Capítulo 14

Apenas entré, todos posaron sus miradas sobre mí.

Tragué grueso.

Una chica de cabellos rubios me tomó de la mano y sonrió.

— Eres muy bonita — dijo.

Sonreí. — Gracias.

Me guio hacia uno de los asientos y me indicó que me sentara. Suspiré y puse una expresión sería para no verme aterrada.

Había algunos ángeles revisando registros desde sus butacas y murmurando entre ellos. De pronto, una luz hizo que todos se callaran, y se posicionó en el puesto del juez.

Joder, Dios está aquí.

— Estamos aquí para resolver el caso de Kamila Sánchez, de dieciocho años de edad, Krístal Suprema, acusada por homicidio a un ángel de la guardia celestial. ¿Cómo se declara, señorita?

Su voz era demandante, firme y a la vez calma, por lo que opté por imitarlo.

— Culpable.

— Entonces no hay mucho que discutir. Se sentencia a exilio de alma — dijo y sentí como mi corazón dejaba de latir.

— Disculpe — hablé y todos voltearon a mirarme, poniéndome los nervios de punta, aunque me mantuve impasible —. ¿Qué conlleva eso?

Un ángel se levantó de su asiento.

— Quiere decir que tu alma será desintegrada, eliminada, y tanto ángeles, demonios como humanos olvidarán que exististe alguna vez — puntualizó y se sentó.

Me entraron ganas de llorar, me dolía el pecho y debía mantenerme fuerte. Respiraba para calmarme, sin decir nada; parecía que todos esperaban que dijera algo, que objetara, que me defendiera, pero no puedo ni siquiera pensar.

Estaba en shock.

Rememoré todas mis vivencias, como si la muerte pasara ante mis ojos; todo lo que viví, cada persona que conocí y dejó una huella en mí. El recuerdo de Alex fue el que más me dolió y solté un pequeño jadeó, recordé todo hasta el momento en el que me paré frente a esa puta puerta, y Melahel vino a mi mente.

Una bombilla se encendió alumbrando hasta a la más lejana de mis neuronas, dándome fuerza y esperanza, recordándome lo que tenía que hacer y quien era. Sacándome de mi conmoción.

— Supongo que me darán la oportunidad de defenderme, ¿no?

— Por supuesto. ¿Por quienes nos toma?

— No lo sé, usted dio la orden para que me mataran.

Los ángeles comenzaron a murmurar entre ellos y algunos me miraban con algo de temor, y me sentí como la peor escoria. El juez pidió silencio en la sala y todos enmudecieron.

— Eres un peligro para la existencia, por los componentes de tu alma...

— Pero no soy la única en la tierra con esos componentes. — Lancé al azar sin saber.

— Es correcto. — Festejé internamente por haber acertado —. Pero eres un ser sobrenatural, mitad ángel y mitad demonio, con influencia y acceso a los tres planos, y eso te convierte en una amenaza. Si reteníamos tu alma aquí, que era lo que se iba a hacer, evitaríamos el caos.

Otro ángel —que he de suponer es un jurado— se levantó de su asiento y dijo:

— La orden de ejecución hacia usted fue dada cuando cumplió dieciséis años, pero al tener a un ángel dentro de su cuerpo no pudimos acatarla. Matar a uno de nosotros es imperdonable, pero al romper la maldición y ser única poseedora nos dio la oportunidad de reanudar la labor.

Se sentó y agrandé los ojos. ¿Solo por ser yo debo morir?

— Ahora, está siendo acusada por un crimen que cometió, y debe hacerse responsable.

Relamí mis labios y me aclaré la garganta.

— Estaba asustada, Zaphiel dijo que iba a disfrutar matarme y...

— Espere un momento... ¿Zaphiel? — preguntó uno.

— Sí, fue encargado para esta tarea — contestó otro.

— Pero él es muy brusco, su sed por obtener justicia lo ciega, y debemos admitir que sentía cierto odio desconocido hacia la acusada — dijo el que había preguntado.

— Orden en la sala — habló Dios y se escucharon unos golpes de martillos.

— Yo no quise matarlo, solo me estaba defendiendo y las cosas se descontrolaron. Si él hubiese sido amable conmigo hasta me hubiera entregado por voluntad propia, pero fue muy grosero.

— Bueno, habiéndose aclarado la situación... Cuando la reencarnación de Zaphiel termine, se le será puesto un castigo.

— ¿Él está bien? — pregunté y un ángel me sonrió con amabilidad.

— Sí, despertará en unos días. No te angusties, se ve que no fue tu culpa; él no debió ser tan impulsivo, cometió un error.

— De igual forma su alma debe de quedarse en el paraíso, no puede seguir en el plano terrenal por motivos ya expuestos — sentenció una mujer del jurado y me molesté un poco.

— No estoy de acuerdo — repliqué —. Yo no he lastimado a nadie por gusto, he actuado en base a mi entorno, por defenderme y a los que me rodean. Liberé a los de mi especie de la maldición, mis buenas acciones hablan por mí. Puedo garantizarles que no acabaré con ningún inocente.

Los ángeles volvieron a murmurar entre ellos, aunque esta vez el juez lo permitió. Una ángel se levantó de su asiento y carraspeó, captando la atención.

— Usted abrió múltiples portales en la tierra, casi provocó una guerra. No podemos permitir que suceda de nuevo.

— Los volví a cerrar, no hubo ninguna confrontación. Y ya no cuento con ese poder — aclaré y los murmullos no se hicieron esperar.

El altísimo pidió silencio y esperé, expectante e impaciente.

— Se retiran los cargos y la orden. Se levanta la sesión. — Se escuchó un martillazo y los ángeles se levantaron y empezaron a circular por la sala.

Mi corazón brincó, la doñita gritó; y yo... bueno, comencé a llorar de la alegría.

Creo que he llorado mucho hoy.

La chica tierna se me acercó y con una sonrisa me ofreció su mano. Me levanté, alisé mi falda y la tomé sin dudar sonriéndole. Salimos y nos sentamos en medio del jardín viendo a los niños jugar.

— Veo todo esto y me dan ganas de quedarme aquí para siempre — murmuré y ella rió con gracia.

— Cuando sea el tiempo correcto estarás aquí, y tu alma descansará en paz — contestó y acarició mi brazo.

— ¿Hace cuánto que... llegaste? — pregunté.

— Hace cinco años. — Se levantó y me ayudó a levantarme —. Ya debes volver. Por favor, cuida de mi hermano.

— ¿Quién es tu hermano?

— Zack — dijo y fue cuando me percaté del gran parecido que tenían.

Se instaló un nudo en mi garganta, y cuando se lo iba a prometer, ya no estaba. Mordí mis labios y, a pesar de que ya no me podía escuchar, se lo prometí; a los segundos Melahel me sorprendió con un efusivo abrazo y me felicitó.

Estaba llorando... de felicidad. Me enterneció tanto que le jaleé las mejillas, ganándome una queja de su parte, aunque después sonrió. Me dijo que debíamos volver y no pude evitar preguntarle cómo era que yo podía ir y venir de aquí y del infierno; su respuesta fue sencilla y celosa:

— Los Krístals no pueden entrar a ninguno de los otros dos planos, pero tú al ser tan poderosa, puedes estar en cualquiera, solo debes querer ir. Cuando vengas al cielo, debes volar alto y pensar en llegar aquí, y cuando desees ir al infierno... bueno, debes decir estas palabras — dijo y me extendió un pedazo de papel, estaba escrito en latín —. Sabía que me preguntarías en cualquier momento y eso no sale en los libros de la biblioteca, y si no te lo decía, se lo preguntarías a Baalberith.

Sonreí y él tomó mi mano, dejándome en mi habitación, donde estaban el soldado y mi primo. Baalberith al verme corrió hacia mí y me abrazó, se le veía preocupado.

— Por Satán, casi me muero del susto. Si mi informante me hubiese dicho que perdiste el caso, hubiera llevado a mi ejército para buscarte y llevarte conmigo, así los exiliaran. — Suspiró aliviado y me besó la cabeza.

— No debería subestimarla, yo aprendí a no hacerlo — dijo el soldado sentado sobre el escritorio de piernas cruzadas mientras le daba una calada a su cigarrillo.

No le reproché nada, estoy demasiado contenta como para regañarlo.

El demonio me retuvo entre sus brazos por un rato, hasta que Melahel carraspeó y él se alejó. Ambos se miraron por un rato, el ángel con ojos tristes y el demonio con confusión y algo de rabia.

Baalberith le sacó la lengua de manera infantil, provocando que soltara una leve carcajada y me guiñó antes de desaparecer; su hermano sonrió melancólico y también se marchó. Trevor anunció que iría a donde Natasha y me dejó con Kira, que se subió a la cama; me sentía tan agotada que me tiré a su lado y no duré mucho en quedarme dormida.

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En una mansión en Cancún, se encontraba un hombre mayor de apariencia prepotente sentado frente a su piscina. Disfrutaba de su nueva adquisición vacacional, y también esperaba a un par de señoritas a las que les había pedido su primer reporte.

Las fluorescentes no tardaron en llegar, él las había mandado a traer en su jet privado. Ambas caminaban como empresarias: a paso firme y elegante, aunque internamente brincaban de la emoción.

No todos los días trabajas como agente encubierto.

Cuando las vio, se levantó y las recibió con un empalagoso beso en la mejilla. Les pidió que se sentaran y les sirvió un trago de whiskey, Lisbeth se sentó sobre la mesa de piernas cruzadas sacando el pecho, mirando de manera seductora al que ahora era su jefe, mientras que Clarisse se sentó frente a él y entrelazó las manos sobre su regazo adoptando una pose de seriedad.

Ella en verdad le interesaba el trabajo. Quería acabar con la chiquilla de cabello aburrido, y por motivos personales más que por simple envidia.

— ¿Y bien? ¿Qué tienen para mí?

— Hoy nos enteramos de que Kamila terminó con su novio. Él estaba devastado, y pagó su rabia con todo el que se le atravesaba. Podría tratar de persuadirlo para tenerlo de mi lado y, talvez, volverlo parte del equipo. Siendo un Krístal nos sería de mucha utilidad — expuso la de melena azulada—, pero eso no es lo importante.

— Queremos proponerle algo — habló Lisbeth con coquetería enrollando un mechón de su cabello verde chillón entre sus dedos.

Zed se cruzó de brazos y las miró con altivez y una sonrisa satisfecha.

— Las escucho.

Clarisse sonrió con malicia.

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