Capítulo 1
Corría por un campo de flores a todo lo que daban mis piernas mientras reía con diversión. Todo a mi alrededor se veía indefinido a causa de la velocidad.
Escapaba de Alex. Estábamos jugando.
Él se teletransportaba de un lugar a otro tratando de atraparme y, cada que aparecía frente a mí, cambiaba de dirección y seguía riendo con más fuerzas.
Me detuve un segundo para voltear a ver a los lados queriendo saber en dónde se hallaba, cuando sentí que me abrazaban efusivamente por la espalda y escuché sus risas en mi oído.
Me sentía tan plena que cerré los ojos con una enorme sonrisa en los labios; el oji miel dejó un beso húmedo en mi cuello y, de pronto, todo comenzó a dar vueltas.
Y me vi atada a una silla de metal.
Me obligué a cerrar los ojos cuando un hombre pasó su lengua por mi cuello.
El contacto se sintió áspero, y quise vomitar.
Abrí mis parpados y frente a mí se encontraba el castaño atado a una camilla.
Sentí mis ojos humedecer ante la desesperación.
Grité, pero apenas y se escuchó un sonido gutural.
Ese desgraciado me había tapado la boca con cinta.
Y ahí estaba él.
Desafiándome con esa sonrisa asquerosa y burlona, retándome con la mirada.
Queriéndome decir: Esta vez gano yo, no puedes hacer nada para evitarlo.
Reventé a llorar cuando vi como un hombre sostenía unos aparatos para realizar electroshocks en sus manos y se acercaba a Alex.
Oí sus gritos, y grité junto a él.
Eso le estaba chamuscando el cerebro, y su dolor era audible.
El camillero pegó y despegó los aparatos una y otra vez de sus cienes.
Hasta que ya no hubieron gritos.
Hasta que le arrebató la vida.
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Los gritos retumbaron por toda la casa, despertando a todos alarmados. Alex no perdió tiempo y aún medio dormido se teletransportó a la habitación de su novia.
Luego se espabilaría.
Ella gritaba dormida, y eso solo hizo que su corazón se encogiera.
Esto ya había sucedido... un par de veces en la semana y ella se negaba a contar que pasaba.
Se acercó rápido a la castaña y comenzó a llamarla.
— Kami, amor — repetía y la zarandeaba. Para ese momento ya todos habían llegado a la habitación muy preocupados —. ¡Kamila! — gritó desesperado y logró despertarla.
Estaba tan asustada que se sentó sobre la cama de golpe, de inmediato dirigió su vista al castaño y sus facciones se relajaron un poco al comprobar que él se encontraba bien —como venía haciendo desde que los sueños aparecieron— y llorando se le tiró encima. Alex de inmediato la apresó entre sus brazos.
Los demás veían la escena con algo de confusión y terror. Sabían que ella era fuerte, pero cuando mostraba un ápice de debilidad, se sentían perdidos.
¿Nunca habrá tranquilidad en esta casa? Se preguntaba un Finn recargado sobre la puerta mirando todo con cansancio.
No era el único al que le comenzaba a hartar la situación, ya la maldición había acabado pero parecía que quedaban cosas por hacer.
Kamila era la única que podía resolver lo que fuera. Todos lo sabían, hasta ella, y eso solo la hacía sentir más agobiada que de costumbre.
Ya el hecho de lidiar con un demonio era demasiado, aunque ese no era el caso.
— Kams, debes explicarnos que sucede. No podremos ayudarte si no nos dices — intervino su mejor amiga y, la castaña al recordar ese detalle, recordó a Christine y eso la impulsó a llorar con mayor intensidad aferrándose a su estabilidad.
— ¿Y si solo está con el Andrés y nosotros nos estamos preocupando demasiado? — Zack hizo la interrogante, y la pequeña Amelia le dió un codazo por ser tan impertinente.
Las palabras del rubio parecieron concientizar a Kamila y se obligó a sí misma a separarse de Alex. Se puso de pie y secó sus lágrimas mientras apretaba la mandíbula para evitar volver al llanto.
— Sí, Zack. Tengo mi periodo y... comí muchas galletas antes de dormir. Perdón por haberlos despertado. — Mentir ya no le costaba tanto como antes —. Vuelvan a dormir.
Raquel se acercó a ella y acunó su rostro mirándola preocupada. — ¿En verdad te encuentras bien? — Kamila asintió y todos salieron de la habitación más calmados.
Todos menos el castaño.
— A mí sí no podrás engañarme.
— Lo sé.
Decidieron ir a la cocina por algo de agua para que ella calmara sus nervios y, después de que bebió un par de tragos, habló.
— He estado teniendo una misma pesadilla durante toda la semana.
— Lo que causa tus gritos...
— Ujum. — Hizo una pausa y continuó —. Es una visión de Marilyn, pero no he podido llamarla para decirle que ya entendí. Seguramente piensa que creo que son solo sueños y por eso no ha parado de transmitírmelos.
Alex meditó por un momento, hasta que se animó a preguntar.
— ¿Y sobre qué te está advirtiendo?
Esta vez fue Kamila quien calló, pero al final le aclaró la duda...
— Sobre Lancaster.
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Kamila.
Estaba atándome los cordones de mis zapatillas mientras Amelia me contaba que había un chico muy guapo en su salón que le habló ayer y estaba muy emocionada. Bajamos las escaleras y sus parloteos ya me comenzaban a fastidiar, pero la dejé continuar. Me hacía gracia lo que decía, hasta me recordó un poco a mí cuando tenía esa edad.
Cuando llegamos al comedor, Zack y Lucas se me pegaron como lapas a darme besos en las mejillas —algo que se había vuelto costumbre— y Alex los alejó de un tirón para liberarme.
Le sonreí y él me guiñó un ojo.
Nos sentamos a la mesa y Anastasia nos sirvió el desayuno.
— ¿Dónde está mamá? — preguntó la menor.
— Salió a hacer las compras — contestó el pecoso revolviéndole el cabello. Amelia infló sus mejillas molesta.
— ¿Y qué harán hoy?
— Yo iré a la playa con Becky y Zack.
— Voy a salir con Natasha, estaré de regreso mañana por la tarde...
— Kamila...
— Kamila...
— ¡Eu! ¡Tierra llamando a la Suprema! — Anastasia chasqueó los dedos frente a mí sacándome de mi trance.
— ¿Mm?
— Estábamos hablando de lo que haremos hoy... por lo menos, Lucas se va a dar tremendo revolcón — comentó el oji gris consiguiendo que todos riéramos y que el pecoso se sonrojara —. ¿Qué harás tú?
— Am... pues... — titubeé un poco ida aún, hasta que recordé para qué me había vestido —. Iré a hablar con mi abuela.
Era una suerte que haya decidido mudarse a casa de mis padres.
— ¿Y tú, Alex? — preguntó Finn —. Puedes venir con nosotros, si quieres.
— De a...
— Él vendrá conmigo — solté y me miró confuso, le hice un guiño y sonrió.
Terminamos de desayunar y los chicos se fueron a Dios sabrá donde. Me levanté de la mesa y de inmediato sentí como me tomaban de las caderas y me giraban, Alex me miró con picardía y apresó mis labios; dejé una mordida en su labio inferior y solté una carcajada ligera. Me separé y lo miré a los ojos, sintiéndome tan diminuta y tan grande al mismo tiempo.
Volví a besarlo y de un saltó enrollé mis piernas en sus caderas. Él comenzó a dejar besos húmedos sobre mi cuello e hice mi cabeza hacia atrás para darle un mejor acceso, solté un suave gemido.
— Chicos, ¿no han visto mi telé...? — Volteamos nerviosos y vimos a Anastasia paralizada en medio de la sala mirándonos.
Ella de inmediato se puso unos lentes de sol —que no sabía que tenía— y caminó de regreso a las escaleras a pasos torpes.
Simulando estar ciega.
El castaño soltó una gran carcajada y sentí como me ruborizaba. Me dio un sonoro beso en la mejilla que me sobresaltó y sonreí avergonzada.
— ¿Nos vamos? — preguntó dulce y asentí.
Me dejó en el suelo y tomó mi mano antes de hacernos desaparecer.
Mamá estaba en la cocina preparando algo mientras papá tomaba una taza de café frente a la encimera. Me acerqué con sigilo hasta él y tapé sus ojos, rápidamente se volteó y me dió un efusivo abrazo. Se instaló un nudo en mi garganta, pero lo tragué.
Ya había pasado un mes desde que traje a papá devuelta, no puedo seguir llorando cada vez que lo vea.
— ¡Kami! Qué bueno que viniste. — Sonreí y dejé un beso en su mejilla.
Alex saludo a mi mamá antes de que yo la acaparara. Escuché como mi padre le pedía que lo acompañara a alguna parte, le dí un asentimiento con la cabeza y se fueron.
— ¿Cómo has estado, mi niña? — preguntó Marta sobándome el brazo y dándome una sonrisa cálida.
— Muy bien, todo tranquilo.
— ¡Qué bueno! — exclamó eufórica y sonreí incómoda —. Tengo en la nevera helado de galletas, del que te gusta. ¿Quieres que te sirva un poco?
— Amm... por ahora no, estoy bien. — La corté y le acaricié el cabello para no ser tan brusca —. ¿Está la abuela? Me gustaría conversar con ella...
— Oh, sí. Está en el patio.
Dirigí mis pasos en dirección a la puerta trasera y la vi, estaba sentada a la mesa leyendo un libro. Lucía calmada y tranquila.
Tan tranquila que me molestó.
— ¡Marilyn! Qué bueno verte — grité con ironía y ella volteó a verme alarmada.
Ay, qué divertido.
— ¿Qué tal todo por la casa?
— Sin contar que me he despertado toda la semana de madrugada gritando y llorando porque no dejaste de enseñarme la misma visión, aún siendo consciente de que con dos veces ya habría entendido... Todo bien.
Me dió una mirada nerviosa.
— Lo siento, es solo que... he visto muchas cosas y eso me tiene un poco alterada...
— Sí, un poco bastante — le interrumpí dándole una mirada cargada de odio y ella reventó a llorar, reemplazando mi enojo por preocupación.
— He visto tantas... no quiero que... que... — Su voz se cortó y me acerqué a abrazarla —. Quería que al menos vieras una parte, para que tomaras precauciones. Yo solo...
— Shh, ya es suficiente por hoy — susurré contra su oído y soltó un sollozó entrecortado.
Mi cabeza comenzó a maquinar tantos pensamientos y comencé a ponerme nerviosa. ¡Apenas habíamos tenido dos semanas de tranquilidad! ¿Acaso los problemas no podían esperar un poco? No sé... ¿Un año?...
¿O simplemente dejar de aparecer?
Y hablando de aparecer, mi corazón comenzó a latir con ímpetu cuando miré hacia al frente.
...Balaam estaba allí.
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