Capítulo 12

— Me siento como si estuviésemos haciendo algo malo. Por algo prohibieron la entrada a este lugar — comentó Becky temerosa.

Decidí pedirles a ella y a Alex que me ayudaran con... esto. Sola no iba a poder, y me sentía mal al ocultarles cosas cuando ellos me han demostrado que puedo confiarles lo que sea, y no quiero decepcionarlos, por estúpido que suene. 

El oji miel se encogió de hombros. — Esto es cool, nadie sabe que estamos aquí. ¿Y cómo funcionan los pasillos encantados?

— Subterráneos — le corregí —, y luego te enseñaré. Por cierto, hoy maté un demonio, o bueno, lo mandé devuelta al infierno. Parecía un gusano y era enorme, pudo matarnos a todos. Mi abuela dijo que no tenía nada que ver conmigo, pero yo siento que sí...

— Kams, lo siento, pero no eres el centro del universo.

Me giré para verla y levanté una ceja.

— Hagamos como si no dije nada — dijo, hizo un sonido con los labios y volvió a emboscar los estantes.

— ¿El demonio era un gusano, dices? — preguntó el castaño mirando un libro con el ceño fruncido.

Me acerqué a él y le eché un vistazo. Había una ilustración que hacía referencia a un demonio idéntico al que apareció. Sí, era uno en metamorfosis; pero estos estaban bajo el mandato del General infernal. Me dio tanta curiosidad que tomé el libro entre mis manos y pasé a la siguiente página, lo solté de inmediato. Me llevé una mano al pecho tratando de evitar que se me saliera el corazón.

Alex me tomó de los hombros y me pedía que respirara. Y respiré, para luego gritar:

— ¡Balaam lo mandó aquí!

Alex miró acusadoramente a Becky, y ella levantó las manos a modo de rendición.


No encontramos nada, eran demasiados estantes y apenas desvalijamos tres. Mañana continuaremos con la búsqueda; aunque el libro de demonios mayores era demasiado útil como para dejarlo en la biblioteca, así que el castaño se lo quedó diciendo que lo leería.

Me apoyé en las barandas de mi balcón y me pasé las manos por mi rostro, agotada y frustrada. Estaba harta de tanto misterio y de no poder defenderme por mí misma. Para eso necesito dar con el libro que contenga las respuestas, para protegerme, para protegerlos; para protegerlo, sabía que Balaam estaba tras Alex también, es lo que más atesoro. 

Intentará quitármelo para que me rinda ante él, y no se lo voy a permitir. Alex ha sido lo mejor que me ha pasado, voy a matarlo si le hace daño. Así muera en sus manos. 

Sentí una presencia a mi lado y respiré antes de voltear a ver a mi acompañante. Los ojos negros de Baalberith me sonrieron, suspiré y volví mi vista al bosque.

— ¿Qué hiciste hoy? — preguntó entusiasta.

— Leer... Mañana comenzaré clases otra vez. Y no tengo intenciones de ir, me siento muy cansada.

— Si gobernaras a mi lado en el infierno, no tendrías que estudiar. No lo necesitarías, y nadie te haría daño — comentó y agrandé los ojos, solté una risa temblorosa.

— Gracias, pero paso.

Respiré hondo y sentí una fuente de calor a mis espaldas, pero estaba tan cerca que no me atreví a moverme.

— Deberías descansar — murmuró cerca de mi oído, y masajeó un poco mis hombros. Eché mi cabeza hacia atrás posándola sobre su clavícula.

Dios, ¿cuándo Baalberith se volvió tan pasional?

Me tensé al percatarme de lo que había pensado y me alejé. Eso es lo que quiere, enredarme, confundirme, y hacerme caer; talvez no lo haga intencionalmente, pero está actuando bajo sus instintos. Me quiere solo para él, quiere que lo deseé y que me rinda por completo... pero no lo sabe.

Me alejé de manera amistosa y le sonreí lo mejor que pude.

— Tienes razón, iré a dormir.

— ¿No quieres que me quede... por si viene Balaam?

— No, estaré bien. — Solté de golpe y él, bufó enojado.

— Bien — espetó y desapareció.

Dejé escapar todo el aire que estaba conteniendo y me abracé a mí misma. Tengo miedo de esto, quiero a Baalberith, me encariñé demasiado con él y... me aterra el solo pensar que lo que siente por mí es una obsesión enfermiza oculta tras una máscara de cariño fraternal. Una obsesión que permanece escondida hasta para él.

Pasé mi dedo por donde había pasado una lágrima antes y decidí volver a la habitación. La puerta se abrió y Amelia me sonrió con inocencia. Corrió a mi cama y se lanzó; sonreí.

Como me fascinaba la personalidad de esa pelirroja.

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Desayunábamos en silencio, todos estábamos medio dormidos todavía. Y yo, bueno, logré dormir, pero que a mitad de la noche te susurren "Que perfecta te ves mientras duermes, mi pequeño ángel" te espabila por completo, aunque pude ignorarlo y volver a conciliar el sueño.

Ojalá esto acabe pronto.

Me despedí y me subí de copiloto al lado de Alex, Becks en la parte trasera se había acostado de largo a largo en los asientos y nos pidió que la despertáramos al llegar.

El camino fue algo cortó, o no sé si era porque venía muy distraída. El castaño estacionó en una parte alejada y despertó a la azabache, quien bostezando y fulminándolo con la mirada se bajó y comenzó a caminar hacia la universidad.

Puse mi mano en la manilla para bajarme también, pero los seguros se bajaron. Volteé a verlo y me sonrió con malicia.

— ¿Sabes? Hace mucho que no estamos a solas... ¿Y si faltamos a la primera clase?

Lo miré dubitativa, pero accedí. Últimamente no hemos hecho nada como pareja, y me entristecí al darme cuenta de ello.

— ¿Y a dónde iremos?

— A ninguna parte, nos quedaremos aquí.

Iba a replicar, pero en un movimiento rápido me sentó sobre su regazo; contraje la respiración al sentir su paquete contra mí. Acarició mi espalda por debajo de la camisa y me miraba directamente a los ojos, al desabrochar mi sujetador los blanqueé.

— ¿Qué? ¿Te da miedo hacerlo en un carro? Pensé que eras toda poderosa y eso.

Solté una carcajada y me restregué contra él, haciéndonos gemir a ambos.

No sé qué hicieron con mi Alex, pero déjenme con este un rato.

Me besó con desesperación y fue suficiente para sentir que la ropa estorbaba. Le quité la camisa de un tirón y jadeé de solo ver esa tableta de chocolate.

¡Dios! ¿Cuánto llevábamos sin hacerlo?

Pasé mis manos como una loca por todo su torso y él de manera violenta me quitó la blusa y el sujetador.

Miré hacia abajo pensando en cómo haría para quitarme el pantalón, pero me alegré al ver que traía una falda blue jean; creo que temprano estaba tan dormida que no pillé lo que me había puesto.

Alex se bajó la cremallera, hizo a un lado mis bragas y gemí alto. Saltaba sobre él y por un momento creí que enloquecería.

Hasta que ambos acabamos.

Respirábamos entrecortadamente y, cuando me recuperé, reí con ganas.

— Lo hicimos... en un auto.

— No sé cómo le haces para alborotarme las hormonas así ¿Acaso me hiciste un amarre? — Reí y lo besé.

Miré hacia el frente y me congelé al ver a Balaam parado detrás de la camioneta, mirándome. Sus ojos eran rojos y transmitían lujuria pura.

Tragué grueso, me pasé al asiento de copiloto y comencé a vestirme.

— ¿Qué? ¿Qué pasa? ¿No te gustó? — preguntó desilusionado y negué de inmediato.

— No, eres genial en esto. Es solo que... nos estaban viendo.

Alex miró a todas direcciones, buscando al intruso.

— Era Balaam — murmuré.

— Ah... ¿Te incomoda que nos vea? Yo no tengo problema, que vea lo que no puede tener.

— ¡Ese es el problema, Alex! ¡Te puede matar en cualquier momento por eso mismo!

Respiré profundo y me empezaron arder los ojos.

— Creo... Creo que deberíamos terminar. Yo... — Jadeé y tragué grueso — no quiero que mueras, no lo soportaría, así que lo mejor es que no estemos juntos.

— No... No, Kami. No puedes hacerme esto — dijo después de unos segundos de silencio.

Volteé a verlo y rompí en llanto al verlo llorar.

— Lo siento — dije, bajé y corrí hacia el plantel.

Corrí por los pasillos y me encerré en los baños. Grité, golpeé las paredes, para terminar sentada en el suelo llorando abrazada a mis rodillas. No puedo creer que por culpa de ese demonio deba renunciar a Alex para no perderlo, es un...

Respiré y me levanté, me miré al espejo y de ver mi cara roja me dieron más ganas de llorar. Mojé mi rostro y me quedé apoyada al lavabo.

— Oh, mi pequeño ángel...

Miré alarmada en todas direcciones, pero no lo vi por ningún lugar.

— No llores por un humano que no te puede dar todo. Yo puedo hacerte sentir más, darte un infierno, un ejército que arriesgaría su alma por ti.

Vi su rostro reflejado en el espejo, sonriéndome con satisfacción y seguridad. Con los ojos rojos.

— Sólo debes rendirte... a mí.

Golpeé el espejo, rompiéndolo y dejando un hoyo en la pared. En los restos vi mis ojos dorados; los cerré con fuerza y los abrí, encontrándome con mis avellanas habituales.

Salí en dirección a la enfermería y la enfermera se encontraba de espaldas a mí. Le controlé la mente para que no volteara y yo misma me limpié y vendé.

Y fui a clases, con el corazón roto y los nudillos también.

Acabábamos de salir de la última clase, Natasha y yo caminábamos por los pasillos sin hablarnos; me sentía tan mal que no quería escuchar mis pensamientos y necesitaba que ella me hablara. También me tenía preocupada, la rubia solía ser muy parlanchina, y últimamente ni habla. Algo debió sucederle.

— ¿Qué has hecho de interesante? — pregunté para cortar el silencio.

— Nada — contestó en apenas un murmullo.

La Natasha que conozco hubiese dicho "Lo más interesante que he hecho es sacar la basura, descubrí que nacieron unos amiguitos muy curiosos que buscaban salir de la bolsa" y luego me diría que le iba a dar un Accidente aburrimiento vascular.

Me paré frente a ella y la detuve.

— Tasha, sé que algo no va bien. ¿Quieres contarme?

Sus ojos se cristalizaron y miró a los lados.

— Aquí no — musitó.

— De acuerdo. Mañana después de clases iremos a tu casa. — Asintió y me fui.

Iba hacia la camioneta de Alex cuando a lo lejos vi algo muy brillante en el bosque. Tuve que enfocar la vista para poder detallar, era demasiada luz; encandilaba.

El esplendor pareció moverse y distinguí unas alas.

Mi corazón comenzó a galopar.

Eso era un ángel.

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