melahel no viene casi y... — Me estaba costando respirar, sentí que tendría un ataque de pánico —, puede que tú desees la mía. — Jadeé.
Él me miró sin entender, pero luego tensó la mandíbula y miró hacia otro lado.
— Estás obsesionado conmigo....
— No, no es cierto — contestó y se acercó a mí. Retrocedí mis pasos y comencé a llorar.
Este es nuestro fin... quiero que sepas que estoy orgullosa de ti y que te amo.
¡Ay, doña! Yo también te amo.
— Los dejaré solos. — Se hizo notar el soldado.
— ¡NO!
— Gracias — habló el demonio antes de que Trevor desapareciera.
— No te me acerques — exigí con miedo y él me miró consternado.
¿Qué carajos está pasando?
— Permíteme explicarte. — Pidió y yo solo negaba una y otra vez. Él soltó un bufido enojado y con una fuerza invisible me sentó en la cama impidiendo que me moviera.
Ay por Dios, soy una idiota. Él es un demonio, los demonios no son buenos. ¿Por qué no lo vi antes?
— Somos familia — dijo y levanté la mirada —. Somos... primos lejanos, igualmente tú y Melahel.
— ¿Qué...?
— Es de antes de que me enviaran al infierno. Antes de ser un demonio era un ángel, obviamente. Y bueno... la familia que le tocó la maldición del Krístal Supremo es de la nuestra, por eso fue que me asignaron a los cuerpos de ustedes... había mejor compatibilidad por los genes, por lo que yo podría dominar como si fuera alguien normal. Pero como ya sabrás, nuestro primito no me lo permitió.
》Contigo me sentí más identificado, es... como si fuéramos más cercanos. Te siento como si en verdad fueras mi pariente, como si fuéramos... hermanos.
— Pero existe el incesto, y eso es algo que tu mente enferma no respeta — solté, no quiero que me engañe.
— Si estuviera obsesionado contigo, Melahel ya me hubiese condenado a no salir del infierno nunca más.
Me quedé callada, y de un momento a otro dejé de sentirme atada.
— Espero logres comprenderlo. No quiero hacerte daño, solo busco en ti lo que nunca pude tener... estar con mi familia — murmuró por lo bajo, y luego sonrió divertido —. Aunque no lo creas, algunos demonios no somos taaaan malos. — Reí un poco por su mueca y me relajé —. Entonces... ¿Todo bien?
Sonreí.
— Todo bien.
— Aaaww, que lindo. ¿Ya terminaron? — Palidecí, a Baalberith se le endureció el rostro.
Me di la vuelta y apreté los puños para evitar temblar.
— Vuelve a casa, Baalam. No tienes nada que hacer aquí — escupió mi "primo" colérico.
— Escuché que le juraste protección — rió sin gracia —. Me da pena que no solo la engañes a ella, sino que te engañes a ti mismo.
Desapareció y de repente sentí una presencia a mis espaldas. Me giré con cautela y lo vi demasiado cerca, nuestras narices se rozaron incluso. Por instinto puse mi mano en su cuello y apreté con fuerza. Su rostro se tornó morado.
— Oh, mi pequeño ángel. — Jadeé de miedo al escuchar como me dijo —. ¿Qué crees que haces? ¿Matarme? — Se liberó de un manotazo y se alejó un poco —. Soy inmortal, no te desharás de mí tan fácil.
Iba a volver a acercarse, pero Baalberith lo tomó del cuello de la camisa y desapareció junto a él, dejándome sola en la habitación y con el corazón latiendo con frenesí.
Estoy condenada...
Ya valimos verga.
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