Capítulo 28

— A ver, ¿Qué se te ofrece, abuelo? ¿Vamos a tu casa a jugar twister? — preguntó Zack aniñado y solté una gran carcajada.

— Quiero que se dirijan al estadio central.

— ¿Para qué? Estábamos muy a gusto viendo una película. ¿En serio nos harás ir hasta allá? ¿Con todo el tráfico de hoy? ¡Llegaremos la semana que viene! — comentó el rubio como niño berrinchudo y me mordí el labio inferior con fuerza para no volver a reír.

— ¡No juegues conmigo, idiota! — gritó alterado.

— Ay, no aguantas nada — se quejó burlesco y rodó los ojos con gracia.

— Los quiero ahí ahora mismo — dijo y colgó.

Solté un bufido y Finn volvió a reproducir la película.

— ¿No creen que deberíamos ir? — preguntó Becks en general.

— Sería buena idea, quiero ver con qué nos va a salir ésta vez — contestó Lucas.

— ¿Dónde está Alicia? — preguntó el castaño a mi lado.

— Salió muy temprano hoy, dijo que tenía cosas que hacer — respondió la pelirroja.

Todos nos quedamos callados, lo único que se escuchaba era la televisión, la cual Zack apagó y volteó a vernos.

— ¿Qué estamos esperando? Vámonos, sería muy desconsiderado de nuestra parte no acatar a su petición cuando él amablemente nos pidió que fuéramos a su encuentro — dijo jocoso y nos levantamos de nuestros asientos con pereza.

Fui a mi habitación, tomé algunas flíbolas de un cajón, el arco y el bolso con las flechas del armario.

Volví a la sala y me los encontré cargando las pistolas. Le pasé una flíbola a cada uno y, cuando estuvimos listos, Alex nos hizo aparecer en el dichoso estadio de fútbol americano.

Las gradas estaban repletas de cazadores, estaba asustada. Sentí como Melahel se persignaba y como Baalberith gritaba eufórico, ahora entiendo a qué se debían mis incompatibles emociones.

En el centro del campo se encontraba Lancaster junto a dos chicas con pasamontañas, una tenía los ojos verdes y la otra los tenía grises. Nos encaminamos hacia ellos bajo la atenta mirada de los cazadores, nos plantamos frente a ellos y Finn habló.

— Ya estamos aquí. ¿Qué quieres? — preguntó con dureza.

— Quería presentarles a alguien — habló Lancaster con simpleza y apuntó a la chica de ojos mercurio.

Le quitó el pasamontañas y me llevé las manos a la boca para evitar emitir algún sonido. La cabello de paja nos sonrió con malicia, pero un disparo en seco que le dió de lleno en la frente nos sacó de nuestro trance.

— Por traidora — masculló Anastasia rencorosa y una lágrima gruesa escurrió por su mejilla. Bajó lentamente el arma.

— Wao, eso sí fue intenso — espetó el viejo y rió con ganas, provocando que mi furia comenzara a crecer.

A una velocidad desconocida, tomé mi arco y una flecha, apunté a Zed, importándome poco la amenaza del resto de cazadores, las miradas de asombro de mis amigos y el hecho de que si mataba a ese hombre, me estaría despidiendo de la ruptura de la maldición. Aun así, mantuve firme mi agarre.

El muy sucio le quitó el pasamontañas a la otra chica, la sujeto casi asfixiándola y puso una navaja en su garganta. Contuve el aliento al ver de quien se trataba.

— ¿Alguna vez comenté que tenía una hija? — soltó una risita perturbadora —. Se las presento, ella es Natasha Lancaster.

Oí a Becky jadear y Alex tensó sus músculos. Los cazadores nos apuntaban con sus metralletas y bazucas, incrementando mi ansiedad. Volví mi vista a Zed.

— Si sigues apuntándome, la mataré. — Los ojitos de la rubia estaban inundados, me miraba con terror.

Me estaba comenzando a desesperar, no puedo dar mi brazo a torcer, pero tampoco permitiré que muera; me encariñé demasiado con ella como para dejarla morir. Respiré profundo y solté el dióxido de carbono tratando de organizar mis ideas. Ya un poco más calmada, le sonreí con amargura.

— No hoy, maldito — mascullé y solté la flecha.

Le dió justo en la mano en la que sostenía el arma, la soltó junto a su hija y pegó un fuerte grito de dolor, alertando a todos los cazadores y, al predecir lo que venía, tiré del brazo de Natasha halándola hacia nosotros. Y empezó el tiroteo. Becky nos atrapo en una burbuja para que ninguna bala pudiera impactarnos. Grité presa de la frustración.

— Kamila...

— No, no sé qué hacer. Déjenme pensar.

Tomé un par de respiraciones y me calmé, lo primero que tenía que hacer era sacar a Natasha de aquí. La miré y la vi llorar inconsolablemente, se me revolvió el estómago.

— Nat, cierra los ojos — le pedí con amabilidad. Ella sollozó y me obedeció —. Trevor, llévala a su casa.

La chica comenzó a ser rodeada por una nube de humo y desapareció. Suspiré.

— ¿Tienen alguna idea? — pregunté con calma.

— Agáchense — nos ordenó Anastasia y le obedecimos.

Ella comenzó a rodearse de su esplendor sangriento y le brotaron venas por toda su anatomía. Abrió la boca y dejó escapar el fuego de ella, giró una vez y volvió a la normalidad. Las gradas ardían en llamas, pero gracias a la lluvia fue menguando. No había notado que estaba lloviendo. Me percaté de que algunos cazadores habían resultado muertos, pero era mayor la cantidad de sobrevivientes, hasta unos salieron ilesos.

— Mierda — murmuró Alex.

— Eso estuvo muy bueno — le alagué a la pelirroja y la vi sonreír contenta — Empecemos con la masacre. ¡Pero ya! — grité un poco desesperada por salir a matar. Baalberith se quería divertir.

Finn estiró sus brazos de la punta de una grada a otra, agarro a dos cazadores y los golpeo entre sí. Oí a Lucas gritar eufórico. Anastasia y él disparaban, Alex se volvió de acero y salió a golpear a los cazadores y Zack se encargaba de eliminar el armamento de nuestros adversarios mientras Becky nos protegía con sus campos magnéticos.

Yo corría y lanzaba flechas a los cazadores. Mi rostro fue salpicado por un poco de sangre, me dieron ganas de vomitar, pero me contuve y seguí disparando. Es un alivio que Lancaster se haya ido, no me convenía que muriera, por más cabreada que eso me ponga.

Sentí como alguien estaba a pocos metros detrás de mí y me hice a un lado, le propiné una patada en el estómago y lo mandé a volar lejos.

Quedaban pocos cazadores, mi concentración se desestabilizó cuando vi un rostro familiar. Me puse alerta y comencé a buscarlo mientras seguía disparando. De pronto, vi a Alex en su forma humana arrancándole la cabeza a un cazador, pero alguien le apuntaba. Era Andrés.

Todo dejó de seguir su curso, pareció como si se pausara el juego y solo estuviese yo viendo la escena. Rápidamente le apunté al de cuencas azules con mi arco y lancé la flecha, le dió directo en la cien.

Pero él ya había disparado.

La bala había atravesado su cráneo, su cuerpo calló sobre la grama artificial al igual que las cascadas de lágrimas de mis ojos. Comencé a sentirme mareada, me faltaba el aire.

¡Dios! ¿Por qué él?.

Caí de rodillas y grité, no sé por cuánto tiempo, pero no me fue suficiente para calmarme. Mi corazón bombeaba con ímpetu y los ojos me ardían. Los recuerdos con el castaño pasaron por mi cabeza tan rápido que comenzó a dolerme.

Cuando me secuestró en el baño del instituto, cuando me llevó a la playa después de enterarme de lo de mi mamá, cuando me consoló en aquel árbol. Nuestro primer beso, nuestros momentos compartidos, nuestro reencuentro, la primera vez que hicimos el amor y todo se reduce a un cuerpo sin vida a unos metros de mí.

Sollocé tan fuerte que mi garganta se desgarró. Sentí como alguien venía corriendo hacia mí con la intención de atacarme, y aunque me sentía agotada tanto física como emocionalmente, mayor era mi sed de venganza.

Me levanté y esperé a mi oponente. Levantó el puño para golpearme, pero detuve su ataque y le partí el antebrazo a la mitad. Su grito no me hizo sentir mejor. Le tomé del cuello y le quité la cabeza, luego la arrojé hacia otro cazador con fuerza mandándolo a volar.

Por mi mente pasaron los acontecimientos de los días anteriores. Le había contado todo a Alex, y él me había consolado, me apoyó. Me dijo que me amaba. Y antes de venir aquí estábamos viendo una película, abrazados, mientras el acariciaba mi pierna. Aún puedo sentir sus labios sobre los míos, sus dedos sobre mi piel. Aún puedo sentir su olor.

Rompí en llanto más fuerte y una mezcla entre tristeza, melancolía y enojo se instaló en mí con una intensidad indescriptible. Las lágrimas corrían con fervor por mis mejillas y mi cabeza no paraba de doler, al igual que mi corazón.

Comencé a despegarme del suelo, pero no me alarmé; no importa ya si acabo con el mundo. Respiré profundo y sentí como una energía inmensa tomaba posesión de mi cuerpo. Me sentí llena y vacía. El cielo tronó y las nubes se fueron acercando. Vi como en el suelo surgían incontables cantidades de grietas al igual que en cielo. Muchas cosas volaban a mi alrededor, generando una especie de tornado; oía gritos y voces angelicales, pero a la vez no escuchaba nada.

El llanto seguía exprimiéndome, Alex nunca abandonó mis pensamientos y me maldije internamente por venir; si nos hubiésemos quedado en casa, nada de esto hubiese pasado. El castaño seguiría con vida y yo no me sentiría a punto de morir.

— ¡Kamila! ¡Ya detén esto, por favor! ¡No solucionarás nada de este modo! — me gritaron, pero estaba tan ensimismada que no presté atención.

— ¡Kams! ¡Él no hubiera querido esto!.

— ¡Tú no sabes lo que él querría! ¡Él ya no está! — grité y lloré con más fuerzas.

Todo giraba con más velocidad, y veía como algunos demonios trataban de escapar del inframundo.

— ¡Tú no eres así! ¡Déjame ayudarte! ¡No dejes que esto te domine! — volvió a gritar Becks, pero esta vez su voz se cortó.

Poco a poco fui cediendo, el cielo comenzó a cerrarse y alejarse, las grietas en la superficie se cerraron, el remolino se deshizo y descendí lentamente. Cuando mis pies tocaron el suelo, unos brazos me envolvieron de inmediato.

Y me quebré.

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